Iniciamos una nueva sección que hemos querido llamar ‘En palabras de…’ donde invitamos a diferentes personalidades de las Artes Escénicas de nuestro país a presentar, aportando su mirada más personal y particular, los espectáculos más destacados que llegan a nuestros teatros.

En este ocasión es Blanca Li, directora de los Teatros del Canal, quien nos acerca a The Rite of Spring de Pina Bausch, uno de los platos fuertes de esta temporada que podremos ver en Canal del 23 al 26 de septiembre.

 

Renovar los ritos

 

Por Blanca Li

 

Al programar este espectáculo en los Teatros del Canal, ya tenía en mente a los espectadores madrileños, jóvenes y no tan jóvenes, que iban a contemplar por primera vez este The Rite of Spring (La Consagración de la Primavera): una de las obras magnas de esa gran innovadora de la danza contemporánea que fue Pina Bausch. Apreciar por primera vez una coreografía de estas características, de sublimada poesía y un profundo amor -y dolor- como mar de fondo, es siempre una experiencia trascendente, renovadora, iluminadora. Recuerdo cuánto me impactó a mí descubrirlo y disfrutarlo por primera vez. Pero también tenía en mente a los amantes de la danza que ya conocen este espectáculo histórico: lo que van a contemplar en estos Teatros del Canal es una nueva versión con unas implicaciones muy distintas de la obra original. Van a ver, y poder comparar, una recreación de Pina Bausch absolutamente nueva.

 

 

Cuando Pina Bausch estrenó The Rite of Spring en diciembre de 1975 en el Tanztheater Wuppertal tenía 35 años, y apenas llevaba dos como directora artística de la institución. Esta obra fue en cierta medida su consagración, pero también un punto de inflexión en su trabajo: la pieza en la que aparentemente cerraba sus aproximaciones previas al paganismo clásico de origen helénico (con trabajos como Ifigenia en Tauris u Orfeo y Eurídice) para dedicarse ya plenamente a la investigación de la sensibilidad presente, y a su particular visión expresionista del movimiento. No es en absoluto una obra de danza “clásica” o “convencional” (quizá Pina Bausch nunca fue ninguna de estas dos cosas) pero sí hay una especie de eco, aunque prevalecen su épica de la emotividad y la sensorialidad, esa exaltación de lo telúrico, del movimiento libre y la expresión de las pasiones y, lógicamente, una nueva sensibilidad: sus bailarines ruedan por un suelo de tierra, se golpean, realizan repeticiones o contienen sus pasos con violencia, aparentemente titubean, dudan y reaccionan en escena…

 

 

Este The Rite of Spring que presentamos, en un esfuerzo de coproducción entre prestigiosas instituciones europeas entre las que nos incluimos, es el mismo. Pero a la vez, es sensiblemente distinto. Pina Bausch reprodujo casi un ritual tribal, mítico, y lo traspuso a un mundo helénico, el de nuestra tradición histórica occidental. Esta nueva versión derriba los muros del eurocentrismo, invitando a bailarines africanos a interpretarla. El resultado es igualmente tribal y ritual, también evidentemente pagano, pero desmembra las razones de esa vieja lógica colonial por un simple cambio de origen y raza. En los últimos años hemos descubierto que el color de piel, que decíamos que no importaba, resulta que sí importa: es un hecho político, de profundas implicaciones con el pasado, y nuestro deber es luchar contra la carga soterrada de racismo o etnocentrismo cultural implícito en nuestra visión del mundo. Es algo que tenemos que hacer hoy por pura integridad: estética, moral y discursiva. Una reparación sobre lo peor de nuestro pasado.

 

Commons_Grounds_Godot_01

 

Para hacer efectiva esta nueva versión, la Pina Bausch Foundation acudió allí donde debía: a las generosos brazos de otra figura imprescindible de la danza contemporánea del siglo XX, Germaine Acogny y su École des Sables, la más  antigua y obviamente legendaria escuela de danza contemporánea del continente africano. Acogny definió en los años setenta, partiendo de las danzas tribales senegalesas, lo que hoy conocemos como ‘Danza Africana’, acumulando e investigando tradiciones del continente e impidiendo su desaparición. Y, por supuesto, llevándolas hacia un nuevo lenguaje: porque la danza es un arte viva, y nos acompaña desde hace milenios en nuestra evolución. Curiosamente, en 1975, cuando Pina Bausch rendía a Europa con esta pieza, Acogny -apoyada por su amigo Maurice Béjart-, creaba su primera escuela, Mudra Afrique, germen de esta su École de Sables. Que, por cierto, se llama así porque en ella se danza sobre la tierra, en la arena de la playa o en las praderas, al modo tradicional de las celebraciones africanas. Curioso que Pina Bausch obligara a la Wuppertal Opera, para el estreno de esta pieza en 1975, a cubrir de tierra todo el escenario, para que los bailarines se movieran sobre ella…

 

Los espectadores madrileños van a poder ver el trabajo de dos grandes mujeres de la danza, inmensamente poderosas y cargadas de talento, tomando como partida aquello que une a sus respectivas tradiciones, tan distintas. Acogny, acompañada por la estrecha colaboradora de Bausch, Mailou Airaudo, han creado además una coreografía especial para completar el programa. Common Ground(s) es otro punto de afiliación de los orígenes comunes, de nuestras coincidencias interraciales, de nuestro pasado común compartido como humanos, transcrito al presente de dos mujeres profesionales, creativas, también poderosas, ambas madres, nutriéndose de sus propias historias y emociones compartidas. Se me pone la piel de gallina solo de pensar en un encuentro tan en la cima, un programa doble de danza tan afinado. Iré a verlo como si ya lo hubiera olvidado, por el puro placer de admirarlo como la primera vez.