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Madre de azúcar, ¿tengo derecho a elegir?

“Parece que el cuerpo de la mujer, cuando decides gestar, pasa a ser de la comunidad”

 

El Centro Dramático Nacional inicia la temporada presentando Madre de azúcar -del 23 de septiembre al 9 de octubre-. Una creación de Clàudia Cedó, dramaturga y directora catalana de la que ya pudimos ver Como una perra en un descampado, que vuelve sobre el tema de la maternidad, esta vez invitándonos a reflexionar sobre cómo trata la sociedad a las personas con diversidad funcional que se plantean tener hijos.

Conversamos con la creadora de este espectáculo que ya ha tenido un exitoso recorrido por el circuito teatral catalán, en el que participa Escenaris Especials, un proyecto con el que la autora está fuertemente vinculada.

 

 

Clàudia Cedó presenta Madre de azúcar en el CDN

 

 

Por José Antonio Alba

Foto de portada: May Zircus

 

¿Cómo es volver a Madrid después del éxito de Como una perra en un descampado?

Es una maravilla. Para los que hacemos teatro en Barcelona ir a Madrid es la fiesta, y más con esta producción de Madre de azúcar con la que hemos hecho tanta familia. Es muy bonito volver a Madrid, te sientes muy querido, hay mucho cariño. Pero también hay nervios por ver cómo se recibe porque son públicos muy diferentes. No sé decir las diferencias, pero se nota algo. A veces pasa que espectáculos que en Barcelona han ido muy bien, en Madrid no, o al revés, es una incógnita.

 

En esta ocasión presentas este texto, Madre de azúcar, que estrenaste la temporada pasada en el Teatre Nacional de Catalunya.

Es un texto que hemos estado creando durante dos años y medio. Lo he escrito con la ayuda de las voces incorporadas de las actrices y actores con diversidad funcional que participan en el espectáculo. Hablamos mucho e hicimos impros, así se escribió. Hicimos una temporada en el TNC que funcionó súper bien, fue una sorpresa porque llenamos cada día, la gente acababa de pie. Estábamos todos como abrumados por la emoción. Incluso prorrogamos y vendimos todo antes de arrancar las nuevas funciones. Después vino la gira en la que hemos hecho muchos bolos. Ha sido todo muy emocionante.

 

En esta producción has contado con Escenaris Especials, un equipo muy importante dentro de tu desarrollo como creadora.

Es un proyecto que empezamos en el 2006. Empezamos en Banyoles. Yo estudié psicología y comencé a trabajar en dos centros, uno para personas que estaban superando la drogadicción y otro para personas que tienen autismo. Como yo hago teatro desde que tengo 10 años y dirigía a compañías de aquí, pensé en hacer teatro con estas personas que había conocido en los centros. Empezamos con dos grupos y a la larga se han ido añadiendo más. En el equipo están también Anna del Barrio, Berta Camps, Marta Iglesias y más profesores.

 

¿Desde dónde nace la necesidad de contar la historia de Madre de azúcar?

En las clases me di cuenta que siempre salía el tema de la maternidad. En los ejercicios de improvisación siempre había alguna alumna que hacía de mujer embarazada, o que tenía una hija, o hacían de una familia. Comenzamos a hablar con ellas si se habían planteado la maternidad y, a partir de ahí, pensamos en qué pasaría si una mujer que tiene diversidad física o discapacidad psíquica, que vive en el piso de una fundación, decide quedarse embarazada y tener un hijo. Entrevistamos a trabajadores del ámbito social y personas que tienen discapacidad y han sido madres o padres, recogimos todos estos testimonios, y el de las propias actrices que participaban en la obra, y escribimos el texto.

Aparentemente parece un tema residual, ¿a quién le va a interesar si no tienes discapacidad? Bueno, pues no es así, porque al final lo concreto es universal. Es una lucha de derechos contra la injusticia como la que pueda vivir cualquier otra persona, puedes empatizar perfectamente. El deseo de ser madre y tener dificultades para poder serlo, que también te puedes encontrar con ello sin tener discapacidad.

