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Vulva se dice vulva

«La culpa es una herramienta estupenda de propaganda desmovilizadora del heteropatriarcado»

 

Irene Herrero Miguel se estrena como dramaturga y directora con un texto que se articula sobre los múltiples casos de mujeres que han sufrido acoso cuando se ha hecho público un vídeo suyo de carácter íntimo. Carmen Mayordomo, Silvia Vacas, Noemi Climent, Joaquín López-Bailo, Jesús Granda y Mercedes Salvadores son las intérpretes de esta propuesta sobre la hipocresía de una sociedad que culpabiliza y estigmatiza a las mujeres siempre que se tratan cuestiones sexuales.

Y es que Vulva es una obra que habla sobre los tabúes que rodean, todavía hoy, a la sexualidad y el placer femeninos, y sobre la culpa que sigue pesando como una losa.

Irene nos habla, ilusionada, de su primer montaje teatral que se estrena en La Mirador.

 

Vulva se estrena en La Mirador

 

Por Sergio Díaz

Foto de portada: Irene Herrero Miguel

 

Para poner en contexto la conversación, ¿De qué habla Vulva?

Vulva cuenta la historia de Lucía. Ella es una profesora de un colegio de primaria, está casada, tiene dos hijos y un día, a una semana de Carnaval, se filtra un antiguo vídeo íntimo que ella había mandado hace años. En realidad, el planteamiento no pretende profundizar en las vivencias de este personaje sino observar todo lo que ese vídeo genera en su entorno. Al final es una pieza coral en la que conocemos a muchos personajes de la vida de Lucía.

 

 

¿Y por qué Vulva? ¿De donde nace esa pulsión para que tu primera obra sea sobre un tema así de crudo?

Pues supongo que nace de los propios límites que he sentido a lo largo de mi vida. La sociedad hace que las mujeres juguemos con otras reglas y muchas veces nosotras mismas hacemos de juezas con otras mujeres que eligen romperlas. El teatro me parece el espacio idóneo para enfrentarnos a nuestras contradicciones y compartir preguntas para las que nos tenemos respuesta. Como autora me interesa profundizar en mis propias contradicciones, ponerlas en la escena, verlas en otras vidas y creo que es inevitable algo de crudeza en ello.

Al escribir la historia de Lucía me di cuenta de que el primer tabú no era el propio vídeo de una mujer masturbándose, la palabra vulva también es un tabú, un tabú que afecta gravemente a la vida de las mujeres en muchos sentidos. Si no nos sentimos cómodas o no conocemos la forma adecuada de nombrar nuestro cuerpo, no podemos explicarle a un médico un problema, no podemos hablar con una pareja sexual de lo que nos gusta y no podemos decirle a un policía que alguien nos ha tocado sin consentimiento. El lenguaje habla de la realidad y lo que no tiene nombre, no existe. Yo tardé varias semanas en guardar el documento de la obra con su nombre, me daba vergüenza ir a una reprografía y decir: «Por favor, ¿puede imprimirme Vulva?». Esto no puede pasar.

 

Para escribirla te habrás documentado. Hay, desgraciadamente, muchos casos reales sobre los que investigar. ¿Cuáles te han llamado más la atención?

Hay muchos, en todo el mundo. Cada pocos meses sale una noticia de una historia similar. El detonante para escribir Vulva fue el caso de Verónica, ella se suicidó en mayo de 2019. Trabajaba en la planta de Iveco en San Fernando de Henares en Madrid. Durante semanas su vídeo fue de los más buscados en las páginas porno y salieron titulares como «Una madre se suicida tras la filtración de un video de contenido sexual». ¿Una madre? Este dato en el titular es como un extra de morbo, como si hubiera que dejar claro que aunque era madre no era virgen. Es ridículo.

Hay muchos más casos, en Canadá, Amanda Todd, se suicidó tras sufrir chantaje por parte de un acosador, Tiziana Cantone, en Italia, también se suicidó. No todos los casos terminan así. Olimpia Coral Melo, en México, tras tres intentos de suicidio, redactó la ley que ahora lleva su nombre y que penaliza a quienes graban y difunden vídeo de imágenes sexuales sin consentimiento.

 

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Escena de Vulva

 

En ese proceso de investigación, ¿has podido observar patrones que se repetían en los distintos casos o nexos de unión entre unos y otros?

El patrón está claro. Todas son, o eran, mujeres. Mujeres que se grabaron o fotografiaron en un contexto de placer y disfrute y que después fueron intimidadas, ridiculizadas, coaccionadas y amenazadas con ese material.

 

¿La sexualidad femenina sigue siendo un tema tabú o ves una evolución a mejor?

