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La CNTC canoniza a Israel Elejalde

“Tengo la suerte de dedicarme al teatro, donde intentamos cazar la verdad a través de la mentira»

 

El actor Israel Elejalde regresa a la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Lo fingido verdadero -Del 1 de febrero al 27 de marzo-, una comedia en tres actos de Lope de Vega. Bajo la batuta de Lluís Homar, Elejalde encarnará a San Ginés, patrón de los intérpretes, un actor venido a mártir tras convertirse al cristianismo. Una pieza que reflexiona sobre cuáles son los límites entre la verdad y la mentira durante una representación.

En esta entrevista el prolífico Israel nos avanza detalles de su vuelta a las tablas y hace balance de cómo ha sido este último año.

 

Entre el cielo y el escenario

 

 

Por Ka Penichet

Foto de portada: Sergio Parra

 

¿Qué supone para ti volver a la comedia, donde creo recordar que empezaste con Miguel del Arco, tras el parón en las tablas tras el cierre de Kamikaze?

Hice una pequeña cosa antes en la Cuarta Pared, pero realmente mi debut teatral fue con una pieza que se llamaba El anzuelo de Felisa de Lope de vega, donde estaba Miguel. Fue donde lo conocí y empezó nuestra relación de amistad que tan buenos frutos nos ha dado. Justo después del cierre de Kamikaze, Lluís, que ya me había llamado un par de veces, me volvió a llamar y en ese momento en el que estaba un poco con esa hecatombe y después de mucho tiempo dedicado en exclusiva al teatro contemporáneo haciendo clásicos también, pero de la manera en la que lo hacemos nosotros, me apeteció la invitación de hacer un clásico y, en este caso, además sin versión y sin nada más. Supongo que lo que había a mi alrededor me disgustaba tanto que lo vi como una invitación a refugiarme en el pasado como aquel que dice. Me hace ilusión porque hace mucho que no trabajo ahí, así que es una vuelta a mis inicios y también lo he hecho porque es una escapada de esta realidad extraña pandémica que tenemos ahora.

 

 

Este no es uno de los textos más conocidos de Lope para el gran público, ¿qué se va a encontrar la gente?

Es uno de esos textos muy conocidos para los filólogos. Yo lo conocía porque cuando estaba en La Abadía ya se hablaba mucho de él y lo había medio leído porque había trabajado con Vicente Fuentes y sabía de su existencia, pero es verdad que esos textos tienen varias dificultades para montarse y, sin embargo, son muy apreciados por los estudiosos. Se van a encontrar un texto maravilloso, pero a la vez muy extraño y con algunas cosas que no son demasiado usuales. Es una obra donde él pone, de alguna manera, en evidencia el arte nuevo de hacer comedias que es un poco lo que revolucionó Lope. Este texto lo escribe casi a la par que El arte nuevo de hacer comedias y de alguna manera, viene a ser un canto a las posibilidades que tiene el teatro y ese nuevo teatro que él está propulsando. Es una obra que cierra muchas obras. Es una especie de muñeca rusa donde la última es de una manera y acaba en las antípodas totalmente. La unidad de trama salta por los aires y a Lope le interesa, de alguna manera, mostrar de todo lo que es capaz el teatro para enfrentarse a la sociedad como recurso de reflexión.

 

Representas el papel del protagonista, Ginés, que es un actor que posteriormente se convierte en mártir, ¿en qué crees que te pareces y en qué no a él?

Pues mira, es un actor que se dedica al teatro y después es un santo. Yo, en esto último, no me parezco en nada (risas). En lo que tenga que ver con él, me parezco en que tenemos una profesión igual y se habla mucho de teatro, de lo que supone ser actor y de las dificultades de serlo. Se pone en cuestión de qué va este oficio, de cuál es la forma que tienes que encararlo, de cómo la vida está todo el rato intrincado en el teatro, de que hacer teatro significa de alguna forma coger cosas de tu vida y ponerlas encima del escenario. En todo eso me siento totalmente reflejado.  Después de ahí, hay un salto mortal en la función donde Ginés es el patrón de los actores, San Ginés, pues ya en esa búsqueda de una cierta verdad, llega a encontrar a Dios en este caso. Es una función que habla sobre la fe. Creo que, aunque es verdad que el tercer acto habla sobre la fe religiosa, está hablando de la fe teatral, de cómo la creencia en algo te puede llevar también a la verdad. Hay más una reivindicación del mundo teatral que no una reivindicación de la religión católica, aunque eso está también. Creo que hay más proselitismo del teatro que de la religión católica.

 

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Equipo al completo de Lo fingido verdadero de la CNTC. Foto Sergio Parra.

 

El texto es una reflexión sutil sobre la interacción de la realidad y la representación de dicha verdad, ¿cómo de actual ves este tema?

Creo que este texto no es actual, en cuanto a que no habla de lo que está ocurriendo ahora mismo, sin embargo, lo es en tanto que habla de aquellas cosas que imperecederamente, da igual el momento histórico y el lugar en el que estamos, nos van a seguir afectando. Creo que es una función que habla sobre la necesidad del amor, sobre la necesidad de ser reconocido, de tener una identidad y sobre la necesidad de creer en algo, de construir algo conjuntamente para poder ser feliz. Es una reivindicación de lo colectivo, en lo religioso también porque ahí acaba, pero una más sigo diciendo que tiene que ver con lo teatral. De cómo el teatro es un acto colectivo a través del cual tanto actores como público podemos reflexionar sobre nuestras conductas para poder ser mejores. Finalmente, también es una reivindicación sobre la necesidad de ser amados y de amar para poder construir sociedades más justas y libres.

 

En un mundo tan sumamente dirigido por las redes sociales, ¿con qué herramientas cuentas en tu día a día para distinguir entre lo fingido y lo verdadero?

Ese es uno de los grandes temas. Yo tengo la suerte de dedicarme al teatro donde intentamos cazar la verdad a través de la mentira.  Como decía Borges: «El teatro es un lugar donde una persona finge ser otra y otras fingen creerlo». En ese fingimiento colectivo a veces aflora algo parecido a la verdad. Finalmente, la verdad no deja de ser un acto individual y después hay otra verdad colectiva que tiene que llegarse a ella a través de acuerdos, entre todos, es un tema casi filosófico. Yo, sinceramente es un tema que solo abordo dentro de la ficción porque además creo que es el único sitio donde afloran cosas parecidas a la verdad y quizás es verdad porque se está mintiendo y en esa mentira ya hay algo de verdad porque estás diciendo que mientes. En general, fuera de la vida todas aquellas personas que hacen una apelación a que hablan de verdad, a que son de verdad…me las suelo creer bastante poco. También, eso es un signo de alarma para mí. El actor es alguien que finge y entonces yo le creo porque está siendo honesto. Toda esta gente, como los políticos que alardean ser de verdad y de que no tienen pelos en la lengua, es general es una buena alarma para pensar que dicen una mentira.

 

Y entre tanto bulo generado, ¿quién es el culpable de que estas mentiras se extiendan?

Supongo que finalmente somos nosotros porque la credulidad es la que da sostén a esas personas que pueden decir esas mentiras. De alguna forma, si esto lo cambiamos es como el teatro, si un actor te gusta es porque te lo crees y, a lo mejor, hay otras personas que no les gusta porque tienen un criterio diferente. Desde luego, si un actor y una actriz tienen éxito es porque hay gente que les cree. Si un político dice una serie de cosas y tiene éxito es porque hay gente que le cree. A lo mejor, yo pienso diferente pero la verdad es muy difícil de asir y nadie la tiene realmente.

 

¿Cómo está siendo trabajar a las órdenes de Lluís Homar?

Lluís es un director que es actor y los directores que son actores tienen algo para mí que gusta, no todos también porque no se puede generalizar absolutamente con nada, pero entiende cuál es el oficio y entiende muy bien qué es lo que pasa cuando uno se sube al escenario. Sabe detectar de alguna manera tus virtudes, tus defectos, tus miedos y hay un especial cuidado en su forma de dirigir, de intentar que tú te sientas arropado en todo momento.

 

La CNTC canoniza a Israel Elejalde en Madrid
El actor Israel Elejalde. Foto de David Sagasta.

 

¿Cuál crees que es el aprendizaje que se llevan tus compañeros al trabajar contigo?

No lo sé. Te voy a ser sincero. Hago muchas entrevistas y una de las cosas que he empezado a practicar es a no decidir qué es lo que piensan los demás de mí. Puedo decirte lo que me gustaría proyectar, pero no dejaría ser más que un deseo. Cuando uno habla mucho sobre sí mismo, al final parece que esas cosas que dice fueran verdad y finalmente lo que perciben de ti solo lo pueden contar los demás. Tú puedes hacer esfuerzos denodados por intentar que la gente piense algo de ti, pero solamente ellos dirán si esto es lo que aprendieron o no. Entonces yo podría contestarte, pero como ellos lo lean después dirán: ¡Este tío es un flipao! (risas). Prefiero que lo digan ellos.

 

¿Qué cosas te hacen sentir vulnerable como intérprete?

Como intérprete, en general, casi todo. Si no sintiera esa vulnerabilidad, si no sintiera que las cosas me tocan, que tengo miedo, a veces, que estoy inseguro, que no sé cómo se hace mi trabajo, que desconozco los mecanismos que tengo que poner en marcha para desarrollar mi oficio, que dudo sobre lo que he hecho anteriormente y siento que debería cambiar, que cambio y entonces siento que debería volverlo a cambiar y me he vuelto loco… (risas). Si no existiera toda esa zozobra, mi profesión tendría poco sentido. Es un oficio donde la incertidumbre es constante y no puede ser de otra manera. Después, intentas desarrollar todos los mecanismos posibles para vivir más o menos tranquilo dentro de esa incertidumbre, pero siempre debe existir, de hecho, existe.

