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La cartelera madrileña rumbea con ¡Chakapum!

«La rumba es una comunión con la gente a la que quieres»

 

Cuando uno piensa en los ritmos musicales del verano la rumba siempre hace acto de presencia, y más este año en el que estamos rememorando el 30º aniversario de aquellas míticas Olimpiadas de Barcelona. Así que no hay mejor momento para que ¡Chakapum! llegue al Gran Teatro Caixabank Príncipe Pío -del 11 de agosto al 4 de septiembre-. Una nueva producción de El Terrat que resulta un recorrido por la historia de la rumba con grandes éxitos y composiciones nuevas, a través de los recuerdos de infancia de Litus, su protagonista.

“Hoy es el primer día libre después de meses sin parar”, me dice el propio Litus cuando nos saludamos en nuestro encuentro vía Zoom. ¡Chakapum! acaba de estrenarse en el Teatre Tívoli de Barcelona y se le nota radiante. “Hoy ya tengo una sensación como de paz”. Así que con esa sensación y la alegría de quien ve cómo se hace realidad un proyecto tan personal, nos entregamos a charlar y desgranar los detalles de este musical.

 

El ritmo de la celebración de los vínculos

 

 

Por José Antonio Alba

 

Litus, después de labrarte una carrera como músico, el teatro llega a ti de una manera casi fortuita, ¿cómo sucede esto?

Es de estas cosas un poco peliculeras. Fue una llamada de Víctor Guerra, a quien le estaré agradecido eternamente. Yo estaba mezclando un disco y, de repente, recibo una llamada que me dice: “Estuviste en un concierto que monté en Galileo hace unos meses, en el que tú tocaste, me gustaste mucho. Estoy montando un musical y creo que podrías encajar. No sé si te das cuenta que en el escenario tienes muchas cosas teatrales. Solo te pido que te atrevas, tendrás que hacer de actor, aprenderte un texto, y eso entiendo que no lo has hecho nunca, ¿te atreves?”. Y eso me cambió la vida. Es muy bonito que alguien de fuera vea cosas de ti que tú no ves en ti mismo. A lo mejor por mí solo no me hubiera atrevido a dar ese paso, aunque la actuación siempre haya estado ahí. No es que hubiera un Marlon Brando dentro de mí y yo no lo supiera, sino que es cierto que dejo entrever cosas muy teatrales como cantante de pub, tengo una parte de showman, y la disciplina del teatro ha hecho que eso fluya, potenciando cosas que ya estaban ahí; y ha acabado convirtiéndose en algo muy importante en mi vida, es algo que me fascina. ¡Con la tontería llevo 10 años haciendo teatro!

 

De hecho, algo tan característico como es el bigote de Litus, viene del teatro, ¿no?

Efectivamente, en esa primera obra, la directora me dijo: “Déjate barba porque vas a hacer un personaje de época”. Pero antes de comenzar con los ensayos estaba en Cadaqués, donde pasaba largas temporadas haciendo conciertos, y cuando me afeitaba, a veces hacía la broma y me cogía los bigotes haciéndome ‘el Dalí’, y al decirme que me dejara barba, pensé: “¿y si juego esa carta?”. Estaba tan acojonado que fue algo donde cogerme y pensé: “Si en algún momento no sé qué hacer, me hago ‘el Dalí’ y tiro para adelante”. Al final el bigote es un poco una máscara que me puse para protegerme, me funcionó muy bien y ahora no hay manera de quitármelo.

 

Ahora llegas a Madrid con ¡Chakapum!, una propuesta que nace a raíz de tus recuerdos de infancia, del ambiente y las reuniones familiares, ¿está basado en eso o partes desde esa idea para crear una historia nueva?

Es más lo segundo, parto de esa relación que tengo con la música y con la rumba tan familiar, de las sobremesas de mis padres, que es algo que hace años que cuento y que es para mí algo súper importante en mi carrera. La historia parte de eso. La rumba tiene mucho que ver con mi primer contacto con la música, a pesar de que se me conoce más como rockero, pero la rumba siempre ha estado presente en mi vida y tengo una relación con ella muy cariñosa, muy íntima.

Mis padres, cuando yo era pequeño, montaban cenas y en las sobremesas mi padre sacaba la guitarra y comenzaban a cantar, ¡y lo hacían muy bien, la verdad! Había Beatles, rock, habaneras, pero el momento álgido de la noche, la catarsis venía cuando hacían rumba. Yo flipaba porque la rumba lo cambiaba todo. Ver a tu padre haciendo el ‘ventilador’ – vocablo que se refiere al ritmo de la guitarra en la rumba -, era casi como descubrir que tenía un súper poder porque el ‘ventilador’ es muy vistoso, es muy plástico, además que produce un efecto brutal, es como tener una banda entera en una guitarra ¡y el movimiento es hipnótico!

