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Los frutos del trabajo bien hecho

«Es una obra que habla de ser libres haciendo lo correcto»

 

Celia Nadal es la mitad de Perigallo Teatro. La otra mitad es Javier Manzanera. Ambos conforman esta compañía que tras triunfar en el circuito independiente con Cabezas de cartel, ahora saltan al Teatro Infanta Isabel con este montaje (Ganador del Premio Godoff 2022) que nos sumerge de lleno en el proceso creativo de una pequeña compañía de teatro… Y ambos nos hablan de su trayectoria y de esta obra, autorreferencial a más no poder.

 

 

Cabezas de cartel, de Perigallo Teatro

 

 

Por Sergio Díaz

Foto de portada: Cabezas de cartel. ©Chuchi Guerra

 

De todas las acepciones que tiene la palabra Perigallo en el diccionario, ¿cuál es la que define a vuestra compañía?

En Murcia, que es nuestra tierra, el perigallo es una escalerilla de tres patas que se apoya en el árbol para alcanzar el fruto. También antiguamente, las compañías de teatro llevaban un perigallo para colgar los focos. Este doble sentido nos pareció mágico, inspirador, y nos conectaba de alguna manera con nuestra raíz.

 

 

¿Cómo nace Perigallo Teatro y con qué objetivo?

Nació el día que los dos nos miramos a los ojos en el Mercado de San Miguel y decidimos soñar juntos, arriesgándonos a escribir sobre lo que nos levantaba el piso con el objetivo de llevarlo a las tablas.

 

¿Cuál fue vuestra formación artística?

Los dos nos licenciamos en la ESAD de Murcia pero en diferentes promociones. La vida no quiso que nos encontráramos hasta que estuvimos en Madrid ya de pleno, trabajando. Después de la ESAD, ninguno de los dos se especializó en una línea. Más bien hemos ido picoteando de diferentes fuentes dentro y fuera de España para formarnos.

 

En vuestra primera producción Háztelo mirar decís que os rompisteis los piños en la caída. ¿Fue tan duro ese comienzo?

La obra hablaba de lanzarse a lo que te entusiasma. Y sí, lo hicimos y nos rompimos los piños. Llegó la crisis de 2008, se cayeron todos los bolos y estuvimos pagando esa producción al banco durante muchos años. Además nos atrevimos con una función para 4 actores, un músico y 2 técnicos en gira. Fue estrepitoso y a lo grande (risas). Esto también cuenta como formación.

 

Pero eso no os detuvo y seguisteis adelante. ¿De dónde venía esa ilusión?

De la pura necesidad, del amor, de la inconsciencia… vete a saber.  El caso es que nos dimos cuenta de que, el fracaso no necesariamente te mata. Lo cierto es que se juntó la debacle de Háztelo Mirar con que tuvimos que dejar la casa donde vivíamos en Madrid, y directamente empezamos a escribir La Mudanza, que fue la obra que nos puso a volar como compañía.

 

 

Luego han llegado cuatro producciones más. ¿Cuál es el nexo de unión entre cada una de ellas? Eso que os define como compañía…

No sabemos bien qué responder a esto porque definirse a uno mismo es, probablemente, faltar a la verdad. No somos una sola cosa. Aunque algunos dicen que nuestras obras, siendo diferentes entre sí, resultan comedias con ‘recao’. Eso hasta el momento, porque de aquí en adelante… a saber. Nos gustan las sorpresas.

 

Ahora os podemos ver en Madrid de nuevo con Cabezas de cartel. ¿Es la obra que ha cambiado un poco vuestra trayectoria?

Un poco sí porque es la obra con la que hemos podido entrar en un teatro comercial de Madrid, que no es moco de pavo. Aunque nuestra trayectoria la cambian un poco todas porque afortunadamente, a día de hoy, seguimos girando con las cuatro. Y la trayectoria de una compañía se marca bolo a bolo. Nunca sabes quién está mirando.

 

Todas vuestras obras nacen de los temas que os mueven, pero ¿es Cabezas de cartel vuestro trabajo más personal?

Es difícil contestar a esto porque nos pasa como cuando ves a Robert De Niro y a Al Pacino: Si estás con uno te olvidas del otro, y si aparece Marlon Brando te olvidas de los dos. En este caso, las cuatro están impregnadas de nuestro caos. Es posible que Cabezas de cartel, por ser los personajes una versión ‘estirada’ de nosotros mismos, ahonde más en lo personal… pero ahí, ahí.

 

Es una obra autorreferencial al fin y al cabo en la que hay buenas dosis de crítica y autocrítica al mundo del teatro. ¿Qué aspectos no os gustan de esta profesión?

Más que de la profesión, que es la más bonita del mundo, podemos hablar de aspectos nuestros que no nos gustan dentro de la profesión como la falta de empatía, la rivalidad, la envidia o su contraria la schadenfreude (alegría por los males del otro) la falta de autocrítica… En algún momento hemos sentido todas estas cosas en nuestras propias carnes y ya damos buena cuenta de ello en Cabezas de cartel. El teatro nos salva. Al fin y al cabo, el primero en revolucionarse con una obra es el que la crea. Luego, con suerte, la mirada que esté en la misma frecuencia.

 

Es una obra que aborda los principios éticos dentro del trabajo creativo. ¿Sentís que os mantenéis fieles a esos principios marcados en vuestros comienzos o habéis dejado algo en el camino para llegar hasta aquí?

