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Micomicón (de memoria y compromiso social)

«Nosotros valoramos la compañía por encima de todo»

 

La compañía Micomicón recupera, a través de Rif (de piojos y gas mostaza), un episodio nacional que supuso el detonante de nuestra historia contemporánea. Música, variedades y humor ácido envuelven este texto firmado por Mariano Llorente y Laila Ripoll, quien además lo dirige, que podremos ver en el Teatro Valle-Inclán del 10 de diciembre al 30 de enero del 2022. 

Laila y Mariano son el alma de la compañía Micomicón, una de nuestras compañías políticamente más comprometidas que, a través de un lenguaje cabaretero y mordaz, nos habla sobre uno de los acontecimientos más desconocidos e innecesariamente sangrientos de nuestra historia contemporánea.

 

 

Nuestra historia reciente, esa gran desconocida

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada: Luz Soria

 

Micomicón acaba de cumplir 30 años de existencia, Laila y Mariano, habladme un poco sobre los orígenes de la compañía. ¿Con qué vocación nace?

Mariano Lorente: Nació del germen de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la joven, de la primera joven, la que hizo Marsillach. Ahí se conocieron Juanjo Artero, José Luis Patiño y Laila. Unos meses después entré yo, porque no estaba en ese elenco. Micomicón nació con una clara vocación de hacer clásicos.

 

Laila Ripoll: Eso es, de hacer clásicos, de destrozarlos, de ponerlos del revés. De utilizar los textos como material dramático y no arqueológico. De romper con una manera de hacer que no tenía nada de ver con la tradición. Ahora es muy común que la gente de veintitantos años haga clásicos, pero cuando nosotros comenzamos era como una marcianada. Luego de ahí, como una cosa natural, pasamos a hacer textos nuestros.

 

Alternáis textos propios con textos clásicos. En este sentido, si establecemos un paralelismo con el mundo de la danza, donde se dice que, para poder abordar otros tipos de estilos, hay que pasar primero por el clásico, ¿creéis que sucede lo mismo con el teatro?

L. R.: Eso es. Hay que pasar por ahí, romperlos y recuperar también. Nos creemos que los clásicos es lo que se hacía en el siglo XIX, pero no, es que en los clásicos ya se trabajaba a tres bandas, no había telón, rompían la cuarta pared permanentemente, mezclaban géneros. Es un teatro muy moderno en muchas cosas, te ensaña mucho, es muy exigente, hay mucho de convención. El trabajar en verso te hace valorar el ritmo, la musicalidad. Yo creo que es la mejor escuela.

M. L.: Esa valoración que has hecho se puede trasladar a muchas cosas, por ejemplo, a la pintura. No se puede hacer pintura sin haberte bebido a Goya o a Velázquez. Los clásicos nos enseñan mucho de estructura, de personaje, de ritmos, de rupturas.

 

Ahora estáis en el CDN, y Laila además dirigiendo el Fernán Gómez, pero Micomicón viene de hacer camino a través de los certámenes y de las salas alternativas.

L. R.: Y ahora estamos en el CDN, pero mañana igual estamos en Nave 73, es lo que tiene una compañía ¡Y es maravilloso! Una compañía es eso, tener la suerte de poder estar aquí manejando un gran presupuesto y tener un elenco grande, pero el verano pasado estábamos haciendo bolos de Una humilde propuesta con Mariano solo llevando las cosas en el coche. Eso es una compañía. Hoy aquí estamos de maravilla, pero también estamos de maravilla en otros lugares más pequeños.

M. L.: Este espectáculo igual no lo hubiéramos podido abordar sin la cobertura del CDN, hubiéramos muerto en el intento, porque no tenemos capacidad económica ni infraestructura para llevarlo a cabo. Pero si no hubiera sido este, hubiéramos hecho otros bien felices. De hecho para nosotros Cuarta Pared ha sido, y es, muy importante, lo que pasa que ahora vamos menos porque hay que dejar paso a otras generaciones. Igual que la sala Triángulo en su día nos dio muchísima cobertura, o Ensayo 100, la Pradillo… Hemos pasado por todas. Ahí hemos sido muy felices y hay que reivindicarlo, y volveremos a ello sin duda.

 

Micomicón (de memoria y compromiso social) en Madrid
Escena de Rif (de piojos y gas mostaza) de la compañía Micomicón. Foto de Luz Soria.

 

Habéis crecido en paralelo a los diferentes movimientos teatrales que han ido surgiendo a lo largo de estas tres décadas, ¿cómo sobrevive una compañía a los cambios de tendencia?

L. R.: Pues haciendo las cosas que nos apetecía hacer y contando lo que quieres contar. Intentando no arrastrarte por nada.

M. L.: Y aceptando las influencias con toda naturalidad y los brazos abiertos. Por ejemplo, somos Zaranderos hasta la muerte. Luego nosotros es verdad que somos mucho más políticos que La Zaranda, ellos son pura poesía, pero somos zaranderos porque hay una esencia de ellos que nos vuelve locos, luego vamos por otro lado.