A partir de estas anécdotas, de estos recuerdos que tengo, Joan Grau y yo hilamos una historia que nos permite conocer la historia de la rumba y a la vez hacer un homenaje a la profesión, al currante, al cantante de pub. Creo que es importante. Los espectadores que vienen comentan que se nota el ambiente de ‘bareto’, algo que es muy importante en la historia porque es algo que llevo reivindicando durante estos últimos años. Yo vengo de ahí y me siento muy orgulloso de ese mundo y siempre que puedo darle luz, darlo a conocer, lo hago. Creo que en el arte son muy importantes estos espacios.

 

 

Llevándolo al terreno teatral, le encuentro cierta similitud con las salas off y el salto a los grandes escenarios. Es curtirse en escenarios más modestos, que son la base, para después crecer y poder enfrentarte a un público es escenarios más grandes.

Exactamente, eres capaz de ir a escenarios grandes porque has pasado por los pequeños. El poso que deja esa experiencia, el tener al público tan cercano, saber manejarlos, hacerles felices, darles lo que quieren, pero que te respeten. Es todo un mundo que a mí me fascina. Un artista no puede ir a tocar a un estadio de buenas a primeras, la escuela o la universidad que se crea en los pubs, los bares o las salas, es vital para el arte.

 

En Chakapum, has conjugado tu amor por la música y el teatro a todos los niveles, incluso dentro del equipo con el que trabajas, donde encontramos a gente vinculada a El Terrat y tu etapa en Leit Motiv, como Pablo Novoa en la dirección musical y Joan Grau en la dramaturgia; y a Xènia Reguant, responsable de la dirección escénica, con la que ya trabajaste en Lehman Trilogy para la factoría de Barco Pirata, bajo la dirección de Sergio Peris-Mencheta.

No lo había pensado, pero tienes razón. Es la fusión de lo mejor que me ha pasado en estos años: Leit Motiv y Lehman Trilogy. De las cosas más maravillosas que he tenido la suerte de hacer y de las que más orgulloso me siento. Lo cambiaron todo para mí. Una de las cosas que me parecían importantes en ¡Chakapum! era usar el lenguaje y la manera de contar que tenía ‘Lehman’, me encantó ese encaje de bolillos, esa mezcla de música, baile, actuación y casi magia. En ¡Chakapum! todo el mundo hace todo, tiene ese punto circense donde todo el mundo está remando a favor.

 

Es una forma de poner en valor lo que es un artista en sí, sin separar lo que es un actor, de lo que es un músico o un bailarín, sino un artista completo.

Exacto. Mira, una cosa que tenía Leit Motiv, y por eso Pablo era muy importante que estuviera como director musical, es que la banda no estaba separada de la acción, no era un acompañamiento y eso lo aprendimos en el programa. La banda siempre estábamos en la acción, Andreu (Buenafuente) se apoyaba mucho en nosotros y eso hacía que, más allá de saber música, controláramos los tempos teatrales. Esa es una de las cosas más importantes en este espectáculo. No es fácil unir una banda con una obra de teatro, y eso la gente lo está valorando mucho. ¡Pero es que es una bandaza!

 

 

La cartelera madrileña rumbea con <i>¡Chakapum!</i> en Madrid
El elenco de ¡Chakapum! al completo.

 

¿Todo esto cómo lo habéis trasladado al escenario?

Yo soy el prota, pero bueno, soy más como un maestro de ceremonias. En realidad, todo el mundo hace de todo. Es un tipo de teatro que a mí me fascina y me ayuda a contar la historia que queríamos contar. Por eso me apetecía mucho que Xènia me acompañara en este viaje, ella es especialista en estas cosas. Creo que ha hecho un montaje muy bonito, muy moderno, muy fresco, con ese aire ‘Lehman’ que yo quería que tuviera. Es un espacio aparentemente diáfano, donde las proyecciones consiguen que podamos ir donde queramos, tener una gran variedad de lugares, de color. Visualmente es muy bonito y tiene un ritmo trepidante, de mucha escucha activa. Tiene un punto cinematográfico. Es teatro, pero a la vez es como si editaras en directo. Es como una película, pero que se está haciendo ahí. Es una manera de hacer teatro que me parece muy interesante. Es un pequeño milagro que requiere de la concentración de todo el equipo.

 

Háblame del título, ¿cómo surgió la idea de llamarlo ¡Chakapum!?

Es la onomatopeya del ‘ventilador’. Lo hemos simplificado porque, si fuéramos estrictos rítmicamente, hay un golpe más, sería “kachakapum”. El otro día, Rogeli Herrero de Los Manolos, me envió un dibujo de un disco suyo que les hizo Gato Pérez que pone “Chakapum” y me dijo: “Tío, ¿viene de ahí?” y de pronto visualicé ese dibujo que enseñaba los movimientos con estas onomatopeyas y seguro que inconscientemente viene de ahí. ¡Inconscientemente el espíritu de Gato Pérez nos ha inspirado!

 

¿Es un musical tipo jukebox, construido a través de canciones ya conocidas, o tiene composiciones originales?

