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José Luis Alonso de Santos, Premio Max de Honor 2022

«Mi Max no es mío solo, es de todos los que han trabajado conmigo»

 

El comité organizador de los Premios Max de las Artes Escénicas ha dado a conocer el Premio Max de Honor para la edición 2022, que ha recaído sobre uno de los autores más representados de este país: José Luis Alonso de Santos. El comité ha destacado “su amor a la comedia, su vasta trayectoria como dramaturgo y su gran labor de investigación en la teoría teatral”.

El prolífico creador vallisoletano recibirá el galardón el próximo 6 de junio de 2022 en el Teatre Principal de Maó de Menorca durante la ceremonia de entrega de la XXV edición de dichos premios organizados por la Fundación SGAE.

La gala, que se celebrará por primera vez en el archipiélago balear, estará dirigida por Josep Pere-Peyró y la coreógrafa Mar Aguiló. Tras conocer la noticia nos ha concedido una entrevista en la que ha manifestado mucha alegría por este reconocimiento y en la que hemos hecho un repaso a su larga trayectoria profesional. 

 

 

José Luis Alonso de Santos, Premio Max de Honor 2022

 

 

Por Ka Penichet

Foto de portada de Luis Camacho- FUNDACION SGAE

 

En los años 70/80 afloraron compañías cuyo objetivo era hacer un teatro distinto, más vivo, dinámico y, a veces, de fuerte crítica política y social. Usted formó parte de la compañía Tábano. ¿Cómo funcionaba y cuál fue su experiencia?

Formé parte de varias compañías de teatro independiente. Estuve en el teatro independiente y en el teatro universitario antes de esa época y, bueno, había unas circunstancias sociales y políticas, de moda en el mundo y económicas, muy diferentes a las actuales. Por ejemplo, no había censura económica ni burocrática y se podía hacer teatro de cualquier forma. Ahora mismo, para cantar una canción debes tener una oficina con seis expertos en ordenadores y pagar el IVA y la luz. Todo se ha vuelto mucho más complicado desde el punto de vista burocrático, administrativo, sindical, económico… eso sí, más aliviado políticamente. Lo que había en aquel momento era una censura más fuerte, pero tal vez una protección social más grande. Eso permitía a muchas compañías hacer muchas representaciones. Las obras que representaba en aquella época, algunas mías otras no, hacía una media de 300 o 400 representaciones, eso hoy en día no lo hace nadie. Con El horroroso crimen de Pío Baroja que fue una versión mía, pasamos de 500 representaciones. Es curioso porque con censura, con policía, con problemas… hicimos quinientas y pico. Ahora no hay censura ni policía ni nada y se hacen seis. Las circunstancias sociopolíticas han cambiado para peor. Bueno la política ha cambiado para mejor. Las circunstancias socioeconómicas que permitían hacer ese tipo de teatro, del que tú me hablas, pues eso ya ahora es imposible. Las salas alternativas a parte de arruinarse, lo que esperan siempre es el milagro de la subvención.

 

Es usted unos de los autores más representados de España y con muchos premios que avalan su carrera, ¿después del Premio Nacional de Teatro se esperaba algo MAX?

(Risas) Cuando trabajas en el teatro no esperas premios, pero te gusta el reconocimiento. Tú haces tu trabajo en cada momento. La diferencia con otros premios que me han dado, porque he estado sesenta y tantos años en el teatro, es que es el reconocimiento a toda mi vida en el teatro. Entra todo lo que he hecho a todos los niveles, pero no solo para mí. Entiendo que es un Max que me dan a mí y a todos los que han estado en todos mis trabajos que es muchísima gente. En resumen, un placer que me den ese premio y me reconozcan toda mi trayectoria.

 

Cuando era joven, ¿imaginó tener una carrera tan prolífica como la que ha tenido?

No te imaginas nunca nada. Cuando te echas un novio lo que te imaginas es lo que va a pasar esa semana. En el teatro siempre te preocupas por la última obra que estés haciendo, la que estás dirigiendo, la que estás escribiendo. Cuando la obra termina, se acabó. Cada obra es una enorme aventura y eres preso de ella. De lo que me he preocupado es de que todo mi teatro fuera respetable a mi mismo y respetara al prójimo que era el público. Habrá cosas mías que hayan salido mejor, que hayan salido peor, pero siempre he procurado no sacar tonterías. Muchas veces se hacen obras que son como de los niños pequeños a los padres y eso no se debe hacer. He procurado no alejar al público del teatro, sino hacer siempre cosas que tuvieran una dignidad. Otra cosa es que unas cosas tengan un resultado mejor o peor, como es lógico.

