La distancia entre el privilegio y la opresión

 

La palabra que da título a esta obra es una de esas palabras con carga semántica explosiva, y no es un chiste. En un mundo en el que llamar a algo ‘terrorismo’ es más recurrente que un anuncio de perfumes en Navidad, crecen las posibilidades de quedar atrapado en una lluvia de metralla, aunque sea imaginaria. Europa, alentada por Estados Unidos, ha fabricado la paranoia de que vivimos bajo amenaza constante.

En cualquier caso, la peripecia que pone en escena en esta obra parte de un atentado real, un atentado yihadista que se acaba de producir en un importante museo del corazón del viejo continente. Marc (Ángel Ruiz) y Helen (María Morales) han salido casi ilesos y se han escondido en un cuarto de la limpieza. ¿Qué hacer para sobrevivir? ¿Cómo reaccionar? ¿Habrán muerto las personas que venían con ellos? ¿Hasta cuándo deben permanecer encerrados?

El autor y co-director del montaje, Félix Estaire, asegura sentirse atraído por las “situaciones que entrañen cierto riesgo y echarle un pulso a la credibilidad. Además, me gusta colocarme en lugares y puntos de vista que no termino de comprender”. Por su parte, la otra directora de Atentado, Xus de la Cruz, explica que la pieza “surge de la liminalidad que existe entre lo veraz y lo verosímil. Entre el realismo anacrónico y un devenir futuro que remite de manera continua a la imagen del pasado. Inicia su materialización escénica ahondando en los mecanismos del terror, reflexionando sobre la manipulación mediática y la mentira, ahora llamada posverdad”.

Tras el acto terrorista en sí, abordado directamente, sin subterfugios, se van desgranando otros temas, otras situaciones, otras miradas… No en vano, el terrorismo es un signo de nuestros tiempos, la forma que se ha encontrado de mantener al primer mundo en guerra -a saber por qué ocultos intereses- y dividido entre privilegiados y oprimidos.