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Teatro en Vilo detona la barrera generacional

“En el teatro hasta tu peor enemigo guarda silencio para escucharte”

 

Blast es la nueva producción con la que Teatro en Vilo llega al CDN -Del 6 de mayo al 19 de junio-. Sus dos creadoras, Noemí Rodríguez y Andrea Jiménez, han gestado un espectáculo en el que se han propuesto dar voz a esa generación de jóvenes artistas que comienza a emerger, para que expresen los miedos, decepciones, sueños e ilusiones con los que viven, o con los que les hacemos vivir, y nos cuenten cómo desean cambiar elles el sistema.

Cuando hablamos, aún se encuentran en pleno proceso de ensayos y nos reciben con una emoción contagiosa llena de expectación e incertidumbre por cuanto está por llegar en este viaje que les supone un reto, tanto en lo profesional como en lo personal. Ellas hablan a pecho descubierto, con total honestidad, sobre ilusiones, frustraciones, sueños, metas cumplidas y cimas a medio escalar, hablan sobre la madurez como artistas, sobre el vértigo ante la vida y las ganas de lograr que, de alguna manera, el mundo pueda cambiarse a través del teatro.

 

Y tú, ¿qué cambiarías del mundo?

 

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada de Danilo Moroni

 

Lo primero que nos llama la atención es el título: Blast, cuya traducción al español es ‘explosión’, ¿a qué tipo de explosión hacéis referencia y qué sentido habéis querido darle?

Andrea Jiménez: La elegimos porque es una explosión con doble interpretación: La explosión de ruptura de un ideal de progreso en el que nosotras, millennials, nacimos y que, sin embargo, esta nueva generación no. Es como una explosión previa que ha dejado el mundo en ruinas, en el que han nacido todos los actores de la obra. Y por otro, es esa explosión de lo que está por llegar, la energía revolucionaria que va a subvertir el orden de las cosas. Esa energía requerida para el cambio, la invocación de un nuevo ‘blast’ que construya hacia un nuevo lugar.

Noemí Rodríguez: Teníamos que poner un título en inglés para seguir nuestra propia estela. (Risas) ‘Blast’ también es como decir “¡mola!”. Pretende deshacerse de esa cosa pesimista de “como no funciona, no hago nada”. Si no quiero que sea así, ¿cómo desearía que fuera?

 

¿Qué os ha llevado a crear este espectáculo con actores de 16 a 26 años?

Noemí Rodríguez: Supongo que la curiosidad de cómo vibran los cuerpos de gente más joven, con la que hemos tenido menos contacto, y lo que está pasando fuera. Cómo les ha afectado la historia más reciente los diez últimos años, que son su infancia y adolescencia. Cómo los ha moldeado esa parte de la historia. Me interesaba saber cómo es su presente y su idea de futuro.

Andrea Jiménez: Tuvimos que hacer un salto convencional para salir de la desidia que se nos había metido en el cuerpo con la pandemia y que nos ha seguido persiguiendo con la guerra y el aumento de los precios. Es como una bola gigante que te persigue y a la que queremos cerrar la puerta para que no entre y poder volver a alimentar el entusiasmo. Pero por mucha fuerza que pongas, sigue entrando y ese es el diálogo que surge.

 

Quizá estamos exigiendo a esta generación, a la que le ha tocado crecer con un ambiente social y político tan oscuro, que aprendan a salir de ahí sin saber realmente hacia dónde, porque no han conocido otra cosa.

Andrea Jiménez: Al final es que siempre se pone el peso del cambio y de la revolución en los jóvenes. Es tradición pensar que son ellos los que traen las ideas de futuro. Y en esta generación que ha nacido ya en un estado de crisis tan poderosa, que no han bebido el entusiasmo que nosotras bebimos en los 90. Hicimos un pacto de entusiasmo con los actores y actrices para comprobar en qué estado estaba ese entusiasmo, si seguía existiendo, si estaba intacto, dolorido, sitiado bajo el discurso distópico…

 

Hablamos de entusiasmo, de cambio, de distopía, de construir utopías y encontrar esperanza… ¿cómo se traduce esto en Blast?

Andrea Jiménez: La obra tiene dos partes, una en la que estás intentando cambiar las cosas todavía desde la dinámica conocida en la que no hay escucha, en la que hay extremo individualismo, contradicción, incapacidad de gestar colectivamente una idea, el eclecticismo, lo identitario, como impidiendo todo el tiempo construir. Y hay un momento en la que eso se subvierte, que es la parte de la obra más frágil porque es la parte imposible, en la que surge lo que quieres soñar, en nombrar lo que deseas, pero es algo dificilísimo porque se pierde al utilizar la palabra, no puede haber palabra.

