En Nuestro Reino, La Encina Teatro

 

Por Alberto Morate

Foto de portada: Obra En Nuestro Reino

 

Me prejuzgan porque bebo. Porque practico el arte social de compartir un poco de alcohol y ganas de estar con la gente. Me dicen que no funciono. Por lo menos, que merman mis facultades. Y yo creo que es lo contrario. Me siento seguro. Soy más yo. Me comporto como realmente quiero ser.

Así piensa José Ángel, y es su punto de vista. Es verlo desde su lado. Considera que no hace daño a nadie. Pero a él sí se lo están haciendo. Le apartan de sus funciones. ¡Vaya sociedad esta, que fomenta las relaciones sociales con aperitivos, brindis, cenas y bebidas, copas de celebración, eventos gastronómicos,… y después nos repudian!  ¿No se dan cuenta que mi cerebro es más funcional si lo riego con un buen vino?

Proclamo la necesidad de verlo del revés. Desde otro punto de vista. Del mío. No quiero ser un alcohólico anónimo. Quiero ser Omínona. O sin tilde, no sé, Ominona. Es decir, aquí no hay causa-efecto. Aquí hay efecto solo. Sin causa. Porque ya está bien de tener pelos en la lengua. Ya está bien de ocultarse tras las barras de bar, tras las noches nefastas de soledad, incomprensión y relaciones descarnadas.

No, no estoy borracho. Solo ostento la bandera de los que hacen lo que la sociedad les manda. Ser sociables, ser simpáticos, no protestar y ahogar las penas en el vaso para que nadie pueda decir que estamos dando la vara.

Este es un monólogo atípico. Un monólogo de Luis Riera, que también lo interpreta, y que dirige Luis Flor. Un monólogo de vindicación de una forma de comportarse. Aunque pase desapercibido. Si alguien cree que estoy en el abismo que lo comparta conmigo y me rescate. Pero no es así. Días de vino y rosas. No es una adicción, es acto social, ¡hipócritas!

El autor e intérprete nos muestra otra cara. No es la del desvalido que pretende salir del hoyo. No es la de la persona que tendrá que dormir en un banco del parque, no es la del indigente que pide una moneda para comer y, en realidad, es para beber. No es la del horror de quedarse a la intemperie porque a uno lo echan de casa. Es la sombría sombra de hipocresía que se cierne sobre lo políticamente correcto. En Nuestro Reino no caben las puestas melancólicas de sol ni el lamento de un mundo que no nos pertenece. Tenemos el poder y la gloria, aunque no se sepa apreciarlas.

Luis Flor dirige este monólogo de propósitos verticales, es decir, mantener la libertad y la dignidad de quien sabe que estará denigrado, desconsiderado, apartado,… por no querer uniformarse de las convenciones establecidas.

Al fin y al cabo, solo cumplo con mi cometido de ser un ciudadano aplicado en las costumbres que ensalzan el alcohol y, lo malo, es que luego me dejan solo en la estacada.

 

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