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La mujer buena, diálogo y reflexión

“El sueño de La mujer buena es que, si el espacio de la mujer se ha abierto, se abra más”

 

La mujer buena es la nueva entrega de la residencia de Teatro Urgente que llega -del 18 de marzo al 17 de abril- al Teatro Quique San Francisco.

La pieza, que parte de la adaptación de Daño, texto de la abogada Teresa Arsuaga, está dirigida por Ernesto Caballero e interpretada por Karina Garantivá, Nerea Moreno y Alberto Fonseca; en ella se abordan temas como el resentimiento, la moral y la búsqueda de la verdad en el arte.

Karina Garantivá firma la dramaturgia y es con ella con quien mantengo un encuentro virtual en el que me adelanta las claves de esta función estructurada como un tríptico.

 

Teatro Urgente y el universo femenino

 

 

Por Ka Penichet

Foto de portada: Estudio Dondykriga

 

Esta es la cuarta entrega de Teatro Urgente, ¿crees que este proyecto le está aportando identidad al Teatro Quique San Francisco?

Creo que la decisión de Juan Jiménez, programador del teatro, de mantener una residencia artística estable es muy buena. Por un lado, se crea pensando en el público de ese barrio con el que mantenemos un diálogo y, por otro lado, creo que es uno de los proyectos dentro de la programación del teatro que la prensa espera. Creo que la prensa lo considera uno de los proyectos interesantes del teatro. Creo que es una relación que se nutre mutuamente y es muy buena para ambas partes.

 

¿Por qué en esta edición resulta urgente abordar este tema que nos proponéis?

Todos los proyectos de Teatro Urgente van dialogando con ellos mismos. Estos proyectos se van escribiendo y se va tratando de formar una colección, tratando de abordar temas que están en la preocupación. En La mujer buena, por un lado, está el tema del feminismo al que yo he pertenecido, pertenezco, pero también hay una visión crítica acerca de esa necesidad de asociar la virtud a lo femenino. Se van creando normativas y al final muchas de nosotras empezamos a estar fuera, un poco al margen de un montón de cosas porque parece que lo femenino siempre se va configurando en torno a cosas como virtuosas. Hay que ser de una manera. Esto me parecía muy urgente. También me parecía muy urgente la posibilidad de no tener que hablar temas de mujeres. A mí no me interesa hablar de temas de mujeres, yo quiero hablar; hablar de Nietzsche, hablar de filosofía. No necesariamente nosotras vamos a querer hablar de temas femeninos. Eso es un prejuicio y es una limitación. A los hombres no les estás pidiendo siempre que estén hablando de la masculinidad. Esas dos cosas juntas, de una búsqueda de un discurso humanista universal, pero que pone el foco en la mujer y que juega con los arquetipos para derribarlos, para cuestionarlos y, al final, para generar una apertura. El sueño de La mujer buena es que, si el espacio de la mujer se ha abierto, se abra más.

 

Vamos a centrarnos en el concepto de ‘la mujer buena’, ¿qué es para ti el mito de la mujer buena?

Hace poco leí en el Huffington Post a una chica que escribió sobre el mito de la mujer buena y lo explicaba muy bien. Es un tema que nos persigue. Por ejemplo, la mujer ha de ser simpática. Cuando una mujer no sonríe es tremendo porque ya se le caracteriza como un ser insoportable. Que no sea pesada. Hay ciertas exigencias. El mito de la mujer buena es aquello que trata de atribuir una superioridad moral o una virtud a la mujer y cada vez que los esperas se le reclama y, cuando no lo obtiene, se le echa en cara. Un poco se convierte en una especie de obligación y va por todos los lados, desde su personalidad, desde el físico, desde aquello de lo que habla, de lo que puede hablar…

 

Y ¿cuál ha sido tu experiencia personal como mujer respecto a esto que comentas?

