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Chévere aborda el Prestige al grito de: ¡Nunca Más!

“Es uno de los proyectos que más nos ha costado llevar encima del escenario”

 

Xesús Ron, junto a Patricia de Lorenzo y Miguel de Lira, forman el nucleo artístico estable de la compañía gallega Chévere. Con más de 30 años a sus espaldas, este grupo que se autodefine de agitación teatral recibió en 2014 el Premio Nacional de Teatro “por su coherente trayectoria de creación colectiva, transgresión de géneros y conexión crítica con la realidad”. Bajo la dirección de Ron, este mes estrenan en el Teatro María Guerrero (del 17 de septiembre al 10 de octubre), en coproducción con el CDN, su nueva creación, N.E.V.E.R.M.O.R.E, sobre el desastre medioambiental y social que supuso el accidente del buque petrolero Prestige principalmente para Galicia. Un ejercicio de memoria que conecta con otros temas como la situación actual que estamos viviendo con el COVID-19, la crisis climática o los cimientos en los que sustenta nuestro modo de vida.

 

Olvidar las diferencias para salvar el mundo

 

Por David Hinarejos

Fotografía destacada: Xacobe Martínez. Fotografías del montaje: Tino Viz

 

En Chévere os presentáis como una compañía de agitación teatral, ¿qué esconde esta denominación?

Es una manera de definirnos. Hace más de 30 años todos llegamos al teatro sin habernos formado para ello. Éramos gente que venía de la música, la poesía u otras sensibilidades artísticas. Coincidimos en el teatro porque ahí encontramos un territorio desde el cual podíamos agitar por un lado nuestros cuerpos y por otro nuestras conciencias, por decirlo de alguna manera. Nos permitía, además, entrar en contacto con la sociedad y con el público.

 

¿Ese origen os ha permitido no estar encorsetados dentro de los márgenes teatrales más habituales?

Supongo que sí. Nosotros seguimos encarando cada trabajo como si estuviéramos empezando, como si no hubiésemos aprendido demasiado en el camino. Es consecuencia de un cierto carácter autodidacta y espontáneo que siempre nos ha mantenido con un pie fuera del circuito teatral. Hemos tratado de no dejarnos atrapar por cierta inercia dentro del sector de cómo se deben hacer las cosas o de repetir fórmulas. Para bien o para mal, nunca encontramos el molde con el que quedarnos y en cada proyecto creamos uno nuevo.

 

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En la imagen Xesús Ron, Patricia de Lorenzo y Miguel de Lira. Directores de Chévere.

 

¿Y cómo ha sido el camino recorrido hasta aquí por la compañía?

Llevamos demasiado tiempo trabajando y yo diría que no es que hayamos tenido una línea constante de trabajo, quizás lo que sí ha habido son distintas fases. Empezamos a finales de los 80 haciendo espectáculos como diversión y realmente poco después en el 92 ya teníamos un espacio independiente propio como fue la Sala Nasa en Santiago de Compostela. Allí abrimos la puerta a artistas y colectivos que tuvieran algo que compartir con el público y estuvieron muy presentes otras disciplinas ajenas al teatro como la música popular, por ejemplo. A nivel teatral nos permitió crear con libertad y conocer a otras compañías. Creo que después de tener que cerrar la sala en 2011 nos concentramos más en la compañía y esa vocación de agitación estaba más focalizada en los espectáculos tratando temas o situaciones que nos preocupaban como ciudadanos. La calidad de las obras pienso que mejoró porque el tiempo y las energías estaban más focalizadas.

 

¿Es inviable volver a tener un espacio propio?

Después de aquello hemos probado distintas fórmulas como, por ejemplo, un proyecto de residencia teatral en el Concello de Teo (A Coruña) que hicimos desde el 2012 hasta el 2019. Pero ahora mismo no encontramos nuestro lugar físico, no tenemos ninguna vinculación con ningún municipio que nos pudiera permitir montar algo así. De todas formas, el contexto político y social últimamente tampoco ha acompañado.

 

¿Cuáles son los retos a la hora de trabajar los espectáculos siempre desde la creación colectiva?

Hay que decir que nosotros trabajamos así porque no conocemos otra forma de hacerlo. Lo que sí puedo decirte es que aún a día de hoy sigue siendo un reto absoluto. Conlleva unos tiempos más largos para llegar a conclusiones y soluciones, desarrollar una dialéctica diferente y tiene ciertos inconvenientes al tomar decisiones porque hay muy pocas o ninguna jerarquía entre el grupo que se conforma en cada proyecto.

