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José Padilla: «Las fake news son la pornografía sucia de la ficción»

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Fotos: Vanessa Rabade

 

Hace unos días recogía, loco de contento junto a los compañeros de la compañía Ventrículo Feroz, el Max al Mejor Espectáculo Juvenil por Dados. Y ahora llega al Pavón Teatro Kamikaze con El viaje, nuevo volumen de Las crónicas de Peter Sanchidrián. El dramaturgo y director tinerfeño nos presenta esta nueva ración de historias nacidas al calor de ese filántropo millonario devoto de la ciencia ficción, Peter Sanchidrián que estás en los cielos, en lo que supone la segunda parte de una trilogía muy loca. Todo fueron risas y estupefacción con la primera. La segunda, no lo será menos. OPAS hostiles, absorciones empresariales, viajes en el tiempo, cruentas pócimas… fantasía, en una palabra, con el viaje interestelar a bordo de la nave C.R.I.S.T.I.N.A. de Peter Sanchidrián. Repiten del elenco original de la primera parte Antonia Paso, Cristóbal Suárez, Laura Galán y José Juan Rodríguez, a los que se incorporó más tarde Ana Varela, que también está aquí, junto al que sin duda es el gran fichaje: Pepe Viyuela.

 

¿Cuándo se convirtió esto en una trilogía? ¿Estaba pensado así desde el principio?

Fue todo tremendamente azaroso. El principio de las Crónicas fue con el Teatro de la Ciudad. Me invitaron a participar en lo que llamaron El Entusiasmo, que tenía lugar en el ambigú del Teatro de La Abadía después de las funciones de Sanzol, Miguel del Arco y Andrés Lima. Ahí hice la que era la última historia de la primera parte de la trilogía, Aracnos. Eso fue el germen de Peter Sanchidrián, aunque entonces no pensaba que esto fuera a convertirse en una saga. Poco a poco pensé que ahí podía haber una historia mayor y luego ya fundado el Teatro Pavón Kamikaze, como había confianza con ellos, les propuse ampliar aquella historia y juntarme con amigos talentosos del calibre de Juan Vinuesa o Cristóbal Suárez, y me dieron luz verde para ver si eso podía tener vida. Me puse a trabajar con ellos y de pronto salió esa historia de apocalipsis y a mitad de la escritura de esta primera parte me di cuenta de que ahí había una trilogía, clarísimamente. Lo comenté entonces, pero había que ver primero cómo iba a reaccionar la gente ante una cosa tan sumamente freak. Comprobamos que aquello funcionaba a las mil maravillas y, de repente, lo que era una idea loca, que aquello fuera una trilogía, pues ha cobrado cuerpo. Después de que repusiéramos Las crónicas, me llamó Jordi Buxó y me propuso hacer la segunda parte, El viaje. La primera fue Ignición, luego El viaje y la tercera será Aterrizaje, que ya se está esbozando.

 

Has dicho una cosa: idea loca. Creo que define muy bien todo esto, porque empiezas a ver las escenas y no dejas de preguntarte, como espectador: ¿hacia dónde va esto? ¡Esta gente está muy loca! Pero nunca cae en el abismo, hay algo que te mantiene en el filo de la navaja todo el tiempo.

Jajajajaja… me encanta. Gracias mayúsculas por lo que dices, porque es una apuesta mayúscula y los primeros que se la han estado jugando son los del Teatro Kamikaze. Yo creo que hay algo en eso que dices, con lo que estoy completamente de acuerdo, que comporta una gran dificultad. Hay algo de rebelión en mí, profunda, absolutamente reconocible y reconocida por mí en mí, de rebelión contra lo que me han dicho siempre que no se puede hacer. Casi desde niño hasta ser lo que soy hoy, un profesional de las artes escénicas, me han dicho que determinadas cosas no se pueden hacer. Y yo sabía, en mi fuero interno, que sí se podía hacer.

 

¿Esto qué es, dramaturgia rebelde?

Vale, sí, lo compro. En la pulsión básica de Las crónicas de Peter Sanchidrián hay una rebelión ante lo que me han dicho que no se puede hacer, y que además yo reconocía en las obras de teatro que a mí me gustaban. Te hablo de Shakespeare, te hablo de Chéjov… hay una gran pulsión de rebelión en esas historias. Y cuando yo proponía mis cosas me decían: no, no, eso no es aquello… ¿que no es aquello? ¿Pero qué Shakespeare estás leyendo tú? Y dios me libre de comparme con estos señores, que no les llego ni a la suela del zapato, pero en la creación en sí mismo tiene que haber un impulso de contradecir lo anterior y luchar con el no. En estas historias yo sé que si doy rienda suelta a la fantasía más irreverente, sé que de alguna forma al final eso encontrará su raíz, para ser comunicado con un trasfondo detrás. No me he cortado un pelo escribiendo. Cuando me asusto escribiendo me digo: ahí no te metas. E inmediatamente me respondo: ¿que no te metas? Aquí es donde hay que meterse. Eso me lo dijo hace muchos años Alfredo Sanzol, cuando encuentras un escollo del miedo, una alarma, y es ahí, donde estás incómodo, donde tienes que ir. Esa ha sido la única regla que yo me he autoimpuesto para escribir estas historias. Es dar rienda suelta al delirio pero en pos de contar una historia sólida.

