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‘Antígona’ contra el pensamiento único

“Los clásicos siempre encuentran un lugar en el que encajan perfectamente con la actualidad”

 

Marzo del 2020 era un momento dulce para Irene Arcos, con el Premio de la Unión de Actores a la Actriz Revelación, a punto de estrenar Traición en el Pavón y, de repente, la incertidumbre… Por suerte en julio Antígona tocó a su puerta y la hizo volver a lo grande, estrenando en Mérida con un clásico adaptado por David Gaitán y con compañeros de la talla de Fernando Cayo o Clara Sanchis, con quienes llega ahora a Naves del Español para mostrarnos la conexión que tiene Sófocles con el s.XXI.

Irene ahora goza de un gran reconocimiento, tanto en los escenarios como en el terreno audiovisual, donde gran parte del público la ha conocido gracias a títulos como Vis a Vis, La Valla, Élite, Madres o El Embarcadero, pero algunos hemos tenido la suerte de ver de cerca cuál ha sido el camino hasta llegar a este momento dulce, bien merecido, que le está tocando vivir. Desde el salón de La casa de la portera hasta el monumental escenario del Teatro Romano de Mérida.

 

Irene Arcos: «El Teatro para mí es una toma de tierra»

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada Diego J. Casillas

 

Hace un año a todos la vida se nos volvió del revés, pero a ti, por suerte, el regreso a la actividad te ha llegado cargado de proyectos.

Sí, soy una afortunada, tengo muchos amigos actores y músicos que todavía no han podido trabajar. Lo mío es primavera y teatro, me lo tiene reservado siempre el destino, aunque el año pasado no pudo ser. Pero, después de estar tres meses encerrada en casa, sonó el teléfono para decirme que, finalmente, se hacía Antígona en Mérida. Además, se pudo hacer de nuevo Traición en el Pavón, coincidiendo con la última etapa Kamikaze y he estado rodando tres meses una serie con Pau Freixas en Barcelona.

 

 

En España somos afortunados de poder haber recuperado la actividad teatral tan pronto.

Hemos tenido suerte porque es verdad que necesitamos la cultura para el alma. Ir a ver espectáculos, asistir a las salas, con las medidas de seguridad, obviamente. Son de los sitios en los que tanto trabajando como actriz, como espectadora, me siento más segura. Somos afortunados de poder tener esto de nuevo en nuestras vidas. Ojalá se recupere todo cuanto antes para poder estar algo más estables.

 

Fue tu primera vez actuando en Mérida. ¿Cómo viviste un acontecimiento como este?

Fue muy emocionante. Fue mágico encontrarme con ese escenario. Yo creo que para todos los actores es algo muy especial por la cantidad de historia que hay ahí acumulada, con el origen de esta profesión, con su esencia, es muy bestia. Seas más emocional o menos, es una cosa muy directa; y si a eso le sumas que veníamos de estar tres meses encerrados y sin saber qué iba a ser de nuestro futuro, pues fue todavía aún más bonito. ¡Y encima cumplí años ahí! Mi compañero Fernando Cayo, que hace un Creonte maravilloso, comenzó a cantar un cumpleaños feliz y le siguió todo el mundo, fue uno de los momentos más maravillosos que he vivido.

 

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Fernando Cayo e Irene Arcos en ‘Antígona’. Foto de Diego J. Casillas

 

Hablamos de ese lugar que es imponente, pero tú y yo nos conocimos en un lugar mucho más pequeñito, en La casa de la portera.

De dónde vengo yo, ¡del off!

 

Ahí estuviste haciendo Entreactos para 15 o 20 espectadores, no creo que cupiesen muchos más. ¿No da vértigo ver el camino recorrido? ¿qué sensaciones te despierta pensar de dónde vienes y dónde te encuentras en estos momentos?

Pero qué bonito, ¿no? Que vayamos encontrándonos en sitios tan distintos y sentir que vamos creciendo. Lo de La casa de la portera es una de las cosas más bonitas que me ha pasado; era una época en la que en Madrid se hacía teatro hasta debajo de las piedras, de repente había muchos sitios off donde se hacía teatro. Había muchas ganas, mucha creatividad, se hacían muchas cosas, yo estaba empezando en aquel momento y encontramos un nidito precioso para hacer una función maravillosa y compartirla con 15 personas en el salón de una casa. Para la gente que no sepa lo que era La casa de la portera, era una casa en el barrio de Lavapiés, al lado de donde está el Pavón, y en el salón hacíamos las funciones. Y teníamos al espectador a centímetros de nosotros. Recuerdo el viaje emocional que suponía aquello, que te ponías a llorar y veías al espectador con su lagrimilla, estábamos todos en esa burbuja emocional que se creaba ahí. Eso ha sido precioso.

 

¿Hacer teatro tan cerca del espectador impone más que un gran escenario? ¿Se llega igual al público?

Para mí son cosas completamente distintas. Tener al espectador a centímetros me pone mucho, me gusta el contacto con la gente, me gusta sentir al público. Eso me conecta a un lugar que es como una gasolina, me enciende. En Mérida iba con más miedo porque sentía que estaba todo muy lejos, me preguntaba cómo iba a establecer esos vínculos y lazos, era la primera vez que actuaba para tanta gente y con tanta distancia, porque allí no te están viendo la cara, no hay esa proximidad. Aquí, la burbuja emocional que comentábamos que se creaba en La casa de la portera, se genera de otra manera, a través de la voz, del cuerpo, tu emoción, los sentimientos, todo tiene que ser más grande y tienes que cuidar para perderte ni desconectar. Fue algo nuevo, que aprendí con grandes maestros porque tengo a mi lado a Fernando Cayo que no sé cuántas funciones ha hecho ya a esos niveles, estoy con Clara Sanchis que es también toda una veterana, con Elías González, con Jorge Mayor… con todos mis compañeros que me han ayudado muchísimo.

