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Todo al once

Este mes de enero la Sala Cuarta Pared arranca el año con un par de hitos: una nueva edición del ciclo MoverMadrid y la visita de la compañía vasca Cielo rasO con Hâmaïkà (con la ‘h’ muda), su nueva producción. Igor Calonge, director y coreógrafo del colectivo, nos habla de esta pieza interpretada por David Candela, Joan Ferré, Emma Riba y Ainhoa Usandizaga y de los once años que está cumpliendo la agrupación.

 

Hâmaïkà en Cuarta Pared

 

Por Mercedes L. Caballero

 

«Hamaika significa once en euskera, pero también es un término que se usa para enunciar una cantidad indefinida: por ejemplo, para hablar de ‘un montón de veces’ o de algo que está muy lejos… Como además la compañía cumple once años, esta producción es la número once (de largo formato) y la estrenamos el pasado 11 de septiembre, no tuve duda». Sin embargo, la Hâmaïkà de Igor Calonge se escribe y presenta tuneada, con varias tildes inventadas que parece responder a ese lugar, entre la ficción y la realidad, por el que transita la obra. «Quise desubicar la palabra del euskera y buscar un paralelismo con algo más grande que el propio idioma, internacionalizar lo que significa hamaika y sobre todo jugar, que es lo que la pieza propone».

Estrenada el pasado mes de septiembre en Gazteszena (Donostia / San Sebastián), esta obra para cuatro bailarines visita la capital rompiendo una ausencia de cinco años. Fue en 2017 con Jardín de invierno, también en Cuarta Pared. «El resto de Madrid es un misterio para mí, no he estado en otra sala o teatro, ni festivales, nada. Así que a Cuarta Pared le tengo un cariño muy especial, el equipo es poderoso y el público también, siempre tienen un comentario o una pregunta después de la función. Recuerdo que con la obra Fácil, al terminar, Andrea (Quintana) y yo fuimos a tomar un pintxo y un pote a un bar de al lado y la gente se acercaba a Andrea para preguntarle cosas de la pieza. Se generan cosas».

Con anterioridad, Calonge bailó en esta sala madrileña junto a Provisional Danza y la Cía. Daniel Abreu, formaciones a las que perteneció durante su etapa de bailarín y con las que sin duda, parece compartir una sólida ética y solidaridad con su trabajo y compañeros.

 

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Hâmaïkà

Realidad vs Creación

«Hâmaïkà surgió durante el confinamiento y en un principio, por la situación, se me planteó una duda: qué era mejor, crear algo pequeño, un solo o un dúo, más fácil de mover en estos tiempos complicados de pandemia o una pieza más grande, con un máximo posible de bailarines, un máximo de tiempo de proceso y trabajo y un máximo de pago. Pensé que esto último era lo más solidario con la profesión y conmigo y la obra se convirtió en un cuarteto. Es verdad que la distribución será más complicada, pero nos hemos regalado una producción bien pagada».

 

 

Hasta qué punto afecta la realidad y la logística a la hora de situarse en lo creativo, ¿verdad?
De hecho, en el proceso, hasta el asesinato de Samuel este verano estuvo presente en la obra. Yo construyo desde un lugar que tiene que ver con la realidad, con lo que está vibrando, con el equipo y las relaciones que estableces con él, con la generación a la que pertenecen ellos, a la que perteneces tú… Esto es muy importante, con los bailarines establezco un diálogo antes, después y durante la creación.

 

Suena a que enriquece el proceso, pero entiendo que también puede complicarlo.
Así es. Recuerdo que un día en la playa me descubrí pidiéndole a Dios que me mandara una música o una luz determinada para un punto en el estaba atascado, y eso que soy ateo. Por otro lado, la riqueza fue tanta que en un momento dado teníamos siete líneas completamente diferenciadas por donde iba la pieza. En un principio, por ejemplo, quería hacerla con 46 sillas, también me planteé retomar la idea inicial en la que la pieza sucedía en una cocina. Me apetecía volver a mi trabajo Fácil, con un registro más cinematográfico y un cuerpo de dentro hacia fuera, pero aquello cayó porque me estaba limitando muchísimo el tipo de bailarín. La verdad es que sería estupendo tener procesos más largos para trabajar con más tranquilidad.

 

¿Cómo está, en este sentido, la producción de danza en Euskadi?
Es buena, desde luego, mejor que en otras comunidades. No sé si lo que hay responde a un interés por la danza, puede que sea un interés más global por diferenciarse y tener un aspecto más europeo. Tengo la sensación que la cultura está cogiendo cada vez más un cariz económico y me gustaría que las relaciones con las instituciones fueran más honestas.

 

 

Sobre Hâmaïkà usted ha dicho que pone en valor la diferencia, el género y la libertad, ¿de qué modo?
Por ejemplo en el papel que tiene la mujer, pero no solo en Hâmaïkà, sino en todas mis piezas. Las mujeres salen de la estandarización de la danza, son fuertes, tienen el mismo rol y acción y capacidad que un bailarín, que sus compañeros hombres. Esto no es algo muy reflexionado, tiene que ver con mi actitud de no diferenciar. Mujeres y hombres equilibrados en sus acciones y en su relación con el otro. Sin ninguna pretensión educativa ni intención de resaltarlo. La pieza también pone mucho en valor lo que somos, quiénes somos y a qué nos dedicamos.

 

Once años de trayectoria dan para unas cuantas cosas, ¿cuál es el balance?
Me gusta mucho ese título de Carmen Werner, Sin pena ni gloria, para la pieza de los 25 años de su compañía Provisional Danza. Empecé a hacer piezas cuando me vine para Donosti y empecé a dar clases y crear. Las primeras, Isomnio y Fácil, están plagadas de inocencia y de expectativa; en 2013 y 2014, con Karaoke y Pereza, la cosa empezó a coger cierto peso, ritmo. De 2015 a 2017 se dieron tres años de explosión. Además de las creaciones, empezamos a trabajar sobre sensibilización y mediación. Son once años en los que me he quedado huérfano, me he separado… también con momentos preciosos que he disfrutado. Seguramente, lo que más, el salir de la escena. Estaba haciendo Karaoke y le dije a Dácil (González): «llevo aquí desde las 8 de la mañana, son las 19h30 de la tarde y estoy destrozado, esto no tiene sentido». Y con Tormenta (2015) dije: «me quedo fuera». Y he ido cogiendo mucha habilidad para dirigir. Es algo de lo bueno que te regala la hiperproducción: sabiduría y maestría. Estableces músculo creativo y se te va relajando el estrés, sabes que la obra va a salir. Alguien que escribe, escribe mucho, otra cosa es qué haces con lo que has escrito.

 

En este momento de aniversario y balance, ¿cuál sería su deseo para 2022?
Un lugar para poder ver, escuchar, debatir… Que se lea más y pensemos más por nosotros mismos. Y para la compañía, que sea el año de Hâmaïka, que todo el esfuerzo de tanta gente tenga un emplazamiento de verdad.

 

 

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