Arma de construcción masiva es la segunda pieza de la compañía catalana José y sus hermanas, centrada en este caso en los rastros que dejan en las nuevas generaciones los relatos sobre la educación. Silvia Ferrando dirige a un grupo de seis jóvenes intérpretes magníficos: Francesc Cuéllar, Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera. Los podremos ver en los Teatros del Canal del 3 al 6 de octubre.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Una cronista teatral de Barcelona (Gema Moraleda) dijo que la irrupción en la escena de José y sus hermanas fue como «el milagro de la flor que se cuela por el asfalto agrietado». Fue a raíz del estreno en 2017 de su primera producción, Los bancos regalan sandwicheras y chorizos (la pudimos ver en el Teatro Español hace unos meses). Aquella obra –que mereció el Premio de la Crítica 2017 como Espectáculo Revelación– rastreaba los restos del franquismo en las generaciones jóvenes de la actualidad a través de un dispositivo escénico que escogía la fractura como catapulta emancipadora. Siguiendo ese camino, José y sus hermanas han alumbrado su segundo proyecto, en torno al concepto de la Educación. Pero: ¿cómo hablamos de educación en el teatro? No solo en lo formal, también en el fondo, en lo conceptual y sus implicaciones personales, sociales, políticas, emocionales. ¿Cómo nos sitúa nuestra educación en el mundo? La investigación que termina plasmándose en esta pieza aborda la educación que hemos recibido en la escuela, que ha sufrido las mutaciones obvias derivadas de las siete leyes orgánicas que la han regido desde 1970 hasta la actualidad.

 

Pero, como sabemos, no solo nos educa la escuela: nos educa la familia y el entorno y, hoy más que nunca, nos educan las imágenes y los sonidos, todo aquello que nos impacta desde las pantallas nos educa, el consumo nos educa, y entender las imágenes que recibimos por doquier y la manipulación de nuestra voluntad que ejercen las artes del consumo, requiere, volviendo a la escuela, una educación ética y crítica que no pasa por su mejor momento. “Este mundo no nos gusta –apunta Silvia Ferrando, directora del montaje- pero creamos una educación para adaptarnos a él. Cada vez que un plan de estudios pone el acento en que nuestros alumnos encuentren más lugares de trabajo, hay que pensar hasta qué punto los planes de estudio los deciden las empresas. Responder al mercado es muy perverso, porque la educación, frente al mercado, siempre llegará tarde. No podemos preparar a los alumnos para la casuística del mundo, pero los podemos hacer fuertes para que ellos adopten las herramientas para enfrentarse. Pongo en cuestión la adaptabilidad como valor. Más bien hace falta una educación que promueva gente capaz de generar nuevos modelos, capaz de pensar en que hay otras formas posibles. ‘Adáptate’ es el gran mensaje del capitalismo para arrasar con la imaginación del ser humano. Somos muchos los que tenemos que gestionar esa adaptabilidad, todos tenemos que adaptarnos, porque supuestamente no hay otra. Por eso, para mí, la imaginación y la fantasía, la capacidad de pensar en otras posibilidades, son armas de resistencia social al poder, a lo imperante”.

 

Con el objetivo de dinamitar dos instituciones básicas –escuela y familia–, los intérpretes asaltan el escenario para contar historias relacionadas con aquello que nos forma y conforma como individuos. Un espectáculo enérgico, con una fresca imaginación escénica, tan discursivo como gamberro, tan liviano como argumentado, tan directo como necesario.