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Lidia Rodríguez busca los ‘Pasos perdidos’

“Hasta en la peor situación encuentras héroes

que luchan por hacer de su vida algo digno”

 

Al frente de la compañía Teatro en el Aire desde 2002, la creadora chilena lleva desarrollando desde entonces un trabajo basado en el teatro sensorial y la poética del rito. Pasos perdidos, con las migraciones de fondo, habla de la fortaleza interna del ser humano frente a lo doloroso. Experiencia que se vive desde el mismo instante en que el espectador accede a la sala, en la que los actores y actrices de la compañía Teatro en el Aire te llevan de la mano por un viaje tan sobrecogedor como lleno de esperanza en el ser humano. Además de Pasos perdidos, que se podrá vivir en Nave 73 hasta el 30 de noviembre, la compañía volverá a La Juan Gallery en diciembre con su espectáculo de celebración de la vida y la muerte La Cantina

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

¿Qué es Pasos perdidos?

Pasos perdidos pretende ser una pieza de inmersión, una experiencia sensorial donde te encuentras navegando hacia un destino incierto. En esa navegación, intérpretes y público nos diluimos, todos estamos dentro del juego. Es una invitación a explorar juntos esos paisajes internos de zozobra que todos tenemos. En este caso, yo pongo el acento en esas miles de personas que están todavía en un éxodo interminable, migrantes forzados que han sido expulsados de sus ciudades, de sus tierras, por diversos motivos. Esta obra nace de intentar trasladar esa experiencia extrema a nosotros, que vivimos en la opulencia, en el confort, y creo que la forma pasa por buscar en nosotros el lado más oscuro que todos tenemos. Todos necesitamos un lugar donde aportar nuestros talentos, construir nuestra propia utopía y buscarla, nuestra Ítaca. Me interesaba poder generar este reflejo para humanizarnos más, para conectar con esa esencia que esta muy viva en nosotros, aunque en algunos más escondida que en otros. Se trata de aceptar que venimos de lo mismo, que todos somos héroes de nuestra propia navegación.

Viktor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, desarrolla algo que me impactó mucho, esa idea de que el ser humano tiene una capacidad interna de sobrellevar el dolor más brutal, porque tiene un sentido profundo de la existencia. Cuando perdemos ese sentido te rindes, no hay futuro. Pero hasta en la peor situación -y lo vi en el campo de refugiados sirios que visité en Libano- hay héroes que luchan cada día y que intentan hacer de su vida algo digno. Y son capaces de ofrecerte todo lo que tienen, de acogerte, de reírse contigo, de tomar el té y hablar… Esa resiliencia a mí me impactó mucho.

 

¿Cómo fue lo de poder visitar un campo de refugiados?

Todos mis trabajos nacen un poco de mi propio proceso personal y terapéutico. Yo estaba pasando por un momento de desierto, de pérdida profunda, ese momento en el que te paras y te preguntas: ¿adónde vas? Tienes un personaje, pero sientes que te lo quieres sacar de encima, que ya no sirve. Entré en una especie de zozobra, en sentir que estaba en tierra de nadie, lo cual me llevó a escribir Pasos perdidos, a construir la pieza, o más bien al impulso de generar esta sensación de que estamos perdidos, de que no sabemos para dónde vamos. Yo también soy emigrada, soy chilena y me vine a España, eso está en mí, en mi epidermis; mi primer trabajo se llamaba El viaje de nadie, el primer trabajo firmado por Teatro en el Aire, en 2002. Y casi 20 años después llegó este momento de Pasos perdidos, este momento de zozobra de Lidia.

Cuando hicimos la gira, que fue muy bien, salió esta oportunidad de ir a los campos de refugiados sirios: hicimos un crowfunding, invitamos a 3 mujeres para que hicieran también una labor artística allí de colaboración, para dar voz a los sin nada: Concha Fernández hizo un documental; Mireia Puntí hizo un reportaje fotográfico, yo hice talleres para niños y mujeres, registré el trabajo, y claro, fue como reafirmar, una reafirmación de la necesidad profunda que tenemos todos de eso, de ser aceptados en la comunidad y de aportar tus talentos a la comunidad. Eso está en todo, en todas las religiones, en todas las razas, en todas las personas del mundo. Esa necesidad mía personal se reproducía en todos y para mí era muy importante poder crear una pieza que hablara de esa colectividad, porque en el fondo ese dolor me pertenece a mí también, esa sopa que compartimos en el rito, es una sopa que no lleva nada prácticamente, pero se comparte con la comunidad. Aquí comemos todos, igual que hacemos mi madre, tú y yo cuando llegan amigos a casa a cenar, hay lo que hay y si son restos, pues comemos restos todos, no es lo más importante. Es como volver a unos valores fundamentales que existen en nosotros y en nosotras, están, no hay que forzarlos. Fue muy poderoso.