 

Como artista debe ser una buena cura de humildad trabajar así y requerir de mucha paciencia y respeto por el otro.

Digamos que cuando nos juntamos para sacar adelante un proyecto, porque luego cada uno hace cosas ajenas a la compañía, se crea una personalidad más dentro del grupo, aparte de la de cada uno. Es una personalidad que se alimenta de la de todos los demás y en la que surgen unas sinergias diferentes. Esto provoca que la autoría personal y los protagonismos desaparecen porque todo se colectiviza. Te obliga a hacer las cosas de otra manera a cómo las harías solo y adaptarte a la forma en que lo lleva a cabo esa reunión de personas que es Chévere. Como creadores debe existir mucha solidaridad y empatía y hacer un ejercicio de desvestirnos de egos u obsesiones que a veces es doloroso, desesperante y provoca cierto caos, no te voy a mentir (risas). Pero, por otro lado, se genera un ambiente de confianza muy especial.

 

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Llama la atención que una compañía como la vuestra no haya fijado antes la mirada en el Prestige como material para un proyecto.

No lo habíamos tratado más allá de que en aquel momento nos sumamos personalmente a aquella marea ciudadana alrededor de la plataforma Nunca Mais. Como compañía participamos de la unión de todo el sector cultural que se volcó en realizar muchísimos proyectos de todo tipo. Realmente fue un momento muy importante porque se olvidaron las diferencias y las fronteras entre disciplinas. Es cierto que han tenido que pasar los años para darnos cuenta que el Prestige había generado pocos proyectos de ficción, y no solo desde el teatro sino también desde otras artes. Fue un suceso que estuvo muy copado por la información periodística y ahí sí que puedes encontrar muchísimo material, tanto que el proceso de documentación que hemos realizado nos ha terminado desbordando. En un momento dado vimos claro que había llegado la hora como grupo de pasar revista a este tema, sobre todo por lo que nos marco personalmente y como generación.

 

¿Un tema así que os remueve tanto se afronta igual que otros?

No, es uno de los proyectos que más nos ha costado llevar encima del escenario porque, por un lado, ha habido una experiencia que se ha ido quedando en la intimidad de cada persona, en nosotros y en la gente con la que hemos hablado, y que aflora y, por otro, teníamos la necesidad de encontrar qué es lo que nos tocaba a nosotros contar. No queríamos ser redundantes con todo lo ya dicho.

 

Cuando ya estáis iniciando el proyecto a principios de 2020 justo llegó la pandemia, el confinamiento y con ello otra situación que nos ha marcado a todos. ¿Ha tenido influencia en lo querías contar?

Sí, lo ha trastocado totalmente porque, además, se sucedieron una serie de hechos durante los primeros meses más duros que nos pusieron en alerta sobre ciertas cosas que debíamos abordar. Por ejemplo, se dio la situación de que un hospital de la Costa da Morte lanzó a través de los medios y redes sociales un llamamiento a la ciudadanía por qué no tenían material y pedían a la gente que si guardaba de la época del Prestige lo donaran. Es increíble porque aparecieron equipos, trajes, botas, mascarillas… que cofradías de pescadores, particulares, empresas y ayuntamientos habían guardado todos estos años. Noticias de ese tipo establecieron una relación muy directa entre las dos catástrofes como fue la falta de suministros y de preparación en ambas.

 

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En su momento se hizo una conexión entre la plataforma Nunca Mais con el poema de Edgar Allan Poe Nevermore. A vosotros también os ha servido de inspiración, ¿no?

Sí, en su momento esa referencia o paralelismo se hizo en algunos manifiestos o fue utilizada por algunos escritores. Nosotros lo hemos utilizado porque no queríamos titular el espectáculo Nunca Mais para que no tuviera tintes políticos y, además, del poema nos ha guiado en esa idea de un cuervo que nos gritaba: “¡Nevermore!” cada vez que nos invadía la nostalgia o deseábamos revivir el pasado.

 

También hay otro concepto, el del ‘rinoceronte gris’ que se ha hecho popular en los últimos años, del que también habéis bebido. Esa idea de que por mucho que estemos avisados de algo no nos preparamos para ello.

