Tras 41 años se estrena una zarzuela completamente nueva, Policías y ladrones, de Tomás Marco con libreto de Álvaro del Amo. Llega al Teatro de la Zarzuela, encargado de hacerla realidad, bajo la dirección de escena de Carme Portaceli y dirección musical de José Ramón Encinar. Estará del 18 al 27 de noviembre.

 

La más pura esencia de la zarzuela, pero con el lenguaje de hoy

 

Por Redacción

Fotos: Javier del Real. Ensayo general de ‘Policías y ladrones’. Teatro de la Zarzuela, abril de 2018

 

Si nada lo impide, por fin llegará esta semana al Teatro de la Zarzuela Policías y ladrones. Tras su cancelación en abril de 2018 debido a la huelga de los trabajadores de la institución y en 2020 por la pandemia, esta zarzuela de nueva composición, escrita por Tomás Marco y Álvaro del Amo, es una producción encargada en 2016 por Paolo Pinamonti (director por entonces del Teatro de la Zarzuela). El título llega bajo la dirección de escena de Carme Portaceli y la dirección musical de José Ramón Encinar y contiene una bella y conceptual escenografía de Montse Amenós iluminada con enorme sensibilidad por Pedro Yagüe, vestuario realista de Antonio Belart y la muy efectiva coreografía de Ferran Carvajal.

 

 

El elenco

Las obras polimusicales como Policías y ladrones, tan exigentes, requieren de unas voces especiales y precisas que den todas las garantías que demanda la partitura. Y el reparto que asumirá el reto cumple con creces los requisitos, con el barítono César San Martín, el bajo Miguel Ángel Arias, la soprano Alba Chantar, el tenor César Arrieta y la mezzosoprano María Hinojosa en los principales roles. Los cantantes estarán acompañados en el escenario por el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, así como por los actores David Fernández «Fabu», Ana Vélez, Luis Pérez Sierra, Juan Matute, Hugo Huerta, Carlos Cañas y Armen Boricó.

 

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Zarzuela contemporánea

Estamos ante una Zarzuela Contemporánea, como los propios autores han convenido nombrarla, que el dramaturgo Álvaro del Amo ha escrito para hacernos reír y a la vez poder distanciarnos de ciertos comportamientos que nos hacen daño como seres humanos; todo esto aparece encajado en las situaciones cómicas del texto y arropado de música contemporánea de muy altos vuelos deviniendo al final en un sueño teatral, en un espacio mecanizado que pretende reflejar el poder del acontecer de la vida, del paso de la historia como una espiral en la que las situaciones avanzan en paralelo y se repiten una y otra vez. Y se repiten sin remedio aun conscientes de los errores. Y se repiten.

Tomás Marco destaca, por su parte, que la música y el libreto se fueron escribiendo de forma simultánea y que, por tanto, en ningún caso uno partió del otro sino que crecieron y culminaron como una única materia. También señala que, como en la zarzuela tradicional, “la obra se refiere a un tema de actualidad (la corrupción), en cierta medida crítico, en parte desarrollado de forma humorística y en parte dramática y que pretende ser, evidentemente no igual que la zarzuela que se hacía en el XIX o principios del XX, pero sí el equivalente de lo que esta podría ser hoy día”.

Otro rasgo definitorio de la zarzuela que también se da en ‘Policías y ladrones’: la obra está dividida en números musicales cerrados. Desplegará una enorme mezcla de estilos -pasajes tonales, atonales, modales, microtonales, bruitistas o, incluso, algún ritmo habanero- que representan a la perfección su carácter contemporáneo, pero siempre cumpliendo con los esquemas del género zarzuelístico.

Con Policías y ladrones vuelve por tanto la más pura esencia de la zarzuela, pero con el lenguaje de hoy. Y lo hace 41 años después del estreno de Fuenteovejuna (1981), de Moreno Buendía, con el fin, como decimos, de actualizar en cierta forma el género.

 

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Hablar de la corrupción

Esta zarzuela también subirá a escena temas muy ligados a la actualidad de nuestro país como la corrupción, la impunidad de los quebrantan las reglas de juego, las puertas giratorias de la política o la manipulación de la verdad a la que los medios de comunicación dan cabida. La intención era abordarlos como “una farsa peculiar, sin la gravedad de una crítica demoledora, con el desparpajo y la ligereza de un argumento cuya intriga incorpora la tensión del ‘suspense’ en un despliegue de tipos, figuras, lances hipotéticos y absurdos verosímiles”, en palabras del compositor Tomás Marco. Con un tono tragicómico escorado hacia el sarcástico escepticismo, según Portaceli, el relato será “como una especie de expiación, vamos a ver si, mediante la ironía, mediante un lenguaje escénico que nos permita representar el horror de esta historia, como un fuego en la noche de San Juan, conseguimos crear distancia con eso que nos pesa como una losa y nos avergüenza cada día: la corrupción”.

La trama, que se beneficia de un efectivo dispositivo escenográfico circular y giratorio, se centra en un político detenido por un escándalo de corrupción que ingresa en la cárcel. Mientras duda si tirar de la manta o no, su hijo regresa enamorado de su beca Erasmus en Italia: allí ha conocido a una chica que, casualmente, es la hija del policía que ha puesto en prisión a su padre.

 

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