Por David Hinarejos

Fotos: Juan C. Gargiulo

 

Tras su rodaje en Surge la producción de la Sala Tarambana empieza temporada. Escrita y dirigida por Manu Medina, Tullidos demuestra la gran apuesta de la sala de Carabanchel por el arte y el teatro inclusivo. Ese compromiso le ha llevado a abrir este mes el primer Centro Inclusivo de Artes Múltiples (CIAM) de Madrid

 

En el mes de mayo, durante el pasado Surge, se estrenaba este texto creado y dirigido por Manu Medina bajo la producción de la Sala Tarambana. Cuatro personajes en un tiempo y un espacio indeterminado nos esperan encima del escenario para contarnos un historia que en palabras del propio Medina “nació de Final de Partida de Samuel Beckett, pero desde que nos pusimos a trabajar vimos que nos llevaba a personajes y situaciones nuevas”. Lo que salió fue una obra que, bebiendo del espíritu de aquella, se convierte en una historia más coral y cruda. Aquí se nos presenta a una familia con un hijo adolescente, ciego y en silla de ruedas, que se ha convertido en un auténtico tirano, y una niña en acogida  a la que han convertido en su criada. Sin embargo, a partir de ahí todo resulta premeditadamente ambiguo y cada espectador tendrá que ir componiendo y comprendiendo la historia y a los personajes poco a poco: “Durante la obra tienes que dejarte llevar por las sensaciones de lo que estás viendo. Es verdad que al final el público va a encontrar ciertas respuestas, pero va a tener que poner de su parte para dotarla de un significado u otro. No me gusta hacer un teatro muy explicativo porque, además, siempre me muevo mejor entre lo irreal que por la realidad. Y eso es mejor sentirlo que explicarlo”. “Los personajes -continúa Medina- no se deben definir a través de las palabras, las acciones dibujan cómo son en un determinado momento. Todos somos de muchas maneras según donde y con qué nos encontremos, los personajes deberían ser igual”.

Como ocurría en Final de Partida y en otra de las obras más importantes de Beckett, Esperando a Godot, aquí también se produce un bucle constante de acciones diarias y una espera, una pequeña esperanza de que ocurra algo que no llega. Es en esa rutina donde se aprecia más la influencia del teatro del absurdo, ya que en ella asistimos a los mundos irreales a los que recurre cada personaje para sobrellevar su desoladora realidad. “Es más apreciable en los padres -afirma el director-. Es como si vivieran en un mundo paralelo, y quizá a lo mejor es así, mostrándose vestidos como verdaderamente quieren verse. El padre es Napoleón con piernas de puta, la madre tiene botas militares, una metralleta y vestido de novia. Para mí todo gira en torno al capricho. Cuando no estamos cubriendo los caprichos recurrimos a lo que sea o nos inventamos que los hemos conseguido para evitar la frustración”.

 

Un proyecto inclusivo

“Yo trabajo desde la inclusión siempre”, así de tajante se muestra Medina cuando comentamos con él cómo ha sido el trabajo con uno de los actores, Eduart Mediterrani, que interpreta a Solo, el joven ciego y en silla de ruedas, teniendo en cuenta que Mediterrani tiene una discapacidad visual del 80%. “En mis proyectos la presencia de profesionales con capacidades diversas es fundamental para mí. En este caso quería contar para este papel de Solo con una persona de ciertas características emocionales. En Eduart encontré un gran artista, me convenció desde la prueba que le hice, se sabe abandonar al gesto, a la palabra, a la emoción…”.

En la obra se abordan muchos temas incómodos como el maltrato psicológico, la violencia de género, el sentimiento de abandono y soledad, la locura como escapatoria a la realidad… y uno de los más importantes es el valiente retrato de cómo en ciertos casos la dependencia se transforma en tiranía por parte de los afectados. “No debemos ser complacientes en el retrato de personas con capacidades diferentes a las de otros. Aquí mostramos una de las caras mas negativas que puede mostrar a veces la discapacidad. Es algo que existe porque la ausencia de capacidad social y física hay que suplirla con algo. Por ejemplo, quiero coger eso del armario de arriba y no lo consigo por mí mismo pues tengo que buscar la manera. Esa manera puede ser pedirlo, pero puede ser también dando lástima, exigiéndolo, llorando… Hay tantas formas de llevar la situación como tipos de personas”.

 

Metodología Brut

Aparte de Académico de las Artes Escénicas, profesor, autor y director teatral, Manu Medina ha creado su propia metodología de enseñanza descrita en su libro Teatro y… ¿Discapacidad? – Teatro Brut- Teatro genuino. Los mecanismos de aprendizaje en los que se basa el teatro Brut permiten “adaptarse a las capacidades de los actores. No me centro en lo que carecen sino en lo que cada uno me puede dar de manera única. Yo no me considero un director de teatro sino más bien un ayudador, un acompañante. Acompaño a los actores y los procesos para llegar a una creación determinada. Por ejemplo, en el caso de Eduart el ha llevado a Solo mucho más lejos de lo que yo habría pensado para el personaje, esa libertad siempre la doy”.

Esta metodología será la llevada acabo en otro proyecto de Medina con la sala Tarambana que se presentó el mes pasado, el Centro Inclusivo de Artes Múltiples (CIAM). Un proyecto ambicioso que pretende incluir Teatro, Danza, Pintura, Música, Canto… desde una perspectiva inclusiva y que este año comenzará su andadura con la apertura este octubre de la Escuela de Teatro Brut. “Centrarnos en la emoción y la acción nos permite -comenta Medina- trabajar de la misma forma con alumn@s con capacidades diferentes. Creemos que no se puede trabajar desde el razonamiento, desde lo intelectual, sino que hay que trabajar desde el sentimiento. El Teatro Brut lo que promueve es que saques de ti tu mejor tú. Esto favorece la inclusión de personas que tienen necesidades especiales o están en riesgo de exclusión social”.

 

La dureza del retrato

Durante los tres días previstos de exhibición dentro del Surge Tullidos no dejó indiferente a nadie. Desde Godot tuvimos la suerte de asistir a uno de esos pases y las reacciones os podemos asegurar que no tenían desperdicio. No es para menos, es demoledora. Es un drama con pocas concesiones pero que nos regala unas interpretaciones tremendas con una intensidad feroz de principio a fin. No es una obra que te hace sentir cómodo, ni que resulte fácil de seguir ni entender. Manu Medina reclama del espectador un esfuerzo por dejarse llevar por lo que transmiten los personajes y no por lo que cuentan sus palabras. Y es que entre el histrionismo y la crueldad se deslizan importantes problemáticas sociales que en muchas ocasiones preferimos ignorar. Una escenografía que hace crecer estructuras del suelo jugando con unas simples tiras blancas, un vestuario que bebe por igual de lo clásico y de lo apocalíptico y la música original (siempre en producciones de Tarambana) sirven para que el elenco formado por Cristo Barbuzano, Eva Bedmar, Javier Crespo y Eduart Mediterrani sujeten nuestras cabezas para que no apartemos la mirada. Para que veamos la realidad sin edulcorar, como lo harán también al final sus personajes.

 

Tullidos. Sala Tarambana. Jueves a las 21h.