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La payasa que te ayuda a encontrar el camino

«La nariz de payasa es una luz que enciende oscuridades»

 

Esmeralda López Gurumeta dedica a su vida, tanto encima como abajo de los escenarios, a recuperar la infancia, bien sea como profesora ayudando a sus alumnxs o en sus espectáculos, como bien puede comprobarse en Huellas, una creación propia que sirve de homenaje a aquellas niñas y niños que no pudieron tener una infancia normal y feliz.

Esta maravillosa historia llena de vida y esperanza puede verse en Bululú 2120 los días 22 y 29 de septiembre y 6 de octubre.

 

Las Huellas de Esmeralda López Gurumeta

 

 

Por Sergio Díaz

 

¿Cuál es el comienzo de Esmeralda López Gurumeta en las Artes Escénicas?

Mi llegada al teatro se inicia con once años y comencé por casualidad. Iba a pedir ayuda para que me dieran clases de matemáticas en la parroquia de mi barrio y me ofrecieron también teatro. Fue mi revelación, allí nació mi lugar en el mundo, la escena. Después quise entrar en la RESAD, pero era un poco incompatible con trabajar, así que, tuve que esperar a mi primer sueldo para poder pagar clases de teatro. Comencé en varias escuelas, la primera y más completa fue en Bululú 2120. Después he seguido formándome en varias disciplinas teatrales (teatro de texto, mimo, clown, máscara…).

 

 

¿Y en qué momento descubres que hay una payasa dentro de ti? 

Por el 2010 tengo problemas importantes de voz, un quiste y un sulcus. Mi voz se va perdiendo estrepitosamente y tras ella mi luz. Trabajo de maestra rehabilitando el lenguaje a niñas y niños con dificultades en la comunicación oral y escrita. Es mi voz quien dirige. Sin voz no puedo trabajar y tampoco continuar con mi carrera teatral, así que en mi vida se presenta una tremenda disyuntiva, pero como el abandonar no es opción, se abre la posibilidad del mimo. En un curso de mimo intensivo con Iban Naval nos transmite verdadero amor y encantamiento por el universo del  clown. Un compañero me dice que en Ibiza hay una escuela maravillosa y allá que voy a vivenciar lo que sin darme cuenta me llamaba. Vocación procede de vocare ‘llamar’ y es inevitable sentir esa llamada, y esa voz me conduce hasta la mágica isla de Ibiza donde conoceré a Erick D’Bont.

 

¿Qué es ser una clown para ti? 

Un ser que se entrega  a la vida sin máscara. De mirada limpia, abraza la vida nueva a cada instante. No se plantea el no, la única respuesta que conoce es sí. El resto son preguntarse por todo lo que le rodea, todo es nuevo bajo su mirada, concibe la vida imperfecta, yendo de fracaso en fracaso sin más. El psiquiatra Víctor Frankl, quien sobrevivió a cuatro campos de concentración, dijo una vez que él era optimista trágico, es decir, asumía la tragedia, la cruda circunstancia sórdida y cruel tal como era y con ese presente, ponía el alma en hacer lo posible por mejorarlo. Así, un payas@ abraza la vida. Busca el juego, el placer, halla la posibilidad, concibe la oportunidad de cada día, que es efímera, y se arriesga a vivir plenamente sabiendo que se confundirá, que quizá no será tan bello, pero eso no es tan importante como entregarse a vivir. Ser payasa es toda una filosofía de vida. Una vida libre, hacia adelante, con la luz de la nariz para alumbrar el camino y encender a su paso oscuridades.

 

 

«Ser payasa es un privilegio, un orgullo y un lugar de pertenencia»

 

 

¿Consideras que ser clown o payasa puede ser una de las formas más libres de expresión que haya?

Por supuesto, comienza con la triangulación de la mirada. Es decir, todo lo que acontece a la payasa en escena es compartido con la mirada al público. Siendo cada pensamiento, emoción y vivencia transparente para quien observa. No hay cuarta pared, la mirada es directa y verdadera. Por otro lado, la historia que sucede en escena se entrelaza con lo que pueda suceder en el público. En todo momento, éste está presente y es incluido en los posibles conflictos que pueda sucede en el otro lado de los focos. En el género del clown todas las disciplinas convergen, si bailas, cantas, tocas instrumentos, sabes verso, magia, títeres, acrobacias, malabares… y cualquier cosa que puedas aportar se puede incluir en tu payasa, ya que eres tú, tan sólo que portas la máscara más pequeña del mundo.

