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La persistencia del amor

Claudio Tolcachir: «Me interesa cualquier estímulo que ponga en duda los prejuicios»

Claudio Tolcachir es el autor y director de Próximo, una obra sobre una relación a distancia de dos personas que nunca se han visto cara a cara ni se han tocado. ¿Dónde está el alma de una persona en cada momento? Esa es una de las preguntas que se plantea en este maravilloso texto interpretado por Lautaro Perotti y Santi Marín, que podrá verse en Sala Mirador.

Foto de portada: Carlos Furman

 

Claudio, regresas de nuevo con Próximo. ¿Cómo ha evolucionado esta obra desde que la pudimos ver aquí en 2019 dentro del Festival de otoño?

Luego de nuestro paso por Festival de Otoño sucedió algo muy particular: una pandemia! Por lo que uno de los ejes de la obra que es el no encontrarse, el estar separados, los cuerpos ausentes se resignificó de una manera muy impresionante. Muchas veces me sucedió que termino viviendo situaciones que alguna vez escribí. Pero ésta fue ya algo excepcional.

 

 

¿Esta obra ha cogido una dimensión mayor tras la pandemia?

El origen de este proyecto anidaba en la soledad y en la extrañeza de vincularse con un alguien en la distancia, esto, en principio, tenía que ver con los viajes, los sistemas de comunicación, los tipos de relaciones que podían generase a partir de estos parámetros. Pero luego, pandemia mediante, esto se volvió  nuestra realidad. Una compleja realidad. Por un lado la desesperación que puede generar la distancia pero también el caso de quienes se sienten cómodos en ese amparo, la protección del aislamiento. Poder enamorase de alguien insólito que está en la otra punta del mundo y al mismo tiempo la impunidad que permite la distancia a la hora de ciertos compromisos. Mientras sea contradictorio y humano y no se abran juicios sencillos de valor, explorar estas conductas es fascinante.

 

¿Cómo te surgió la idea de crearla?

Esta obra fue creada para estos actores, ese fue, como casi siempre en mis proyectos, el punto de partida. Suelo tener al elenco antes que el texto. Un actor español, otro argentino, deseando inventar algo juntos ya resultaba inspirador. Por otro lado yo venía de una sucesión de trabajos lejos de mi casa y experimentaba  esta extraña sensación de tener el cuerpo en un sitio y, por momentos, las emociones en otro, muy lejano. Recuerdo una operación que le realizaron a mi padre en Buenos Aires mientras yo ensayaba en Roma, la sensación física de estar mirando el ensayo pendiente del teléfono, muerto de miedo. ¿Dónde estaba realmente mi alma en ese instante? Al mismo tiempo mi primera hija se estaba gestando en Chicago. La experiencia mas importante y emotiva de mi vida sucedía en la otra punta del mapa. Y yo sin duda estaba conectado y pendiente de ella. Al mismo tiempo siempre me conmovieron las historias de emigración, cuando estás lejos de tu país sueles encontrarte con otros en la misma situación y sentí que también esto era un signo de los tiempos. Distancia, soledad, deseo de amar, miedo al compromiso, la dificultad de la madurez, la vejez de los padres. Muchos temas que me atraviesan el alma están en esta obra.

 

Y la fuiste materializando en los propios ensayos con los intérpretes (Lautaro Perotti y Santi Marín), escribiendo escenas por la tarde en función de lo que veías en el ensayo de por la mañana. ¿Esa organicidad, esa espontaneidad es con la que te gusta abordar siempre tus trabajos?

Es mi manera ideal de trabajar, pero implica un gran nivel de confianza del equipo en general y en especial de los actores. Embarcarse en una obra que no está escrita, confiar en que algo sucederá, entregarse a ese laboratorio es algo maravilloso e inquietante. Esta obra está llena de nuestras propias historias y experiencias y también de infinitos accidentes que fueron sucediendo durante ese periodo de creación, dentro y fuera de la sala de ensayo. Durante el proceso, todo lo que sucede es material para el trabajo.

 

¿Son el amor y la soledad los dos principios fundamentales sobre los que se construye Próximo?

