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‘Wasted’ y el amor como motor de cambio

Hablamos con María San Miguel. La actriz, dramaturga y directora vallisoletana deja atrás -de momento- su trilogía sobre el terrorismo en el País Vasco y lanza la mirada a la juventud con Wasted, un texto furibundo de Kate Tempest que retrata la vida de tres amigos, tres vidas comunes en el duro tránsito hacia la consecución de los sueños.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Cuéntame un poco cómo llegas a esta obra y lo que supone en cuanto a cambio de poéticas y temáticas para ti después de tantos años centrada en Proyecto 43-2.

Este proyecto nace de un diálogo hermoso que comienzan Javier Amman y Nakarey (impulsores y parte del elenco de Wasted) con la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid hace poco más de un año. Las alumnas y alumnos de primer curso, de la mano de la doctora Atxu Amman, investigaron la poética del texto para, a partir de ahí, generar un espacio arquitecto-escenográfico que ayudase a contar los conflictos que describe Kate Tempest en su dramaturgia. Después de que se desarrollase toda esa conversación, y coincidiendo con el final de la exhibición de la trilogía en el Teatro de la Abadía, Atxu (con quien ya había colaborado en otros diálogos multidisciplinares en la Escuela) contacta conmigo y me ofrece la posibilidad de dirigir la puesta en escena porque tanto ella como Javi y Nakarey consideraban importante que el proyecto se desarrollase con perspectiva de género, por creencia y aplicación del feminismo pero también porque es muy potente en el texto de Kate Tempest esa mirada.

En el momento de la llamada, yo ya estaba ensayando mi primer trabajo como  directora de una dramaturgia no escrita por mí con Teatro de la Riada y dibujando las líneas de mi siguiente proyecto de investigación becado en el CDN y por Dramaturgias Actuales. Así que, de alguna manera, ya me había atrevido a dar el salto a otras poéticas. Aún así, Wasted me proponía algo muy diferente: trabajar con un espacio dado. Generar, de alguna manera, un diálogo radical con una instalación artística e introducir en ella los cuerpos y las palabras. Eso, sumado al mundo sonoro, poético y estético que propone Kate Tempest, me parecía un reto apasionante. Me encanta tener unas buenas excusas para estudiar y experimentar y creo que es positivo salir de la zona de confort, trabajar con otros equipos, otros textos… Es la única manera de enfrentarse a todas estas inseguridades que siempre me acompañan.

 

¿Conocías a Kate Tempest como poeta y cantante? ¿Qué te parece su mundo, lo que retrata, lo que piensa? ¿Qué crees que quería poner en juego fundamentalmente en Wasted?

No conocía a Kate Tempest, pero en el momento en el que me ofrecieron participar en este proyecto me puse a investigar. La escuché, leí entrevistas, algunos poemas… Y sentí que tenía que hacerlo. Tenemos un interés común en poner el foco en el mundo de lo sensible para generar un discurso sociopolítico, en la complejidad del ser humano y, por tanto, de las sociedades en las que vivimos, en la relación intensa con las palabras… Me siento muy identificada con su mirada, con la forma que tiene de acariciar y golpear, al mismo tiempo, con las palabras que elige, con las historias que cuenta. Es una mujer comprometida con el tiempo en el que vive. Y eso me parece muy valiente.

Para mí Wasted es un canto de libertad y una crítica poderosísima al neoliberalismo. Una llamada de atención a la manera en la que nos hemos dejado absorber por el sistema. Hemos caído en la trampa y nos hemos convertido en una sociedad individualista. Kate Tempest nos recuerda el poder de transformación que tiene el mundo de los afectos, de los cuidados, de la construcción en comunidad. Cómo a través de una modificación pequeña de nuestra conducta, podemos generar un cambio enorme.

 

¿Qué te interesó a ti más tras tu primera lectura de la obra?

En ese primer momento me interesó mucho el diálogo interno que ella propone entre el texto y los coros. La dramaturgia está atravesada por cinco coros que conectan con el trabajo de slam y spoken word que ella realiza. El juego intercalado con este tratamiento musical de las palabras me asustaba pero también lo sentía como una provocación. Todo al mismo tiempo. ¿Cómo coño se hace esto? Después, profundizando un poco más en la lectura y antes de entrar en sala de ensayo, me centré más en el discurso político que hay debajo de la poética y la estética. La verdad es que está siendo un viaje apasionante que nos ha permitido sumergirnos en la obra de Kate Tempest pero también en las ideas que han compartido Remedios Zafra, Jorge Moruno o Chantal Maillard, entre otras, en sus escritos. Disfruto mucho ampliando referentes. Aunque todavía no tenga claro si estamos acertando en esa conversación interna entre los coros y el resto de la dramaturgia.