 

Volviendo al tema de lo que proyectas sobre ti mismo, ¿eres consciente de que no proyectas esa inseguridad de la que hablas?

Claro, de eso soy consciente. Creo que uno de los trabajos que tiene que hacer un actor es no transmitir eso. Ese es uno de mis oficios. Mi oficio es saber elegir qué sentimientos quiero que transciendan al público y cuáles tengo que ocultar. Si usara una metáfora con un piano, mi oficio es saber qué teclas tengo que tocar para que suene la música que es la adecuada. Eso no significa que haya otras sintonías por dentro y mi trabajo es apagarlas para que el público no las detecte. Mi oficio precisamente es que tú pienses que por dentro yo estoy en la vida normal, que yo estoy en el escenario como tú estás en esa butaca, tranquilamente viviendo lo que está ocurriendo en ese momento, pero después pasan otras muchas cosas (risas).

 

Me gusta la gente que se posiciona en la vida, más allá de que esté o no de acuerdo con lo que dice. Tú eres una persona que suele posicionarse siempre, pero me gustaría saber qué te pasa por dentro con la gente que no lo hace.

Yo me mojo, demasiado a veces (risas). La gente que no se posiciona no es precisamente el patrón que yo más admiro o que desde luego pretendo seguir. Sí creo que admiro más a la gente que sabe posicionarse con cierta templanza o que saben elegir quedarse fuera. Yo, en general, me meto en todos los charcos. Es algo que me reprocho a veces. Lo que sí tengo claro es que yo nunca elegí esta profesión por ser complaciente con el público o la gente. Siempre he entendido que ser artista es tomar partido por muchas cosas, tanto estéticas como éticas o ideológicas. En esta forma de tomar partido, asumo que hay gente que me va a abandonar y otra que no. Siempre que digo algo sé que tiene una serie de consecuencias, pero también a veces son buenas y la vida es tomar partido. Yo no quiero ser un artista que le guste a todo el mundo. Primero porque es imposible y segundo, porque tampoco me interesa. Tengo mi forma de ver el mundo, mi forma de pensar y es la que defiendo. Intento no ser dogmático en mis planteamientos, intento hacer preguntas, pero no quiero ser complaciente, no quiero agradar a todo el mundo, no quiero no ser conflictivo, no entiendo el arte desde un punto de vista de no conflicto, el arte es una forma de confrontar ideas y es necesario confrontarlas y es necesario tenerlas y es necesario saber que a veces hay varios caminos y es necesario elegir uno y no pasa nada.

 

Ibas para politólogo y al final se nota en el discurso coherente que tienes…

No lo sé. Para mí es algo que nace desde mi casa que hablábamos mucho de política y para mí es importante eso. También es muy importante respetar y conocer que hay otras ideas políticas. Creo que hay una forma de rebeldía contra esta especie de pavor o pánico al que nos quieren inducir por si tú tomas partido político de determinadas cosas eso va a tener unos pagos y es malo para ti. Entonces lo que hacen como ciudadanos es intentar coartar tu libertad de expresión. Yo también creo que vivo en una democracia y que, por lo tanto, no todo el mundo tiene que estar de acuerdo conmigo. Yo no voy a estar de acuerdo con todos y mientras tanto, podemos seguir dialogando. Que yo tenga una serie de ideas políticas o estéticas puede provocar que haya gente que no esté de acuerdo conmigo, pero eso no tendría por qué provocar que no vaya a verme al teatro o me denoste como actor simplemente por eso. A veces pasa, pero yo quiero creer que esa no es la sociedad en la que vivimos.

 

En este último año has pasado de ser chico Kamikaze a chico Almodóvar, ¿qué balance haces?

La verdad es que ha sido un año muy extraño a muchos niveles. Hago un balance positivo porque me ha gustado mucho trabajar con Almodóvar y es un tío al que admiro mucho y ha sido toda una experiencia, pero también ha sido un año en el que he cerrado Kamikaze, encima la Covid…Digamos que, para ser un año tan complicado, con tantas cosas malas alrededor pues he salido bastante indemne y puedo decir que la vida me ha tratado bien para lo que podría haber sido. Pero ha sido un año muy raro a todos los niveles. Bueno y dicen esto a veces, de que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, lo de Almodóvar, de alguna manera, me ha hecho tener una lectura más positiva en lo que tiene que ver con lo laboral, pero ha sido un año en que también hemos tenido que cerrar el teatro así que supongo que ha sido una de las mejores cosas de mi carrera pegada a una de las peores. Año extraño.

 

Puedes darnos algún adelanto de Kamikaze, ¿estáis trabajando en algo?

Algo que no se puede contar todavía. Nosotros vamos a seguir trabajando juntos, somos muy amigos, nos lo pasamos muy bien. Hay un tiempo en el que necesitamos reflexionar, pensar, reconstruirnos un poco…y bueno, ya tenemos cosas en la cabeza para empezar a trabajar en breve.

 

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