Son muchos los temas, por supuesto el amor y la soledad son de alguna manera la columna vertebral. Y como decía antes aparecen muchas cuestiones que me conmueven y me importan. La fragilidad de la inmigración, la distancia familiar, el descubrir a nuestros padres más viejos, los mandatos familiares, la exposición publica, los prejuicios. La crueldad de los medios de comunicación, la vergüenza secreta por la no aceptación familiar. El miedo al compromiso, las diferencias sociales. Pero específicamente en lo que respecta a la historia de amor, me interesa la persistencia. La posibilidad de que estos dos seres, tan diferentes, cultural y económicamente, pueda concretarse es absurda. Pero yo en mi vida no he vivido más que historias imposibles y absurdas. Por lo que me interesaba, en momentos de tanta desilusión y resignación, poner a dos personajes que de todas maneras, lo intentan.

 

 

«Alguien a quien aún no han abrazado es quien los sostiene con vida»

 

 

Es verdad que muchos análisis que se podían hacer en 2019 o incluso cuando la estrenaste en Argentina en 2017 se han visto modificados tras la pandemia, como decíamos, ¿pero sigue habiendo demasiados prejuicios frente a las relaciones amorosas gestadas virtualmente?

Absolutamente. Pero ese discurso ya está demasiado desarrollado. Creo que vale la pena proponer otro. Quizás estos sistemas de comunicación sean la salvación de muchas personas que de otra manera o en otro tiempo estarían condenadas a la soledad y al aislamiento. Si de algo sirve el teatro creo que es para romper prejuicios o al menos ofrecer otros puntos de vista. Parece que si no es a nuestra manera no podemos convalidar la forma de vivir de los demás. Estos personajes viven la historia de amor que pueden ,la que les toca. Y en realidad resulta que estando los dos absolutamente solos en el mundo, alguien a quien no conocen ni físicamente, de quien no conocen el olor, a quien aún no han abrazado es quien los sostiene con vida. Esto me resulta épico y conmovedor.

 

¿Se puede considerar real una historia de amor en la que dos personas no pueden tocarse? ¿Ese es uno de los debates que querías poner encima de la mesa?

Intentemos decirle a alguien que sus sentimientos no son reales. Que lo que le sucede no tiene sentido. ¿Por qué? Porque no es lo normal. Lo corriente. Justamente me parece interesante que nos resulte imposible, o hasta monstruoso. Evidentemente queremos que los demás vivan de una manera en la que podamos comprender. Sino, no debe ser real. Como si los ejemplos nuestros fueran tan maravillosos y reales. Sí, me parece interesante cualquier estímulo que ponga en duda nuestros prejuicios.

 

¿De qué nos enamoramos cuando el otro no sólo es un extraño, sino que ni siquiera está?

Tenemos evidencias de que compartir una misma habitación no es señal inequívoca de conocerse. Yo no sé de qué se enamora la gente. Yo me he enamorado de ver a alguien bailar, de leer los escritos de otro. El talento enamora. Obviamente las razones del amor son tan personales como absurdas y caprichosas. En el caso de Próximo creo que les enamora la curiosidad de acceder a un mundo tan deferente y al mismo tiempo entenderse tanto. Cuando uno encuentra códigos con alguien, algo se estremece. Se ilumina. Sentir que entendemos lo que no se nombra, no hace falta explicar demasiado. Sin duda creo que ese es el motor más poderoso de la fascinación con otro. La complicidad. Mucho más cuando nos rodea una soledad tan pasmosa. Sin duda podríamos encontrar motivaciones más secretas para este amor. Miedos que hacen que yo me sienta mas cómodo con alguien que está a miles de quilómetros que con quien está junto a mí. Pero vuelvo a decir. Todo lo complejo me atrae. No es la intención enseñar ni militar una postura. Solo abrir posibilidades y ofrecer otros puntos de vista.

 

La mirada del otro es quizá el principio básico de cualquier trabajo escénico y tu obra está creada con dos intérpretes que no se miran en ningún momento durante la función. ¿Fue lo más difícil de trabajar con ellos?

¡Muy difícil! porque ellos tenían que recrear estímulos que en realidad no estaban sucediendo. Pero era apasionante  jugar ese juego. Pedirle al público que crea que dos cuerpos que concretamente están uno al lado del otro en realidad se encuentran a miles de quilómetros. Ese principio básico y puro del teatro me resulta conmovedor. Todos sabemos que es mentira, vemos que las computadoras están apagadas. Que ellos se cruzan permanentemente por el espacio, pero decidimos creer y dejarnos llevar. Magia pura y los magos indudablemente son los actores. Cuando termina la función y veo al público emocionado siento esperanza en que el teatro sigue teniendo la fuerza del deseo de creer.

