Llega al Teatro Español una nueva creación de La Zaranda, La batalla de los ausentes, protagonizada por Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez. Una sátira que se lanza a mostrarnos a tres sobrevivientes de una batalla quijotesca que luchan contra el olvido, atravesados por la fe, la esperanza y el poder. 

Hablamos con el alma de la compañía: Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda, para descubrir más sobre esta pieza y su forma de dialogar con el teatro.

 

 

El teatro forma parte de la vida y la vida forma parte del teatro

 

 

 

Por Javier López

Foto de portada: Víctor Iglesias

 

Que La Zaranda lleve más de cuarenta años en activo no es casualidad. Al igual que tampoco es casual que todos sus integrantes desde el inicio sigan en ella. Desde Jerez hasta el mundo porque, aunque empezaron su trayectoria en Andalucía -de donde toman símbolos e imágenes folclóricas para empezar a crear- ya han recorrido mucha España y mucho mundo haciendo un teatro que no se entiende, un teatro inestable, basado en metáforas constantes de sus propias vidas.

La batalla de los ausentes cuenta la historia de tres protagonistas atravesados por la fe y el poder, que se resisten a ser derrotados por el olvido en un contexto de pesimismo, tristeza y duda. Eusebio Calonge, su dramaturgo, a pesar de la larga trayectoria del grupo, reconoce que “es un acercamiento a un teatro que no habíamos hecho antes, lo satírico, la farsa… un humor que está lleno de tintes absurdos”.

Esta obra dejará cuestiones abiertas, como casi siempre hace La Zaranda, pero será una pieza en la que el espectador se sentirá identificado. “Nuestras creaciones son de difícil encaje, pero esta obra tiene un trasfondo donde aparece la realidad con mucha intensidad, no la actualidad, sino el hecho real del hombre dominado por unos poderes establecidos”. Sobre si este texto es político, él reconoce que sí. “Es político, pero no ideológico, lo que rodea al poder es tan ridículo y demencial, que solo se puede explicar a través del teatro. Lo principal es la estrategia que hace el poder a través de la memoria, el cómo utilízala memoria la historia a su capricho y según le convenga a quien esté arriba”.

 

El teatro y los personajes no pertenecen a ningún lugar

Paco de la Zaranda, actor y director, reconoce la dificultad de levantar un proyecto cuando el grupo se queda solo y no tienen actores externos que puedan refrescar el trabajo. Sin embargo, esta vez, tras la pandemia, las ganas de volver a comunicar en los escenarios eran mayores que nunca. “Hemos hecho varias funciones donde agradecemos mucho que los personajes entren dentro de nosotros y seamos solamente el instrumento donde ellos viven. Pero cada función es un mundo, y en cada trabajo nosotros volvemos a empezar. No sirve de nada lo que hayas aprendido o si la función anterior ha sido buena o mala. Cada bolo es una nueva oportunidad de vida para esos personajes”.

 

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Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez en La batalla de los ausentes de La Zaranda. Foto de Víctor Iglesias.

 

Pero por si algo destaca este grupo andaluz, es por la confianza y la seguridad de trabajar codo con codo con los mismos compañeros durante tantos años. “Conocemos nuestras claves a la hora de crear y sabemos que es fundamental estar perdido para poder encontrarse. Sabemos perdernos porque nos hemos educado así y es la única manera de que aparezca lo que verdaderamente va a sostener la obra”.
Respecto a actuar y dirigir a la vez, Paco de la Zaranda admite que ni él mismo sabe cómo lo hace. “Hay momentos donde estoy fuera y momentos donde estoy dentro y cuando lo veo oportuno entro dentro del juego. Si hubiera un secreto, quizá, es que me olvido del director para luego empezar con el actor, y por último me olvido también del actor para llegar a ser el personaje. Eso es lo importante, el hecho teatral. Al final desaparece todo: el autor, el director, los actores, incluso el público, que se convierten en comulgantes”.

