Se ha presentado la próxima temporada del Teatro de la Abadía. Un modelo de proyecto que ahora dialoga con el tiempo de incertidumbre en que vivimos, combinando formatos convencionales con otros más innovadores

 

Trece espectáculos componen el grueso de la programación entre septiembre y enero, continuando con el modelo de creadores asociados y transición generacional

 

Marie será la primera colaboración entre el Teatro Real y el Teatro de La Abadía

 

Además, La Abadía apoya nuevos proyectos en proceso de creadores y compañías asociadas como Los Bárbaros, Vladimir Tzekov o Lucía Miranda

 

Por Teatro de la Abadía

 

El Teatro de la Abadía presenta el programa de actividad para el primer semestre de la temporada 2020-21 en un contexto global de incertidumbre. Tanto en esta parte de la temporada como en la que anunciarán más adelante, se reconoce la huella del coronavirus. Algunos espectáculos ya estaban programados originalmente en los meses del confinamiento, mientras que otros proyectos se han tenido que posponer más allá de la temporada 2020-21.

 

Trazar el mapa de la nueva temporada ha sido transitar un camino de dudas y preguntas y un adaptarse continuo. ¿Qué teatro queremos hacer, y qué teatro queremos ver, tras el cierre forzoso durante tres meses y con la perspectiva de distanciamiento sanitario, mascarillas, incomodidad? En parte por eso la programación incluye varias propuestas que se alejan del formato convencional del espectador en su butaca en el interior de una sala a oscuras.

 

Todo nace de la conciencia que nos corresponde como teatro público de gestión privada. La Abadía existe para poner sus recursos humanos y materiales al servicio de la ciudadanía y de los creadores. Queremos seguir siendo un agente cultural inquieto, que busca nuevas fórmulas de producción, creación y mediación. Un espacio al servicio del bien común, que recoge y articula los antiguos y nuevos relatos, a través de (re)encuentros en convivencia, sirviendo al cuidado de su comunidad.

 

En esa tarea nos empeñamos durante los meses de confinamiento, y así seguiremos en los tiempos de coexistencia con la incertidumbre. Compartiendo la fragilidad de las personas que se dedican a un arte que se fundamenta en la inmediatez, a los que quisimos apoyar en la medida de lo posible para que se mantuvieran en activo durante estos meses. Y registramos también la avidez con que la sociedad civil aprovechó la oportunidad de entrar aún en mayor contacto con los nuevos formatos derivados de la creación teatral confinada. La experiencia sobrevenida nos ha reafirmado en que el teatro es necesario, que aporta algo esencial al convivir humano.

 

Hoy más que nunca, el Teatro y la Cultura amplían el espacio de la vivencia y, desde la imaginación y el pensamiento en complicidad, fomentan el imprescindible diálogo entre ‘los hombres y los dioses’.

 

La actividad prevista para la temporada 2020-21 emana de esta manera de sentir y hacer teatro. Y para ello, seguimos reforzando los vínculos con los creadores asociados, y recibiendo creadores invitados, haciendo de La Abadía un lugar de convivencia plural, dinámico, flexible, cambiante. ¡Un Teatro Imprevisible!

 

Àlex Rigola se suma a la constelación de creadores asociados a La Abadía, abre la temporada con su visión personal de La gaviota de Chéjov, el primer estreno de nuestra temporada, y vuelve más tarde con otra propuesta escénica (Un país sin descubrir…), un trabajo sobre la muerte y, por tanto, como subraya Rigola, sobre la vida. Junto a él y la compañía gallega Matarile con más de treinta años en su haber, La Abadía se abre a creadores emergentes, como Pablo Rosal, las compañías que nos trae el BE Festival y Sleepwalk Collective.

 

Damos continuidad a dos espectáculos de la temporada pasada: Delicuescente Eva, estrenada apenas cinco días antes del confinamiento, y el relato intimista interpretado en el jardín de La Abadía, Sea Wall.

 

Delicuescente Eva
Foto del montaje ‘Delicuescente Eva’

 

En cuanto a esos formatos no convencionales, cabe señalar dos itinerarios individuales: Quijotes y Sanchos, que llevará al espectador, audioguía en mano, desde la verja de La Abadía por la ciudad de Madrid, y Ronem Ram, una instalación que mezclando la investigación y la poesía evoca la degradación del Mar Menor y del recuerdo íntimo.

 

José Luis Gómez, miembro de la RAE y fundador de La Abadía, presenta Mio Cid, un trabajo de juglar a partir de uno de los textos más significativos de la lengua castellana, y por primera vez La Abadía lleva a cabo una coproducción con el Teatro Real, la ópera Marie, con libreto de Lola Blasco y música de Germán Alonso, inspirada en el personaje femenino de Woyzeck.

 

En otro registro musical muy distinto, La Abadía acoge también La transfiguración del Mastodonte de Asier Etxeandia y Enrico Barbaro. Por aquello que se dijo antes: un teatro imprevisible.

 

En coherencia con esta línea artística y casi ideológica surge la apuesta sin fisuras por #TeatroConfinado, no como complemento de las representaciones en nuestras salas, sino como camino para llegar a nuestros espectadores.

 

Pero la exhibición de espectáculos requiere también el diálogo permanente entre los creadores y sus públicos, profesionales del sector o meros aficionados. Por eso La Abadía apuesta por una programación expandida que conecte con audiencias diversas. Javier Lara, Àlex Rigola, Ana Vallés, Lucía Miranda, Luis Bermejo, Sleepwalk Collective y Jesús Nieto ofrecerán talleres dirigidos a profesionales durante este semestre. Mientras, el Centro de Estudios como seña de identidad de esta casa se ocupará del legado y el trabajo de mediación a través de un variado programa de actividad que recoge encuentros, jornadas de trabajo con maestros, grupos de trabajo comunitario o un acercamiento a la creación en relación con el ecosistema.

 

Además, La Abadía ha creado una nueva política de precios, con los martes y los miércoles como días del espectador, y la ampliación de los días de descuento en todas nuestras tarifas, para que el teatro sea una experiencia accesible para todos. Para que en tiempos de inseguridad la cultura siga siendo un espacio de convivencia y de intercambio, de búsqueda, de interpelación y de sanación colectiva.