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Juan Carlos Martín, comedia y verdad por partida doble

“Escribo sin olvidarme de que, ante todo, soy actor”

 

Este mes coinciden en cartel dos obras escritas y dirigidas por Juan Carlos Martín, un artista polifacético que lleva décadas enlazando proyectos de televisión, cine y teatro, tanto familiar como musicales o de texto. La Azotea estará en el Teatro Arlequín Gran Vía hasta el 28 de diciembre, por otro lado, Los Innombrables, podremos verla en el Teatro Reina Victoria a partir del 14 de noviembre.

 

Dos propuestas con el suicidio y la precariedad de fondo

 

Por David Hinarejos

Foto destacada: Nelson Pará

 

¿A cuándo se remonta tu actividad como dramaturgo?

Llevo escribiendo desde siempre, formé un grupo con 16 años y el primer montaje fue un texto mío: Visnif, el duende del teatro. En teatro profesional, principalmente en espectáculos infantiles o musicales: estrené ya los infantiles Sherlock Holmes y el caso de la risa secuestrada, Adiós, Don Colesterol, La Gallina Turuleca, el musical, Cazadoras de sueños, Elvis y yo, the story, Homenaje a Antonio Molina… De teatro de texto, estas dos que comentamos ahora son las primeras.

 

Has hecho literalmente de todo como actor: series, tv, cine y muchísimo teatro y musicales, en este caso también como director. Como dramaturgo, ¿qué te atrae y qué buscas?

La palabra Dramaturgo, siempre hago bromas con esto, me da mucho respeto. Suena muy grande. Como autor me atrae todo texto que tenga interés dramático, ya sea cómico o trágico. Que refleje algo, no necesariamente vital ni grandilocuente. Creo que el teatro abarca muchos campos y no todo tiene que ser remover o hacer pensar. Una buena comedia es muy difícil de escribir, aunque solo refleje un momento de la vida de los personajes. Busco contar algo de esa vida y hago mucho hincapié en que la literatura sea natural al decirla. No busco frases bonitas que luego el actor no sabe como darles verdad. Siempre escribo sin olvidarme de que ante todo soy actor.

 

Entrando de lleno en La Azotea. Ahora se están empezando a ver algunos montajes que abordan de múltiples formas el tema del suicidio. ¿Cuándo la escribiste ya empezaba a dejar de ser un tema tabú?

No lo pensé. Tenía clara la situación del comienzo: dos personas que coinciden en una azotea de la que se van a tirar. Creo que se puede tratar cualquier tema, siempre y cuando lo hagas con respeto. El suicidio es delicado, no es fácil, pero lo intenté exponer desde la verdad más absoluta, sin juzgar los motivos que les han llevado hasta allí.

 

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¿Tenías claro el tono de la obra desde el principio?

Sí, quería hacer una comedia de sonrisa. No ya de risas, pero sí de esas que el público saliera con la sensación de haber disfrutado.

 

¿Qué reacciones habéis observado en el público?

No sabía muy bien cómo la iba a aceptar el público. De trágico tiene el planteamiento, pero luego la gente ríe, se emociona, piensa. Al exponerla al público me ha sorprendido la cantidad de carcajadas que hay, cómo el público pasa de la risa a la emoción. Esto es, sobre todo, por el trabajo interpretativo de Susana Cerro y Javier Naya, es espectacular.

 

Entiendo que el encuentro de los dos protagonistas en la azotea invita a poner sobre la mesa otras muchas cuestiones, ¿cuáles?

Habla de la vida, de los miedos de cada uno, de la pelea diaria, del amor, de las elecciones que hacemos, de lo que nos dejan que elijamos, de la amistad.

 

¿Qué comparten y qué diferencias hay entre los dos protagonistas?

No puedo destripar nada porque el hilo de la función es muy fino. Son dos personajes que en principio son totalmente opuestos: Ángel está en el abismo, no es feliz, no se dedica a lo que le gusta, no está enamorado de su mujer y sobre todo no sabe cómo salir de todo eso. Susi, es lo contrario. Alegre, vital, optimista, divertida. No sabemos casi nada de su vida pero nos cautiva su energía. Ese contraste es el que hace tambalear la historia.

 

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Como director de la función, ¿cómo fueron los ensayos con Susana y Javier? ¿qué punto de partida les marcaste para construir a estos dos personajes?

