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Idoia López, clown orgánica y reactiva

«Ser una mujer, o disidente de género empoderada en este sistema, no facilita tener trabajo»

 

Idoia López o Ido LocA es una artista nacida en el sur de Navarra y nómada por naturaleza. Idoia ha vivido en diferentes partes de la Península Ibérica y ha viajado a diversos lugares del globo terráqueo. Una de sus mayores hazañas: cruzar Brasil, de norte a sur, en bicicleta y ganarse la vida en las plazas de este hermoso país con su arte musical y circense. Allí decidió dedicarse al cien por cien a su pasión, el arte escénico, y creó su primer espectáculo unipersonal, un compendio de diversas habilidades artísticas.

Ha estudiado arte circense en la Escuela Internacional de Circo y Teatro CAU (Centro de Artes Urbanas) de Granada y ha realizado diversos cursos artísticos para ampliar sus conocimientos y habilidades escénicas con especialistas como Pepa Plana, Phillippe Gaulier, Antón Valen, David Monge, Pepa Gil, Jesús Jara, Alessia Desogus, Marcelo Katz… Es, además, psicóloga psicomotricista, profesión que ha ejercido durante varios años y a la que sigue vinculada.

En el mes de abril podremos ver en Madrid su último espectáculo, ¡Qué circo de mujer!, que se mostrará en La Escalera de Jacob. Hablamos con esta creadora circense, cantante, artesana, diseñadora (realiza las vestimentas y escenografías de sus espectáculos, así como la de otros compañeros de profesión) cuyo discurso emociona y reactiva a partes iguales.

 

Ido Loca en La Escalera de Jacob

 

Por Sergio Díaz

 

¿Qué es ser una clown?

Para mí es ser libre del sistema y dueña de tus emociones.

 

¿Ser clown o payasa puede ser una de las formas más libres de expresión que haya?

Para mí si, por eso estoy aquí.

 

¿Es muy necesario resignificar y reivindicar la palabra payasa?

Sí, y no solo con la connotación femenina con la que me haces la pregunta. Se hace necesario reivindicar un uso del lenguaje sensato. ¡El mundo no es un circo, más quisieran ‘ellos’! El circo es divertido y todas las personas se divierten. Y el/la payasa tiene un papel muy importante en esto, por ello debe saber lo que hace, no son casualidades lo que le sucede, son coincidencias: está todo preparado para que ocurra lo que debe ocurrir, para que coincida.

 

¿Cuándo comprendiste que el clown iba a ser tu forma de vida o la forma artística en la que querías expresarte?

Saboreé a mi payasa de circo en un largo viaje en el que debí ganarme la vida en la calle. Después retomé mi antigua vida de psicóloga, y fue en este momento cuando me di cuenta de que ya había tocado el cielo y quería volver a él. Levanté alas y aposté por seguir el camino artístico, a pesar de todo: “el circo y el talento son para quién se lo merece”.

 

¿Quiénes fueron tus referentes?

Las personas del camino. Yo no elegí ser payasa, las circunstancias me eligieron a mí. Y como me dijo Slava Polunin, uno de mis referentes artísticos más entrañables y con quien tuve el gusto de compartir este invierno en su Laboratorio de Creación de Le Moulin Jaune, soy una payasa orgánica, necesito de las vivencias para ser y crear.

 

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Ido Loca

 

Háblanos un poco de ¡Qué circo de mujer!, el espectáculo que veremos en Madrid estos días.

Este espectáculo llega de una rutina circense con varios objetos que trabajé hace unos años. Me encanta probar disciplinas nuevas y entrenarlas hasta que consigo ‘algo’ con ellas. Así, con un poco de aquí y otro poco de allí voy consiguiendo trucos, que unas veces salen y otras no… pero no me rindo por ello (guiño a mi payasa).

A lo largo de los años que me vengo dedicando a este mundo artístico he ido introduciendo nuevos retos e incorporándolos al espectáculo, ampliando de este modo su duración. Además fui sintiendo que quería hacer un homenaje a las diversas mujeres circenses (Trixie Firschke, Pinito de Oro, Lottie Brunn…) quienes demostraban sus grandiosas y trabajadas habilidades con vestuarios bien ‘pomposos’ y altos tacones. Esto siempre me llamó mucho la atención: además de ser unas ‘prodigias’ en sus disciplinas, lo hacían con dificultades añadidas. Entonces decidí vestirme con faldas, cancanes y tacones y llevar a cabo las rutinas circenses que trabajo. Los diversos líos en los que me meto, el hecho de ser mujer y el intento de hacer circo… se traducen en el nombre del espectáculo.

 

¿Qué quieres transmitir con él?

 Que con ahínco todo se puede conseguir. Y si es con humor ¡mucho mejor!

 

Es un espectáculo de calle adaptado a sala. ¿En qué medio te sientes más cómoda actuando?

Son distintos y cada uno tiene su encanto. Pero la calle es de la que más aprendo, quien me pone más al límite y hace que me sienta de un modo más profundo. Vengo de ella y ella es mi mejor maestra.

 

Tanto los clowns como su dramaturgia nacen de una parte muy íntima de los intérpretes. ¿Cuáles de esas emociones internas has trasladado a tu alter ego escénico? Si no en este espectáculo, en algún otro…

 Ninguna, mi alter ego no existe. Es mi ego completo el que se sube a escena… ¡qué dolor! (Risas).