Todos somos muy fácilmente corruptibles. Es un hecho. Y a la que te despistas tocas el fondo de los reptiles. A veces sin darte cuenta, otras dándote poca cuenta y otras tantas no echándole cuentas. La corrupción tiene sus diferentes grados y nadie está a salvo. Por eso hay que prestar atención, mantener el pulso. Y defender una función que habla de ser libres haciendo lo correcto, nos obliga a mantenerlo, una y otra vez. Por coherencia, vaya.

 

¿Se puede ser enteramente libres en una sociedad como la nuestra?

Tennessee Williams decía que escribir le hacía libre, y si lo dice Tennessee Williams ¿qué vamos a decir nosotros? A escribir se ha dicho.

 

A pesar de que el verdadero alimento sea el amor por lo que hacéis, ¿qué significó para vosotros recibir el Premio Godoff 2022 y otros reconocimientos que os han otorgado?

Un premio es un cañón de luz que te colocan para ser visto. O por lo menos para eso debería ser. El Premio Godoff, sin ir más lejos, nos ha hecho visibles para entrar en el Infanta Isabel, un nuevo territorio. Así que, por vuestra parte, objetivo cumplido y enhorabuena. Gracias, gracias, gracias. Pero además de proyección, un reconocimiento da lo que se podría llamar… ‘gustete’. Que se pasa pronto, sí, pero ‘gustete’. Sabemos de lo que estamos hablando, ¿no?

 

Siendo una compañía de provincias, ¿cómo habéis vivido el acceso a los circuitos teatrales de Madrid?

Afortunadamente Madrid es una ciudad abierta a la producción nacional y eso hace que gane la calidad por encima de la endogamia. Aunque Perigallo tenga su sede en Castilla y León nosotros, como hemos dicho, somos murcianos y hemos vivido casi toda nuestra vida adulta en Madrid, cuyo circuito nos ha acogido desde el principio. Complicado marcar fronteras.

 

Cuando habéis venido anteriormente a Madrid lo hacíais en Teatro Lagrada. ¿Cómo de importante son estos pequeños espacios independientes para poder mostrar vuestros trabajos?

Son fundamentales. Con teatreros como Miguel Torres (impulsor de Lagrada), que no va de nada, comprometido e inasequible al desaliento, la esperanza de ‘ser visto’ se renueva cada vez y las bases se fortalecen, así que larga vida a Lagrada.

 

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Habéis estado en el Teatro Lara, ahora en el Teatro Infanta Isabel que también cumplen una importante labor en la muestra escénica. ¿Es llegar a esos teatros más ‘comerciales’ (con lo que eso signifique) un fin?

Esperemos que no, porque si se acaba aquí… (risas). No, en serio, aunque suene a lugar común, en este oficio no se llega a ningún sitio, se pasa por los sitios. A veces con más glorias, a veces con menos, pero sin duda, pasar por el Lara o por el Infanta, que son como dices más ‘comerciales’, con una obra que defiende el teatro como templo y no como mercado, les honra, y dice mucho de su buena intención para mantener el frágil equilibrio entre calidad y viabilidad. Un buen ejemplo a seguir.

 

¿Y hay diferencias significativas entre mostrar vuestro trabajo en un espacio o en otro?

Cuando ponemos el pie en escena vamos a muerte. Al final una cámara negra es una cámara negra estés donde estés. Lo que sí hay son diferencias de repercusión, claramente; por lo que los espacios significan para el público general y profesional.

 

Sois compañeros de trabajo y también en la vida, ¿cómo gestionáis esas distintas energías?

Sobre la marcha y sin darnos por hecho. Es difícil, sí, pero engancha.

 

Y a la hora de crear, ¿cómo es vuestro proceso creativo?

De dos o tres años por obra. Cuando estrenamos una nos quedamos secos. Luego, en algún momento y cruzando los dedos, empieza a chispear y ponemos el cazo. Cuando rebosa y ya no podemos evitarlo, nos ponemos a escribir sin saber bien cómo se hace. Al final es una cuestión de confiar para dar el salto. A partir de ahí pasamos el texto a la gente cercana, al equipo, recibimos devoluciones y sugerencias, hablamos mucho en diferentes contextos y seguimos escribiendo. Cuando la obra tiene cierto cuerpo comenzamos los ensayos y con el director terminamos de perfilar el texto. Aunque realmente de perfilar nunca se termina. El próximo 11 de noviembre hará once años que estrenamos La Mudanza y esta sigue creciendo en cada bolo. Igual que las otras. Es lo que hay.

 

Tenéis 5 espectáculo en vuestra trayectoria en las que el texto y las interpretaciones son vuestras pero la dirección es externa a la compañía. ¿Es necesaria esa mirada externa para que la producción tome otra dimensión?

Es conveniente y en muchos casos imprescindible teniendo en cuenta que todo lo que hacemos, de últimas, es para subirnos al escenario a jugar; y sin la figura del director, tener un ojo fuera y otro dentro te puede provocar un estrabismo creativo que te quite las ganas de juego, que es lo peor para la actuación. Por otro lado, como actores, nos pone muchísimo que esa mirada externa nos saque de la zona de confort. Nos gusta debatir y pelear los puntos de vista hasta que la ficha caiga por consenso, no por competencias. Esto es lo que esperamos de un director. En el caso de Cabezas de cartel, Luis Felpeto ha resultado una mirada imprescindible.

 

¿Os veis siendo ‘cabeza de cartel’ de aquí en adelante?

Lograr convertirse en cabeza de cartel haciendo únicamente teatro, pasa poco. Y cuando pasa suele corresponderse con la calidad. Si es por ella que el público viene a vernos en masa ¡sea! Que aunque hemos atravesado muchas veces el gélido invierno… nos gustan las plazas calenticas.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

 

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