Otoño en Abril en Cuarta Pared

 

Por Alberto Morate

 

En todas las familias hay desavenencias, discusiones, ciertos fantasmas cotidianos que rondan las relaciones haciéndolas inestables, principalmente porque, muchas veces, se les impide salir para no causar fricciones indebidas. Pero cuando se escapan por esas grietas que están todo el tiempo haciendo aguas, explotan en una torpe cascada de reproches y llantos quedos.

Es primavera. Pero no deja llover. Parece otoño. Otoño en abril. Y Abril, una niña, vendrá dejando atrás acuarelas marinas para traer tormentas y voces en deterioro. Pesadillas que podrían producir risa si no fuera porque el comportamiento onírico es tremendamente cruel.

Las mujeres de esta historia, de estas historias que se entrecruzan en una convivencia de anhelos enjaulados, casi en connivencia por aquello de los lazos sanguíneos, si no se vuelven sanguinolentos es porque son conscientes de que un día compartieron juegos, risas, cariño, preocupaciones, deseos. Hoy es difícil que ese amor de antaño se torne otra vez en generoso.

Cada una con sus desfondados equipajes intenta ayudar sin caer en la cuenta de que están terriblemente solas. Pero volver, y actuar como si nada pasara, sería más peligroso. Por eso se muestran titubeantes, porque las desborda la realidad de no ser ya quienes fueron, tambaleándose en el corazón que es donde más daño hace cuando se muestra como son en esos momentos.

Esto que podría ser trágico, dramático, penoso, Carolina África nos lo muestra con humor, con sentido cómico, el de la confianza que se tienen entre familiares que le sacan punta a todo. La madre que confunde nombres y le resta importancia escondiendo la cabeza debajo de la almohada (Pilar Manso) y aquí no ha pasado nada, que lo peor es quedarse solo; o la hija embarazada que pare con dificultad, que se le viene el mundo encima, (la propia Carolina África, alternando con Beatriz Grimaldos), que le vence el miedo, que a partir de ahora teme por todo; la hermana que vive en un mundo paralelo, otro mundo más virtual, aunque ya tenga su propia hija, un mundo ficticio y solo (Paola Ceballos), el mundo desquiciado hecho de azúcar, pero amargo; la pequeña, (Majo Moreno), también llena de miedos pero que quiere ser independiente, que no se desequilibra, pero no acaba de encontrar su sitio; la otra hermana que ya puso tierra de por medio, (Laura Cortón), que previno la tormenta antes de suponer que todo iba a ser otoño.

La Belloch Teatro, trayéndonos la cotidianidad no desconocida, pero sí que se oculta muchas veces por tapar las propias vergüenzas en este baile de sociedad donde las apariencias engañan y por nada se monta el pollo, pero tengan en cuenta que eso pasa hasta en las mejores familias. ¡Ea, y ya está dicho todo!

 

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