Arranco estas líneas con 168 millones de visualizaciones en YouTube de la Music Sessions #53 de Shakira y BZRP. No puedo saber hasta dónde llegará el ‘hype’ por el hit de la colombiana, pero seguro que, lean cuando lean esto, recordarán la primera vez que escucharon el célebre “perdón que te sal-pique” y pensaron (como creo que pensamos todos) “Pero… ¿qué %&$# es esto?”.

Ríos de tinta se han vertido sobre esta canción. Feministas, anticapis, ‘team’ Shakira, ‘team’ Piqué, qué pasa con sus hijos… No he leído todo lo que se ha escrito, pero sí mucho, y creo que de lo único que no se ha hablado es, precisamente, de ese momento, sí, ese preciso instante en el que, por primera vez, Shakira nos salpica. Porque lo que ocurre en Sessions #53 toca, engancha, sorprende, irrita, indigna, entusiasma… Es la tercera canción que Shakira dedica a su ruptura, y Monotonía o Te felicito no fueron tema de conversación internacional. Sessions #53 tiene algo distinto, y nosotros, que nos dedicamos al teatro, deberíamos identificarlo rápidamente. Esta canción tiene verdad.

Es una verdad con juegos de palabras (algunos mejores que otros), mucha guasa (hay que ser muy chula para hacer esa pausa) y ‘spot on’ con algo que hemos pensado muchas tras una ruptura: que el hombre que se va, lo hace porque le queda grande la mujer. No conviertes un ‘single’ en sustancia de análisis periodístico y tema de conversación popular si no has dado en el clavo con una verdad universal.

Vayamos ahora a la parte industrial, que es la que nos interesa. Con Sessions #53, Shakira ha tenido la suerte de que su productora, Sony, y la de Bizarrap (Dale Play), hayan dado el visto bueno al tema. Alguien que toma decisiones habrá entendido lo que tenía entre manos: seguro que la primera vez que lo escuchó también quedó salpicado y decidió arriesgarse. Sí: todos son millonarios, pero una canción tan explícita y con tanta rabia podría perfectamente haber sido vetada.

¡Cuánta falta nos hace salpicar en el teatro! Nada tiene que ver la industria musical con las escénicas puras. Jugamos a otro juego económico. Es normal que los productores sean conservadores en sus inversiones: cada espectáculo consiste en levantar un negocio de la nada, con un retorno de la inversión muy bajo y a muy largo plazo, y con apenas garantías de cubrir costes a menos que se cuente con coproducción pública o un cabeza de cartel que llene teatros. Pero… al final, esto va de salpicar. La estructura que da visibilidad y recursos al contenido tiene que atreverse a salpicar. Quizá, para revitalizar toda esta industria habría que atreverse a ser explícitos, más guasones, con menos remilgos… Se hace mucho más dinero salpicando, porque ahí es donde está la verdad, y el público lo nota.

Acabo estas líneas con 172 millones de visualizaciones de Sessions #53. Para hacer dinero, hay que salpicar. Que se lo digan a Shakira.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí