Por Pablo Iglesias Simón / @piglesiassimon

 

Igort, pseudónimo de Igor Tuveri, es un artista italiano polifacético que, sobre todo, es conocido como autor de cómics y, especialmente, de los cuatro cuadernos que dedica a Ucrania, Rusia y Japón (editados en Salamandra Graphic).

 

Todos ellos tienen en común su composición en forma de collage, que yuxtapone  episodios aparentemente inconexos, su interés por indagar en el presente para desvelar las huellas del pasado o la mirada propia del foráneo que le permite, a través de la incomprensión, la fascinación y la extrañeza, descubrir lo que lo cotidiano oculta a los ojos de sus protagonistas.

 

En el caso de los dos primeros que escribió, los Cuadernos ucranianos: memorias de los tiempos de la URSS y los Cuadernos rusos: la guerra olvidada del Cáucaso, quizás debido a la crudeza de los temas tratados, adopta un tono cercano a lo periodístico, donde abunda un intento de análisis objetivo, valiéndose de entrevistas a los testigos de los hechos. Este acercamiento impersonal, centrado en los otros, le permite afrontar la difícil tarea de enfrentarse a la terrible hambruna, provocada por el régimen soviético contra la población en lo que se conoció como el holodomor, el holocausto ucraniano de los años treinta, donde por medio de la carestía se condenó a varios millones de personas a morir de inanición o a devorarse los unas a las otras. También, en el caso del segundo de los cuadernos, le da fuerzas para contar los sucesos que rodearon el asesinato de la periodista y activista, Anna Politkóvskaya, quien denunció las atrocidades cometidas en Chechenia.

 

En los cuadernos japoneses cambia completamente el tono, apropiándose la primera persona del relato, inundándolo de sus experiencias subjetivas y adoptando un tempo sosegado. En Cuadernos japoneses: un viaje por el imperio de los signos nos habla de su primera larga estancia, en calidad de dibujante de la editorial Kodansha, en la que queda fascinado por las bellezas de este país y exhausto por los rigores del duro trabajo de dibujante en la industria del manga. En Cuadernos japoneses: el vagabundo del manga rememora una visita posterior donde, casi en calidad de turista accidental, se permite deambular para entregarse al deleite de la soledad y al elogio de lo efímero y lo imperfecto, que tanto extrañan al forastero. Así, fascinado por una sociedad enraizada en su pasado y, al tiempo, sumergida en un caótico presente ultratecnológico, moviéndose entre el caos ruidoso y abrumador de Tokio y el reposo de los paisajes rurales, Igort nos permitirá acompañarle en su odisea “en busca del misterio que se oculta en el silencio”.