Si vamos al territorio más biográfico, la cuestión de no encajar, de ser distinta en muchos sentidos, desde el físico o de no sentir que me puedo identificar con según qué colectivos. El hecho de ser más librepensadora y de no suscribir muchos paquetes de consignas de pensamiento, cosa que entra dentro de mi personalidad. A mí no me gusta este paquete de feminismo que nos dice que somos de una u otra manera. No, no, yo quiero encontrar cada cosa, no dar por hecho absolutamente nada. Eso sí que me ha colocado en una situación de estar a veces fuera del discurso, de lo oficial; el hecho de que yo creo que dentro de nuestros propios colectivos es importante que haya una visión crítica.

 

<i>La mujer buena</i>, diálogo y reflexión en Madrid
Nerea Moreno, Alberto Fonseca y Karina Garantivá, protagonista de La mujer buena. Foto de Estudio Dondykriga.

 

Pero, y esto que te pasa, sin conocer tú experiencia vital, ¿no podría ser que en tu caso hayas vivido el ser mujer desde un lugar de privilegio?

La pregunta que me haces es muy interesante porque, además, es el conflicto exacto de la segunda función del tríptico, presenta exactamente esa desestructuración. Por un lado, está una mujer que, por la situación de ser artista, le cuesta mucho empatizar con otra que es madre y, desde su realidad, le cuesta encontrar un lenguaje común. Esa dialéctica es una lucha a muerte, se quieren comprender, pero no pueden porque vienen de lugares diferentes, de luchas diferentes y eso genera en ellas algo inevitable. Yo tenía muchas ganas de poner eso en escena. Una le reclama a la otra que no quiera hablar de ‘nosotras’, de ‘las mujeres de verdad’, y la otra le dice que ‘nosotras’, ‘las mujeres’, no existen, son palabras. Es una lucha muy increíble en la que casi el lenguaje de la una es capaz de derribar al de la otra. Creo que dentro de mi cabeza caben estas dos mujeres.

 

La primera parte del tríptico es una adaptación de Daño, un texto de Teresa Arsuaga. ¿Puedes hablarnos de ella?

Conocí a Teresa a través de un círculo de amigos en el que tenemos intereses comunes por la literatura, la escritura, por todo… Lo que me parece interesante de Teresa es la empatía, es uno de los temas que ella más trabaja. Es mediadora en conflictos y es una amante de la literatura. Ella tenía un proyecto que es Daño, en el que aborda cómo el resentimiento genera un daño estructural en el ser humano. Me parecía un tema precioso y, de hecho, la obra de Teresa abre el diálogo de este tríptico de La mujer buena. A partir de su obra yo entré en esa reflexión y empecé a escribir las otras piezas.

 

Es decir, ¿la primera es una adaptación del texto de Teresa y las otras dos son textos escritos por ti?

Exactamente. El personaje que Teresa planteaba, que me resultaba muy conmovedor, es el de una mujer que experimenta ese daño estructural, ese daño de no ser percibida, de ser ignorada, tanto en su entorno como a la hora de querer publicar su libro. Una cosa tremenda. A mí me fascinó y me conmovió cómo lo expresaba y me llevó a pensar mucho sobre dónde estoy yo, dónde está este mundo que también está dentro de mi mundo, donde las mujeres encuentran todas estas capas antes de poder hablar, simplemente ser escuchadas, encontrar un espacio. A partir de ese daño, yo elaboro la segunda pieza, donde ya retomo parte de este daño. Teresa es una figura que para el teatro esta es su primera aproximación. Ella no forma parte de nuestro entorno, pero creo que, como Teatro Urgente se ha abierto a filósofos, se ha abierto a otro pensamiento. En su caso, creo que alguien con tanta experiencia en las relaciones humanas y en el daño que puede producir el no ser tenidos en cuenta, me pareció un tema interesante. Teatro Urgente ha trabajado temas que son netamente intelectuales.

 

Las piezas del tríptico ¿están conectadas entre sí?

Tienen una cosa curiosa, se pueden ver de manera independiente, pero puedes hacer paranoicamente una unión. He cogido elementos de unos en otros. Son cosas muy sutiles, pero son piezas separadas que dialogan. Es como una colección.

 

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Las actrices Karina Garantivá y Nerea Moreno.

 

¿Cómo has conseguido dramatizar estas historias para que se terminen convirtiendo en un hecho teatral?