 

En una de estas nuevas historias dejas caer una serie de reglas dramatúrgicas: sumérgenos desde el principio, pero no muestres todas tus cartas de entrada; la construcción del mundo debe ser corta y despiadada; experimenta con la forma; no confundas truco con trama; y haznos creer que hay un universo más allá. ¿Son tus propias reglas? ¿Hasta qué punto Peter Sanchidrián eres tú?

Me puede gustar más o me puede gustar menos, pero hay bastante de mí en Peter Sanchidrián. Creo fervorosamente que la ficción, lo que es la ficción, redime al ser humano, y eso va más allá del teatro o del cine, de cualquier arte, es algo que pulsa mucho más allá casi desde las Cuevas de Altamira. El hecho de tratar de ficcionar, de representar cosas que están fuera de nosotros y ponerles y ponerlas en algún formato fuera de nosotros, y verlo, nos redime y nos consuelo del terrible destino al que estamos encaminados. Creo muy fuerte que la ficción es de las cosas más bellas, si no la más bella, del ser humano. Es uno de los actos más nobles que podemos hacer en esta vida.

 

En el arte, claro, porque cuando ficcionas en otros sitios, como en el periodismo, que ahora está lleno de ficciones (posverdad lo llaman), ya no es tan noble.

No, no, claro. Y eso es algo que está en la función. Cuando alguien coge la ficción y las reglas las pone a su favor para fines pérfidos, efectivamente, eso se convierte en algo completamente siniestro. Pero si la ficción la utilizas sabiendo que lo que estás ofreciendo es ficción, es una maravilla. Las reglas tienen que estar claras para el que emite la ficción como para el que la recibe, eso sí, si no estamos hablando de mierdas que no aportan nada, no solo no aportan, sino que roban. Es una perversión de la ficción. Nada que ver con lo que estamos proponiendo aquí, una defensa de la ficción como redención del ser humano. Lo otro es un uso de esas reglas para fines personales que no llegan a buen término. Las fake news son la pornografía sucia de la ficción. Si abres un periódico y crees que eso que lees es verdad y resulta que es ficción, hay algo entre emisor y receptor que no es honesto. Ahí el trato se rompe y si una de las dos partes gana en esto, mal, muy mal.

 

José Padilla: "Las fake news son la pornografía sucia de la ficción" en Madrid

 

La primera parte era una máquina de carcajadas. No sé si te lo planteaste así, o ese humor nace de la propia obra y su representación.

Yo creo que la risa es una de las cosas más liberadoras que hay, a mí me ha liberado en momentos muy difíciles de mi vida. La risa me ha servido siempre y de hecho procuro ejercerla, ofrecerla y cuando la he recibido he estado tremendamente agradecido. La risa nos une, también es un acto que define al ser humano, nos dignifica. Y de un tiempo a esta parte se ha tratado de defenestrar a la risa como un acto digno, echando abajo la comedia o la farsa como un género digno. Eso es una falacia, es atroz. Cuando alguien dice eso nos está robando una parte de reflexión y de diversión. Es un recurso que utilizaba Bertold Brecht o el mismo Shakespeare. La risa es política. Si puedes reírte con algo es porque puedes tener una distancia con ese algo y pensar sobre ese algo. No te digo que con la risa tengamos que vender siempre en última instancia un mensaje, pero sí te permite tener un punto de vista. El que defenestra la risa como un vehículo para la reflexión se está equivocando.

 

De hecho, me da la sensación de que en El viaje hay algo más político que en la primera parte, que en Las crónicas. ¿Es así? Porque hay hasta un debate político, que porque sabemos que no, pero parecería que la acabas de escribir con todo este momento electoral tan álgido que estamos viviendo.

No, no, esto está escrito antes de que se convocaran las elecciones. Pero vamos, que yo no tengo nada de profeta, es el signo de los tiempos. Uno se pone a mirar un poquito, sin ser siquiera muy incisivo, y de repente lo que te devuelve la realidad es esto. Y decidí fantasear a partir de esto. Pero no responde a un profundo análisis social ni quiere ser un teatro de la inmediatez. Pero está pasando, está en el aire, nos está pasando a ti y a mí ahora, tal cual.

 

La obra se abre con un tono de novela de ciencia ficción y luego se suceden historias que, sí, tienen un destello de fantasía, pero están muy apegadas a la realidad. Cuando te planteas este contenedor de historias, la nave, Peter Sanchidrián, etc., ¿en qué estabas pensando, cómo das con esta estructura?

