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Sandra Ferrús por partida doble en la cartelera

“Debemos ser un recurso para la gente que tenemos a nuestro alrededor”

 

Las circunstancias de la vida han hecho que Sandra Ferrús, actriz, dramaturga y directora, se encuentre con que sus dos primeras creaciones: El silencio de Elvis – Teatro Español del 27 de mayo al 13 de junio- y La Panadera – Teatro Galileo del 5 al 16 de mayo -coincidan en la cartelera y vuelvan a tener una cita con el público madrileño. Dos obras que tratan temas tan complejos como las enfermedades mentales y el acoso, desde una mirada luminosa y sanadora.

 

Abrazar desde el teatro

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada Luz Soria

 

Sandra, después de El silencio de Elvis, vuelves a marcarte un triplete profesional, firmando, dirigiendo y protagonizando La panadera.

Sí, la verdad que tenía ganas de contar esta historia y de hacerlo desde dentro. Tuve la necesidad de escribirla y una vez que comencé, de alguna manera, ya la estaba dirigiendo. Es algo que nos pasa a la gente que escribimos y dirigimos, va a la par. Tuve la suerte de contar con dos mujeres muy generosas que me han facilitado mucho el trabajo: Con Concha Delgado como ayudante de dirección, que era mis ojos cuando yo estaba dentro y con Carmen del Conte como cover para poder dirigir desde fuera.

 

¿Qué es lo que te ha llevado a explorar la escritura y la dirección después de dos décadas trabajando como actriz?

Siempre me ha gustado escribir, pero nunca me di el permiso de hacerlo. Con El silencio de Elvis empecé a escribir con la premisa de que no tenía por qué enseñárselo a nadie. Mi sorpresa fue cuando leía mis escenas a gente cercana y les emocionaba y eso hacía que les pasaran cosas por el cuerpo, fue muy gratificante. Cuando ya estuvo terminada, se la pasé a Susana Hernández, que es una de las personas más leídas que conozco y me dijo que la quería producir.

 

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La actriz, dramaturga y directora Sandra Ferrús. Foto de Sofia Torroja

¿Cómo nace esta segunda oportunidad? Al escribirla, ¿ya estabas pensando en dirigirla?

Para La panadera me dieron la beca de Nuevas Dramaturgias que se otorga en el País Vasco, la dan el Teatro Principal de Vitoria, el Arriaga de Bilbao y el Victoria Eugenia de San Sebastián. Creo que es inevitable que, al escribir, ya pienses en dirigir, va muy ligado. Lo haces instintivamente.

 

En La panadera te inspiras en un caso real para hablar de la exposición en redes sociales, de los juicios, los prejuicios, el miedo para reflexionar sobre el sufrimiento de una mujer, y su entorno, al ver publicado un vídeo sexual, grabado 15 años antes, en la intimidad con su expareja. Pero, ¿qué fue lo que te llevó a ti a sentarte a escribirla?

Cuando conocí el caso pensé: ¿Por qué pasa esto? ¿somos conscientes del daño que se puede hacer con un solo dedo? ¿cómo estará esa mujer? ¿tendrá familia? ¿cómo estarán? Me empezaron a venir muchísimas preguntas y luego, de repente, empecé a pensar: ¿Tengo yo algún video de esas características? Y ahí me mareé, después empecé a pensar por qué me pasaba eso, y sentí miedo, muchísimo miedo. Sentí una necesidad imperiosa de abrazar a esa mujer y decirle que no estaba sola y decirle “Venga, tiremos para adelante”. Tuve la sensación de que esa mujer podía ser mi amiga, mi hermana, mi vecina, que pudiera ser yo. Cuando uno escribe, siempre lo hace desde uno mismo porque es lo que conoce, pero aquí hubo muchísimos sentimientos que se despertaron que yo no conocía. La necesidad de escribirla no fue tanto por querer hacer una reflexión, si no por compartir mis preguntas, me parecieron muchísimas preguntas.

 

La historia es muy dura, sin embargo, tú la abordas queriendo que la propuesta sea, como dices, un abrazo a esas mujeres que han podido sufrir este tipo de situación.

Si, era algo que tenía muy presente. Quería mostrar que hay luz, de hecho, los personajes que hay en la función ayudan a Concha a sobreponerse y son parte de esa causa. Debemos ser un recurso para la gente que tenemos a nuestro alrededor.

 

¿Por qué elegiste que fuera panadera la protagonista?

