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La Toffana, juicio a una asesina en serie

«El maltrato puede desembocar en una violencia igual o peor»

 

El Teatro de La Abadía presenta, del 3 al 13 de noviembre, La Toffana; un thriller judicial firmado por Vanessa Montfort y dirigido por María Herrero, en el que asistiremos al juicio de la que podría denominarse como la primera ‘Madrina’ siciliana de la historia: Giulia Toffana, una ‘serial-killer’ condenada a morir en la hoguera, y ser borrada de la Historia, por atentar contra el sagrado sacramento del matrimonio creando un veneno, el agua Toffana, con el que fueron asesinados seiscientos hombres.

Su autora nos desvela las claves de una producción que le llevó a investigar en los mismísimo archivos vaticanos para conocer más a fondo sobre esta historia de la que poco se ha sabido hasta ahora, silenciada para no implicar a un sector todopoderoso de la sociedad romana de la época. Un relato trepidante, con La Inquisición de por medio, repleto de traumas, maltratos y asesinatos en masa.

 

 

Las consecuencias inesperadas de la violencia machista

 

 

Por José Antonio Alba

 

¿Cómo llega hasta a ti la historia de Giulia Toffana?

María Herrero, la directora, había estado investigando un tema de venenos para otra cosa y se encontró con el Agua Toffana, en esa época yo estaba estrenando Firmado Lejárraga, ella no me conocía de nada, se vino a ver la obra, y tomándonos el vino de después, directamente me abordó diciéndome que quería escribir una obra conmigo. Me contó la historia del veneno y comenzamos a tirar del hilo para ver de dónde venía. Buscamos gente que nos informara, nos fuimos a Roma, y encontramos más de lo que esperábamos; y eso que es muy complicado porque son los archivos vaticanos y hay que tener un permiso eclesiástico y otro civil.

 

¿Qué te sedujo de la historia de estas tres generaciones de mujeres implicadas en los hechos para aceptar embarcarte en el proyecto?

A mí siempre me ha interesado mucho cómo se genera la violencia. Encontrarme de repente con una mujer que, aunque sea un caso con sus razones, es una familia marcada porque a su madre la condenaron por matricidio, tiene un patrón de ‘serial-killer’ que no se atribuye nunca a la mujer. Se supone que la mujer mata más por impulso, que es más dada al crimen emocional, o a un crimen frío si es un caso en concreto, pero no a un asesino en serie. Y esta lo tiene porque posee un patrón concreto, mata hombres parecidos a su padre, y crea un veneno para acabar con ellos.

Pero es que esta mujer además de asesina crea una mafia de mujeres que es algo muy interesante. ¡Y encima es siciliana! El primer Padrino es una ‘Madrina’ del S. XVII (Risas) Crea una mafia, un negocio muy importante de venta piramidal, como si fuera la venta de la Thermomix o Avon, con el que es imposible llegar a ellas porque las implicadas se convierten inmediatamente en las vendedoras y las promocionadoras del veneno. Con lo cual a ellas no se llega nunca.

 

Giulia Tofanna es un personaje desconocido para la gran mayoría, ¿cómo fue el proceso de investigación y documentación? 

Es verdad que ha sido muy difícil documentarse sobre este personaje porque es imposible encontrar datos. Nadie había oído hablar de Giulia Toffana, sí del Agua Toffana, pero no de ella, lo cual es bastante sorprendente porque fue un juicio tremendamente mediático para la época. Imagínate un caso de 600 personas muertas envenenadas durante 15 años de las que no se sabía nada por que todos pensaban que había sido por muerte natural, porque el veneno estaba tan bien hecho que era indetectable. Muchos de ellos eran nobles o de familias y cargos muy importantes de la sociedad romana. No encontrar rastro es muy llamativo. He tenido que deducir muchas cosas. Las sentencias de ellas no han aparecido. Es lógico pensar que fueran condenadas al olvido, borrándolas de todos lados y que no quedara registro ni de sus nacimientos.

 

 

Al final es lo que se ha venido haciendo con las mujeres a lo largo de los siglos en diferentes circunstancias, se las destierra al olvido para bien o para mal.

Por borrar, se ha borrado lo bueno y lo malo. Parece que no ha habido asesinas mujeres. Toffana fue un personaje muy importante en la Roma de la época, por eso es sorprendente que queden tan pocos datos. O que los tengan muy protegidos.

 

Tiene que ser complicado moverte en esa fina línea que supone el intentar contar y no juzgar al personaje por sus hechos.