Hace unos años, con el boom del ‘satisfyer’, parecía que la masturbación femenina estaba en los temas de conversación, se hablaba de ello hasta en la tele, pero como cualquier otra estrategia de marketing, tal como vino, se fue. Mi percepción sí que es la de que, poco a poco, estamos evolucionando, ni mis amigas ni yo vivíamos el sexo igual hace 10 años que ahora. Los movimientos feministas están haciendo un buen trabajo, aunque creo que depende mucho de los entornos. Todavía queda muchísimo por hacer.

 

¿Dónde queda el derecho al placer de las mujeres?

Pues no sabría decirte. Tradicionalmente las mujeres experimentaban el sexo con fines reproductivos y para complacer al otro. Creo que este segundo punto todavía tenemos que trabajarlo muchísimo.

 

La culpa es otra de las cuestiones que abordas en la obra. ¿Desde dónde tratas este tema?

En nuestra tradición judeocristiana la culpa es, sin duda, la gran estrella, es una herramienta estupenda de propaganda desmovilizadora del heteropatriarcado. Para mí, el mayor enigma en torno a la culpa es cómo un acto que llevamos a cabo a priori sin culpa se puede enfangar desde los demás, desde el exterior para plantar esa semilla, que después va creciendo de forma monstruosa.

 

Tú, que eres una mujer joven, ¿has crecido también con esa culpabilidad o las nuevas generaciones se van liberando de ese enorme peso impuesto por la sociedad patriarcal?

Estamos en ello, pero la tengo, la tengo. La vivo de forma diferente a como la vivó mi abuela, como la vivó mi madre y como la vivirá mi sobrina cuando crezca, pero sigue ahí y hay que hacer un ejercicio constante de deconstrucción para mantenerla a raya. Al final, es una cuestión sistémica, tampoco vale con el trabajo individual de cada una, hay que afrontarlo como colectivo.

 

¿Crees que seremos capaces de construir un mundo en el que no haya que preocuparse de estas cosas, en el que las mujeres no sean estigmatizadas por disfrutar de su propio cuerpo, en el que se desactive el conflicto como dices en tu presentación?

Bueno, esa para mi seria la meta, desde luego. Es fundamental legislar y penalizar la difusión de los contenidos, pero el cambio real llegará el día en el que si algún malnacido decide hacerlo, no haya morbo ni interés por ese contenido y a quien todo el mundo juzgue sea a él.

 

¿Y qué moraleja podemos sacar de una obra como Vulva?

Espero que no haya moraleja. Hemos trabajado mucho para no presentar una propuesta moralista y maniquea. El aprendizaje que yo saco es que todos formamos parte del sistema y que hay muchas formas de hacer daño a los demás.

 

Háblame un poco de ti y de dónde viene tu amor por las Artes Escénicas…

Creo que todos los que nos dedicamos a esto recordamos ese momento único, esa llamada del escenario. Yo tenía unos 7 años y vi un montaje escolar de El Principito, entonces supe que quería formar parte de aquello. Estuve años intentando ignorar esa llamada, la vida del teatro es muy dura y muy precaria. Estudié Periodismo y Comunicación Audiovisual, al final, las historias siempre me han llamado desde diversos lenguajes, aunque, sin duda, me quedo con el teatro. Hace poco descubrí que mis padres, que se han dedicado toda su vida a la enseñanza, se conocieron en un curso de teatro. ¡Da que pensar! (risas).

 

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Te lanzas al escenario con apuesta doble, dramaturgia y dirección. ¿Tuviste claro que tenía que ser así o en algún momento pensaste en delegar la dirección de tu texto?

La verdad es que lo concebí así desde el principio. Me encanta la fase de escritura, la intimidad, esa sensación de que todo lo que te pasa tiene que ver con el texto que tienes entre manos… pero claro, también me divierten muchísimo los ensayos, la creación en el momento, el colectivo. De alguna manera, tenía la necesidad de vivir este proceso completo hasta el final.

 

Me parece una apuesta muy valiente en general la que nos presentas…

Creo que lo valiente es montar una obra de teatro con una producción mínima. Lo demás, parece fácil en comparación (risas).

 

Ya que lo mencionas. ¿Cuánto cuesta levantar una obra así?

Cuesta mucho, muchísimo. Somos un equipo grande y al trabajar en un sector tan precarizado todos tenemos varios trabajos y proyectos que compatibilizamos. Vulva tiene un elenco formado por cinco actores y actrices, en realidad seis, porque dos de ellas se turnan con le mismo personaje. También tenemos música original, audiovisuales y un espacio sonoro maravilloso diseñado por Alberto M. Paz, unas luces complejas diseñadas por Jorge Simón y un escenografía y vestuario que se está currando muchísimo Arantxa Melero. Además. La coreógrafa Mercè Grané nos está ayudando con los bailes y el movimiento. El productor, Pablo Villa Sánchez, está haciendo un trabajo de coordinación de todo el equipo espectacular. ¡No podría vivir sin él!

