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Pinter, ¿y la familia qué tal?

Miguel Rellán y Fran Perea: «La familia es el núcleo principal de felicidad o de conflicto»

Retorno al hogar de Harold Pinter llega al Teatro Fernán Gómez, del 12 de enero al 5 de febrero, de la mano del director argentino Daniel Veronese acompañado por un reparto de lujo compuesto por Miguel Rellán, David Castillo, Fran Perea, Alfonso Lara, Juan Carlos Vellido y Silma López.

Hablamos con Miguel y Fran de la mirada irreverente del dramaturgo británico, ganador del Premio Nobel de Literatura (2005), que aborda en este texto el lado más oscuro de las relaciones familiares.

Abrís el 2023 teatral en Madrid presentando Retorno al hogar de Pinter, ¿qué vigencia tiene el texto?

Miguel Rellán: Toda, por una razón muy sencilla, el ser humano no ha cambiado nada. Seguimos siendo igual de burros. ¿Me quieres decir en qué se diferencia la guerra de Ucrania con la guerra del Peloponeso?

Fran Perea: Desgraciadamente tiene mucha, la verdad. Habla de temas como la familia o el machismo, o incluso hay algo político en el texto que me parece muy interesante. Imagino que por eso son grandes textos, porque trascienden en el espacio y en el tiempo.

 

En vuestra vida anterior a este montaje, ¿qué relación habíais mantenido con este texto?

M. R. : Es un texto que conocía, lo he visto representado aquí y por internet por actores ingleses. Es un clásico contemporáneo nada fácil aparentemente y por resumirlo, lleno de misterio. Lo que ocurre con Pinter es que nos pone un espejo delante.

F. P. : Ninguna, me había leído otras cosas de Pinter y había visto también funciones suyas, pero fíjate esta función no la había leído ni visto. Lo positivo es me he preparado el papel sin prejuicios. No he visto ningún montaje ni he visto videos, pero luego supe que lo habían interpretado Eduard Fernández y Tristán Ulloa y solo con eso me sentí doblemente feliz.

 

Pinter es un autor lleno de complejidad, ¿con qué dificultades tuvisteis que lidiar a la hora de representar vuestros papeles?

M. R. : Muchas porque creo que es un reto. Cuando termino de leer un texto que voy a representar me gusta decir: “¡Madre mía, por dónde le hinco el diente yo ahora!”.  Eso es lo bonito. Es una partitura en donde están las notas, pero no está el tono en el que hay que tocarlo. Los clásicos se denominan así porque nunca terminan de decir todo lo que tienen dentro. Por eso nunca se dejará de hacer Ricardo III, por ejemplo, porque no hay una manera definitiva.

F. P. : Es complejísimo. Ya te digo que lo que yo había leído y lo que había visto me parecía un tipo muy enrevesado que tiene este punto absurdo que aplicado al drama a veces puede no ser fácil.  Creo que nos pasó a todos, incluso Daniel Veronese, al que íbamos a preguntarle dudas y nos decía que el tampoco lo tenía claro y teníamos que ir descubriéndolas poco a poco. Son textos a los que le faltan páginas. Se le cayeron cuando fue a publicarlas y de pronto nos parece un poco extraño.

 

 

¿Qué tienen los personajes de Pinter que parece que el espectador busque alejarse de ellos?

M. R. : Porque probablemente les de terror identificarse con alguna de estas bestias. La cultura no mejora obligatoriamente al ser humano, depende de si tú quieres mejorar. Los nazis supuestamente eran personas cultivadas, que escuchaban música clásica. Estoy hasta las narices de la palabra cultura, por cierto. La cultura está desprestigiada ya. Hay que revisarlo todo.

F. P. : Sí, ¿no? Tienen esta cosa un poco refractaria. Quizás porque también te ponen espejo delante, como siempre el buen teatro, que te plantea cosas que tú te has planteado alguna vez que has tenido que negar ese pensamiento o te ves reflejado en alguna de las actitudes de los personajes.

 

¿Qué creéis que les ha ocurrido para que no sean cívicos?

M. R. : Creo que Pinter les quita la capa de cortesía. La cortesía es una manera de basar la convivencia. Imagínate que pudiéramos hablar sin filtros. Lo que ocurre es que veces estos personajes lo que piensan no es coherente con lo que hacen. Si tuvieran ese filtro, la función no existiría.

F. P. : Creo que tiene mucho que ver con la educación. Tienen unos valores muy diferentes a los míos, pero, al final, es una cuestión de educación, de dónde vienen o del espacio que intenta generar el autor. Tienen una parte política y otra social. Mi personaje bebe de su padre que es un señor que con sus primeras frases ya lo dejan en un lugar muy curioso. Es un tipo que a lo mejor nunca ha tenido muestras de amor a sus hijos y ellos proyectan lo mismo.

 

¿Creeis que Pinter es un autor que obligue al público a posicionarse?

F. P. : No lo veo especialmente así. Bueno, sí lo veo así lo veo así en el sentido de que de que te posiciona en cada momento de la función. Desde el momento en el que estás pensando que nunca me comportaría como este señor y, al rato, cambias de opinión.  Pasas de un lado a otro y eso yo creo que hace que te conmueva un poco.

 

¿Qué podríais destacar de la experiencia de trabajar a las órdenes de Daniel Veronese?

M. R. : Es la tercera vez que trabajo con él. Somos amigos. Yo le admiro y él dice que me admira a mí. Lo tengo engañado. Es maravilloso por muchas razones. En primer lugar, porque sabe mucho de teatro, es un ser humano que pasa por la vida y la vida le pasa por él. Tiene, además, una cosa maravillosa, es humilde. Cuando en algún momento hemos compartido con él que no teníamos clara una escena, nos reconocía que él tampoco. Es muy tranquilo, tiene un carácter maravilloso, muy zen. En los ensayos hay una palabra que para él no existe y es la palabra no.

F. P. : Trabajar con Daniel ha sido muy guay. Ha sido muy fluido, tiene muy buenas ideas, trabaja mucho y realmente se obsesiona con lo que hace y eso te lo transmite. Ha sido muy bonito trabajar con él. Hemos tenido todos mucha complicidad con él, nos lo hemos pasado muy bien y ahora lo echamos de menos.

 

¿Qué os ha resultado más difícil a la hora de empatizar con la psicología de esos personajes?

F. P. : Creo que lo más complicado de todo ha sido quitarle lo cotidiano, lo lógico o lo que tú harías. Además, porque en este texto en concreto no vas a encontrar nunca la lógica. Quitarte ese prejuicio te ayuda. Y en eso Daniel nos ha ayudado mucho porque lo que más trabajo nos ha costado es entender por qué se comportan así. Estar sobre un escenario y hacer una cosa sin saber por qué no es especialmente sencillo porque nosotros tendemos a hacer nuestro recorrido y si de pronto hay un salto no lo entiendes.

 

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Escena de Retorno al hogar de Harold Pinter. Foto de Omar Antuña.

 

Si no pensamos en el texto, ¿qué significado tiene para vosotros, “retornar al hogar” y la familia?

M. R. : La verdad que no he tenido que retornar mucho, más que cuando estudiaba en Sevilla y volvía en vacaciones a Marruecos. No se puede decir que sea retorno, pero he tenido suerte de tener una familia estupenda. Y me ha pasado darme cuenta de que era feliz cuando ya ha pasado el tiempo. La familia es, en general, el núcleo principal de felicidad o de conflicto. Los amigos los eliges tú, pero a tu hermano no. La prueba es la cantidad de literatura y de arte que hay en torno a los conflictos de la familia. De una familia feliz nunca se ha escrito nada. Eso sí, en todas las familias, incluso la más felices, siempre hay algo. Cuantas veces no te has sentado una mesa y te han advertido de que no se hable de política, ni de fútbol ni religión. La familia puede ser todo lo bueno que tú quieras o todo lo malo que puedas imaginar.

F. P. : No sé a quién se lo escuche y me pareció muy acertado, que el hogar, entendido como la familia, tiene su punto de ser la cuna, pero también es un poco cárcel. Es un lugar del que no puedes escapar. Inevitablemente eso me lleva a pensar en la función.

 

¿Qué vamos a ver de Fran Perea como intérprete en esta pieza que no hayamos podido ver antes?

F. P. : Buenos no sé cómo interprete, quizá el lado más árido. A mí lo que me gusta es jugar precisamente a hacer otras cosas con lo cual cuando mejor me lo paso cuando me llaman para hacer cosas que no tienen nada que ver conmigo.

 

La obra se estrenó en septiembre y ya tiene algo de rodaje, ¿qué nos podéis contar del proceso de ensayos y la recepción que ha tenido por parte del público?

F. P. : Fue muy interesante. Yo tenía muchas ganas de trabajar con Daniel. Había visto su teatro y me gustaban mucho sus propuestas. Yo había trabajado con Claudio Tolcachir que, de alguna manera, es discípulo de Daniel pues fue un proceso de ensayo muy gustoso porque empatizaba mucho conmigo dirigiendo de una manera muy fácil, dentro de que era un texto muy complejo y de que teníamos varios marrones gordos que solucionar. Nos hemos juntado un grupo de buenos profesionales y, además, buenas personas. Hemos disfrutado del proceso de ensayo y de lo que ha venido después, del estreno y de la gira.

Miguel Rellán: Está estrenada, pero hemos hecho pocas representaciones, pero, de todas formas, te adelanto que la ventaja del teatro es que nunca se termina de ensayar. La mejor representación es la siguiente. La recepción del público en general ha sido buena, pero con un cierto grado de estupefacción.  Hay gente que se queda impactados con lo que acaban de ver. Es una función que se te queda.

 

Fran, has sido hijo de Antonio Resines en una serie de ficción y ahora en el teatro de otro grande de la escena como Miguel Rellán, ¿qué relación has establecido con Miguel?

F. P. : Qué suerte tengo,  ¿eh? A Miguel ya lo conocía y es una persona muy afectuosa y fácil convivir con él. Es la persona a la que te apetece ver cuando te levantas en el hotel. Es un tipo con el que puedes tener muchos tipos de conversaciones interesantes. No tiene problemas en mostrar afecto y eso se agradece porque yo soy muy de afectos. Está siendo muy bonito. Y bueno, cuando tú te has criado viendo a estos señores en la escena y los admiras, pues da mucho gusto saber que estás admirando a alguien que merece tu admiración.

 

Si pudierais hacer algún viaje a un pasado teatral, ¿cuál escogeríais?

M. R. : No solamente actor, a la persona más desprotegida socialmente le haces esta pregunta y te diría que en esta época. A pesar de todos lo pesares. El mundo está muy mal, pero estamos mejor que nunca. Encima a nosotros nos ha tocado en el lado bueno del mundo. Antes la gente se moría de hambre en Europa. Antes se hacían las giras en un autobús, sin aire acondicionado, a pensiones sin agua caliente…Es una época maravillosa, otra cosa es que los seres humanos seamos idiotas.

F. P. : No sé, quizás habría sido bonito en la época en la que Plaza y sus coetáneos empezaron a renovar la escena en España. Me hubiera parecido bonito, revolucionario y con un sentido muy teatral de la vida.

 

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