Ya nos contaba Lluís Homar, cuando entró como Director Artístico de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que su intención era tender puentes entre los autores clásicos y los contemporáneos, establecer diálogos que descubrieran al público diferentes ángulos desde los que mirar al Siglo de Oro. Esto de lo que nos hablaba es lo que ahora se ha materializado con la llegada de Esta primavera fugitiva, título que nace de uno de los sonetos de El príncipe constante y que ha servido a Alberto Conejero para crear “una pieza paisaje”, tal y como él la denomina, que podrá verse ¡tan solo! durante cinco días en el Teatro de la Comedia.

 

Un Conejero nuevo, loco, ingenuo

 

Por José Antonio Alba

Foto de portada Sergio Parra

 

La casualidad, la alquimia del destino o un simple juego de autoficción inspirado en la admiración por los versos de Calderón, no sabemos cuánto hay de qué dentro de Esta primavera fugitiva, el caso es que uno se adentra en este juego teatral ideado por Alberto Conejero, junto a Susi Sánchez y José Troncoso, con el convencimiento de estar asistiendo al cierre de un círculo íntimo, casi mágico. Un juego del destino en el que Calderón, al escribir El príncipe constante, se convirtió en responsable indirecto de la identidad del propio Conejero, y no solo como autor; una cabriola fortuita que abre una especie de agujero de gusano en medio de la escena para conseguir que tres universos rompan el espacio-tiempo, provocando que Calderón y el Siglo de Oro, la mítica puesta en escena de El príncipe constante de Grotowski, protagonizada por Ryszard Cieslak, y la mili en Ceuta del padre de Alberto, confluyan, dialoguen y se conviertan en vasos comunicantes que se dan sentido entre ellas como hechos inevitables e indivisibles; ese vínculo que sobrevuela con insistencia en las dramaturgias de este autor que, por primera vez  -y él dice que última- comparte escenario con sus actores.

 

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Un momento de ‘Esta primavera fugitiva’ con Alberto Conejero, Susi Sánchez y José Troncoso. Foto Sergio Parra

“El texto como tal es un collagenos desvelaba Conejero en la presentación-, es una experiencia nueva para mí. Eran materiales textuales para un dispositivo por encontrar” que, gracias a la magia de las interpretaciones de Susi Sánchez y José Troncoso, que actúan casi de médiums en este acto catártico, dejándose poseer por cuantos personajes, reales o ficticios, van siendo invocados por el autor, nos lleva a transitar por un camino en el que Alberto salda cuentas familiares, se ríe de sí mismo con muchísimo humor desprejuiciado, como pocas veces le hemos visto hacer en escena. «Vamos a encontrar un Conejero nuevo, loco e ingenuo, es feliz verle así», dicen sus actores y a la vez nos desvela heridas y anhelos, no solo suyos, también de Calderón, de Fernando, de Muley, de Cieslak, del hecho teatral en general, y todo ello con una agilidad saltarina, refrescante y didáctica, repleta de voces, preñada de datos sorprendentes, conmovedores, que nos invitan a mirar desde los ojos curiosos de su autor esta amalgama de situaciones que conforman un diálogo – ¡otra vez el vínculo! – con El príncipe constante. “Ha sido muy importante el no saber, como un niño que no comprende del todo el juego, pero que se entrega”.

Alberto dice que hacer algo con Calderón “es como suspirar en una catedral”, y del respeto a esa grandeza, esto es lo que le ha salido, algo delicado y lleno de desnudez, en todos los sentidos, que ha arrastrado consigo aquello que habita en lo más profundo para que, al tocar el exterior, respire libertad y ligereza de espíritu; un suspiro que, al salir de la sala, continúa reverberando en el espectador impregnado de la grandeza de lo sorpresivo y lo fortuito.