Casi como un guiño a Fernando Fernán Gómez, pasaron de llamarse Teatro inestable de Andalucía la Baja a Teatro inestable de ninguna parte, curioso cuando han recorrido tantos escenarios por todo el mundo. “Los personajes y el teatro no pertenecen a ningún lugar, porque yo como actor nací en Jerez, y ahora como actor vivo en Madrid. El personaje vive en el espacio de tiempo que le corresponde a la función y la función se da en cualquier parte. El teatro que hacemos es de ninguna parte, no tiene geografía”.

Varias creaciones de La Zaranda han pasado por Europa, incluso han llegado a Japón. Paco reconoce que este último sitio fue una experiencia privilegiada porque su teatro funcionó en una cultura completamente diferente. Sin embargo, donde más han frecuentado sus proyectos ha sido en América. “En los primeros tiempos descubrimos que el teatro era una necesidad del espíritu y se entregaba de una forma muy distinta a aquí, también porque llegamos en un momento que, tras diez años en España, no nos conocía nadie, y allí se nos abrieron las puertas y por primera vez nos sentimos útiles”.

 

Una pelea quijotesca

Dedicarse en cuerpo y alma a este oficio hace que el teatro para La Zaranda sea una religión, porque según Eusebio “es el dominio de todas las artes en el cuerpo del actor” e, inevitablemente, si una de las constantes en su método de creación es hablar de ellos mismos, no pueden pasar por alto al propio teatro. En La batalla de los ausentes, se ponen a sí mismos en tela de juicio y reflexionan sobre ello. “Esta obra es un canto a toda la gente que comulgó con nosotros durante tantos años y que hicieron posible el milagro de La Zaranda”.

 

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Una imagen de La batalla de los ausentes de La Zaranda. Foto de Víctor Iglesias.

 

En un momento en el que vivimos rodeados de estímulos e influencias externas, donde el ocio y el teatro se han fusionado tanto y el sentimiento de compañía teatral se ha diluido, Calonge no lo da todo por perdido. “El contacto con el gran público se ha ido y esa batalla hay que volverla a ganar. Alma a alma hay que ir rescatando público, gente orientada hacia el teatro. No llenar butacas, público.”

El director y el dramaturgo denuncian ese teatro de “usar y tirar”, donde lo importante no es el hecho teatral en sí, lo que hace perder el foco de lo realmente importante. Para ellos, es esencial rescatar al público a través de la humildad y la honestidad, mostrándoles en su tiempo y dándoles el teatro como una necesidad.

Creen que, quizá “es una pelea quijotesca, pero esas peleas quijotescas, pueden mantener vivas las cosas porque a mitad de lo importante siempre está el arte”.

Más de cuarenta años subidos encima de un escenario son suficientes para que La Zaranda no se plantee cuál será su próximo montaje. Paco de la Zaranda no pretende adelantarse a nada. “La vida me viene e intento vivirla a borbotones. El teatro vendrá y yo seré obediente a lo que me vaya trayendo y entonces se le intentará dar respuestas y hablaremos de lo que, en ese momento, estamos sintiendo”.

Lo que sí está claro es que, en lo que vendrá, seguirán manteniendo un lenguaje reconocible y común basado en las devastaciones del tiempo, la rebeldía ante el mundo y el rescate de la dignidad humana. Esas pequeñas claves que cualquier persona que vea diez minutos de una obra suya, le hagan decir: “Esto es La Zaranda”.

Nadie sabe qué vendrá próximamente, ni en La Zaranda, ni el teatro, ni en la vida, pero hay una cosa que Eusebio Calonge tiene clara: “Todo esto pasará. Enterraremos a los enterradores. En el teatro necesitamos contacto constantemente y para eso no hacen falta grandes cosas. Todo empieza con un par de actores, una persona que te mire desde fuera y un texto”.

 

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