 

¿Qué nos puedes decir del trabajo que realizan ambos?

Santi Marín es un actor de una sensibilidad poco común, puede navegar por diferentes estados sin esfuerzo, con un sentido del humor y una frescura que me apasiona. Construyó un personaje que vive una transformación inmensa, se le abre el mundo ante sus ojos y resulta muy conmovedor ver un actor que permite que las situaciones lo atraviesen de esa manera.

Lautaro Perotti es sencillamente mi compañero esencial de aventuras, mi gran inspiración. Siempre me divierte pensar personajes y proyectos para él, ya desde La omisión de la familia Coleman, Viento en un violín y tantas más. Él tiene una capacidad muy especial de contar desde el silencio, de expresar lo que no está en las palabras. Como si pudiera conectar con el publico de una manera absolutamente personal, que cada espectador vive como un encuentro secreto. Un descubrimiento. Su personaje tiene tantas heridas, está tan cansado pero al mismo tiempo tiene una dignidad que me resulta conmovedora.

 

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Claudio Tolcachir

 

Podría pensarse que es una obra pensada en un principio para un arco muy concreto de edad, quizá la gente más joven que se relaciona con las nuevas tecnologías, pero al final, has construido una obra universal. ¿Lo sientes así?

Cuando estaba escribiéndola tenía esa fantasía, y en una charla que fui a dar a un grupo de espectadoras aficionadas al teatro, mujeres grandes, les pregunté como se relacionaban con estas tecnologías (esto es anterior a la pandemia) y no solo me empezaron a hablar de que conocían a sus nietos por Skype, que hablaban con sus hijos por Zoom sino que me enseñaron algunas herramientas que yo no conocía. Pero pienso también en nuestros  abuelos, que sostenían sus relaciones por cartas, que tardaban meses en llegar de un continente al otro… claro que las cartas tienen mejor prensa que el Skype.

 

¿Por qué decidiste que no hubiera esperanza de un encuentro entre Pablo y Elián?

Yo creo que es todo lo contrario. Yo creo que la esperanza es un gran motor de la historia. Lo que sucede es que las posibilidades son bastante absurdas. Cuando termina la representación nos gusta preguntar cómo imaginan que continuaría la historia. Y las opiniones suelen ser muy diversas, según la edad, la personalidad o las circunstancias del espectador ven un final esperanzador, trágico o amargo. Me gusta que esto suceda. El poder final lo tiene el espectador y deseo profundamente que esto sea así. Confío en ellos.

 

Tu casa está en Buenos Aires, pero también de alguna forma también en Madrid y en otros lugares en los que también pasas temporadas trabajando. En esos periodos de distancia, ¿tienes momentos de necesidad extrema de encontrarte con el otro, con esa/s persona/s que dejaste en el otro lado? ¿Cómo los combates?

Escribo obras sobre el tema. En general disfruto mucho de esta vida tan poco rutinaria. Lo considero un privilegio esto de cambiar de ciudad, de compañeros, de idioma. Soy consciente de lo efímero de los momentos por lo que en general disfruto en donde estoy y empiezo a extrañar cuando faltan poquitos días para volver. Quizás sea solo un recurso de negación para no sufrir. Ahora con hijos es diferente pero por la responsabilidad de que no sientan la ausencia. Que tengas presente. Esto es más complejo. Y sinceramente no lo resolví.

 

En tus obras hay, precisamente, un estudio minucioso de los comportamientos de los seres humanos. ¿Eres un observador habitual de lo cotidiano?

No hago otra cosa, no me interesa del mundo más que esto. Tengo la suerte de dedicarme a un trabajo que me permite indagar una y otra vez sobre el alma humana así que tengo mucha suerte. Me encantan las personas, me conmueven, me intrigan. Tengo que contenerme por no parecer un enfermo que anda mirando gente desconocida y tratando de escuchar sus conversaciones. Pero los personajes y los sistemas teatrales por suerte me fascinan como el primer día.

 

¿Cuáles dirías que son las constantes de tu obra?