L. R.: Son cosas que te van cayendo, pero que no sabes de dónde. No es pensar “voy a hacer esto a la manera de…”. No, hago lo que quiero y luego van apareciendo por muchos sitios las cosas que te han ido calando. Al principio, cuando comenzamos con los clásicos queríamos ser del clan Donnellan y Cheek by jowl. Queríamos hacer como ellos con Shakespeare. O del Piccolo. Después esas cosas te calan, se quedan ahí y se transforman en otra cosa. Lo importante en nuestro caso es hacer lo que nos conmueve, lo que nos irrita… contar las historias que queremos contar.

 

Ahí es donde entra la vertiente más política que comentáis. Porque Micomicón tiene un marcado compromiso con los derechos humanos.

M. L.: Pero sin caer en el documental, nosotros somos muy teatreros. Lo que hacemos es un teatro político con mucha ideología, lo que pasa que convertido en un juego teatral porque si no, seríamos insoportables. Viviendo las historias que hemos vivido en nuestro país y lo que vivieron nuestros abuelos, hay una esencia ahí que nos hace pensar en términos muy políticos.

L. R.: Y no solo en nuestro país, si echas un vistazo a la historia contemporánea, te estremeces. Realmente son las historias que te sobrecogen y las que te apetece contar.

 

Y ahí es donde nos encontramos con propuestas como Rif (De piojos y gas mostaza), ¿de dónde nace la idea de contar esta historia?

L. R.: Llegamos a Rif por muchos lados, porque es historia contemporánea, porque el origen de todo lo que va a venir después. Es que parece que nacimos todos ayer y que las cosas son así porque sí y creo que lo importante es averiguar el origen, no sé si el porqué, pero si el plantear una serie de preguntas y empezar a rascar para saber de dónde vienen ciertas cosas y de dónde venimos nosotros como sociedad. Es importantísimo porque cuando empiezas a rascar te das cuenta de lo poquísimo que sabes y eso llama mucho la atención porque algo tan importante como fueron las Guerras de Marruecos y en concreto la del Rif que yo no lo estudié en el colegio ni en el instituto. Pero fue el origen de todo, no se puede entender la historia contemporánea de nuestro país sin irse ahí. Cuando empiezas a leer y a mirar te asombra descubrir lo poco que sabemos. ¡Es que es la historia del Siglo XX de España!

M. L.: Del año 9 al 27 que acaba la campaña, mueren 25 mil soldados españoles, chavales de 18 años que sacaban de su pueblo sin saber leer y escribir. Eso solo la parte española porque de la parte de los Rifeños no lo saben ni ellos ¡Y todo con la excusa de civilizar a los salvajes! ¿Este país se podía permitir ese dolor? ¿y ese despilfarro? Este país, que tenía las Hurdes y las Batuecas, que tenía tantas regiones desabastecidas y deprimidas, ¿podía permitirse este despilfarro económico? Lo importante es analizar eso, ¿quiénes estaban interesados en estar allí? ¿quiénes lo azuzaban y quienes lo padecían? Porque de esa cuestión viene todo lo demás, la dictadura de Primo de Rivera, la de Berenguer, la segunda República y los 40 años de dictadura, todo está ahí.

L.R.: No podemos analizar lo que está pasando hoy sin todo lo que pasó anteriormente. Esta reivindicación de la ignorancia es algo que me aterra. Estamos reivindicando que hay que ser ignorantes, que la gente no tiene que tener ni idea de historia contemporánea. Yo no quiero un país así.

M.L.: Parece que este país nació en el 78 con todos amigos y todo para olvidar. Además que, si lo cuestionas, parece que eres un Bolchevique. Somos esencialmente demócratas, claro que lo somos, por eso mismo hay que cuestionarse todo.

 

Cuando hablamos del colonialismo español, todos tendemos a mirar siglos atrás, pero tan solo hace un siglo que seguíamos enfangados en ello y posiblemente muchas personas desconozcan que seguimos arrastrándolo.

L.R.: Sí, la gente se queda en el s. XVI, pero es que lo hemos tenido hasta los años 70. Es que ahí está también Guinea Ecuatorial, que estamos con ello, posiblemente sea nuestro nuevo proyecto. Como dramaturgos hay mucho que contar. La responsabilidad como potencia colonizadora, mientras estamos entretenidos hablando con Cristóbal Colón, no hablamos de cosas que son mucho más recientes.

 

Y todo eso, pasado por el espíritu Micomicón, ¿cómo se verá sobre el escenario?

L.R.: Volvemos otra vez, que nos encanta, al mundo del cabaret, las variedades y, sobre todo, al mundo del cine. Tiene mucho que ver con esas barracas de feria que había en el sur y en Melilla, esos que lo mismo te salía una señora cantando que un señor vestido de Raquel Meller, que te proyectaban una película. Ese es el punto de partida de todo. Y por otro lado esos chavales que salían de pueblos deprimidos que no sabían leer ni nada, que no habían visto nada del mundo, les metían en un barco y les enviaban a Melilla sin instrucción ni nada y les ponía “a matar moros”. Esas son las dos historias que se cruzan ahí.