 

Hablando de su carrera como profesor, ¿por qué en nuestro país no se inserta, desde primaria, el teatro en el sistema educativo?

Pero si es que no se inserta la filosofía…(risas). Han quitado la filosofía, o sea, ya no hay que pensar, así que como para hacer teatro. Estamos en un momento como para defender. Yo estuve en la comisión que en su día consiguió que las artes escénicas se estudiaran y había institutos que estudiaban eso. Lógicamente, los tiempos son arrasadores hacia la técnica, hacia todo aquellos que venga de los ordenadores, móviles… la pandemia ha estimulado eso, además, y ya todo lo que no sea técnico sufre mucho, tanto el teatro como una canción con una guitarra, incluso pintar un cuadro, es decir, todo aquello que no pase por el ordenador, Facebook, es complicadísimo defender un mundo de acto de tribu, de acto de carne, de acto en directo… no por el teatro, sino por las modas que hay en el mundo y sobre todo, otra vez, por la economía. Es una economía que grava igual hacer una obra de teatro y cantar una canción que vender diamantes o yates. Es el absurdo. Da igual un supermercado, unos grandes almacenes que una sala de arte. Todos pagan la misma luz, el mismo IVA… y eso es imposible. Eso complica mucho la vida.

 

 

¿Cree usted que el teatro en las aulas ayudaría, en alguna medida, a frenar el fracaso escolar?

No creo que el teatro sea la pócima mágica que cure todas las enfermedades. Yo creo que el fracaso escolar es fruto de una sociedad con fracaso, donde aprender da igual porque, la gente aprendiera música o a hacer teatro, no va a dejar de haber fracaso escolar. El arte tampoco tiene que estar ahí para salvar la humanidad, es el arte. Una catedral es una catedral, un cuadro de Picasso o las Meninas de Velázquez o una sinfonía tienen una dimensión enorme, no tiene por qué educar al mundo, ni salvar al mundo. El arte como salvador del mundo es una ingenuidad de los estudiantes de primero. Yo no creo que mi teatro haya salvado al mundo, ni a la Humanidad, además, yo no soy nadie para educar a los demás. Están más educados que yo.

 

¿Cómo valora las iniciativas teatrales en espacios marginales como barrios conflictivos o cárceles?

Eso es otra cosa. Como dinamizador, como aglutinador, como que hace comunidad; el teatro como tribu, en pequeños sitios, en pequeños grupos; el arte sigue siendo un elemento de comunicación tribal importantísimo. Siempre que haya una tribu, y siempre que haya espíritu de comunidad, eso sigue siendo lo más importante.

 

En el momento en el que usted empezó a tener relevancia, ¿qué peso tenían las mujeres dramaturgas?

En el mundo del teatro, por lo que yo he vivido, es uno de los pocos donde, desde que yo entré hasta hoy, los homosexuales no eran perseguidos por serlo y las mujeres tenían iguales oportunidades que los hombres. No sé si has oído bien: “Iguales oportunidades que los hombres”. Las actrices como Margarita Xirgu, María Guerrero, las grandes actrices, las grandes directoras… Lógicamente, lo que se lleva y lo que tú esperas que yo diga, y lo que estaría mejor, es que las mujeres han sido siempre maltratadas por los hombres. Bueno, yo la verdad que eso en el teatro no lo he visto. Yo no voy a decir que los hombres no sean machistas en la vida, en el teatro y en cualquier lado, pero yo no he visto a los actores maltratando a las actrices y que no haya habido escritoras porque no se haya dejado a la mujer escribir. Yo no lo he visto nunca, ni nada que se le pareciera.

 

¿Podría darme el nombre de alguna dramaturga de su generación que se quedó por el camino por no disponer de la misma visibilidad que gozaban los hombres?

Si me preguntas mi opinión, yo no me lo creo. Yo las he visto a todas. El arte es muy difícil. Unos llegan, otros están un año, otros dos… y el que está toda la vida tiene una visión como yo, diferente al que pasaba por allí un tiempo.

 

¿Qué autoras ha considerado referentes para usted?

No, no he tenido ninguna mujer autora como referente. He tenido grandes escritores de la Historia de la Humanidad como Cervantes, Calderón, pero no he tenido ninguna referente maestra femenina. En eso no he encontrado ninguna mujer que su escritura me haya servido de guía. No la he encontrado yo, pero eso no quiere decir que la hayan encontrado otros. Tampoco he encontrado ninguna compositora musical que tenga para mi la altura de Beethoven, pero será problema mío.