Creo que los seres atravesados por sus incapacidades. Yo personalmente me siento muy poco preparado para la vida. Como si me hubieran lanzado al mundo antes de tiempo y sin demasiada explicación. Y no entiendo nada. Me siento un niño que ya tiene aspecto de hombre que debería tener respuestas. Pero no las tengo. Y todo es demasiado grande y complejo. Así me siento. Y desde ese lugar escribo.

Por otro lado me interesa mucho el teatro, la forma de contar. Buscar nuevas metodologías. Pero tengo un enemigo interno que es mi pudor. No quiero que mis obras pequen de vanidad. No quiero dar mensajes, ni bajar línea, no quiero abusar del preciosismo ni de del humor, no quiero parecer más inteligente ni sensible que el espectador. Quiero construir un diálogo sincero y accidental. Donde no se vean las armas. Esconder las armas es algo complejo. Pero tengo esa imperiosa necesidad de que no se vea la intención ni el mecanismo. Sé que el teatrero contemporáneo se regodea en mostrar los mecanismos. Pero personalmente me gusta cuando nadie se da cuenta de cómo se construyó esa ceremonia.

 

Abriste Timbre 4 en 2001, en un momento en el que Argentina sufría la mayor crisis financiera de su historia reciente. Abriste Timbre 4 en Madrid en agosto de 2021, en un momento de gran crisis social, económica y sanitaria en nuestro país. ¿Fueron acciones premeditadas o casuales?

Se ve que las crisis me llaman. Realmente cada una de esas decisiones respondieron mas a necesidades vitales personales que sin duda están atravesadas por contextos políticos y sociales. Pero yo vivo el teatro como una necesidad muy personal. Casi egoísta. Y necesito que se parezca a mis sueños, a una especie de isla que permite ser y hacer con libertad y alegría más allá de lo que sucede alrededor. Luego hay mas o menos adeptos que se interesan y se suman. Pero levantamos la carpa por pura vocación y urgencia. Lo importante es estar en movimiento, no repitiendo fórmulas. Estar en riesgo, buscando caminos nuevos. Por suerte siempre me encuentro con gente que desea o sueña cosas parecidas. Ya desde pequeño el teatro me salvo la vida y así sigue, una y otra vez.

 

 

¿Ofrecer refugio y respuestas a través del teatro cuando todo se desmorona podría ser una buena forma de describirte?

Refugio puede ser, porque creo que el teatro es un espacio de sanidad, de aceptación, de reflexión. De amor sobre todas las cosas. De respuestas no sé, porque yo no tengo respuestas. No quiero tenerlas. Me aburre el teatro con respuestas. Me gusta cuando son experiencias vivas, personales, honestas… sin tanto ego y vanidad. La vanidad me aburre soberanamente. En cuanto alguien me cuenta lo inteligente, estético y sensible que es me quiero morir.

 

Timbre 4 fue como un espejo en el que mirarse para ofrecer alternativas en la escena independiente madrileña. ¿Te consideras un referente en nuestra ciudad? ¿Cómo llevas esa etiqueta?

Yo me crié haciendo un teatro de necesidad, hacer por hacer, porque sí, porque quiero. Sin duda lo que nace de eso suele tener una vibración muy personal en la que generosamente otros se identificaron. Es muy emocionante ver cuan presentes tienen los trabajos de Timbre 4. Referente no me siento, no entra dentro de mi estructura mental algo así. Más bien yo necesito estar tranquilo. Sin demasiada presión ni expectativa. Lleva trabajo sacarse tanto ruido de la cabeza. Yo hago teatro para mí, y por encontrarme con gente, compañeros admirados y amados. Al final es lo único que se recuerda. Cómo la pasaste y cuándo amaste a quienes encontraste en el camino.

 

¿Qué te llevó a instalar Timbre 4 también en Madrid?

Yo creo que tácitamente ya existía, en 15 años de dar talleres y trabajar con actores y alumnos. Se trato de alguna manera de cristalizarlo. De poner un lugar donde desplegar y hacer las cosas de la manera en que nos gusta. Porque la forma en que nosotros pensamos Timbre, la escuela, los ensayos es, de alguna manera, una forma de vivir. La vitalidad, la alegría, el compromiso, la generosidad, la solidaridad con los compañeros. El respeto y la pasión por la tarea. Es la manera en que nos gusta sentir y hacer teatro. Nosotros lo compartimos, y habrá gente que siente identificadas y convocada a trabajar de esa manera. Compromiso, felicidad, libertad y curiosidad podrían ser las palabras que quisiera que se respiren a mi alrededor. Omnipotentemente intentamos que el mundo que nos rodea se parezca en algo a nuestro ideal .