Por mucho que digas que la han maltratado y que tiene una causa, a mí no me corresponde juzgarla, para eso ya está el público, a mí lo que me corresponde es exponerlo. Ahí la herramienta más poderosa, y que me parecía más interesante, era que el juicio estuviera en escena. A mí me gusta mucho la estructura del drama judicial. De hecho, Firmado Lejárraga ya tenía estructura de drama judicial sin serlo. Bebo mucho de Doce hombres sin piedad, incluso de Algunos hombres buenos, en este caso. Me gusta mucho esto de que se vayan presentando pruebas y que nos lleven al pasado, las cosas que aparentemente no tienen importancia cobren importancia y nos lleven y nos traigan, y creo que eso para el público es algo que le da ritmo e intriga. En realidad, me he dado cuenta que incluso las novelas de amor que he escrito tienen siempre una estructura de thriller. Yo creo que esa estructura y tempo te sirven para contar cualquier cosa. ¡Y ya tenía ganas de una de juicios de las de verdad! (Risas)

 

¿Estamos ante una asesina en serie o una especie de vengadora de mujeres?

Hay muchísimos datos que tienen rigor histórico, pero lo que más me interesaba era la historia de ella y ver que, efectivamente, fue una especie de revolución femenina, si se puede decir así, la que ocasionó esta mujer. Sin que eso quiera decir que yo la justifique ni lo más mínimo, es un delito gravísimo, pero fue. Hubo un momento en el que la situación de la mujer fue suficientemente opresiva como para que seiscientas de ellas mordieran el anzuelo de acabar con sus maridos. Esto no es una justificación, es el móvil, es la causa que se quiere averiguar, y que cada uno juzgue.

Yo creo que al principio actuaban dando el veneno a personas que pensaban que podían tener el mismo problema que ellas, con esa justificación moral, pero es que después se les va de las manos y se dedican a facturar.

Para entender el contexto en el que actúan estas mujeres, sin que esto implique justificarlas, las romanas no se podían divorciar y la mayoría morían en el parto o por “muerte natural” en accidentes domésticos, eso quiere decir que se caían por una escalera mientras estaba bajando y se pisaba la falda, estaba limpiando un cristal y se caían por la ventana… todo eran muertes en el hogar, que la mayoría procedían del maltrato. En muchos casos los hombres volvían a casarse. Entonces, había mujeres que sentían que sus vidas peligraban, no era solo que las pegaran. En algunos casos actuarían en defensa propia.

 

Con tanta gente implicada de estratos sociales tan elevados, incluso emparentados con el Papa, les convenía silenciarlo.

De hecho, he encontrado datos que los propios cronistas de la época por distintos sitios que apuntan a que se hizo desaparecer información, que se ordenó a los propios cronistas borrar los nombres en esas declaraciones y en los juicios porque había nombres muy importantes. Era un escándalo. Después de estas tres empezaron una caza, «La caza de las seiscientas», porque encontraron un libro de registros. Aquello fue una sangría, hicieron turnos de tres turnos al día para que las dieciséis hogueras que había en Campo Di Fiori estuvieran a pleno rendimiento. Pero en esas ejecuciones masivas no hubo nobles, las que ejecutaron no tenían ningún título nobiliario. Las demás fueron condenadas a arrestos domiciliarios, en conventos e incluso algún manicomio. Lo que no se entiende es cómo es capaz de llegar a Roma e infiltrarse en la corte y convertirse en el personaje en el que se convierte. Lo tenía todo en contra. Es un personaje bastante intrigante.

 

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Escena de La Toffana.

 

Una vez que tuvisteis la historia, ¿cómo fue el proceso para llevarlo a escena?

Ha sido la primera vez que trabajo con una compañía estable en España, y ha sido fascinante. Poseen la confianza para trabajar, para improvisar, son muy inteligentes y muy juguetones. María Herrero me dio licencia para jugar, para cambiar mil veces, iba indagando, les iba planteando características de los personajes y situaciones e iba reescribiendo a la vez. Así hemos ido construyendo las escenas, hasta que ya llegó un momento en el que me encerré a escribir. Después de escribirla, hemos jugado mucho y he sometido al texto a muchos cambios. Es como hacer un cocido, que va cocinándose lentamente, ha ido madurando a su ritmo y eso hace mucho que no lo sentía.

 

De lo que cuentas se deduce que eres de las dramaturgas que prefiere un proceso creativo en equipo a vivirlo en soledad.