No queríamos hacer una retahíla de hits, eso era lo fácil. Sí que hay muchos éxitos que van a favor de la historia, pero también hay rumbas no tan conocidas y canciones originales; y todo para apoyar la historia que estamos contando. Es un repertorio muy cariñoso. Hemos intentando poner todo el abanico rumbero que ha habido en la historia, intentado dar espacio a todos, para que todo el mundo se sintiera dentro de este homenaje.

 

Más allá del componente autobiográfico, ¿cómo se ha desarrollado la idea del proyecto?

Siempre he pensado que tenía que hacerle un homenaje a la rumba, pero si hubiera tenido que levantarlo solo, me imaginaba algo más pedagógico, con una banda y ya está, pero de pronto, durante estos años, le he ido contando muchas anécdotas a Andreu, de mis historias rumberas, que me he dado cuenta de que tengo muchas, y Andreu, que tiene ese aspecto visionario, un día me dijo: “Tío, tienes que hacer algo con esto. Tu relación con la rumba es muy peculiar, ¿por qué no tiras de ese hilo?” y me dijo que ordenara las anécdotas y mirara qué salía. Empecé a ordenarlas y Joan Grau, grandísimo guionista de El Terrat, se interesó por el proyecto y le puso todo su corazón y me dijo: “Si quieres, mándame whatsapps de audio contándome las anécdotas, pero creo que te gusta escribir y, si haces el esfuerzo, vas a ordenar recuerdos y te vas a dar cuenta de cosas que no te das cuenta cuando lo haces oralmente”, y le hice caso. De pronto fue una experiencia muy bonita porque fui al pasado, descubrí cosas y, aunque la vida parece muy caótica, de pronto, tiras para atrás y descubres que las cosas están mucho mejor hiladas de lo que parece. Le enviaba un capítulo por semana y fuimos trabajando, fue cogiendo este material y creando una obra nueva a través de estas anécdotas, hicimos un trabajo histórico-musical brutal, desde dónde viene la rumba, las raíces… hemos estado como dos años y qué bien verlo ya estrenado.

 

La cartelera madrileña rumbea con <i>¡Chakapum!</i> en Madrid
Una escena del musical ¡Chakapum! de El Terrat.

 

Me lo estás contando y pienso en la gente que protagoniza todas esas anécdotas. El verse ahora retratadas en ¡Chakapum!. Tiene que ser un momento muy especial.

Es ‘heavy’. Tuve que prepararlos (Risas). Por ejemplo, yo trabajé muchos años en un local de Tossa de Mar que se llama Tahití, que es muy importante en la historia que cuenta ¡Chakapum!, esa fue mi universidad rumbera, y el jefe de ese local es Joan Capdevila de Rumba 3, es uno de mis maestros y al que quiero con todo mi corazón, y sale en la función; hay una actriz que hace de él, Marta Tomasa, que está estupenda en ese papel y cuando se acercaba el estreno pensé que tenía que prepararle porque se iba a ver ¡Es muy fuerte! (Risas) Pero él está encantado, se emocionó muchísimo. Además, Rumba 3 me hicieron el favor de tocar en el estreno, les hicimos un homenaje porque en este año se han separado. Después de 60 años de carrera han decidido descansar, y fue precioso, la verdad.

 

¿Qué influencia crees que ha tenido la rumba en nuestra cultura?

La rumba aprieta un botón y genera alegría de vivir, pero no banal, no es algo ligero; es una fiesta con un poso muy potente porque nos conecta con algo muy primario, instintivo. Es una comunión con la gente a la que quieres. Tiene algo muy familiar, de padres, hijos, abuelos… de estar con la gente a la que quieres y querer compartir con ellos esa alegría, y creo que eso es muy emocionante. En el momento que haces el ‘ventilador’ haces que la gente se ponga a bailar, sonríen, es mágico. Por eso quería hacer este espectáculo, hay algo como misterioso dentro de la rumba. ¿Qué tendrá esta música? Es muy fuerte el vínculo que crea. Y siempre está ahí.

 

¿Y qué espacio tiene en la cultura musical del s. XXI?

La rumba se ha convertido en algo atemporal, siempre está, desde los años 60 y 70, con Peret o Los Amaya, cuando tuvo su momento álgido, hasta que reaparece en el 92 con las Olimpiadas de Barcelona, ha evolucionado. Algo muy importante que hemos buscado con el espectáculo es que la gente no fuera a verlo como si visitara un museo, que viera que la rumba está viva. De hecho, haciendo el estudio histórico, descubrimos que, de una manera casera, incluso tiene su punto ‘underground’.

 

Dices que al ver a tus padres en esas reuniones pensabas: «yo de mayor también quiero pasármelo así de bien», ¿lo has conseguido?

Sin duda. Me lo paso bomba desde hace muchos años. Sí, es lo que hablamos, les mirabas las caras y estaban muy felices, no es solo la fiesta, el alcohol, va más allá, es esta comunión de compartir la música, es de las cosas más bonitas que hay. Eso es lo que llevo haciendo toda mi vida, así que sí, lo he conseguido y encima vivo de ello. ¡Bien!

 

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