 

 

Los proyectos de Teatro en Vilo toman forma a través del proceso creativo y de los ensayos. ¿Eso determina la dirección del espectáculo?

Noemí Rodríguez: Como siempre que trabajamos de esta manera el contenido emana de las personas que lo hacen, traen su propia experiencia vital, sus lugares diversos y eso, obviamente, ya te da contenido que no esperabas puesto que son vidas particulares, si no que se abre a posibilidades de nuevos lenguajes y tenemos que tomar la decisión de cuál es el más apto y cuál nos gusta.

 

¿Cuál podría ser la idea primigenia sobre la que se ha gestado este proyecto?

Noemí Rodríguez: La idea sobre la que ellos trabajan es cómo se puede cambiar el mundo desde una sala de teatro.

 

¿Y es posible?

Noemí Rodríguez: Personalmente, para mí ha habido momentos difíciles que me han supuesto una reflexión, por lo limitado que siente a veces el arte para cambiar algo. Por ejemplo, cuando estalló la guerra de Ucrania me tuve que salir de un ensayo llorando por la impotencia de querer crear una utopía y sentirme tan pequeña.

Andrea Jiménez: Ha sido muy difícil asumir que no vamos a cambiar el mundo. Después de un primer encuentro súper fascinante con ellos, era tal la cantidad de propuestas, que nos resulta imposible por lo limitado de los recursos, de la propia institución y los límites de la teatralidad. Tenía la esperanza de que desbordara el teatro, en la relación con el público, en el impacto de la sala hacia fuera con algo más performativo. Pero ha sido gestar ese diálogo y asumir que, en este contexto, en el CDN, con este tiempo, estos recursos y estas personas, ese impacto hacia afuera no lo hemos podido gestar.

 

¿En qué sentido?

Noemí Rodríguez: Este proyecto tiene que ir acompañado de muchas cosas a su alrededor, como hacer un podcast, talleres, actividades paralelas, conferencias, traer los temas de la obra: racismo, ecologismo, transfobia, y hacer mediaciones con el público. Esas son herramientas, para mí, que modifican el mundo y nosotras hemos hecho una obra sobre cambiar el mundo, así que esa renuncia es dolorosa. Es ese tira y afloja interno que, o lo rechazas y te frustras o te adaptas y acoges lo esencial que son un montón de cuerpos vivos, y corazones latiendo y gente sudando y hacer esa oda al presente.

 

Noto cierto pesimismo…

Andrea Jiménez: Después te vuelves a reconciliar, asumirlo humildemente y hacer lo que sabes hacer. Eso es lo que estamos gestando. Pero para cambiar el mundo tienes que sacrificar tu vida personal, tienes que hacer más de lo que está en tu puesto de trabajo. ¿Y qué eliges? ¿explotar a las personas o quedarte con el recurso del teatro?  Ya sabemos que para la próxima vez hay que tener recursos humanos para poder llegar a más gente, y aun así será insuficiente porque es imposible hacerlo desde un solo lugar.

 

Teatro en Vilo detona la barrera generacional en Madrid
El reparto de Blast en un momento del espectáculo. Foto de Luz Soria.

La idea, más que hacer un espectáculo es generar un movimiento social que traspase lo meramente dramático, ¿no?

Andrea Jiménez: A mí es que me puede la ambición, al final hemos decidido hacer teatro y asumir que es una obra de teatro. Y entonces sucede esa frase que dice que «si aquí dentro es posible, quizá ahí afuera también lo sea». Al final es honrar al teatro como espacio de posibilidades y en vez de estar obsesionada con abrir ahora las puertas, lo que hay que hacer es cerrarlas porque es el único sitio seguro que nos queda, de los pocos sitios no hostiles que nos quedan para reflexionar y donde hay un silencio; y donde hasta tu peor enemigo guarde silencio para escucharte. ¡Honremos este espacio!

 

¿Esta es la primera función en la que las dos estáis fuera? ¿cómo lleváis lo de no estar en el escenario?