Mi paso por el Royal Court Theatre de Londres fue un antes y un después en mi vida, allí entras como alguien con un texto y sales dramaturga; eso quiere decir que te interesan todos los procesos de la escena y las diferentes disciplinas, tú no escribes solamente un texto, sino que escribes para una representación en concreto. Aunque luego varíen, tú te estás imaginando códigos de luz, te estás imaginando música, el movimiento, te estás imaginando las tres dimensiones, no te estás imaginando en plano como una novela. Entonces, si yo tengo la oportunidad y el director de escena así lo quiere, trabajo desde el minuto uno con las personas que lo van a ejecutar. Es que es maravilloso, todo sale mejor siempre. Para mí el dramaturgo forma parte de la compañía como los actores. Muchas veces se comete el error de dejarlo todo como en compartimentos estancos que juntas cuando ya no hay tiempo y vas acelerado con el estreno en la cabeza. Para mí el actor es un creador, no es un ejecutante, es otro nivel de creación, lo único que cada uno empieza en un momento determinado. El autor es la primera piedra, pero todos intervienen en el proceso creativo, por lo menos yo así lo siento. Aquí hemos estado juntos desde el minuto uno y creo que es algo que se nota. Luego te puede gustar la obra más o menos, pero ese trabajo se nota.

 

Háblame de lo que vamos a ver en escena cuando vayamos a ver La Toffana.

Es una obra muy difícil de ejecutar y de dirigir, tengo fama de no ponérselo fácil ni a actores ni a directores. Son diez personajes y son cuatro actores, incluso Caravaggio que es el más chiquitito tiene su peculiaridad y su dificultad. Los cambios son tremendamente rápidos y vertiginosos y los flashbacks, las idas y venidas al juicio, también. Todo eso en código de luz y de interpretación, en el viaje que hacen los actores, en la evolución, es muy complicado.

 

Leyendo el texto, uno se da cuenta de que a pesar de suceder en el s. XVII tiene una gran conexión con la actualidad en cuanto a lenguaje y ritmo, ¿de qué manera habéis trabajado esto?

Me he permitido muchas licencias de lo que es un juicio de La Inquisición, los conozco, me he empollado las diferencias entre un juicio actual y un juicio de la inquisición para saber y hacerlo con conocimiento de causa, y he tomado la decisión de que hablen como un fiscal contemporáneo. Me he ido un poco al código del Calígula de Camus, no estoy haciendo algo historicista, sino tratando de contar lo mejor posible una historia y acercarla al público actual.

María Herrero también ha optado por un código que no es 100% histórico. Vais a ver que es muy minimalista, que la música está muy bien trabajada, tiene un pie en la época y otro aquí. Es decir, desde todos los puntos de vista, también desde el acting, se ha tratado de acercar la historia al público contemporáneo.

 

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Es un paralelismo brutal con la actualidad. Por un lado, el juicio civil con las ejecuciones descabelladas es, a otro nivel, como la sociedad ahora y Twitter; y los juicios de la inquisición parecen la manera de tratar la moral que tienen actualmente algunos partidos políticos.

Por eso te comentaba que no podía hacer algo historicista sobre esto cuando la sociedad está pegada a esto. A estas mujeres cuando las prenden, las mujeres del Trastevere piden su libertad. Socialmente fue algo que verdaderamente afectó a la Roma de la época. Se las tenía en estima porque sacaban a las mujeres de apuros. Pero luego, parece ser que cuando ya están en el juicio, se lanzó el bulo de que Tofanna es tan poderosa que había envenenado el agua del Tíber. Eso hizo que la opinión pública, absolutamente manipulable, comenzara a pedir su cabeza.

El problema de Tofanna y su red es que habían desafiado algo muy importante que era el poder de la Iglesia, pero sobre todo que las mujeres decidieran que iban a terminar con sus matrimonios a las bravas y como dicen el inquisidor en un momento de la obra: “para que lo tengan claro otras aspirantes a viudas, esto hay que frenarlo”, y para ello este acto de fe.

 

¿Qué debates contemporáneos plantea una figura como esta?

Estamos en un punto, hablando de la violencia de la mujer, que parece que estamos en otro punto de la historia, pero sin embargo siguen ocurriendo asesinatos y hay hombres que siguen sin entender que una mujer quiera terminar una relación. He visto muchos casos de mujeres asesinas en la historia, pero nunca una psicópata que naciera del maltrato, es decir: la violencia genera violencia. Una vez más la justificación es la causa, porque esto son tres generaciones de mujeres que tienen unas vidas marcadas por la violencia y engendran más violencia. Generalmente a la víctima de maltrato se la ve como víctima porque lo es, pero no se la ve capaz de que ese maltrato pueda desembocar en una violencia igual o peor.

 

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