 

Micomicón (de memoria y compromiso social) en Madrid
El actor Mariano Llorente en un momento de Rif (de piojos y gas mostaza). Foto de Luz Soria

 

Quizá uno de los sellos que definen la personalidad de Micomicón, además del compromiso, es esa mirada donde siempre hay lugar para el humor.

M. L.: Eso nos sale casi sin querer. Yo creo que es que, como nos duele, la mezcla del dolor y el humor, nos hace que salga el sarcasmo. Muchas veces te encuentras cosas tan ridículas e injustas que te ponen de mal humor, entonces no te queda otra que reírte de ellas. Por ejemplo, siempre hablaban de la masculinidad, de tener los cojones encima de la mesa, se les llenaba la boca de eso. Todo era “por huevos” “por cojones”, pero ¡por favor! ¿Por huevos tenemos que ir a morir o a matar? Y no exageramos, es una esencia casi ideológica con eso. ¡Cómo no vamos a reírnos de esto ahora!

L. R.: Hay una anécdota de cuando Primo de Rivera tenía intención de ir abandonando el protectorado poco a poco, evidentemente eso a los militares africanistas no les gustaba nada ¡y a la legión menos! Franco, como jefe de la legión, invitó  a una comida a Primo de Rivera con toda la legión en Melilla y el menú era muy sutil: De primero eran huevos, huevos de segundo, huevos de postre… ¡todo huevos! A ver si lo pillaba. Ahí Primo de Rivera comenzó a darse cuenta que, como saliera a ver la posibilidad de abandonar el protectorado, iba a haber un golpe de estado, se le iban a amotinar. Era así de burdo todo. O el general Silvestre que fue el que de alguna manera provocó el Desastre Anual, decía que él tenía tres testículos. Era ese rollo de la testosterona que era tan ridículo… y eso da un juego en escena…

M. L.: Eso mezclado con el ver a estos chavales que eran nuestros hijos… es que esa mezcla nos sale natural.

L. R.: Hay muchísimo material gráfico y ves a los críos con unas caritas, te estremecen…

M. L.: No sabían ni manejar las armas que eran de la Primera Guerra Mundial y ni siquiera estaban calibradas, les estallaban en las manos. Iban por esos barrancos, esos desfiladeros… Caían como moscas. Si lo piensas, es una pesadilla.

 

Este mes coincidís en la cartelera madrileña muchas compañías históricas, ¿por qué es algo tan inusual?

L. R.: Yo creo que los que estamos, somos supervivientes. Hemos ido cayendo como moscas. Cualquier compañía de cualquier comunidad tiene su circuito, nosotros para entrar en Madrid sudamos tinta. Morboria es la primera vez que van a estar en Madrid haciendo temporada y llevan más tiempo que nosotros, eso da mucho qué pensar. Los teatros han estado de espaldas a las compañías madrileñas hasta hace muy poquito que se están abriendo. Ahora se está poniendo en valor una manera de trabajar que no se ponía.

M. L.- A partir de Gerardo Vera se abrió más todo. Nosotros en los años 90 era impensable que uno de nuestros textos entrara en el CDN.

L. R.: Con Gerardo hubo un antes y un después para con las mujeres, ¡fíjate de lo que estamos hablando! Fue la primera vez que se programaron dramaturgas, ¡que manda cojones! Y con las compañías y la gente de compañías Gerardo dio una vuelta de tuerca. Él fue quien metió en el María Guerrero a Rodrigo García y a Angélica Liddell.

 

¿Cómo es posible que compañías con la trayectoria que tenéis vosotros o Morboria, ya que los mencionáis, os cueste hacer temporada?

L. R.: Debe ser que no trabajamos con cabezas de cartel y no se valora el trabajo de las compañías. Hay otros sitios donde sí, determinados teatros de España donde te miman, te cuidan mucho, pero claro, el problema de los bolos es que hay muchos menos que antes. Antes podías vivir de ellos, pero ahora son esporádicos. La gente necesita cierta continuidad para poder comer. Eso es letal para cualquier equipo. Y a los actores les obliga a dedicarse a otras cosas porque no pueden vivir de esto.

M. L.: Nos preguntan por nuestros elencos, que quiénes van a estar y les decimos que nuestros actores de la compañía, y ahí se tuerce el gesto… Hay ahí unas dificultades espantosas. Pero es que no podemos llevar una figura en el cartel; primero porque no, porque no encajan, es un espectáculo muy coral, muy de transformación. ¿Y qué pasa si contratamos a alguien que va a tener mucho tirón de público y a los dos meses se marcha porque le ha salido una película? Entonces, ¿ya no van a querer ese espectáculo? ¿Ese era el valor que se nos daba? ¿el del nombre? Nosotros valoramos la compañía por encima de todo.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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