 

¿Hay mucha diferencia en los códigos entre un espectáculo para público adulto y otro familiar?

Yo, desde mi experiencia, trato de que no los haya, pues no comprendo esta educación excluyente en la que nos encontramos inmersas.

 

¿Hacer feliz al público es el fin último del clown?

Para mí el fin es hacer sentirse bien y enviar el mensaje de que reírse de una misma es muy placentero. Quitarle importancia a la madurez. Vivir, vivir y sentir.

 

El clown ha sido una disciplina mayoritariamente masculina históricamente. Ahora las cosas van cambiando y hay mujeres payasas, claro que sí, pero aún hoy se hace necesario visibilizarlas. ¿Crees que las mujeres lo seguís teniendo más complicado para encontrar vuestro hueco? ¿Qué conquistas por la igualdad en tu oficio hacen falta a día de hoy?

Sí, por supuesto, no hay duda de que la dificultad sigue existiendo. Y lo peor es que es un problema de base, por definición. Estamos en un sistema capitalista, que se sostiene con valores y acciones patriarcales, la opresión, la competición, el poder, el control, la autoridad… Así, los cuerpos feminizados nos vemos oprimidos por el hecho de una necesidad de que existan víctimas y el sistema se pueda mantener. Somos parte del equilibrio del sistema capitalista en el que sobrevivimos. Y si no cambia el sistema, no podemos avanzar hacia una sociedad igualitaria.

Aunque bien es cierto que vamos dando pasos y vamos consiguiendo que se redacten políticas igualitarias, queda mucho camino por recorrer. Porque el hecho de que se plasmen en papel, no quiere decir que se lleven a cabo. Y esto es lo que sucede en nuestro sector (circense) concretamente.

Por ejemplo, todavía se programan festivales con dinero público en el que el elenco (tanto artístico como técnico) no es igualitario y prima la presencia masculina. Aunque exista un Ministerio de Igualdad que nos facilite el denunciar este hecho, el miedo a ser señaladas por hacerlo y no ser programadas en otros festivales (tanto públicos como privados), hace que no tomemos medidas serias frente a estas injusticias. Ser una persona mujer o disidente de género empoderada en este sistema, no facilita tener trabajo.

Por otro lado, me gustaría nombrar las dificultades que existen también con el cuerpo femenino. Como sabemos éste ha sido y sigue dominado (maquillaje, cánones de belleza, cuerpos inmovilizados…), además de las necesidades fisiológicas que éste conlleva. Estas realidades no se tienen todavía en cuenta a la hora de trabajar, y se nos llega a desvalorizar o relegar por ello, ya que los tiempos de acción y los espacios están desarrollados por y para hombres. Así, se hace muy necesario replantear la políticas de igualdad y sus herramientas cooperativas, acciones en las que ya estamos poniéndonos manos a la obra.

 

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Ido Loca en ‘¡Qué circo de mujer!’

 

¿Cómo reacciona el público masculino frente al cambio del código tradicional? ¿O ya se ha asumido con naturalidad a las clowns?

Hallo que hay bromas ‘femeninas’ que quizás al público masculino le cuesta agarrarlas, pero nada más allá, ya que también observo que las clowns usamos muchas gracias masculinas. Algo que me encantaría que tuviéramos en cuenta, ya que tenemos un gran privilegio en estas circunstancias: nosotras podemos crear un nuevo código escénico y de humor, que se base en otra cosa que en el ‘caca, culo, teta, pis’ que venimos viviendo. ‘Nunca antes’ (y lo entrecomillo porque que no esté registrado y visibilizado, no quiere decir que no haya existido) las mujeres han hecho humor, así que, ¡a crear se ha dicho!

 

¿Echas en falta un circuito más amplio para tu disciplina artística en el que poder mostrar tu trabajo?

Sí, por supuesto. El circo todavía no tiene un espacio público reconocido. El circo ha sido un arte relegado, digamos que víctima también… Así, todavía queda mucho por reivindicar. Por poner un ejemplo, en España, el circo no está reconocido oficial ni institucionalmente, por muchos esfuerzos que las profesionales de este sector están haciendo. Y hablamos del siglo XXI.

 

Vivimos en un mundo desigual, individualista, alejado de las emociones… ¿Ser payasa hoy día se hace más necesario si cabe precisamente por eso?

Totalmente de acuerdo, la payasa tiene el sistema límbico muy desarrollado y es un privilegio para esta sociedad que existan personas tan intel-de-gentes.

 

Justo en este espectáculo trabajas sin ella. ¿Qué sientes cuando te pones la nariz roja? ¿O la nariz no hace a la clown?

La nariz roja es una máscara en sí misma y esta te cambia la expresión, te cambia el ser. Es una herramienta. Yo no creo que la nariz roja haga al clown, aunque sí que ayuda mucho. Te transforma la cara y transforma así la mirada del otro hacia ti. Lo que te facilita comportarte de otro modo.

 

Hay una frase muy bonita que tienes en tu web: “No dudes jamás de la capacidad de tan solo un grupo de ciudadanas conscientes y comprometidas para cambiar el mundo. De hecho, siempre ha sido así”, de Margaret Mead. Muchas mujeres a lo largo de la historia han hecho camino para llegar a donde estamos, pero ¿es ahora cuando esa frase toma más sentido?

Es ahora cuando por fin la estamos escuchando.

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