Foto de portada: MarcosGpunto

 

Durante la pandemia y el confinamiento aprendió a calmar la angustia mientras manipulaba módulos de cartón, piezas de color marrón en las que fue abriendo huecos como se abrían esas ventanas y balcones a las ocho de la tarde, pero también como espacios que iluminaban toda esa incertidumbre individual y colectiva. Tiempo después, esos ladrillos de cartón se convirtieron en material escénico y en disparadores de imaginación en un proyecto llamado Ciudades, una trilogía en torno a un paisaje real de casas y tejados y calles y parques, pero también sobre ese otro espacio imaginario que construye al mismo tiempo quien observa y escucha desde el patio de butacas, en este caso, niños y niñas.

Patricia Ruz, bailarina, coreógrafa y directora de escena, estrenó hace un año Arquitecturas en movimiento, primera pieza de esta trilogía para un público infantil, una joyita delicada en la que convivían la danza, la instalación y la música, en la que compartía escenario con el intérprete Nacho Bilbao. Tras su paso por el Festival El Petit de Sabadell, la segunda entrega del proyecto, titulada Paisajes en construcción, llega el próximo 17 de marzo al Teatro Pradillo, dentro de la programación de Teatralia, acompañada en escena por el actor Alberto Romera. Dice Ruz que esta es una pieza igual de poética pero más contemplativa, dirigida a niñas y niños más pequeños, a los que propone un viaje desde el afuera hacia el interior, desde las calles de un barrio hasta la habitación de una casa, un viaje en el que también está presente la idea de diversidad que encarna Romera, actor y bailarín con síndrome de Down e intérprete habitual de compañías como El Pont Flotant. En común con la primera, la sensibilidad y el respeto hacia un público que luego no escribirá en Twitter si la dramaturgia y la puesta en escena han estado o no a la altura de sus expectativas, pero que probablemente abandonará la sala sin ningún miramiento si lo que sucede en el escenario no le interesa.

 

Patricia Ruz, la curranta discreta de la danza y la belleza imperfecta en Madrid
Patricia Ruz y Alberto Romera en una escena de Ciudades. Foto MarcosGpunto

 

Este no es el único proyecto en el que trabaja Patricia Ruz, que de tan discreta, de tan curranta, de tan hiperactiva y de tan pionera sin vanagloria, es, en sí misma, una rareza entre tanto ego y tanto estreno de-la-mejor-o-peor-obra-del-año con su correspondiente titular clickbait, no vaya a ser que no nos lea nadie. La artista también trabaja estos días en la dramaturgia y dirección escénica del espectáculo Puerto alegría de la cantante flamenca Maui de Utrera, al mismo tiempo que participa en el proceso de creación de La vida es sueño (Auto Sacramental) de Los números imaginarios, compañía liderada por Carlos Tuñón, de cuyo Ensamble es miembro desde hace años. La obra se estrenará en mayo en el Teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y Patricia Ruz, que forma parte del reparto junto a Jesús Barranco, Nacho Sánchez, Gon Ramos o Luis Sorolla, explica que “en esta fase del proceso estamos trabajando el verso, pero también la sombra y el movimiento, investigando sobre distintas prácticas en torno al rito y la instalación”.

 

ADIÓS CASTAÑUELAS, HOLA DIVERSIDAD

Patricia Ruz estudió danza española en el conservatorio y empezó a bailar en aquellas fiestas en las que lo mismo la contrataba un empresario del ladrillo que una panda de italianos flipados con el flamenco. Pasó las pruebas para entrar en la compañía del maestro José Granero y, una vez allí, descubrió que aquel sitio no era lo suyo y la castañuela, tampoco. Eran los 90 y Ruz aterrizará en la compañía de Clara Ramona, una bailarina y coreógrafa estadounidense de origen filipino que combinaba el flamenco con elementos de la danza contemporánea y con la que actuará en los primeros teatros, en espectáculos como Carmina Burana y La consagración de la primavera. En esa época, volverá a estudiar: Educación Musical en la universidad y artes escénicas con Juan Carlos Corazza o David Ojeda, a quien conoce en un curso de la Fundación Psico Ballet de Maite León, dedicada a la formación de artistas con y sin diversidad funcional. En 1995, Ojeda crea una compañía de danza y teatro inclusiva llamada El Tinglao, a la que Ruz se incorpora un año después y con la que gana en 2000 el segundo premio y el Premio Especial del Jurado del Certamen Coreográfico de Madrid con A piel de pies. Es la primera vez que una pieza con intérpretes con diversidad obtiene esa distinción en la historia del certamen. Ruz permanecerá en El Tinglao hasta 2003, pero seguirá trabajando con intérpretes con discapacidad en una época que recuerda como “un camino lleno de piedras y perseverancia”, en la que apenas existían compañías o circuitos que dieran cabida a esa creación que ella construirá “desde el canon de la imperfección y esa belleza de lo que, aparentemente, no encaja”.

 

Patricia Ruz, la curranta discreta de la danza y la belleza imperfecta en Madrid
Patricia Ruz y Alberto Romera en Ciudades. Foto MarcosGpunto.

 

En estos más de 25 años de carrera, Ruz no solo ha trabajado en torno a la infancia y la diversidad, también ha firmado la coreografía de videoclips de artistas como Jorge Drexler, ha hecho cabaret, piezas sonoras, ha trabajado con la ya desaparecida Arrieritos de Teresa Nieto, ha creado piezas tan insólitas como Kapow, en la que construía una dramaturgia a partir de una tirada de I Ching junto al actor Alberto Jiménez o ha diseñado durante diez años un programa educativo en el Museo Reina Sofía, junto a artistas como Tania Arias o Mastretta, con piezas de música y danza contemporánea en torno a la obras de la colección. Y ha conseguido que varios conventos de clausura abran sus puertas para acoger una performance creada junto a Tomi Ojeda y su gran cómplice desde los años 90, Jesús Barranco, con los que comparte el proyecto Modo de visitar conventos, que nació en 2017 con el estreno de un itinerario místico y performático en el convento de carmelitas de San José de Toro, Zamora. “Me siento bien en lo raro, pero es que todo es raro y diverso”, dice Patricia.

 

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