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Yolanda Pallín, entre Lope y Lorca

“El debate en el teatro es abierto y lo más rico es escuchar diferentes puntos de vista”

 

Hablamos con la dramaturga Yolanda Pallín que, casualidades del azar, se encuentra en la cartelera con dos de sus trabajos: Lorca, Vicenta y Peribáñez y el comendador de Ocaña programados en un mismo espacio: el Teatro Fernán Gómez CCV.

Su trabajo con Apata Teatro y Noviembre Teatro conforman un interesante, e involuntario, díptico sobre el amor, el abuso y la dignidad, construido a través de la figura materna de Vicenta Lorca y la mirada universal de Lope de Vega.

 

Sobre el amor y el poder

 

 

Por José Antonio Alba

Foto de portada cortesía de Yolanda Pallín

 

Debe ser curioso que dos producciones en las que has trabajado como Lorca, Vicenta y Peribáñez y el comendador de Ocaña, coincidan, no ya en la misma ciudad, si no en el mismo teatro, en este caso el Fernán Gómez.

Es una absoluta casualidad. Es algo muy insólito. Te pasas un montón de tiempo sin entrar en Madrid y de repente te encuentras con un espectáculo que va de salida como es Peribáñez y otro que empieza como Lorca, Vicenta. Me hace mucha ilusión que sean dos espectáculos tan diferentes y con compañías tan queridas. Es muy gratificante.

 

 

En Lorca, Vicenta vuelves a la fórmula de escribir a seis manos como ya sucedió con La trilogía de la juventud.

Es como me gusta escribir. Soy una autora de encargos y si me llaman voy, dentro de lo que me interese el proyecto, evidentemente. A mí lo que me gusta es la gente, el proceso de escritura en colaboración, para mi es riquísimo, aprendo y me divierto mucho. Lo disfruto mucho porque para mí siempre es una enseñanza.

 

¿Cómo se trabaja este tipo de escritura?

En otros géneros de ficción no resulta tan extraño, en televisión es algo muy común, y creo que no merma la calidad. ¿Cómo se trabaja? La verdad que lleva mucho tiempo e investigación para construir un imaginario, teniendo en cuanta muchas reuniones en las que se habla y se discute muchísimo de cómo vemos cada personaje, las posibilidades de abordarlo, y llega un momento en el que, de forma natural, hay que comenzar con aspectos más técnicos, se establece una escaleta y esos puntos que sabemos que tenemos que contar. Después llega el momento del reparto, se reparten los bloques y la lectura y la corrección que ya hacemos en común.

 

Y, en este caso, ¿qué lleva a querer involucrarte en un proyecto como Lorca, Vicenta?

Este proyecto es un encargo del director, de Pepe Bornás. Es él quien me llamó un día de septiembre, estábamos los dos con Covid en casa, enfermitos, y me ofreció esta propuesta, me apetecía muchísimo trabajar en el proyecto. Primero, porque la figura de Vicenta Lorca me parecía interesantísima, en sí misma. Y segundo, por los compañeros, con Jesús Laiz ya había trabajado, él es el dramaturgo de Ápata Teatro, y luego por trabajar con Itziar Pascual que es una autora a la que admiro enormemente y una mujer a la que adoro personalmente; nunca había trabajado con ella, a pesar de que somos compañeras en la escuela desde hace muchísimos años. ¡Jesús fue alumno de ambas!

Saber que vas a trabajar con gente con la que te vas a entender facilita muchísimo las cosas. Ha sido un proceso de escritura delicioso, ha sido muy placentero.

 

Escuchándote hablar sobre el proceso, pienso en la generosidad que debe rodearlo, en todo lo que se debe ceder y en esos egos que hay que dejar aparcados.

Sí, pero es que yo pienso que el teatro es así, no lo entiendo de otra manera. Creo que así es cómo funcionan las cosas. Hay egos maravillosos y extraordinarios, pero me cuestan más y me interesan menos. Además, en este tipo de procesos, siempre ocurre que en la escritura y la reescritura es lo principal y casi siempre escribimos en exceso y luego vamos recortando y dejando capas de subtexto que no aparecen en el espectáculo, pero que están de alguna manera; en esas partes es en las que te tienes que dar cuenta de ser absolutamente generoso, porque siempre va a quedar algo fuera.

 

Yolanda Pallín, entre Lope y Lorca en Madrid
Imagen de Lorca, Vicenta con Cristina Marcos.

 

Muchas veces se oye eso de “otra vez Lorca”, ¿esperáis esa reacción?

Si, igual que se espera el comentario de “otra vez la Memoria Histórica” u “otra vez la Guerra Civil”. Me parecen argumentos interesados que, en el fondo, hablan de inmovilismo, no de progreso. El teatro no es un absoluto en el que se abre un tema y que se cierra con una obra. El debate en el teatro es abierto y en ese sentido lo más rico es escuchar diferentes puntos de vista. Cualquier intento de que se cierre cualquier debate es interesada y tiene que ver con cerrarlos en falso.

 

En este caso, el foco pasa de Federico a Vicenta, su madre. ¿Por qué sobre ella?

Creo que todavía tenemos mucho que hablar sobre Lorca y, en este caso, nunca se había tratado la figura de Vicenta, que es la madre de Lorca, y eso la construye y hace que nos acerquemos a esta mujer excepcional. Es una mujer en su tiempo, es una mujer que sufre como madre, que disfruta también de ese éxito, de ese momento; es el exilio, es una maestra que tiene verdadera pasión por la educación, que sabe que es fundamental para el progreso, que comparte, no solo con esa vocación, sino con todo lo que supo transmitirles a sus hijos, ese momento en el que vivía España en el que todo era posible, donde cabían tantas esperanzas de mejoramiento real.

Si hablamos de Vicenta Lorca es porque creemos que habla de la actualidad, tiene muchos enfoques, de maneras de hablar de la actualidad, más metafóricas, más distanciadas; o de maneras más crudas y realistas.

 

¿Desde dónde se aborda la figura de Vicenta?

Es una especie de teatro de la mente de Vicenta en un momento decisivo de la vida de cualquier persona como es la inminencia del fin. Es un momento de volver sobre aquellos hitos de su historia, aquello que la ha configurado como persona. Evidentemente muchas cosas se han quedado fuera, pero creemos que hemos tratado otras que son fundamentales. No es un espectáculo “lorquiano”, es una dramaturgia contemporánea, con mucho juego de tiempos, con mucho juego de voces, empastando, porque el personaje es solo uno y, como decías antes, conlleva un ejercicio de generosidad para empastarnos entre nosotros como autores y crear algo que nos supera desde el punto de vista del estilo. Es una obra que tiene momentos, evidentemente, duros.

 

¿De qué manera influyó Vicenta en su hijo Federico?

Estamos hablando de una mujer que prueba la miel de vivir la evolución de alguien genial y eso es incuestionable y de contribuir a crear ,como el propio Lorca tantas veces reconoció. El magisterio y la ayuda constante de su madre, fue la que más le entendió y más le apoyó para que llevara adelante su carrera. Pero también sufrió el asesinato brutal de su hijo, y queda un sentimiento de culpa, ¿Quién tuvo la culpa? ¿en qué sentido todos hemos sido responsables? Hay que aclarar de quiénes son a veces las culpas. Creo que es un ajuste de cuentas consigo misma, con su historia y con la de España.

 

Siempre hemos mirado todo desde el ángulo de Federico, y es interesante colocarse en el lugar de aquellos que le rodeaban, cómo vivían ellos su genialidad, de qué manera contribuían. 

Si, esa es la pregunta, ¿cómo lo vive una madre o una familia? Fundamentalmente ella, que forma parte de algo muy grande. No hay que obviar que la genialidad se da con unas condiciones especiales, hay un momento en el que Vicenta dice: “Porque sin tierra no hay nada, no hay poesía”, cuando se refiere a la familia. Digamos que él vive en una familia en la que sufre porque su padre no le apoya de la misma manera, con la misma generosidad, porque le cuesta mucho más entender el lugar de Federico en el mundo, pero es el que pudo posibilitar la carrera de Lorca económicamente.