 

Al ser tu primera obra, ¿qué te ha sorprendido del proceso de llevarla a cabo? Imagino que son muchos factores a tener en cuenta en los que no habías caído cuando la estabas escribiendo y soñabas con montarla.

Creo que antes de hacerlo no terminaba de verme capaz, ahora estoy disfrutando muchísimo del proceso y me siento orgullosa de la labor de toda la compañía. Estoy trabajando codo con codo con grandes profesionales, amigos a los que admiro y de los que aprendo día a día. A cada paso que damos veo lo mucho que nos queda por recorrer y por aprender.

 

¿Tu modelo de trabajo va a ser este, escribir y dirigir tú misma tus proyectos?

No lo sé. Ya he dirigido obras de microteatro escritas por mí y por otros compañeros y compañeras y también he disfrutado muchísimo. Sería una experiencia muy emocionante que otra persona dirija un texto mío. Creo que cada proyecto es único, así que habrá que ver.

 

Tienes un elenco sólido entre los que destacan nombres como el de Carmen Mayordomo. ¿Cómo ha sido el casting para elegirlos?

La verdad es que he tenido muchísima suerte ya que había tenido la oportunidad de trabajar con casi todos. Había trabajado en proyectos con Carmen Mayordomo, Silvia Vacas, Noemi Climent y Joaquín López-Bailo. Con Mercedes Salvadores y Jesús Granda no había trabajado, pero admiro mucho sus trayectorias profesionales y nos conocemos desde hace años. Lo mejor ha sido que el elenco llegó al principio del proceso de escritura. Hemos compartido muchísimas lecturas y el texto ha crecido con ellos, y gracias a ellos, así que, de alguna manera, los personajes se han adaptado a sus intérpretes.

 

Imagino que será más complicado acceder a según que intérpretes si eres directora novel. ¿Cómo les has seducido para que se suban a este barco?

Todavía no lo sé (risas). Realmente estoy muy agradecida con todo el equipo, se han ido subiendo al barco con la única garantía de que le íbamos a poner muchas ganas y a intentar hacer algo de mucha calidad con los pocos recursos que tuviéramos. El proyecto se fraguó en el Máster de Creación Teatral de la Universidad Carlos III, dirigido por Juan Mayorga. Empezamos en aulas y terminamos por videollamada durante la pandemia. A pesar de las circunstancias el elenco nunca dejó de creer en el proyecto y a mi eso me ha dado mucha fuerza, aunque ellos no lo sepan.

 

 

¿Cómo estás trabajando esa dirección escénica? ¿Cómo eres como directora?

Creo que de alguna manera intento crear esa obra que a mi me gustaría ver. Valoro muchísimo el trabajo en equipo y la figura del actor creador. Creo que mi mayor acierto ha sido rodearme de grandes mentes creativas, todo el equipo está siendo muy generoso y así es muy fácil y muy disfrutón el trabajo de dirección.

 

¿Cómo va a ser la puesta en escena?

Estamos trabajando en una propuesta muy coral, con muchos personajes. Hemos introducido la figura de unos narradores, muy metateatrales, que van contando la historia y le aportan una dimensión más. Sobre todo ha sido un reto conseguir que no sea un planteamiento moralista. Trabajamos mucho con la ironía y el humor. Realmente creo que el público se sorprenderá. Se trata de una propuesta gamberra, divertida y fresca aunque, también esperamos que a ratos la sonrisa se quede un poco congelada.

 

Estrenas en la Sala Mirador tu primer montaje. Algo que también es para destacar y que te hará feliz. ¿Cómo ha sido ese proceso?

Llevamos mucho tiempo con este proyecto y pensamos mucho cada paso que damos. Intento que las decisiones las tomemos en equipo en la medida de lo posible y mandarlo a La Mirador fue unánime. Cuando nos escribieron este verano para preguntar cómo teníamos el mes de diciembre, no nos lo podíamos creer. Estamos muy agradecidos. Todo el equipo nos está cuidando muchísimo y para una compañía como Las horas del humo, que acaba de empezar su camino, es un escaparate magnífico.

 

¿Hacia donde vamos a ir viendo evolucionar el teatro de Irene Herrero? ¿Sobre qué temas te interesa escribir?

La vida da muchas vueltas, quién sabe dónde nos llevará. Por ahora, me interesa mucho todo lo que tiene que ver con mis propios conflictos, me interesa mi experiencia como mujer. También me gustaría escribir sobre la memoria, el paso del tiempo, nuestra forma de relacionarnos con la diferencia. Como periodista me gusta mucho partir de noticias, agitar y estirar los elementos de la historia y soltarlos sobre la escena a ver qué pasa.

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