Claudio Tolcachir dirige a Daniel Grao y Carlos Serrano para narrar el destino de Alan Turing, un matemático, informático teórico, criptógrafo -entre muchas otras cosas- británico, que es considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna.

La máquina de Turing estará en cartel de la Sala Verde de los Teatros del Canal del 22 de octubre al 15 de noviembre.

 

Alan Turing, el genio que ayudó a acabar con Hitler

 

Por Marta Santiago Romero

Fotos: Elena C. Graiño

 

Se estrena La máquina de Turing, de Benoit Solès y dirigida por Claudio Tolcachir en Teatros del Canal y estará en cartel hasta el 15 de noviembre. La obra presenta una oportunidad para descubrir las vivencias de Alan Turing, proponiendo un viaje por su vida, que permaneció oculta y aplastada injustamente tras su muerte.

Muchas son las personas que han escuchado hablar de Alan Turing, pero muy pocas las que conocen la historia del hombre que está detrás de este nombre. Admirado en el ámbito científico, Alan Turing (1912-1954) fue un genio de las matemáticas, la lógica, la informática y la inteligencia artificial. Su mente brillante le permitió descifrar el código de las máquinas Enigma utilizadas por las fuerzas militares alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Su homosexualidad fue tomada como un elemento determinante para que la justicia le condenara a la castración química, olvidándose de que Turing no solo consiguió romper el código nazi en mitad de la guerra, sino que también aportó importantes avances matemáticos que sirvieron como base a la informática. Encerrado y olvidado por toda la sociedad, Turing decidió suicidarse como lo habría hecho Blancanieves: mordiendo una manzana que él mismo envenenó con cianuro. Cuarenta años después, el mundo conoció su historia con la publicación del libro The Enigma de Andrew Hodges.

 

La maquina de Turing 2
‘La maquina de Turing’. Foto: Elena C. Graiño

 

Hasta este punto la historia es conocida, el relato sobre Alan Turing como científico y como peón crucial de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial sigue siendo estudiado en el ámbito académico; sin embargo, nadie conoce lo que se esconde detrás del genio. Tratando de dar una respuesta a quién era Turing, cómo fue su vida y cómo llegó a lograr tantas cosas, Claudio Tolcachir decide ponerse en la dirección de La máquina de Turing, una obra que trata de presentar al hombre real, no al científico, tomando como referencia el texto de Breaking The Code (Hugh Whitmore). Tolcachir plantea a un Turing que se enfrenta a los espectadores: parece que llega a Teatros del Canal y se encuentra de bruces con un público al que le quiere contar cómo fue su vida hasta el momento en que decide morir. Así, Alan Turing (Daniel Grao) comienza su relato en 1952, más concretamente, la noche en que fue a la comisaría a denunciar un robo en su casa. En la comisaría no le toman en serio, pero los servicios secretos le vigilan de cerca por la gran cantidad de incógnitas que rodean a su persona.

 

En esta historia, Alan Turing intentando contar al público cómo fue su vida, lo hace de manera desordenada, con saltos en el tiempo; pero no podría ser de otra forma, porque la memoria se construye con fragmentos inconexos, saltos, vacíos, lagunas. En todos esos fragmentos aparecen distintos personajes (todos ellos interpretados por Carlos Serrano) que son determinantes en la vida del genio. Para el director fue muy conmovedor enfrentarse al reto de poner en escena la vida tan llena de sombras de Alan Turing porque descubrió una parte de él que nunca nadie le había contado: el científico era un tartamudo con síndrome de asperger que era paupérrimo en las relaciones sociales, pero brillante en la ciencia. Turing sufrió acoso toda su vida por el desprecio que recibía de la sociedad que, después de hacer uso de sus conocimientos, le abandonó e intentó borrar para siempre por ser homosexual. Representar y ver La máquina de Turing se convierte en un acto imprescindible para poder homenajear a su persona e intentar hacer justicia.

Tal y como nos afirmaba Tolcachir, se elige el teatro para tal fin porque «tiene una función de entretener, sensibilizar, aportar belleza, aportar ideas… Pero tiene otra función interesante: la de romper prejuicios, romper certezas». Así, el espectador de La máquina de Turing no solo asistirá a la representación de su vida íntima, como si de un espía se tratase, sino que se tendrá que enfrentar a cuestionamientos ineludibles para entender el verdadero sentido de la obra, que abre un debate importante: ¿está nuestro mundo actual libre de prejuicios? ¿Por qué la sociedad es injusta con las personas que son diferentes?