Aprendiendo de las plataformas audiovisuales

 

Por Pilar Almansa/@PilarGAlmansa

 

La caída de suscriptores de Netflix y su subsecuente desplome bursátil es un síntoma de una de las características más mencionadas de nuestra sociedad contemporánea: el exceso de contenido audiovisual. 2022 ofrece a los occidentales canales de televisión en abierto, Internet y redes sociales de imágenes y vídeos, plataformas de ‘streaming’ y vídeos e imágenes distribuidos a través de teléfonos móviles gracias a aplicaciones de mensajería instantánea. Estos canales se retroalimentan los unos a los otros, compartiendo en ocasiones el mismo contenido (películas y series que pueden verse en abierto y ‘streaming’, por ejemplo) o utilizando material generado en uno de los canales para nutrir el otro (grabaciones de móviles en telediarios o documentales, etc…). En cualquier caso, está claro que el audiovisual, la imagen mediada estática o en movimiento, es el paradigma dominante en nuestra sociedad.

 

No creo que ese paradigma esté en crisis, esto es, la comunicación audiovisual va a seguir siendo predominante durante mucho tiempo, quizá ya para siempre, por la inmediatez que permite. Pero la crisis de Netflix nos ofrece a nosotros, profesionales de la comunicación no mediada (la teatral), una oportunidad para hacer seguimiento a cómo enfrenta un modelo de negocio concreto la saturación de su propio mercado. Las coincidencias con la burbuja del off son interesantes: coste de producción del contenido más elevado que el precio de venta al consumidor, acceso gratuito a contenido de pago (cuentas compartidas en el caso de Netflix, invitaciones en el caso del teatro) y exceso de oferta. Nuestra desventaja es las artes escénicas hace mucho que dejaron de ser el paradigma comunicativo dominante. Por mucho que nos guste señalar la singularidad de la experiencia en vivo como seña de identidad, la realidad es que el teatro, el circo y la danza no ocupan un lugar significativo dentro de las opciones de contenido de la mayoría de los ciudadanos. ¡Si ya tienen bastante con la telenovela del fraude de las mascarillas, las series, las películas y Tik Tok en casa y en el móvil!

 

Si somos capaces como sector de desplazar el foco de la visión romántica de las Artes Escénicas como un ‘enfermo con una mala salud de hierro’ y las ubicamos donde verdaderamente están, creo que podemos aprender mucho de lo que va a hacer Netflix en los próximos meses. Seguramente habrá recetas imposibles de aplicar a nuestro modelo de negocio, pero tal vez, y solo tal vez, apunten hacia algún sitio que pueda ofrecer algo de luz sobre estrategias puramente empresariales para que reencontremos nuestro lugar. Porque apelar a que incluyan las artes en el currículo académico de secundaria está bien, pero llevamos pidiéndolo cuarenta años y no ha ocurrido; pedir más subvenciones también está bien, pero a menos que entre un político con visión de futuro en las instituciones (y ningún poder fáctico le impida tomar decisiones de calado), es complicado que el presupuesto para Cultura se incremente significativamente. Sigamos peleando por el lado institucional, pero aprendamos a ser creativos empresarialmente. Es lo que hay.