El pulso primero era divertirme yo, francamente, que a mí me resultara lúdico esto que estaba escribiendo. Y a partir de lo lúdico, dejándome yo ser en ese acto de rebeldía del que hablábamos antes, dejándome yo viajar en eso, de repente aparecían estos temas que están tan pegados a la realidad. Hay historias que nacen casi de gamberradas y luego van tomando una forma más comprometida con la realidad y se habilita un lugar para contar cosas que, sin abandonar lo lúdico, son jodidas. Se podrían contar de otra forma, pero igual a mí me aburre, y si yo me aburro, el espectador se aburre, seguro. Ya que me levanto a las 7 de la mañana para ponerme a escribir, vamos a divertirnos un rato.

 

¿Te levantas a las 7 de la mañana para escribir? Ahora mismo te haría la ola…

Lo hago. O lo hago así o no lo hago. Y suerte que puedo dedicarme a esto. La gente me dice cómo lo haces, ahora estás aquí, ahora estás allá. ¿Cómo lo hago? Pues así, levantándome a las 7 y poniéndome al lío. No es que tenga un horario muy estructurado, porque luego soy bastante anárquico, pero intento llevar un poco de disciplina. Pero vamos, que salgo a correr y luego sigo escribiendo, o de repente me atoro y me pongo a jugar un rato al Fifa en la Play, pero eso me viene muy bien, porque cuando vuelvo a escribir, soy otro, y me sale una solución. De nuevo, son esas cosas que te dicen que no se pueden hacer y, amigo… ¡se pueden hacer! Ahí están mis obras, es empírico, jajajajaja… nadie me lo puede rebatir ya.

 

Lo bueno es poder decir que trabajas como dramaturgo y puedes dedicar a ello tu tiempo sin preocuparte de otras cosas, que eso no es tan común en este país. Pero bueno, igual ya podemos decir que la dramaturgia española está ya en otro nivel, a lo mejor todavía no ha conseguido el ideal, pero ya camina hacia él.

Sí, yo creo que se está caminando, todavía queda mucho, sí, pero se está caminando. Yo me siento muy privilegiado, pero queda mucho para que haya una base como en otros países, que puedas decir tranquilamente soy dramaturgo, me dedico a esto, vivo de esto. Pero sí, se han dado grandes pasos con respecto a años no tan lejanos. Empieza a haber una cierta base, y ya es algo.

 

¿Cómo te gestionas con tu yo director? ¿Hasta qué punto le das cancha a los actores para que te muevan cosas?

A ver… tanto los actores como el equipo técnico y artístico, que en El viaje está un grupo de gente que tengo la suerte que me ha acompañado a lo largo de los años en muchos proyectos, y me entiendo con ellos a las mil maravillas… tanto con ellos como con los actores, hay algo importante y es que yo sabía cuando estaba escribiendo quiénes eran las personas que iban a estar conmigo, codo con codo. Entonces, cuando he propuesto el material y nos hemos encontrado, había algo de atajo hecho, para bien, me han traducido el material a unos niveles, cosas que yo ignoraba completamente, mérito de ellos y ellas por completo, que me han devuelto un feedback del texto en crudo, que ha aportado mogollón a lo que a mí me compete como director. Sería idiota si no lo hiciera, por supuesto me dejo permeabilizar absolutamente por su punto de vista. Y hay mucho del equipo y de los actores en la puesta en escena. Pero también es verdad que he tenido muy claras algunas cosas desde el minuto uno. Ha sido muy fácil, porque tengo a mi lado los que para mí son los mejores.

 

En principio en esta segunda parte Peter Sanchidrián no aparece, aunque no deja de estar sobrevolando toda la pieza, claro. ¿Tiene que ver con que el gran Juan Vinuesa, que le dio vida en la primera parte, no va a poder estar en esta segunda? 

Bueno… quizás haya sorpresas. No puedo contar más.

 

Y Pepe Viyuela, fichaje estrella…

Bueno, el otro día tomando una caña con él se lo decía: tío, parece que has estado en esto desde el principio. Es un tipo que te aporta un nivel de soluciones inmediatas increíble. Y es muy difícil lo que tiene que hacer él, y lo ha resuelto de maravilla. El elenco es superlativo, pero Pepe se ha incorporada como si llevara con ellos dos años, y estoy flipando.

 

¿Nos hemos olvidado de algo?

Me suelen preguntar si se puede ver la segunda parte sin haber visto la primera. Y sí, rotundamente sí. Está muy pensada para poner en contexto muy bien al que no haya visto la primera parte. Esto es nuevo, tan nuevo como que lo de la primera parte pasaba en la Tierra, y lo de ahora pasa a 15.000 millones de kilómetros de nuestro planeta.

 

¿Y en la tercera aterrizaréis en otro planeta?

Eso es. No sabemos dónde todavía, pero aterrizaremos, eso seguro.

 

 

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