Describe muy bien lo que pasó con el Prestige porque en Galicia se habían sucedido cinco o seis grandes vertidos de petroleros en años anteriores que afectaron muchísimo a la costa y el mar de la gente que vive de ello. Y, sin embargo, llega el Prestige y nos encontramos con que no había ningún plan de contingencia y se improvisa toda una serie de respuestas. El concepto podemos aplicarlo igual a la pandemia.

 

¿Cómo habéis mezclado todas estas ideas en el montaje?

Al final lo que nos ha ayudado a centrar lo que teníamos que contar es una idea muy básica: la voluntad de hacer memoria en un lugar público como es un teatro y a través de un grupo que somos que consideramos que podemos dar un testimonio no solo personal, sino generacional. Alrededor de eso hemos ido montando el espectáculo y, luego, ampliándolo a problemáticas más generales como la crisis climática y un sistema de vida tan dependiente de combustibles fósiles.

 

¿Veremos una puesta en escena interdisciplinar como en montajes anteriores o una propuesta donde el texto es más protagonista?

El texto siempre tiene importancia en todo lo que hacemos, pero es cierto que es un elemento más. Nunca está el texto antes del espectáculo, sino que se va conformando y fusionando con todo durante el proceso. Siempre nace sobre el escenario, a raíz de improvisaciones o de los testimonios recogidos anteriormente, sin mucha elaboración literaria. En este montaje no introducimos otros lenguajes como en obras anteriores, pero sí que le hemos dado mucha importancia al tratamiento del material sonoro porque nos ha servido para encontrar el tono propio de esta historia. No sólo a través de la música, sino también como generador de escenas y de espacios y, además, es el propio elenco el que, en directo, va a producir esos sonidos. Es una manera de que el público desde el principio participe porque ponemos todas las cartas sobre la mesa, no ocultamos el mecanismo escénico.

 

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¿Qué queréis que lleve la gente cuando salga del espectáculo?

Por un lado, queremos que la gente que vivió de alguna manera aquel suceso vuelva a removerse por dentro y por otro, a la que no lo vivió por edad o porque vivía en otro lugar, nos gustaría que se llevaran los impactos emocionales que nos provocó a los que vivimos aquella tragedia. Nos parece importante que en un momento en el que estamos tan aislados los unos de los otros y hay tanta insolidaridad volvamos la mirada a un instante en que toda la sociedad se unió y apartó sus diferencias. A ver si nos damos cuenta que en las cosas importantes, si queremos un futuro que merezca la pena, hay que hacer ciertos caminos juntos.

 

Casualmente también estáis en septiembre en Teatro del Barrio con As fillas bravas e o mito de Casandra. No Habíais estado en Madrid con este espectáculo, ¿no?

Siempre también estamos trabajando con tratar temas locales que se puedan entender en cualquier lugar. Pero justo este espectáculo tiene un carácter tan localista que lo hemos sacado muy poco de Galicia. Lo que pasa es que aprovechando que vamos a estar en Madrid ensayando y que nos sentimos muy cercanos a la filosofía de teatro del barrio donde ya hemos estado con obras anteriores, así que se lo propusimos y aceptaron. Es un solo día. El espectáculo es en gallego, pero para esta ocasión se hará con cierta traducción permitir que el público pueda seguir sin ningún problema la historia de estas tres señoras de un pueblo ficticio del interior de Galicia. Nos gusta esa idea de poder estrenar en el Teatro María Guerrero, en el CDN, y al tiempo mostrar en Madrid la otra cara de la compañía, que es la cara de aldea, de barrio, de contacto constante con la gente.

 

Es una suerte poder disfrutar de vuestro trabajo en Madrid habitualmente. ¿Es una ciudad que os trata especialmente bien?

De alguna manera Madrid se está convirtiendo de alguna manera en una ciudad que sentimos muy nuestra porque tenemos más relación con ella que con muchas ciudades gallegas. Esto es porque nuestro trabajo ha recibido mucha atención desde aquí y también porque Galicia a nivel cultural está pasando un momento terrible de falta de financiación e interés por parte de las distintas administraciones. Para que te hagas una idea el CDN este año produce 4 obras de compañías gallegas. Si juntamos el dinero que supone yo creo que será más que el presupuestado por la Xunta para todo el sector teatral a nivel de producción en Galicia. Osea que a nivel de creadores Galicia está en un momento muy interesante, pero no está siendo acompañado por los motivos que sean dentro de nuestra comunidad.

 

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