 

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Escena de Lorca, Vicenta de Apata Teatro. ©Raquel Rodríguez

 

Es un texto escrito a seis manos y un monólogo con muchas voces porque en escena solo estará Cristina Marcos, pero por ahí resuenan también los nombres de Elisa Matilla, Manuela Paso, Miguel Rellán, Ángel Ruiz, Daniel Albaladejo o Alejandro Sigüenza.

Era un poco esta idea de que Lorca somos todos y hay muchas voces. Lorca son las voces que lo encarnan, entonces hemos contado con la generosidad de amigos de mucho talento que aprecian el proyecto y se han subido de esta manera.

 

Y en escena está acompañada al piano por Cristina Presmanes, ¿qué importancia tiene la música dentro de la propuesta?

La música fue importantísima en la vida y la sensibilidad de Lorca, estaba llamado a ser un gran músico. Es imposible pensar en Lorca sin la música. Es un acompañamiento continuo, es una presencia que está ahí, muy reconocible, que forma parte de nuestra memoria emocional, de nuestro acervo espiritual, es una presencia constante. El piano es muy importante en el espectáculo, pero no conviene desvelar mucho más.

 

¿Podría decirse que el abuso de poder y la dignidad personal son un nexo de unión entre Lorca, Vicenta y el Peribáñez?

Sí, en Lorca, Vicenta también se habla de los abusones. Creo que es importante contarlo a diferentes escalas, a diferentes niveles, desde lo micro, desde el abuso de poder que significa el insulto homófobo en el colegio, la intromisión de la vida familiar, hasta el abuso sobre las mujeres que tiene que ver con el abuso de poder que se da en Peribáñez. Probablemente el abuso de poder sea un punto en común entre los dos espectáculos.

 

Vuelve Noviembre Teatro a Madrid, esta vez con el Peribáñez y el comendador de Ocaña, ¿qué significa para ti esta compañía?

Para mi Noviembre es mi casa y Eduardo Vasco es mi hermano y mi compañero. Llevamos muchísimos años trabajando juntos. Incluso antes de que Noviembre existiera con ese nombre, Eduardo y yo ya trabajábamos juntos con diferentes nombres y fórmulas. Trabajamos con muchísima ligereza porque hablamos muy frecuentemente del repertorio, de esos textos que hay que montar tarde o temprano y yo sé cuándo y porqué él quiere montar una obra. De todas maneras, Eduardo es el alma de noviembre, él es el verdadero ideólogo de la compañía. Me encanta el trabajo de Eduardo de siempre, le admiro y le aprecio desde siempre.

 

Creo que la admiración y el aprecio son cualidades que hacen uno pueda trabajar a gusto y convencido de los proyectos.

Sí, sí, yo con Eduardo tengo una seguridad absoluta, es como decir “cariño, llévame a donde quieras”, porque además sé que él es muy fiel a una manera de hacer, muy basada en el texto, muy rigurosa, muy divertida, muy respetuosa con la tradición y que, para mí, es muy moderna; sin alharacas, sin epatar, creando una distancia emocional, que trabaja para un público muy amplio que no quiere las cosas demasiado digeridas.

 

¿De qué manera se ha traducido eso en el Peribáñez?

En esta obra, por ejemplo, creo que hay un trabajo muy bonito sobre el error. Los personajes cometen errores y eso no se disfraza, hasta los personajes con los que nos sentimos más enganchados emocionalmente. En el fondo habla de lo social, es una obra política, el tiranicidio sucede porque el propio orden impide la racionalidad. Hay un orden social que es injusto. No se trata tanto de la honra, es más sobre la dignidad y las reacciones pueden ser desmesuradas y faltas de razón.

 

Yolanda Pallín, entre Lope y Lorca en Madrid
La compañía Noviembre Teatro en Peribáñez y el comendador de Ocaña de Lope de Vega.

 

Temas tratados por Lope, pero que ha día de hoy siguen vigentes.