Andrea Jiménez: Han sido dos: Terceiro acto y en esta. Yo estoy encantada. A mí me gusta estar fuera, mi interés principal es la dirección. Pero cuando no está Noemí en escena la echo de menos porque en su cuerpo está el lenguaje que hemos desarrollado juntas en Teatro en Vilo. Hay ahí una relación de cocreación que fluye muchísimo y de contradicción, ella desde el cuerpo y yo desde la provocación y tiene un fuego muy contagioso. El reto es conservar eso desde fuera e intentar transmitir lo que transmitimos desde dentro. Representamos una categoría social, somos mujeres de 35, y a veces es pertinente que haya mujeres de 35 y otras no.

Noemí Rodríguez: Es diferente estar fuera, son dos niveles de escucha diferentes. Es verdad que cuando estoy en escena es como un magma, una marea, que se va acumulando y que mana a través del juego y de las improvisaciones, de repente te sale algo que nunca te hubieras imaginado estando parada. La carne te da una cosa que es fuego, es real y que está por encima de ti. Es llevar hacia afuera las huellas del pasado, de la humanidad y del entorno, es muy salvaje. Y estando fuera, uno requiere un nivel de empatía muy grande con ese otro cuerpo que está ahí, ese es el nivel de escucha necesaria.

 

Entonces, ¿cuál es vuestro lugar? ¿qué estáis contando?

Andrea Jiménez: Esa es una de las preguntas en Blast, ¿cómo colocamos nuestra voz en relación a la voz de ellos? Es dar tu lugar íntegramente a otras personas. Al elegir dárselo, estás eligiendo retirarte de ese lugar de palabra, aunque a la vez dirijas y hagas comentarios a través de ellos. Ha sido una duda de cuánto contar nosotras porque te haces dependiente de la voz de otro para contar tu necesidad que, en este caso, tiene que ver con subvertir la distopía para encontrar un espacio de posibilidad. Tú lo promueves para que otros hablen. Cuando estamos en escena podemos decir o gritar, pero aquí no, entonces hay como más distancia con el material, pero no te quieres convertir en documentalista, quieres seguir hablando sin arrancarles la voz a ellos y eso es un hilo muy frágil.

 

Creo que Teatro en Vilo es una de las compañías que más formas ha logrado sacar de la autoficción, ¿de qué manera está presente en Blast?

Andrea Jiménez: Aquí hemos desarrollado un lenguaje y una dramaturgia a partir de las historias personales de quien está en escena. Los perfiles son muy eclécticos y traían una historia fuerte; no hemos querido “marketingnizar” o utilizar la vivencia social de cada uno, una persona trans no tiene porqué hablar sobre ser trans, hemos intentado no ir por el lugar de la autoficción obvia, y los hemos colocado simplemente como agentes de cambio desde el lugar de su imaginación. La autoficción está más en la imaginación de los posibles que en sus historias personales, aunque aparecen también porque lo personal es lo que te ancla y la propia trayectoria de la obra empieza despersonalizada. Son lanzadores de ideas que van encontrándose consigo mismos y es lo que les permite imaginar lo que desean. No puedes imaginar lo que deseas si no conectas con tu historia y con tu dolor.

 

Teatro en Vilo detona la barrera generacional en Madrid
Blast de Teatro en Vilo. Foto de Luz Soria.

¿Desde dónde habéis enfocado vuestra dirección?

Noemí Rodríguez: Siempre me he sentido con un status frágil por la edad y el género, pero en este caso es la primera vez que sentí mi status y modificó mi relación con el elenco. Es la primera vez que hemos abierto tanto el espacio y estar a una escucha sobre qué les está pasando, cómo se sienten, normalmente no estamos tanto en esa disposición.

Andrea Jiménez: He sentido la sensación de que tengo un poder, un privilegio, por ser más mayores. Al tener 10 o 15 años más que la mayoría, no he querido explotarles e ir al dolor fácil. Hasta ahora éramos nosotras las que nos sentíamos amenazadas como mujeres jóvenes dentro de la institución. Recién invitadas. Como con miedo. Ahora tenemos que invitarles a que entren a la institución, que se apropien de ella y modificar la relación entre director y actor.

 

Habláis de lo ecléctico del reparto, ¿esto ha sido intencionado?

Noemí Rodríguez: Que sean voces diversas tiene que ver con que cuando llegamos a Madrid y veíamos la programación de los teatros, veíamos que quien dirigía y escribía las obras eran hombres de 50 años y pensaba que nunca podría trabajar ahí, y ahora que puedo trabajar aquí, me hace muchísima ilusión que, de la misma manera que nos han abierto a nosotras el espacio, poder abrírselo a gente con la que yo realmente me identifico más.

