Un recuerdo después del holocausto es una obra inspirada en hechos reales ocurridos tras la liberación de París al final de la II Guerra Mundial. Es una pieza dirigida por Carolina Perelman que ha escrito el texto junto a Samuel Rotter Bechar, nieto de Anna Rzechte y Zygmunt Rotter Fleischer, dos supervivientes del Holocausto y sobre quienes está basado el montaje.

Sara Batuecas, Ángela López Aguilar, Fernando Bodega, Fran Martínez Veléz y León Ruiz de Castro son los intérpretes de esta obra que puede verse en El Umbral de Primavera.

 

Un recuerdo después del Holocausto

 

Por Francesca Todeschini

Foto de portada: Boda de Ana Rzechte y Zygmunt Rotter Fleischer en París

 

El sábado 8 de enero, el teatro El Umbral de Primavera acoge Un recuerdo después del Holocausto, obra dirigida por Carolina Perelman y co-escrita junto a Samuel Rotter Bechar. El proyecto surge a partir de un proceso de investigación del Máster en Creación Teatral de la Universidad Carlos III que dirige Juan Mayorga y se presentó por primera vez en Madrid el pasado mes de junio, en el Teatro Pradillo, con gran éxito de crítica.

La obra pone en escena las vivencias y recuerdos de dos personajes reales, Anna Rzechte (Varsovia, 1930) y Zygmunt Rotter Fleischer (Cracovia, 1920), dos jóvenes judíos de origen polaco sobrevivientes al Holocausto. Así, el texto nos mete dentro del café parisino donde Rzechte y Rotter se conocieron al acabar la Segunda Guerra Mundial. Tras su liberación, París se renueva al ritmo del jazz americano, con Édith Piaf poniendo voz a la banda sonora de la celebración. A la vez, la ciudad también es un doloroso simulacro de la barbarie que ha tenido lugar en suelo europeo. El carácter fantasmagórico de la capital francesa se filtra en la conversación de los dos jóvenes, dando forma a un viaje hacia atrás lleno de recuerdos y de un pasado común.

Anna Rzechte confiesa que el día en que acabó la guerra fue “el más trágico de [su] vida”, porque mientras la gente se abrazaba y bailaba en las calles de Varsovia, ella se dio cuenta de que se había quedado sin familia. Durante años no pudo llorar… Zygmunt Rotter sobrevivió a los campos de exterminio porque ‘tuvo la suerte’ de trabajar en la fábrica de Oskar Schindler, historia que dio lugar a la famosa película La Lista de Schindler (1993).

 

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En este texto, Perelman afronta el desafío que supone llevar al lenguaje escénico un hecho histórico como el Holocausto, con sus prohibiciones éticas y tabúes, a través de la sabiduría y sensibilidad artística de aquellos capaces de introducir claves de comedia dentro del marco de la tragedia. Perelman y Rotter se adentran de manera oblicua en este delicado ámbito.

El inicial coqueteo entre Ana y Zygmunt, que poco a poco va cogiendo la forma de un amor maduro con su poder de transformación, es un elemento que contribuye también a acercarnos al mundo irrepresentable de la Shoah (palabra hebrea que da nombre a lo que los nazis llamaron ‘solución final’).

En este sentido, esos momentos propios del género de la comedia romántica, intercalados entre los procesos de memoria, actúan en la forma de un rescate de las necesidades de la vida y sus derechos contra la visión trágica (WHITE, 2014). Remitiéndonos a un horizonte de sentido mucho más amplio, para elevarnos por encima del horror y de la injusticia, es el fortalecimiento de la relación entre los personajes y la posibilidad de proyectarse hacia un futuro Otro lo que (nos) permite un halo de esperanza.

Para terminar, un dato sobre el que reflexionar: Anna Rzechte y Zygmunt Rotter Fleischer son los abuelos del dramaturgo Samuel Rotter. Presenciamos, por tanto, a la primera adaptación teatral de los testimonios reales de dos sobrevivientes del Holocausto, que en el año 2007 recibieron el premio Príncipe de Asturias por su labor de activismo y sensibilización sobre estos temas.

 

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