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La mirada de Irina Kouberskaya

«Con mi teatro pequeño yo también formo parte de la realidad de este país»

 

Hace unos años, en la Sala Tribueñe hicieron un acercamiento a Un cuento de hadas de Vladimir Nabókov. El autor ruso relataba en él las idas y venidas de Erwin, su protagonista, en tranvía de casa al trabajo y del trabajo a casa. Sumido en la monotonía, el personaje fantaseaba en esos trayectos con tener un harén de mujeres y anhelaba poseer a todas las que se cruzaba en el camino, hasta que un día una misteriosa mujer le sorprende diciéndole que puede cumplir la fantasía erótica que tiene.

Ahora, Irina Kouberskaya, la directora artística de Teatro Tribueñe, toda una maestra de nuestro teatro aun habiendo nacido en Rusia, rescata la pieza para adaptarla a teatro como La mirada de Eros.

Hablamos con ella para que nos cuente todos los detalles de esta reposición de una obra protagonizada por Iván Oriola y José Manuel Ramos.

 

La mirada de Eros en Teatro Tribueñe

 

Por Ka Penichet

 

Los espectadores de Tribueñe están acostumbrados a ver piezas con mucha alma, que cuidan todos los detalles, ¿cómo se traduce esto en la relación que mantienes con el resto de las personas que comparten equipo contigo?

Yo creo que hay que amar y mimar al actor y, cuando lo haces, ya tienes derecho a exigir. Hay que tener mucha atención, mucho cariño, mucha intuición hacia por dónde puede crecer y evolucionar su talento y, por otro lado, mucha exigencia para que esto suceda.

 

 

Intuyo que tienes un nivel de autoexigencia alto, ¿cómo lo gestionas cada vez que te embarcas en un nuevo proyecto?

No tengo autoexigencia. Mi capacidad de crear nace en la mirada de otro. Yo trato de formarme hasta el último día de la vida, aprender y profundizar, porque el desarrollo de uno mismo es el máximo placer, saber que tú creces. Yo no llamaría a esto autoexigencia, yo estoy bastante en paz, pero no pierdo la pasión por aprender.

 

¿Qué fue lo que más te interesó de este cuento de Nabókov?

Siempre he trabajado con gente apasionada, tanto Valle Inclán, como Lorca, como Pinter o Chejov. Todos ellos son autores apasionados y muy profundos con el misterio del hombre. Nabókov, en este sentido, es un compañero más. Me parece que ahora es muy importante que en nuestro teatro junto con obras de Lorca que los jóvenes vengan a ver estas obras con la posibilidad de nuevas lecturas. Nabókov está entre estos genios porque cada vez que vuelvo a leer sus obras me dicta cosas diferentes. Son autores muy adelantados a sus épocas y nos queda mucho por descubrir de ellos ahora y en el futuro. Es un lujo tener autores que te enseñan el camino de la dignidad para el ser humano. Nabókov es un autor delicioso, no todos conocen toda la grandeza de su obra. Más bien se le conoce por ‘Lolita’, pero francamente, es un observador de la vida exquisito. Este cuento es un montaje de muchas observaciones de Nabókov sobre la vida, sobre el amor, el sexo y las mujeres. Todas las observaciones son de una delicadeza increíble. Cada persona es un misterio, cada persona debe descubrir su sueño. De esto solamente hablan los grandes, otras personas se dividen entre la derecha y la izquierda que es absurdo, hay que ir a la profundidad del misterio del ser humano. Ahí está la salvación. Es mucho más fácil ser un manipulado que ser una persona libre.

 

¿Qué opinión te merece la autoría teatral española contemporánea?

Me parece que tienen un gusto extraordinario. Me gusta la gente que se sale de los estereotipos, que explora, que se manifiesta, me parece fantástico. De esto van a hacer algo muy interesante en el futuro. Yo creo que se despierta un individualismo y un atrevimiento muy marcado y me parece estupendo porque esto puede crear un futuro.

 

¿Hay algún autor que no hayas representado aún que te gustaría montar?

Pues me gustaría montar Sófocles, a Shakespeare y volver a Pinter.

 

¿Cómo abordaste la dramaturgia de este cuento para adaptarlo a teatro?

Parecía imposible, pero esto me pasa a veces que pienso que es imposible para el teatro, pero pasan dos o tres días y ya sé cómo lo voy a hacer. Es un trabajo de placer descubrir paso a paso cómo lo van a hacer los actores. No tenía idea previa, sólo sabía que iba a ser posible. Y, poco a poco, la pieza iba creciendo hasta que se convirtió en un hecho. Cada obra nace de un momento diferente, a veces tú de antemano sabes lo que vas a hacer, aquí no, aquí yo me apoyé muchísimo en el arte de mago que tiene el protagonista, Iván Oriola. La pieza está acompañada de su capacidad de mimo, de mago y de buen actor.

 

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Iván Oriola e Irina Kouberskaya

 

Pareciera como si Iván Oriola fuera un actor hecho a medida para este papel…

A Iván lo conozco como artista desde que trabajé con él en El jardín de los cerezos, de Chéjov. Es un chico con gran talento que después estudió magia e informática. Para mi suerte, es una persona que domina su cuerpo absolutamente, es mimo, es mago, buenísima persona y buenísimo actor.

 

El protagonista del cuento de Nabókov, Erwin, fantasea con mujeres en sus trayectos al trabajo, ¿con qué fantaseas tú en tu día a día?

Mi madre decía que algunos nacen en la nube y como yo he nacido en la nube, no paro de fantasear.

 

La obra tiene una fuerte carga erótica, ¿cuál es tu prospección en la actualidad?

En la vida humana hay cosas que no son perecederas, como el erotismo o el amor. Para mí, darle otro aliento de interpretación de erotismo es muy importante. Fíjate, casi para el primer y segundo pase se han apuntado dos colegios porque la gente intuye que todo lo que les vende internet, no es. La gente respeta la intimidad y el misterio del erotismo. Esta obra es suficientemente fina como para despertar un buen gusto de presentimiento erótico. Yo soy abuela de 6 nietos, tengo la responsabilidad de que no caigan en la oscuridad, en el basurero de los sentimientos antes de que descubran su propia magia de amar y entregarse. Este cuento es muy fino y exquisito.

 

Desde que llegaste a España, ¿qué obstáculos has sorteado para visibilizar tu trabajo?

Yo estoy bastante enfocada en mi trabajo como para pensar qué problemas me he encontrado. Solo soy responsable yo. Si no hice algo a tiempo, si podía haber empezado antes y no tan tarde como cuando ya por fin me atreví a abrir mi teatro no busco culpables. Lo que sí que me impresiona mucho hoy es que cuando se ve que alguien tiene talento no se le ayuda. Me impresiona mucho cómo se le ignora, como si no existiera. No hablo de mí. Es una observación general. Esta cualidad me resulta muy difícil de entender en un temperamento tan generoso como es el español. Creo que en Rusia cuando alguien tiene talento, pero sabe que no está a la altura, se trata de ayudar en lo que se puede. Aquí, creo que hay indiferencia hacia el talento.

 

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Iván Oriola y José Manuel Ramos, protagonistas de La mirada de Eros

 

Otra de las cosas que resalta el texto es la monotonía en la que se ve envuelto el protagonista, ¿cómo combates tú la rutina?

Yo no tengo monotonía en mi trabajo, en absoluto. Es una suerte hacer teatro y pertenecer a esta familia de los creadores. Nunca he sentido monotonía en ningún momento de mi vida. Nunca me he sentido aburrida, ni en Rusia ni aquí. La rutina no forma parte de mi temperamento. Nada se repite, de un segundo a otro pasan tantas cosas.

 

¿Qué recuerdos guardas de la recepción que tuvo el primer acercamiento a esta obra hace unas temporadas?

La recepción fue magnífica porque es una obra que nos hace individuos y la gente sale reconociéndose como persona. Yo recuerdo que la gente salía hablando de la exquisitez. Antes de estrenar no me gusta hablar mucho de esto, pero sí, es una obra necesaria. Todo lo que es necesario ahora es cuestionable, por ejemplo, la filosofía la quieren borrar. Vivimos un momento tan confuso que hay que hacer, al menos, lo que uno cree que es importante hacer, porque si no apaga y vámonos.

 

¿Cuál es entonces el gran reto de esta pieza?

Cuesta mucho construir este mundo de erotismo y atracción con finura. Es muy interesante porque ahora todo lo que se propone es destrucción y después, construir algo es muy lento. Se destruyen obras de arte que son la herencia de la humanidad artística. Si se destruye la filosofía, qué pensamiento nos queda. Nos quieren arrancar la dignidad porque eso te hace evolucionar.

 

Y, ¿cómo luchas desde tu teatro contra ello?

Mi teatro es pequeño, tiene capacidad para 120 personas, pero con mi teatro pequeño yo también formo parte de la realidad de este país.

 

 

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