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¿Qué es y qué representa lo que llamamos casa?

“Casa es un lugar en el que me encuentro segura y al que quiero volver, quizás más poético que real”

 

La directora, dramaturga y arte-educadora, Lucía Miranda, ya sea en solitario o dentro del proyecto Cross Border Proyect que capitanea, es ya una de las figuras más interesantes de nuestras Artes Escénicas, tanto por sus montajes construidos desde lo colectivo como por su trabajo creativo y pedagógico con comunidades y personas de diversa índole. Ahora presenta Casa en el Teatro de La Abadía, en la que nos habla de un lugar, físico o mental, fundamental para todos, ya sea porque lo tenemos, lo buscamos o lo perdemos. 25 personajes, con 25 historias, nos narrarán qué es para ellos y qué peso tiene en sus vidas. Con Ángel Perabá y Efraín Rodríguez, Macarena Sanz, Pilar Bergés y César Sánchez. Del 17 de febrero al 6 de marzo.

 

Un montaje de teatro documental a través de la técnica del verbatim

 

Por David Hinarejos

Fotos: Javi Burgos

 

¿Cuándo contar historias y enseñar a contarlas se convierte para ti en una forma de ganarte la vida?

Pues supongo que hay dos momentos: uno en el que ves la posibilidad de que eso suceda y otro el momento en el que empieza a suceder. El primero fue hace más o menos doce años, cuando estaba estudiando en Nueva York; y el segundo yo diría que hace unos cinco o seis años.

 

Viendo todos los proyectos en los que has estado involucrada nadie diría que todo ha sucedido en tan poco tiempo.

Nacho Bilbao, que es compañero mío en Cross, siempre me dice: “¿Pero cuándo has hecho eso en tu vida?”. Yo creo que es porque voy muy rápido, en general en la vida, y no solo desde que me dedico a esto, sino desde que abandoné Valladolid a los 18 años. Tengo la sensación de haber vivido muchas vidas: he vivido en Nueva York, he trabajado en París, he montado un espectáculo en Miami… entonces no soy consciente del poco tiempo que es. Quizás desde hace dos años he bajado un poco la velocidad por la pandemia y el nacimiento de mi hija.

 

Me llama, si cabe, más la atención, porque todos sabemos que los tiempos de los proyectos siempre son largos, aunque uno quiera acelerarlos.

En mi caso, lo que ocurre es que me involucro en muchos proyectos al mismo tiempo. Cuando estoy dirigiendo uno estoy trabajando en otros paralelamente. Porque precisamente mi manera de trabajar tiene procesos muy largos, ya que normalmente al ser comunitarios y conllevan una serie de talleres y entrevistas. Si pienso en Casa, por ejemplo, desde que lo pensé y pedí la beca BBVA, luego hice las entrevistas y hasta que hemos estrenado han pasado dos años. Al final es hacer convivir diferentes proyectos y cada uno se va cerrando en momentos distintos.

 

Supongo que para funcionar de esa manera hay que rodearse de un equipo con la misma capacidad y de plena confianza.

Sin ninguna duda. Cross es un equipo pequeño, pero muy bien ajustado. Por eso pensamos mucho cuando incorporamos nuevas personas. Eso permite que ahora mismo tengamos dos espectáculos en gira, La chica que soñaba y Casa, un proyecto educativo estable como es el de Mundo Quinta de Espacio Abierto, aparte de las formaciones puntuales y asesorías, al tiempo que yo estoy en Miami llevando a cabo otros proceso que no tiene que ver con Cross directamente.

 

 

Tus inicios fueron en EE.UU. donde estudiaste y luego te has movido por diferentes países, aparte de tus proyectos en España. ¿Qué beneficios tiene crear internacionalmente?

No deber pleitesía a nadie. Es que el mundo es muy grande y sí, por ejemplo, en un momento dado tengo un problema con una institución, una comunidad autónoma, un programador… pues tengo muchísimas posibilidades para trabajar con otras personas en otros sitios. Eso te da mucha libertad, sobre todo teniendo en cuenta que los países pasan por fases: puede haber un año de un determinado país sea más fácil montar un proyecto o que trabajen unos más que otros el ámbito digital o le den más importancia a las propuestas.

 

Supongo que al ampliar tanto el foco es más fácil encontrar compañeros de viaje con las mismas inquietudes.