El trabajo de creación por otra parte, es toda una búsqueda de tus cualidades, virtudes, reflexiones, intereses del mundo… que puedes volcar y narrar en una historia, además de concebir la risa como uno de los hechos humanos más libres. Llorar puede ser inducido mediante una atmósfera, una música, una palabra. La risa en cambio es algo muy personal, que nace libre, fresca como una cascada. Nadie puede robar una risa. Ella nace o no.

 

¿Es necesario resignificar y reivindicar la palabra payasa? 

Totalmente. El lenguaje construye pensamiento. Se utiliza mucho el término clown por comodidad lingüística y también por evitar conflictos. En mi opinión, hay que hacer uso de la palabra payasa para que deje su semilla en el inconsciente colectivo, para que quede en el legado lingüístico. Cuando a veces me han dicho: «¡qué payasa, con perdón!», con ojos vidriosos tras contar un cuento o haber hecho algo en escena, siempre respondo: «gracias», porque ser payasa es un privilegio, un orgullo y un lugar de pertenencia. Para mí, ser payasa es lo más bello y difícil del mundo. Reír es necesario como el pan.

 

El clown ha sido una disciplina mayoritariamente masculina históricamente. Ahora las cosas van cambiando y hay mujeres payasas, claro que sí, pero aún hoy se hace necesario visibilizarlas. ¿Crees que las mujeres lo seguís teniendo más complicado para encontrar vuestro hueco? ¿Qué conquistas por la igualdad en tu oficio hacen falta a día de hoy? 

Apenas conozco payasas en la historia teatral y seguro que las hay. La cultura siempre perteneció a la  clase burguesa masculina y fundamentalmente de raza blanca.  Queda mucho por alcanzar la igualdad en muchos ámbitos y claro está en el aspecto cultural. Lxs payasxs son seres marginales, que pertenecen a los caminos, nómadas que llevan la risa y recuerdan a las gentes que también pueden ser felices, sólo hay que elegirlo. Parece sencillo y puro este concepto, pero también ha sido vetado para las mujeres. Una mujer que solitaria, lleve humor y risa, que se autogobierna puede parecer extraño e incluso algo peligroso. Se asemeja con el origen del término brujas… Pero ese es otro cuento, que podremos compartir en otro momento.

Estar en escena, crear como payasas, ver espectáculos de calidad donde se concibe esta disciplina teatral con una mirada más profunda que la de hacer una cabriola, es necesario para todas las personas. Hacer reír es el oficio más complejo y hermoso del mundo, ¿acaso no es una necesidad humana?

 

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Esmeralda López Gurumeta

Un gran problema al que os enfrentáis las clowns y los clowns es dónde poder mostrar vuestro trabajo. ¿Echas en falta un circuito más amplio para tu disciplina artística? 

Sí, mucho. Me encuentro con dificultades para entrar en redes que de alguna manera ya están cerradas. Lugares de experimentación teatral, laboratorios, espacios de encuentros para hacer brotar más árboles en el bosque del clown.

 

¿Crees que las creadoras y creadores que os dedicáis al clown estáis bien reconocidos?

No, creo que la nariz roja lleva al público a un concepto reducido. Muchas personas creen por desconocimiento que el género del clown es exclusivo de la infancia. Parece que una nariz roja es sólo ‘circo’ para distraer a los niños y niñas una tarde de verano. Incluso se confunde con el mimo. Por supuesto, que el mimo como otra gran corriente teatral puede entremezclarse, pero son dos lenguajes diferentes. Una clown puede hablar de la muerte, del desamor, la guerra, la corrupción, la sexualidad… Cualquier pulsación que el ser humano tenga. Una clown habla de lo que nos acontece, sólo que su visión es distinta. Su pensamiento divergente y su corazón totalmente abierto sin la mancha adulterada.