 

En tu escuela, ¿cuál es el mensaje principal que quieres transmitir a tus alumnas y alumnos? Esa piedra filosofal a la que quieres que se aferren en su camino por las Artes Escénicas…

Yo no imagino el teatro sin felicidad, pero hablo de una felicidad abrazadora. Una aventura. Esto solo puede suceder si la tarea nos fascina, si nos importa. Alegría y disciplina de trabajo no son antagónicos, cuando lo que haces te deslumbra no es un sacrificio dedicarte obsesivamente. Dentro de lo específicamente teatral intentamos que los alumnos tengan el arco más amplio posible de experiencias, que el periodo de formación les permita construir una flexibilidad para adaptarse a diferentes terrenos, improvisaciones, teatro contemporáneo, teatro clásico, escenas de cine, escritura y creación propia. Herramientas técnicas y estímulos creativos para potenciar e impulsar el crecimiento de cada uno de ellos en particular. Porque todos son diferentes y necesitan estrategias pedagógicas diversas. Es hermoso ver cuando ellos van mas allá. Ya no intentando hacer lo que se supone que está bien sino desarrollando una poética y una creatividad personales que los vuelven únicos y particulares. De alguna manera se trata de compartir las experiencias y formar actores con los que uno soñaría en trabajar.

 

¿Cómo ves la salud de las Artes Escénicas en Madrid?

En estos 15 años desde que vine por primera vez veo una evolución y una diversificación muy conmovedora. Diferentes voces, estéticas, técnicas. Más allá del gusto personal que me acerca más a unos u otros trabajos veo un movimiento vivo, Vital, inconformista. Como debe ser.

 

A nivel cultural, ¿los argentinos y los españoles somos muy distintos a la hora de acercarnos y valorar las Artes Escénicas?

Yo no siento esa diferencia. Personalmente yo encontré con mis obras una recepción muy emocionante aquí como allá. En España hay una adoración por el teatro que me resulta muy conmovedora. En Argentina también, en especial por los teatros pequeños independientes. Pero en ambas sociedades el teatro ocupa un lugar en la necesidad cultural. No se queda en un espacio formal. Está vivo. Y eso es estimulante.

 

¿En qué momento vital y laboral se encuentra Claudio Tolcachir ahora?

Alerta, inquietud, deseo, miedo… Ganas de desafíos, necesidad de encuentros. Yo soy un alumno eterno porque vivo de la fascinación, busco enamorarme una y otra vez de algún maestro que me haga volar. Esto puede ser una persona, un autor, un actor. Buscando fascinarme eternamente. Pienso dedicarme a escribir concretamente, la docencia y la escritura van a ser el centro de estos próximos dos años. Y si el destino quiere, mi primer y gran amor: actuar.

 

¿Cuáles crees que serán los temas que dominarán las obras teatrales de aquí a unos años? ¿Crees que estamos más por analizar el pasado o por querer adivinar el futuro?

Desde los griegos para acá más o menos vamos dando vueltas sobre lo mismo. Van cambiando las formas y los contenidos pero las preguntas seguramente son tan esenciales como en el comienzo de los tiempos. Yo tengo 47 años, tengo dos hijos. Perdí a mi padre, me queda mi madre, vivo lejos de mi país. Empiezo a sentir la muestra más cerquita de mi generación, entiendo que hay pasiones y motivaciones que ya pasaron y hay que aprender a vivir en este tiempo y esta edad. Todo cambia. Por suerte podemos escribir y sublimar estas preguntas.

 

¿La omisión de la familia Coleman lo cambió todo?

Absolutamente todo. Pero La omisión… no hubiera existido si no existía Timbre 4. Y Timbre 4 no hubiera sucedido si yo no me encontraba con mi grupo de amigos allá, a mis 17 o 18 años. Así que lo que cambio todo fue tener amigos como los míos. Que me abrazaron, confiaron, me inspiraron y me hicieron reír tanto.

 

Y para terminar donde empezamos. ¿Es Próximo una obra de la que sales con ganas de enamorarte?

No lo sé. Con que salgas con ganas de algo ya vale la pena. Alguna modificación, una sensación. Un nuevo pensamiento. Con eso me conformo.

 

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