Al principio para mí fue una dificultad, ya que yo no me había formado en Madrid y por tanto no tenía contactos y relaciones de esa etapa, cuando volví me encontré bastante sola. Sin embargo, a largo plazo creo que me ha beneficiado porque he encontrado personas que, aunque ahora están en Madrid, también tienen la capacidad de moverse por todo el mundo. Por ejemplo, el proyecto del que formo parte llamado País Clandestino está formado por cinco directores de cinco países diferentes y eso te permite estar al tanto de lo que ocurre en otros sitios y conseguir partners fuera.

 

Aparte de la creación de espectáculos, una de las ramas más importantes de Cross Border Proyect es la Escuela de Teatro Aplicado en la que utilizáis una pedagogía crítica. ¿Cómo se concreta esta forma de enseñar?

Trabajando desde la pregunta. Cuando entramos en un aula o espacio en el que tratamos con una comunidad, partimos de la base de que nosotros no sabemos más, sabemos distinto. Vamos a colaborar juntos y crear conocimiento en conjunto para montar un espectáculo o un producto escénico. Bebemos de Paulo Freire, que es el gran maestro de la pedagogía crítica, y todo tiene que ver con trabajar desde el juego, la escucha y desde el conocimiento colectivo. Eso nos permite trabajar mano a mano con gente súper diversa.

 

¿Con qué equipo humano contáis para llevar a cabo estas acciones educativas?

Somos cuatro ‘arte-educadores’ fijos y contamos con dos o tres colaboradores con perfiles diferentes que pueden incorporarse dependiendo de lo que se busque en el proyecto. Así podemos poner en pie proyectos estables como el de Mundo Quinta de Espacio Abierto o dar formaciones puntuales de teatro foro, teatro documental y cursos de diversa índole a profesores o a profesionales de las artes escénicas. A esto podemos sumar las diferentes asesorías que realizamos a iniciativas centradas en arte-educación como el Circuito Audaces, el Proyecto Ornitorrinco de la Red Nacional de Teatros, al Teatro Real… No somos una escuela con un espacio físico, lo somos como concepto, así que cada temporada es diferente.

 

¿Con qué colectivos os interesa trabajar más?

Hemos tardado mucho tiempo en saber qué éramos. Hemos trabajado con niños y adolescentes, pero al final podemos reducirlo a que nuestro interés es el trabajo con comunidades y enseñar tanto profesores como a profesionales a trabajar de la misma forma.

 

¿Qué ofrece el teatro, por ejemplo, a los adolescentes?

Nosotros llevamos 10 años hablando de que la realidad y la diversidad que existe en las aulas y en la calle no está representado en los escenarios. Es fundamental cuando trabajas con jóvenes que todos se vean representados. Durante mucho tiempo en los escenarios ha habido un relato mayoritario reflejando sólo unas edades, un género y una raza y España y el mundo es mucho más que eso. Luego ya podemos entrar en aspectos que siempre se destacan como el trabajo de la empatía, saber funcionar en equipo, hablar en público, crear para ellos un espacio seguro en el que expresarse, investigar y tropezar.

 

¿Cuánto os cuesta convencer a instituciones, a centros y al sector de la importancia de las Artes Escénicas en el ámbito educativo?

Mucho. Todavía estamos en ello. Hay centros que han cambiado mucho respecto a esto como Conde Duque o el CDN con Alfredo Sanzol, pero queda mucho por hacer porque, además, cambia mucho por territorios. Barcelona está muy adelantada en todo esto, pero luego en provincias es inexistente. Nosotros llevamos con esto 10 años y yo te diría que va tan lento que no lo voy a ver desarrollado como yo desearía, quizás la siguiente generación. Para que te hagas una idea, llevamos un año buscando casa a un proyecto maravilloso que se llama Generación Global, que es un proyecto que tenemos con jóvenes refugiados y jóvenes de cinco institutos de Madrid y que está premiado por CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) y declarado como ejemplo de buenas prácticas por la UE. Aún así, no conseguimos un centro o institución que lo albergue.

Luego a nivel de educación oficial todo es más difícil porque la administración es muy complicada. Aquí la esperanza es que sí que hay muchos profesores que están encabezando un movimiento de innovación educativa y que te abren las puertas de las aulas y se esfuerzan en hacer palanca en las instituciones. Para que eso crezca también es necesario que haya creadores que se quieran involucrar y no hay muchos que lo hagan.

 

¿Cómo de importante fue ser galardonada con Premio ‘El Ojo Crítico’ de Teatro de RNE en 2018?

Para mí y para Cross fue fundamental, no me canso de decirlo. Desde entonces hemos notado que las cosas han cambiado para nosotros facilitándonos mucho conseguir ciertos apoyos.