 

'Wasted' y el amor como motor de cambio en Madrid

 

¿Qué requiere de los actores una obra como esta: inmediatez, frescura, locuacidad…?

Sentido del ritmo y conciencia de la musicalidad de las palabras, sobre todo. Aunque no entiendo esas relaciones sin una conexión y entrenamiento poderoso del cuerpo y el movimiento.

También es cierto que yo exijo siempre a mis equipos una conexión con lo que está pasando a nuestro alrededor. No podemos subirnos a un escenario sin ser conscientes de lo que supone encarnar las palabras (en este caso las que ha elegido escribir Kate Tempest) hoy, en este presente tan convulso y, al mismo tiempo, tan esperanzador, que vivimos.

 

¿Hay cambios respecto del original para adaptar situaciones o hacer los personajes más cercanos? Háblame un poco de cada uno de los tres.

No. Hemos sido muy fieles. Lo único que nos hemos permitido ha sido introducir tres pequeños listados de cosas que enumera el personaje de Edu (Javier Amman) que quizá acerquen más nuestro país porque son lugares o costumbres reconocibles para cualquiera. Salió en una propuesta de juego con el texto y, por una parte, me parecía que aportaba mucha ternura al personaje y, por otra, me hacía mucha gracia. Así que decidí concederme ese capricho. Pero en general me genera mucho respeto y responsabilidad ser fiel a textos contemporáneos que, además, me conectan tanto con nuestra realidad.

Edu es un tío que se ha dejado atrapar por el sistema. Tiene la vida que todo el mundo espera que tenga. Es consciente de ello y eso le conflictúa. Dani no se atreve a enfrentarse a todas sus contradicciones. Se siente cómodo en el cliché de poeta maldito que la sociedad suele dibujar a quienes se dedican al arte. Carlota ha tomado una decisión. Con miedo, sin que fuera fácil. Es bello que sea el personaje femenino quien transgrede, quien está de espejo para los otros dos personajes. Aunque creo que los tres están atravesados por una fuerte perspectiva de género y Kate Tempest aprovechó para construir personajes contemporáneos, otros referentes.

 

¿Cómo enfrentas el montaje a nivel plástico y espacial? ¿Lo tenías claro antes o ha ido apareciendo en el proceso? ¿Hay apoyo musical, por decirlo así? Tratándose de Kate Tempest…

El reto espacial es lograr que la instalación arquitecto-escenográfica se llene de vida y de palabras sin que se convierta en una dictadura. El trabajo que desarrollaron las alumnas y alumnos de la Escuela de Arquitectura es muy potente y espero que sea inspirador para el público. La arquitecta y escenógrafa Almudena Vello lo transformó en algo posible, escénico y nosotras hemos investigado en la relación del espacio con los cuerpos y las palabras. En que todo sume. Las cuerdas y el metal del que se compone la estructura, están contando la historia añadiendo otro punto de vista.

La luz de Libe Aramburuzabala se encarga de completar esa parte plástica que tiene que ver con el color y la forma del envoltorio. Me siento muy afortunada de tener a Libe cerca también aquí, porque nos conocemos, conectamos y siempre que ha venido a la sala de ensayo ha aportado cuestiones en las que desde dirección no habíamos pensado.

El trabajo musical lo hemos trabajado a conciencia desde dos lugares. El primero, que para mí es básico, navegando profundamente en las palabras, los ritmos y la musicalidad que propone Kate Tempest a lo largo de toda la dramaturgia. Es pura música. Todo el tiempo. Y, después, con Zeltia Montes, una compositora muy especial que ha creado un espacio sonoro a partir de los sonidos que genera el espacio escenográfico y las voces del elenco.

 

¿Es una obra generacional o todos los espectadores podrán encontrar algo con que identificarse? O dicho de otro modo, ¿qué es lo universal en esta obra?

Hemos trabajado para que cualquier persona que venga al Fernán Gómez se identifique con algo de lo que se presenta. Hay una apuesta muy fuerte por el mundo de los afectos en la puesta en escena. El contacto físico, el uso de las palabras como elementos que acaricien o golpeen al otro para despertarlo o acompañarlo en su conflicto, en todo su mundo de contradicciones… Lo universal en Wasted es ese canto profundo a la libertad que hacen los tres personajes, la reivindicación del amor como motor de cambio, pero no el amor romántico, sino el amor por una misma, por los otros, por las cosas que hacemos, por nuestra profesión… Lo complejo de habitar una sociedad tan desigual y precaria como la que vivimos, en la que a veces el contexto hace que nos olvidemos de lo verdaderamente importante.

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