 

José Luis Alonso de Santos, Premio Max de Honor 2022 en Madrid
José Luis Alonso de Santos, Premio Max de Honor. Foto de Luis Camacho- FUNDACION SGAE.

Con obras como Bajarse al moro, La estanquera de Vallecas, ¿cree que ha influido en la creación de un género como el Cine Quinqui o ha bebido de él para inspirarse?

No me he inspirado. En su momento hice unas obras en unos estilos que me parecían oportunos para dar voz, dentro de mi sentido de la justicia y de las víctimas, a los que no la tenían. Luego, han tenido una repercusión concreta, pero ni creé un estilo ni me apoyé en ellos. Hice mi tarea que era lo que yo sabía hacer.

 

Si escribiese un texto en estos momentos sobre hechos que suceden en la calle, ¿qué tema abordaría?

No soy un escritor social en ese sentido. No soy un comentarista político ni empleo el teatro para cambiar el mundo, no soy nada de eso. Me parece bien los que lo son. No veo la guerra de Croacia y pienso en escribir una obra sobre eso. Soy mucho más humilde que todo eso. No creo que ninguna obra mía vaya a cambiar el mundo, ni vaya a educar a la gente… no soy un educador, ni un sacerdote ni un político, ni nada de eso. Soy un escritor, soy un artista, entonces, con mi arte yo procuro hacer lo mejor que puedo hacer que es dar mis respuestas personales dentro de los temas artísticos. Y los temas de cambiar el mundo, que me parece estupendo, ojalá lo cambiaran que ya es el momento de que lo hagan porque el mundo no va bien, pero no sabría hacia dónde cambiarlo, no soy yo el que sabe cambiar ni el que debe cambiar el mundo. No me considero una tabla de salvación.

 

¿Qué diagnóstico hace de la autoría teatral contemporánea?

Tampoco soy un juez. Creo que falta distancia con los creadores. Hay mucha gente que empieza a nadar y pocos que terminan la carrera. Yo he visto empezar a escribir a mi lado, hace sesenta y tantos años, a cientos, a miles que han estado uno o dos años y luego se han dedicado a otra cosa. Ya veremos. En el arte hace falta tiempo y distancia para decantarse, para ver lo que hace el mundo con todas las obras. Al final, la última palabra sobre la creación la tiene el mundo, no uno mismo. La voluntad de uno es siempre hacer cosas estupendas y cambiarlo todo, pero lo importante no es lo que tú crees, es lo que sucede después. Si hoy en día repasamos las personas que estrenaron hace 50 años, te llevarías una sorpresa. El 90% no volvieron a estrenar.

 

¿Siente que hay algo que le quedó por hacer?

Me queda por decir todo. Lo he intentado hacer todo, pero lo bueno, lo profundo y lo importante es muy difícil. Mi mejor obra todavía no está escrita y mi mejor trabajo todavía no he conseguido hacerlo, y soy una persona que ha hecho lo que ha podido con sus fuerzas y ojalá otros, hagan mucho más.

 

¿Está escribiendo algo actualmente?

Siempre escribo porque me dedico a eso. Es como un trabajador que se levanta y se va a su trabajo. Yo me levanto todos los días y voy a mis obras. Trato de reflejar aquellos dolores, aquellas sensaciones, aquellas contradicciones que yo vivo en relación con el mundo y, en este momento, con esas. Desde que empiezas a escribir hasta que tu obra se estrena hay un abismo de diferencia, no porque yo no pueda estrenar que yo toda la vida he estrenado con normalidad, sino que lo que escribo, lo guardo un tiempo, luego lo analizo, lo juzgo y la mayoría lo rompo. Procuro sacar al mundo aquello que tenga un cierto nivel artístico y con una dignidad. Evito sacar los caprichos personales y los ejercicios de aprendizaje. Pasan años antes de que una idea pueda subir a un escenario.

 

¿Ha pensado ya a quién va a dedicar este premio?

Sí, evidentemente se lo voy a dedicar a todos los que han hecho esas obras a lo largo de los años conmigo. El teatro es un trabajo grupal y premian al autor, pero yo solo puse las palabras. Los actores pusieron su sangre, su voz, su energía, los técnicos, los directores… es un trabajo en equipo. Detrás de cada uno de mis éxitos ha habido mucha gente, algunos anónimos que han puesto igual de entusiasmo o más talento que yo. Mi Max no es mío solo, es de todos los que han trabajado conmigo.

 

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