 

Habéis estrenado ya en Barcelona Casa, que es una producción de Teatre Lliure, Teatro de La Abadía, Théâtre Dijon Bourgogne – Centre Dramatique National y Cross Border. Me ha llamado la atención que es la primera vez que estás allí con un montaje.

Es que es súper difícil entrar en Barcelona si no tienes grandes cabezas de cartel y hemos tenido la suerte de que el Lliure ha cambiado su política bajo la dirección de Juan Carlos Martel. Para nosotros es importantísimo haber podido estar allí nada menos que tres semanas.

 

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Ahora llegáis con Casa a La Abadía. ¿Qué te sugiere a ti esta palabra?

Pues para mí es un lugar en el que me encuentro segura y al que quiero volver. Quizás es algo más poético o metafísico que real.

 

¿Por qué te interesó ahondar ahora en ello?

Al quedarme embarazada empecé a pensar en qué tipo de casa quería para mi hija. Me di cuenta que yo misma tengo alrededor muchos conflictos respecto a donde vivo y, al trabajar con refugiados, pude observar otras situaciones diferentes. Quise ahondar en la relación de diferentes personas con lo que llaman casa y cómo se está tratando el Derecho a la Vivienda que marca la Constitución.

 

Como concepto, ¿es algo cambiante a lo largo de nuestras vidas?

Claro, no tiene nada que ver lo que es para un chaval de 15 años que para una señora de más de 70. Sin embargo, curiosamente en la pieza, una de las cosas que descubrimos es que hay aspectos que no cambian tengas la edad que tengas y cambie tu vida como cambie. Eso es muy loco, me ha sorprendido mucho.

 

Entrevistaste a 40 personas de tres ciudades de España. ¿Qué compartían?

En este caso, les une a todos la pérdida de la vivienda porque, por circunstancias muy distintas todos han vivido este hecho, y también que para ellos una casa trasciende lo físico, al tiempo que tenerla físicamente es algo importantísimo, vinculándola mucho al tema de identidad. Para todos la casa en la que vives o tengas acceso conforma tu identidad. Esto es algo que reaparece mucho en mis montajes porque tiene que ver con quién somos, cómo lo construimos y las opciones que te da la vida para hacerlo.

 

¿Cómo es, entre tanto material, seleccionar las historias que luego vemos en el escenario?

Durante las entrevistas ya vas intuyendo quién puede entrar y quién no. Y luego, hay un trabajo muy fino y de muchos meses donde yo digo que tienes que ser como una policía de esas que ponen el corcho y van uniendo con hilos, post-it e imágenes las diferentes historias. Es un proceso muy complicado y muy subjetivo, otro dramaturgo seguramente elegiría otras cosas. Al final lo que veremos son 25 personajes, la gran mayoría sacados de testimonios directos y alguno creado por mi a partir de cosas que me han contado o he leído. Y luego hay 8 coros que sirven para recrear otro tipo de escenas.

 

La obra es una pieza teatro documental a través de la técnica del verbatim. ¿Cómo se lleva a cabo esta técnica?

Es mágico. En las interpretaciones que representan a personas reales, los actores reciben el texto y los cortes de audio de las entrevistas de donde se ha sacado. Ellos tienen que aprender el texto como quien aprende una canción, repitiendo el ritmo, el tono, las pausas o si hay un carraspeo. Tienen que ser muy fieles a lo que escuchan y una vez que han conseguido eso tienen que volar y mezclarlo con la acción, el cuerpo y la improvisación. Es algo muy técnico, pero también muy creativo.

 

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Y, ¿qué pinta un señor de la NASA en todo esto?

(Risas). Pues es un señor que siempre va pegado al personaje del arquitecto y ya descubriremos el porqué. También aparecen dos ‘muppets’, que representan a dos mujeres que trabajan en un banco que entrevisté y que explican aspectos legales complicados como la dación en pago o los desahucios, o los chicos de E.T. La obra es documental, es verbatim, pero luego hay mucho artificio con canciones, visuales… generando una extraña mezcla entre fantasía y realidad.

 

¿Para llevar todo esto a cabo veo has tirado de actores y actrices que ya conocías?

Pues mitad y mitad. Ángel Perabá y Efraín Rodríguez son dos clásicos de la compañía, con Macarena Sanz había trabajado en una lectura y con Pilar Bergés y César Sánchez nunca. Hice muchas audiciones y no fue fácil completar el elenco porque aparte de llevar a cabo el verbatim tenían que estar dispuestos a ciertas cosas como hacer encuentros con el público después de cada función o conocer y hablar con la persona real que hay detrás de su personaje.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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