Es un espejo lleno del gusto por la distancia, también por el gusto por la metáfora. En el fondo lo que interesa es la enorme belleza con la que se nos transmite estas ideas por parte de Lope. Lope tiene una vigencia enorme porque es un artista, porque lo cuenta de maravilla, porque te lleva agarrado de la nariz por la historia. Yo digo que tengo una relación con Lope muy personal. Después de tantos “lopes”, mantengo conversaciones con él, me hace el favor de venir a visitarme y yo creo que el propio Lope reclama actualización, el propio Lope sería consciente, como hombre de teatro y de cierta eternidad, que hay que facilitar que esas ideas puedan traspasar y puedan llegar al público. En la comedia, por ejemplo, nos lo permite y nos lo requiere mucho más, también porque las cosas de la comedia son las que más cambian y requieren mayor intervención. Lope dice: “sí, por favor, que se me entienda”.

 

¿Pesa mucho adaptar textos clásicos?

Sí, claro. Pesa muchísimo. El trabajo de adaptación o de dramaturgia sobre textos clásicos es equivalente a una restauración en artes plásticas, lo que pasa que en la restauración intervienes directamente el cuadro y hagas lo que hagas, ahí se queda, sin embargo, la reparación merece la pena. En el caso del teatro el texto está ahí, nosotros no le hacemos nada, trabajamos sobre un texto para esta representación, con esta compañía y este reparto, pero no le resta nada al texto original. Los grandes textos son esos que nos desafían en su interpretación, es decir, que se leen, que se han leído y que se pueden volver a leer de una manera o de otra. Hay algo de deconstrucción, no me quiero poner estupenda, pero estamos en el tiempo de la deconstrucción, de la relectura, de volver, de jugárnosla en esa dinámica de lo eterno y lo contingente y hacernos preguntas de cómo el tiempo ha pasado por nosotros porque, como dice Mayorga que dice Benjamin: “El pasado no está detrás, está dentro de nosotros”, y el teatro nos abre esas ventanas a través de la emoción para que nos miremos dentro.

 

Se habla de versiones, adaptaciones, diálogos con el autor original… ¿Desde dónde abordas tú los textos clásicos para ponerlos en escena?

No creo que haya un método, al menos no lo siento así. Creo que cada texto y cada autor pide la dirección, el equipo, lo que quieras contar, cuán conocido sea el texto. De repente hay textos que están en el repertorio y se repiten mucho más y te puedes permitir mayores lujos, en el sentido de mayor atrevimiento o establecer diálogos más abiertos. Peribáñez está, sobre todo, en el repertorio literario, no tanto en el de representación, en ese sentido tampoco es preciso intervenirlo de ninguna forma. Con la comedia te puedes permitir más lujos y es un territorio de juego, nos hemos permitido a veces gamberradas importantes porque hay que divertir y la diversión tiene que ser muy inmediata, no puedes tener al personaje ahí, a nota a pie de página explicando el chiste, eso tiene que ser muy inmediato y jugar; sin embargo, estas obras más graves que plantean estas polémicas que no acaban, porque el abuso que trata Lope, se sigue dando, la intervención tenía que ser ese tipo de intervención que apenas se nota. Intervenir mucho para que se note muy poco.

 

Hablando de los temas, pensaba en eso que se dice de que los clásicos son universales por la vigencia de los temas que tocan.

Claro, porque además una cosa son las obras antiguas y otra los clásicos. Hay obras que en cuanto las recuerdas piensas que están hablando de cosas que me pasan y están entrando en mi casa. El abuso sobre las mujeres, por ejemplo, es algo que se sigue dando y de lo que ahora casi se alardea por redes sociales, es algo que tiene que ver con el poder, con apagar y acallar ciertas voces. En Peribáñez el amor es la gran metáfora. Para Lope el amor es armonía, y la armonía es equilibrio. También hay que mencionar la justicia y el que está por encima tiene que cuidar, respetar, armonizar, tener amor y Peribáñez es una falta de amor, de un engaño a los ojos.

 

Me comentabas al comienzo de la entrevista que la llegada del Peribañez al Fernán Gómez es un poco el cierre de esta producción.  

No sé si queda algún bolo por ahí suelto, pero sí, cerramos ahora. Hay que moverse.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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