Daño es como una especie de oratorio. Es una mujer que está a solas con sus pensamientos. Te va contando cómo ella ha observado ciertas cosas y las ha ido relacionando. Es una confesión íntima, se crea una unión que pienso que va a ser muy cercana al público.

La segunda parte, como ya te he comentado antes es netamente teatral. El teatro viene a partir del reconocimiento de que no puede cambiar el mundo ni mejorarlo ni teorizar, de que no es un lugar tampoco. Yo anuncio que se acaba Teatro Urgente y eso mismo genera una situación de humor teatral.

El final es el más dulce que vamos a presentar. Es una obra que tiene dureza y emoción, pero con un final muy tierno y con humor.

 

Ernesto Caballero dirige la pieza, ¿qué visión le aporta él a este universo femenino?

Ernesto es muy feminista también desde joven, lo trae de cuna. Ernesto es uno de los dramaturgos que más personajes femeninos ha escrito. El tema de la mujer y Ernesto estaban muy unidos. Ha sido un chico criado por su mamá, tía, abuela… Creo que el universo femenino le resulta muy cercano y que no hay ningún salto en eso. No hay una visión masculina que a él le cuesta, de hecho, él se identifica muchísimo con el personaje de la madre porque también como padre es muy madre. Curiosamente, yo soy la que menos cargas tiene. No tengo hijos, mi familia está lejos, soy la más desprendida en eso. Creo que su visión, que también es papá/mamá, está muy presente pues no ha chocado en nada con todos los planteamientos que hay.

 

La pieza recurre a filósofos que igual no son fáciles, ni de dominio público, como Nietzsche y Scheler, ¿cómo se consigue bajarlos a tierra para el espectador de a pie?

La filosofía en principio puede producir un poco de miedo, pero creo que a partir de la pandemia se ha producido una seducción muy grande y todos tenemos muchas más ganas de pensar que antes. Eso ha beneficiado a Teatro Urgente. La filosofía de Teatro Urgente es una filosofía encarnada. El caso de los personajes de la segunda pieza, son personajes que comparten la visión de Nietzsche de explorar y derribar al otro porque su lenguaje no cabe con el otro. Lo irreconciliable. Representan la búsqueda de libertad que no es compasiva. Nietzsche no está a favor de la compasión y eso nos ha servido para poner a esas dos mujeres para que utilicen el poder que cada una tiene sobre la otra. En ningún caso, la presencia de Nietzsche se va a convertir en una teoría dura, difícil para el que pueda tener esa lectura. El que pueda relacionarlo con La genealogía de la moral se dará cuenta. Es uno de los textos fundamentales de Nietzsche. Teresa también parte de la moral del resentimiento. El resentimiento engendra una nueva moral y cómo lo que consideramos bueno, nos viene dado por una lucha de poder. Es un teatro que tiene su público en Madrid. Se puede llenar un concierto de reguetón y uno de jazz. Nosotros jugamos con esa ventaja y ampliamos un poquito los límites. Personas que han venido, que no han leído filosofía o no conocían ninguna de las figuras, luego han salido interesadas.

 

¿Qué nos puedes contar de Nerea Moreno la actriz que te acompaña en escena?

Es una actriz fantástica con mucha carrera de teatro. Ha trabajado con Ernesto Caballero, con Àlex Rigola, con Andrés Lima… Es una actriz de teatro de esas estupendas que hay aquí. Teatro Urgente nació con una bolsa de actores y actrices y ella fue una de las que se inscribió. Es una persona idónea por la edad y por la fuerza que tiene.

 

¿En qué momento profesional te encuentras ahora mismo?

Justo hoy he entregado la última versión del texto a la compañía que están ahora en la sala de ensayo. Lo hemos leído entre todos y ha habido tal subidón que estoy con la gente que quiero estar y haciendo el teatro que me gusta. El teatro lo soñé siempre como espectáculo, como un espacio de comunión, alternativo, pequeño… Estoy donde siempre he querido estar. Espero que haya recursos para que se pueda mantener, que no se muera como por ejemplo pasó con Kamikaze que para mí era un modelo muy hermano. Sentir que no puedes estar o que no se pueda financiar, eso me destroza. Esto es el paraíso para mí. Es como yo me imagino lo ideal.

 

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