 

<i>Madre de azúcar</i>, ¿tengo derecho a elegir? en Madrid
Clàudia Cedó, autora y directora de Madre de azúcar. Foto cortesía del CDN.

 

Es un tema que va más allá de la propia barrera de la discapacidad, parece que el hecho de decidir ser madre ya te sitúa en un lugar de cuestionamiento dentro de la sociedad.

Totalmente, estar expuesta a la opinión de los demás, cuando has decidido ser madre, es algo que yo misma estoy sufriendo. Parece que el cuerpo de la mujer, cuando ha decidido gestar y vivir un embarazo, pasa a ser de la comunidad y todo el mundo puede opinar sobre asuntos como si tienes que dar el pecho o no. Mientras lo escribía me quedé embarazada y tuve la niña y ahí también están todas mis dudas: ¿Sabré hacerlo bien? ¿Y si cuando lo tenga no tengo el instinto ese que dicen? ¿Y si me arrepiento? Tienes un montón de dudas y la única diferencia es que cuando yo las verbalizaba, mi entorno me decía que lo haría muy bien y cuando lo hace Andrea, la protagonista de la función, hay dudas sobre sus capacidades como madre. Ahí está la tragedia de la obra, su batalla.

 

Hablas de tragedia, ¿ese el tono en el que está escrita la obra?

Creo que es comedia, hay mucha comedia, pero hay momentos en los que en realidad estamos haciendo una tragedia, estamos haciendo como Antígona, porque nos dimos cuenta de que era una mujer contra el poder establecido, un poder patriarcal que está muy bien encarnado en nuestra obra por Iván Benet que representa todo el status quo que lucha por institucionalizar a todas estas personas, que pone dinero para protegerlas, pero no para que tengan libertad. Todo esto es como un armatoste súper gigante que ella tiene que mover y que es muy difícil porque es ella sola y está dentro del piso titulado y es muy difícil hacer cambios. Pero yo pienso que también tiene mucho humor, igual pasaba en ‘La perra’, hay muchos momentos en los que la gente se parte de risa.

 

Me gustaría que hablaras sobre el término “Madre de azúcar” porque has conjugado el tema de la obra, la maternidad, con ‘ser de sucre’ una expresión muy catalana que en castellano no se conoce. 

De hecho, hemos tenido muchas dudas de cómo traducir el título porque no hay una expresión en castellano que diga exactamente esto, o no la hemos encontrado, y decidimos traducirlo tal cual. “Ser de azúcar” es cuando tú eres pequeño y tu hermana mayor te lleva a jugar con sus amigas y dice “Cuidado con Clàudia, no le tiréis la pelota muy fuerte porque es de azúcar”. Es un término para proteger a los niños más pequeños o más débiles o lo que fuera. Lo que viene a decir es que, aunque participabas en el juego, si te meten un gol, no cuenta, pero si lo metes tú, tampoco. No pierdes, pero tampoco ganas; así que no cuentas demasiado ahí. Esto en la obra viene a decir que, con las personas con discapacidad, socialmente, el valor de la protección es más importante que el de la libertad.

 

Es un poco un término de doble filo porque, en principio, despierta ternura por el cuidado, pero a la vez esa sobreprotección te anula como persona.

Sí, es un término envenenado. Yo también he tenido que luchar contra este sentimiento en esta producción porque tiendes a sobreproteger y preocuparte. Tiendes a procurar que no sufran, pero es que no sufrir es no vivir. Por ejemplo, pensando: “¿Y si Andrea va a un casting, se ilusiona y no la cogen?” Bueno, pues le pasará como a cualquier otra actriz que se ilusiona.

 

En alguna ocasión has dicho que con Madre de azúcar huyes de la etiqueta de teatro social que se suele utilizar cuando se trabaja con actores y actrices con diversidad funcional.

Es que es una etiqueta un poco rara. ¿Qué no es social? ¿Qué teatro no es social? Al final el teatro va sobre las relaciones humanas, de por qué tomamos ciertas decisiones.

 

<i>Madre de azúcar</i>, ¿tengo derecho a elegir? en Madrid
Elenco al completo de Madre de azúcar. ©May Zircus

 

Has mencionado que antes de dedicarte al teatro trabajaste como psicóloga, ¿de qué manera ha influido en tu manera de trabajar?