Andrea Jiménez: ¿Cuantos directoras o directores negros hay en el CDN? ¿Cuántas trans haciendo la dramaturgia? ¿Cuánto discurso ecologista? Son temáticas que para nosotras son importantes y no están presentes en el mainstream. No es que tengan que ser las únicas, pero te das cuenta de que hay una falta de representación.

 

¿De qué manera rompéis con eso a través de la selección de artistas con los que trabajáis?

Noemí Rodríguez: Nuestra voluntad, al principio de nuestra trayectoria, era hablar del mundo, pero lo que se categorizaba desde fuera era que hacíamos teatro de mujeres, simplemente por ser mujeres. Obviamente me expreso como mujer porque es mi manera de estar en el mundo, pero yo estoy hablando sobre el mundo. Si no, es siempre la misma gente hablando sobre lo que es el mundo. Por eso les damos voz, para que se vean otras formas de hablar del mundo y de cómo se puede cambiar.

Andrea Jiménez: De hecho, durante nuestra selección, cuando abrimos la convocatoria, dudábamos entre hacer Blast o hacer algo que tuviera que ver con el mundo LGTBIQ+, y lo que resultó es que la mayoría de personas que se presentaron, de alguna manera, pertenecían a alguna disidencia o minoría. Y nuestro pensamiento en torno a esto es que, cuando perteneces a una minoría, de alguna forma, has tenido que crear un mundo fuera de este para existir ya tienes experiencia en cambiar el mundo porque has tenido que crear una comunidad que te sostenga, y ahí ya tienes Blast.

 

El mundo te obliga a crear un microuniverso al que poder asirte para sobrevivir.

Andrea Jiménez: Yo digo que son resilientes profesionales desde el patio del colegio.

 

Teatro en Vilo detona la barrera generacional en Madrid

 

Ahora estáis cumpliendo 10 años como compañía, echando la mirada atrás, ¿cómo veis el camino?

Noemí Rodríguez: ¡En agosto los cumplimos! En este momento, supongo que por el aniversario, estoy echando la vista atrás y me siento muy agradecida. Cada espectáculo ha sido una oportunidad tan grande para crecer, para experimentar la vida, mucho más intensamente. Es como si vivieras el doble. Esos 10 años han sido como cinco vidas porque cada show me ha modificado y han sido experiencias vitales muy fuertes. Estoy muy orgullosa.

Andrea Jiménez: Cuando llegamos en el 2012 todo el mundo nos decía que no era posible tener una compañía y era lo que oíamos todo el rato y decidimos no volver a escuchar a nadie que nos dijera que no, que no se puede.

 

Y al final pudisteis, ¿esto ha supuesto algún tipo de sacrificio?

Andrea Jiménez: No hemos distinguido entre la vida y el teatro. Teatro en Vilo ha sido todo, no hemos hecho nada más. Todo lo aprendido, dedicado y entregado. Pero también hay un darse cuenta de que no puede serlo todo, no puede ocupar toda una vida, aunque sea tu vida. Es un aprendizaje por el que tenemos pasar quienes nos dedicamos a las profesiones vocacionales. Es como decir: “Te quiero mucho, pero también tengo que hacer otras cosas” Es una reflexión sobre el entusiasmo, nosotras hemos sido como entusiastas perversas; en el sentido de que nos hemos entregado a hacer posible lo imposible. Nosotras lo hemos llevado a un nivel punkirock, pero ahora hemos comenzado a delegar, a trabajar con gente de producción, a entender cosas, como que en el teatro siempre parece que funcionamos diferente al mundo y no es así, es como que eso pertenece a los que están en el sistema, pero es que nosotros también estamos en el sistema y si no lo ves, te acorrala más.

Noemí Rodríguez: y es que para nosotras, que somos cabezotas, nos empeñamos en hacerlo posible y fue a costa de hacerlo todo, de encargarnos de hacerlo todo, y eso significan todas las horas de tu vida de lunes a domingo. A veces también hay que soltar. La revolución es que sea un trabajo normal. A veces es duro porque, como dice mi padre: “Qué suerte, en tu trabajo te aplauden”, él pinta un coche y nadie le aplaude y a mí sí, eso es adictivo. También nos ha pasado que de repente empezamos a ser referente para un perfil de personas que no saben cuál es su lugar y cuando ven el nuestro piensan que a lo mejor para ellos también es ese y lo agradecen, y nosotros lo agradecemos de vuelta por ver ese movimiento.

 

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