 

Llevas mucho tiempo girando con tu espectáculo Huellas. ¿De dónde te nace crear este proyecto?

Huellas nace en 2016. En mi primera formación de clown en Ibiza, una de las claves principales que nos enseñaron era que una historia clown contada al mundo debía ser algo que necesitaras contar. Digamos esa historia que te habita y que sólo tu voz propia puede mostrar. Es única y es tuya. Nos dijeron que escribiéramos una lista de lo que verdaderamente nos preocupa, nos acompaña en nuestro viaje por la vida. Lo que está en tus entrañas, porque sólo lo que te vive y te conmueve podrá latir fuera y conmover. Lo que te cuestionas hará reflexionar al público, partes de la verdad para llevar una verdad teatral que conecta con el que observa atento/a y quizá le resuene y le haga despertar. Una historia clown no es sólo hacer reír, muestra la vulnerabilidad del ser humano, araña el alma, cuestiona y a veces hace despertar.

 

¿Qué se va a encontrar el espectador que vaya a ver este espectáculo? 

Una historia de risa y llanto, una lluvia de ternura, la necesidad de un abrazo constante y una huída, hambre de justicia, el aroma que deja lo inexplicable… Una pregunta abierta.

 

¿A quiénes homenajeas en Huellas? ¿Quiénes son esas personas sin infancia?

Homenajeo a aquellas niñas y niños que han sufrido el abandono, la humillación, el rechazo… El paraíso roto de la infancia. No siempre se es feliz en tu llegada al mundo, pero al menos, queda la esperanza que se puede vivir la segunda infancia, esa sólo depende de ti como decía Chaplin. Pongo voz al silencio impuesto en contextos de violencia doméstica.

 

¿Hasta qué punto nos construimos con las cosas -buenas o malas- que nos suceden en la infancia? ¿Crees que de adultos somos conscientes de esa impronta?

Hasta el final de tu vida, puesto que no dejamos de ser infantes. ¡Y eso es maravilloso para quien lo siente! Infante significa pez mudo, nacemos sin palabras y anciano/a significa el que está lleno de palabras. En el medio está la narración de nuestra vida, cómo nos la contamos es lo que vivimos y lo que vamos siendo. Si somos conscientes de nuestro entusiasmo, de ver lo sencillo, de mantener el pensamiento animista o mágico que da alma a cada elemento, podremos estar conectados con una forma de vivir profunda. Estar en el presente, para jugar, disfrutar y sentirlo tal cual es. No somos esclavos de nuestro pasado si podemos comprender que sólo experimentamos el presente y éste, es abierto a nuestra creación de vida.

 

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¿Hay mucho de autobiográfico en la obra?

Ana María Matute, cuando le hacían esta pregunta, respondía algo así como que en sus cuentos había mucho de verdad y mucho de fantasía y en ese híbrido se creaba algo nuevo. En Huellas hay mucha verdad, tanta que a veces se confunde la verdad con fantasía y viceversa.

 

¿Y cuánto hay de Esmeralda López en un escenario y cuánto de alter ego?  

En mi payasa esa línea no existe, soy yo sin máscaras. En un escenario muestras al público tu pureza, tu verdad, tu fracaso, tu vulnerabilidad. Eres y ahí reside la magia del clown.

 

¿A dónde quieres que te lleven las Huellas que estás dejando por el camino de las Artes Escénicas?

Me encantaría viajar a otros países para mostrar y encontrar nuevas experiencias clownescas y a seguir creando nuevos espectáculos que nos hagan sentir la herida de lo humano. Kafka decía que una novela debe ser como un puñal que te atraviesa, no puede dejarte indiferente. Para mi, contar desde mi payasa es un compromiso con el mundo. Mostrar lo que está conmoviendo. Lo que nos destroza y nos construye. He empezado a escribir una nueva idea clownesca, un nuevo deseo que nacerá, y todo comienza así, con un deseo. Como inicio en uno de mis cuentos… «En tiempos remotos, cuando sólo bastaba desear para que se cumpliera…». Y así es como siente el clown, basta desear para que se cumpla. Vengan muchos deseos teatrales que agiten almas y enciendan sombras con tan sólo una nariz roja.

 

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