Creo que, tanto los psicólogos como los dramaturgos, nos interesamos en el comportamiento humano, en por qué tomamos ciertas decisiones, cómo se llega a ciertos lugares, comprender los entresijos de por qué las personas reaccionamos como lo hacemos. Y los directores también son muy psicólogos.  Simplemente es tener en cuenta la sensibilidad de la persona que tienes delante, que no es una máquina. Cada actor y actriz tiene una manera diferente de entender esto del teatro y con cada uno de ellos forjas una relación y una manera diferente de enfocar las cosas.

 

En alguna ocasión, hablando de la manera de escribir, has dicho que “nuestra responsabilidad es ser conscientes del lugar desde donde escribimos”, ¿eso aplica también a nuestra forma de mirar como público?

Pues me parece una pregunta muy interesante porque es una cuestión que siempre me cargo en mis espaldas y nunca había pensado en el público. Para mí es la piedra con la que tropiezo desde hace muchos años. Cada espectador está donde está y ha vivido lo que ha vivido, entonces, no puedes controlar qué público vas a tener y cómo va a reaccionar a lo que tú escribas y desde dónde lo va a leer. Me acuerdo que en Como una perra en un descampado vinieron a verla unas personas que eran del Opus y después de la obra vinieron y me dijeron que la obra les había encantado. De repente me di cuenta que la obra era provida y fue como un terror para mí, era una obra en la que no se decía nada en contra del aborto, porque yo no estoy en contra del aborto, pero estaba la encarnación del ser que aún no había nacido que a esas personas les venía muy bien para su discurso, pero claro, eso no lo podemos controlar.

 

Al final los textos están al servicio de quien va a verlo y cada cual lo maneja y lo coloca en el lugar que le conviene, a favor o en contra. El autor pierde todo control.

Y pienso que lo interesante es eso, perder ese control. El teatro es una expresión de una cosa que, en un determinado momento, unas personas quieren decir. Lo otro es que tiene que ser incontrolable, si no, estaría haciendo una pancarta de cómo convencer a la gente y yo no quiero eso.

 

<i>Madre de azúcar</i>, ¿tengo derecho a elegir? en Madrid
Escena de Madre de azúcar. . ©May Zircus

 

¿En qué te inspiras o qué te mueve para escribir? ¿Qué cuestiones te asaltan a la hora de escribir?

Yo puedo escribir de todo, sobre un tema que no es mi batalla. Pero, ¿qué responsabilidad tengo sobre lo que escribo, sobre las luchas que estoy representando en el escenario? Tengo muchas dudas sobre esto. Ahora he escrito una obra para el Teatre Lliure que se llama Síndrome de gel que va sobre los refugiados. Me lo plantearon y tuve muchas dudas si podía escribirla, pero a la vez era un tema que me toca mucho, que me duele profundamente y cada vez que leo algo me afectaba mucho y pensé que si me afectaba tanto era porque algo tenía que contar sobre esto, pero a la vez pensaba que no había vivido nada parecido. Al final me sentí con la necesidad de encontrar un compañero como Mohamad Bitari para escribirla a cuatro manos y eso me ayudó mucho, porque aprendí un montón y sentí que lo que hacíamos tenía más sentido. Pero no siempre tiene que ser esa la solución. Hay que ser consciente de saber dónde se está y desde dónde se escribe, yo soy una mujer blanca nacida aquí, que tengo el dinero que tengo, y este es mi lugar del mundo, desde el que escribo, y a partir de aquí me relaciono con el material que tengo, con la inquietud que tenga en ese momento, documentarme mucho, hablar con todos los que puedas y seguir la intuición.

 

Madre de azúcar además cuenta con una especie de spin-off: Els àngels no tenen fills.

Sí, es verdad. Habla precisamente de esto que decíamos, que a veces vemos a las personas con diversidad funcional como ángeles, totalmente asexuados. Es teatro documental verbatim. Toda la dramaturgia está hecha a partir de entrevistas.

 

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