Han sido una verdadera gozada. Cuando te encuentras dos actores que trabajan con el corazón, con el estómago, con la verdad, se disfruta mucho. Ha sido un trabajo agotador pero que cada crecía y crecía. Había días que yo decía: “Vale por hoy”, y ellos querían volver a pasarla entera. El punto de partida siempre ha sido hacerla “desde la verdad”, con la pequeña o gran técnica que requiere la comedia.

 

Pasamos a Los Innombrables. ¿Cómo llega este texto a triunfar en Latinoamérica?

El actor Jorge Torres estuvo en Colombia con un montaje, allí conoció gente de la profesión y les pasó el texto de La azotea y luego yo el de Los innombrables. Les cuadraba mejor este y cogieron los derechos. Me ha sorprendido ver cómo, según el país, reciben una cosa completamente distinta de la obra. Es ilusionante que al otro lado del mundo guste tu trabajo.

 

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¿Pudiste llegar a ver esos montajes?

En vivo no. En medio llegó la pandemia y no pudo ser. He visto una grabación y aunque yo supervisé la adaptación, me sorprendió ver como cada país, recibe una cosa completamente distinta a otro. Hace mucha ilusión saber que al otro lado del mundo hay alguien que le gusta tu trabajo.

 

Estamos ante una comedia disparatada con unos personajes muy absurdos. Parece que te lo pasaste en grande escribiendo el texto.

Es una función para reírse. El 80% del texto, lo escribí en los camerinos del Teatro Alcalá, mientras representaba Priscila, el musical. Fue un disfrute total, porque la situación y los personajes me iban permitiendo estirar al máximo todo. Siempre digo que es, con todos mis respetos, muy Berlanga, de Plácido, Los tramposos y Atraco a las 3. De ese cine de los 60 que era costumbrista y un reflejo de la sociedad del momento, donde la realidad siempre superaba a la ficción.

 

Descríbenos a los integrantes de esta variopinta banda de ladrones.

No son ladrones, son gente normal, desesperada ante la situación que les ha tocado vivir. Genaro y Trini, son un matrimonio con muchas necesidades que deciden atracar un banco. Total, si les cogen, ganarán más dinero en la cárcel del que están ganando ahora, fuera de ella. Se les une su vecina Sole, que cobra una pensión ridícula y Fermín, su sobrino, que tampoco está muy capacitado para el crimen organizado. Es necesidad, no codicia. El último camino a tomar cuando no tienes es delinquir, no ven otra salida. Además, como cualquier ladrón que se precie, ellos creen tener el plan perfecto. El problema es que no lo es y pasarán por un montón de calamidades para intentar conseguirlo.

 

¿Cómo elegiste a los miembros de la banda en la versión que diriges que ahora se estrena?

Esta es una producción de ABT presenta. Desde la productora me pidieron una función para 3 actores que habían contratado para otro proyecto. Los innombrables son 4 personajes, pero les gustó tanto que llamaron a Malia Conde, que daba a la perfección el perfil del personaje. Los otros 3 innombrables son Oscar Hernández, Laura Varela y Juan Gareda. Con nombres y apellidos. Unos actores magníficos que se están entregando al máximo.

 

En qué parte, aunque has escrito y dirigido la función, te sigues partiendo de risa?

Estamos en período de ensayos y ya tenemos que parar porque nos entra la risa. La función es un torbellino, en donde se van complicando cada vez más las cosas cuando parecía que ya no podía pasar nada más.

 

¿Qué tipo de teatro buscas como espectador?

De todo tipo. Disfruto con un clásico tanto como con un musical. Solo pido que esté hecho con “verdad”, otra vez la palabrita, dentro del contexto del montaje.

 

Tras tantos años como artista de múltiples facetas y también como formador de nuevos valores, ¿qué te queda en el tintero?

¡Tantas cosas! Llevo 38 años en esto y me apasiona todo lo que conlleva mi profesión. Ahora estoy estudiando saxo y tocando en una banda y dando clases como profesor en la Escuela de Víctor Ullate. Dirigiendo. Además, en esta profesión siempre estás empezando. La memoria (de los demás) no dura mucho. Pero yo sigo, y espero seguir, siendo actor.

 

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