 

Antígona llega en un momento clave, muy polarizado, donde decir según qué cosas tiene consecuencias que pueden ser nefastas.

Los clásicos siempre encuentran un lugar en el que encajan perfectamente con la actualidad. Antígona nos llega en un contexto social en España muy movido, con muchas revueltas. Vamos abocados a un pensamiento único, entre lo blanco y lo negro, ¿qué pasa con los grises? Esa sensación de “estos con nosotros o estás contra nosotros”. Como no creo en las casualidades, llega cuando tenía que llegar, veremos cómo se recibe.

 

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Un momento de ‘Antígona’. Foto de Daniel J. Casillas

 

La versión que veremos en Naves del Español es un tanto especial, creada a raíz de la desaparición de 43 estudiantes en Méjico. David Gaitán, su director, ha querido hacer una conexión entre el clásico y nuestro presente más inmediato. ¿Qué nos va a aportar?

David Gaitán es un prodigio mejicano, es un muy joven para todo lo que ha hecho ¡y con ese talento! El origen de cómo se plantea la reescritura del mito es a raíz de la desaparición de estos estudiantes en Méjico, a día de hoy las familias siguen sin encontrar los cuerpos ¿Qué pasa cuando no puedes cerrar cierto tipo de asuntos? A partir de ahí surge la idea que él tiene, planteándose esa necesidad de finalizar, de recuperar, de poder cerrar.

Lo que ha hecho David es traer el mito a la actualidad, a una conversación en el presente. Así como Sófocles hablaba de las leyes humanas y las leyes divinas, la Antígona de Gaitán se va más a los derechos sociales y habla de la necesidad que tenemos de poseer una complejidad de carácter. Lo que quiere David es que la gente se haga preguntas, quiere mostrar a los personajes, tanto a Creonte como a Antígona, con sus luces y sus sombras, hacerlos humanos dentro de todo esto, pero sobre todo lo que buscamos es que la gente se plantee salir de ese pensamiento único, todo tiene matices, y encontrar un dialogo, porque si no estaríamos en posiciones totalmente inmóviles. Entonces, es una Antígona, muy cañera, que habla de libertad, de democracia, de rebeldía, pero también tiene muchas dosis de humor, creo que la gente se lo va a pasar bien.

 

¡Tanto se ha querido acercar a esta Antígona al presente que incluso rapea!

¡¡Sí!! No sé lo que pasará después, pero sí, voy a rapear y voy a decir unas cuantas verdades (Risas) fue muy divertido. David nos preguntó si teníamos algún tipo de talento, qué cosas sabíamos hacer y le dije que hace tiempo estuve en un grupo de ska-reagge en el que era corista y me dijo “Ah ¡Cantas!” y yo le decía “No, David, no canto” y al día siguiente me dijo que iba a hacer una canción ¡Creo que en ese momento cortocircuité! Pero acabé haciéndolo. Es un momento de la función con Jorge Mayor en el que nos lo pasamos muy bien.

 

¡Hay que tirarse al barro y arriesgar!

Tirarse al barro es fundamental, y permitirte fallar. Siempre hay mucha tensión de querer hacerlo bien, en querer controlar, en confiar, después te das cuenta que las preguntas más o menos son las mismas, hagas lo que hagas en la vida. Todo va de confiar y soltar ese control para poder seguir creciendo.

 

 

Mucha gente ha llegado a tu trabajo a través de la televisión: Vis a Vis, El Embarcadero, La Valla, Madres, Élite… Tú que has comenzado a caminar profesionalmente sobre los escenarios, ¿dónde te sientes más cómoda?

Yo creo que, como a todos los actores, lo que me gusta es trabajar, interpretar. A mí me gusta el teatro, yo lo necesito, para mí es una toma de tierra. Me conecta a un lugar que da sentido a porqué soy actriz, y al público. Hay algo ahí que es una adrenalina, saber que no te puedes equivocar y que, si te equivocas, tiras, no hay una siguiente toma y eso me coloca en un lugar, ya no solo como actriz, sino como Irene que me viene muy bien y me sana muchas cosas. Y luego claro, me encanta el mundo de los rodajes, yo estudié audiovisual, he estado en rodajes de técnico, formando parte del equipo de cámara, me encanta estar en los rodajes, lo disfruto muchísimo, es un trabajo muy en equipo. Ahora vengo de estar trabajando en Barcelona con Pau Freixas, ha sido maravilloso; ha sido una experiencia preciosa y he aprendido muchísimo de todos mis compañeros: Ernesto Alterio, Leonardo Sbaraglia, Miren Ibarguren. Ha sido una suerte para mí estar en proyectos muy bonitos y compartirlo con personas muy buenas, y eso es una combinación que te hace crecer tanto el personal como en lo profesional. Esto no va de elegir, esto va de seguir aprendido. Para mí son muy necesarios los dos porque uno me da unas cosas y el otro me genera otras. Pero desde luego que el teatro es lo que me sana, por eso lo necesito y vuelvo y me meto en proyectos. Es más, me han llegado ofertas y me han dicho “este teatro no lo puedes hacer” y en ese caso puse por delante la obra de teatro.

 

¿Cómo pinta tu horizonte?

Ahora mismo vamos a estar con Antígona, rapeando y diciendo verdades como puños, siendo una activista como es esta mujer fuerte y poderosa. Después ya vendrán otras cosas. Siempre vienen, quiero proyectos que me hagan crecer personal y profesionalmente, por eso soy actriz. Soy muy afortunada del equipo que llevo detrás y ahí seguiremos. Lo que venga será bonito. Lo que hay que hacer es confiar.

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