Entonces ahora, en Pasos perdidos, hay unas fotografías, primeros planos, retratos, que están hechos por Mireia, que están colocados en este cuadrilátero que hacemos en escena, y están estos ojos que están mirando, que son personas de los campos: te dicen «esto es verdad, esto es real, esto existe en el mundo». Yo siento que es un trabajo necesario, porque además es un trabajo en el que no estás fuera como espectador, no es un trabajo amoroso tampoco, es amoroso porque lo he hecho yo y no sé trabajar ni contar sin amor, pero te pone en una situación ciertamente compleja, y hacemos teatro sensorial, o sea que colocamos un sello a la entrada, te damos una manta, todo es muy inquietante, hay mucho movimiento para activar la sensación de estar perdido. La gente sale muy conmovida, porque en el fondo la intención no es decir pobrecitos, es que, a otro nivel, eso me pasa o me puede pasar a mí, yo he estado en esa zozobra. Esta es la idea, cómo poder conectarnos con esa humanidad que compartimos.

 

Lidia Rodríguez busca los 'Pasos perdidos' en Madrid

 

¿Qué legitimidad tenemos nosotros, desde el primer mundo? ¿Hasta qué punto tenemos derecho o no a intentar ponernos en esa tesitura? ¿Es frívolo? ¿Es una falta de respeto?

Yo lo conecto con lo que yo llamo el camino del héroe. En mis talleres partimos de un repaso autobiográfico, vivencial, en el que haces un recopilatorio de tu propio tránsito, y en ese tránsito te das cuenta de que todos tenemos pozos negros y que en esos pozos negros hay un valor interno que ha conseguido que salgas del pozo. Luego puedes estar más o menos sostenido por otra gente, por tus vínculos, por tu red, pero existe un valor dentro de cada ser humano que te impulsa a seguir, no queda otra. Cuando conectas con esa humanidad que hay en ti conectas con la del otro y desde ahí se puede empezar. Hay que ver al otro, mirarlo, lo decimos a través de un cuento africano al principio de la obra que habla precisamente de eso, del mirar, lo que ves en los demás independientemente de la raza, la religión, el color, la procedencia… ves lo que hay, que es una persona trabajadora, que es un buen padre, una buena madre, un buen hijo, que tiene miedo…

 

¿Y qué pasa cuando dejamos de ver? ¿Qué pasa cuando asumimos visiones impuestas desde fuera, manifiestamente inhumanas? Porque Europa está expulsando a la gente…

Porque siente que es un peligro, porque lo desconocido genera sensación de peligro. Pasos perdidos parte de la regla básica de mirarte en el reflejo del otro y a partir de ahí nace la experiencia. Cuando sentamos al público en el cuadrado de sillas, después de tenerlos andando un rato sin rumbo, es cuando contamos esta historia y les invitamos a ver, a mirar más allá de lo que ves en el físico, más allá de las ropas harapientas. En los campos de refugiados viven médicos, periodistas, deportistas, maestros, empresarios, gente como tú y como yo que han visto morir a sus hijos, que han visto cómo reventaban su casa, que han tenido que salir por patas. Pero es gente que está creando nuevos nichos, el empresario sigue siendo empresario en el campo y monta una tienda de mierda y vende cositas a los refugiados. Antes tenía un Mercedes en Siria y ahora es el rico del campamento. Y el obrero sigue trabajando y la señora que cose sigue haciendo lo que sabe. Cuando te encuentras con esa capacidad de resiliencia, esa capacidad de sobrellevar el dolor, dices… todos tenemos esto, todos somos capaces. Y el juego que establece la obra es ese, es entrar a mirar y que se te vayan cayendo los prejuicios. Y al final estás sobrecogido, pero más que por ellos, por ti mismo, por lo que te pasa a ti.

 

Lidia Rodríguez busca los 'Pasos perdidos' en Madrid
Imagen del espectáculo La Cantina, que Lidia dirige al frente de Teatro en el Aire y que se podrá ver durante el mes de diciembre en La Juan Gallery
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