Para mí era importante que ella tuviera un trabajo en el que hubiera contacto con la gente. Todos conocemos a la panadera. Quería una familia que no tuviera grandes recursos económicos. Además, todo el tiempo me imaginaba que ella estaba en una panadería de grandes cristales donde todo el mundo la pudiera ver. Esa exposición me parecía muy interesante y simbólica.

 

Si la historia hubiera afectado a un hombre, ¿crees que el escarnio público hubiera sido el mismo?

Creo que puede haber hombres a los que les afecte muchísimo a nivel personal, somos muy parecidos. Pero la sociedad es la que actúa de manera distinta. La repercusión negativa es mucho peor si es una mujer.

 

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Escena de ‘La panadera’. Foto de Luz Soria

La verdad que señalamos a las redes sociales como culpables de este tipo de situaciones, pero es algo que, lamentablemente, hemos vivido toda la vida, solo que ahora se ha magnificado con esta sociedad tan globalizada.

Sí, Lorca ya hablaba de esto. Es algo que ya sucedía anteriormente, pero ahora no puedes escapar de eso ni en tu casa, hasta encerrado en tu propia habitación, por esa globalidad de las redes sociales. También es verdad que hay un momento en la función que ella recibe muchos apoyos a través de las redes sociales y eso también le ayuda. Es una herramienta muy potente que tenemos que aprender a saber utilizarla.

 

En estos días también regresa El silencio de Elvis, esta vez al Teatro Español, un espectáculo que quiere visibilizar las enfermedades mentales desde un punto de vista normalizador.

Sí. Con El silencio de Elvis también planteo preguntas. Mi intención es que tratemos de ponernos en la piel de esta gente porque, con las enfermedades mentales, surge mucho el miedo a lo desconocido y todavía se sigue estigmatizando a quienes las sufren. Quería que nos metiéramos en la cabeza y en el pecho de esa persona y de su familia, que comprendiéramos. Eso es lo importante, tratar de comprender. Mi intención, vuelve a ser abrazar, comprender y desde mi sitio, que es muy pequeñito, poder estar ahí.

 

Esta función cobra relevancia en estos momentos en los que en el Congreso ha salido a debate el tema de las enfermedades mentales y la ligereza con la que algún grupo político las ha tratado, algo que generó un fuerte movimiento de visibilidad y apoyo.

Alrededor de la enfermedad mental hay mucho miedo y eso hace que muchas veces no actuemos de la mejor manera. Creo que se trata de ponernos en la piel de esas personas y ser conscientes de que nos puede pasar a cualquiera, como puedes sufrir otra enfermedad. Pero ese miedo a veces hace que la gente tome distancia.

 

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Escena de ‘El silencio de Elvis’

¿Qué tiene esta función que sigue sobre los escenarios desde el 2018?

Creo que cuando algo sigue vivo es porque todavía tenemos que hablar de eso. Íbamos al Español hace un año, pero por la situación COVID se ha pospuesto un año. Pero, aun así, es verdad que sigue estando viva, que sigue causando interés y que la gente sigue queriéndola ver.

 

Elías González, Susana Hernández, Martxelo Rubio y tú, además de Concha Delgado, repetís tanto en La Panadera como en El silencio de Elvis. ¿Podríamos decir que se está formando una compañía estable?

El silencio de Elvis fue una experiencia muy gratificante, me sentí muy a gusto trabajando con este equipo y ha vuelto a pasar con La Panadera, me encantaría poder seguir contando con ellos. Aunque ahora escribo con la libertad de que puedo crear personajes que no tengan esas edades, me encantaría poder contar de nuevo con ellos porque siento que nos entendemos y formamos un buen equipo. Me gustan mucho, son muy talentosos.

 

Dices que andas escribiendo, ¿qué me puedes contar?

Estoy en plena efervescencia, disfrutando muchísimo con la escritura. Me da pena no haber comenzado a escribir antes. A los actores nos pone mucho subirnos a un escenario o ponernos delante de una cámara, y escribir me hace sentir esa misma sensación sin tener que salir de casa ¡y me pego unos viajes…! (Risas) Y no necesito que nadie llame. Me hace sentir, me hace preguntarme cosas y hay, además, una intención de querer ser mejor, aunque suena a tópico, pero es por una cuestión casi egoísta porque, si me hace ser mejor, me sentiré mejor y eso se refleja en mi entorno, haciendo que quienes están a mi alrededor también estén mejor; y la escritura me permite esto. Y me lo estoy pasando muy guay con los personajes que están surgiendo en esta nueva escritura.

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