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Gabriel Olivares estrena ‘La cuenta’ de Clément Michel

“Me apetece indagar en la amistad masculina y reinventar el teatro comercial”

 

El confinamiento y la situación actual, lejos de sumirle en una crisis, han dado al director Gabriel Olivares claridad de miras para saber cómo reenfocar su proyecto. Cuando nos recibe para la entrevista, nos explica que lo que hasta marzo del año pasado era Espacio Gallinero, ha pasado a mejor vida, pero lejos de considerarlo un drama, lo considera una experiencia llena de aprendizaje que ha fortalecido la esencia del proyecto original, TeatroLab Madrid, potenciando su energía y positividad, tanto como para que en breve se vaya a abrir una nueva sede de TeatroLab en Valencia.

Gabriel Olivares, además, es un tipo que se mueve como pez en el agua en la hiperactividad, prueba de ella es el regreso de Our Town, que se podrá ver en la sede de TeatroLab; el estreno de dos producciones nuevas de Burundanga junto al reestreno en la capital, y la presentación que nos ocupa: La cuenta; comedia escrita por Clément Michel que podemos ver en el Pequeño Teatro Gran Vía; una nueva producción de Elreló con la que quiere reinventar su concepto de la comedia.

 

La masculinidad también puede ser cosa de risa

 

 

Por José Antonio Alba

 

La cuenta arranca con tres amigos “de toda la vida” que entran en conflicto por la cuenta de un restaurante, pero a lo largo de la función descubrirán que son otras las cuentas que tienen pendientes y que deben resolver, no solo con los demás, sino con ellos mismos. ¡El juego de equívocos y verdades a medias está servido!

Desde luego son ingredientes de pura comedia. Tiene que ver con las máscaras sociales que nos ponemos y aparentar algo que no somos. En esta función todos son igual de hipócritas y mezquinos, pero claro, antes de reconocer ese tipo de cosas en uno mismo, prefieres proyectarlas fuera. Tiene que ver con dar una imagen para no decepcionar a no sé quién, cuando al primero que se traiciona y se decepciona es uno mismo. El público se siente muy identificado porque es uno mismo el que ve qué tipo de máscaras se pone y pone a los demás.

 

 

Gabriel, tú tiras mucho de la comedia francesa para tus proyectos, ¿qué encuentras en ella?

Lo que me gusta es que siempre pone al público casi en una tesitura de conflicto moral, como que tiene que posicionarse. Creo que eso pasa casi desde Molière, por la dialéctica que tienen, por la forma de entender la vida que tienen. Les gusta esta cosa de juego, de posicionarse de alguna manera. Los grandes textos franceses contemporáneos tienen este ingrediente. Es un teatro que siempre tiene una pequeña excusa y, cuando comienzas a tirar de esa excusa, ves todo lo que hay ahí atascado, en capas que no han salido a la superficie.

 

A primera vista, el tipo de humor que gastamos los españoles es bastante diferente al francés, ¿crees que su comedia conecta con el público español?

Cuando me fui a dirigir Mi primera vez a París, tenía mucho miedo de que lo que aquí funcionaba, allí no funcionara, pero funciona, evidentemente hay matices, pero yo te diría que somos primos. Es verdad que a primera vista tenemos dos culturas muy diferentes, pero tenemos mucho más en común de lo que nos creemos.

 

Primero fue La caja, después Una semana nada más y ahora llega La cuenta, todas ellas firmadas por Clément Michel, ¿qué es lo que encuentras en su teatro para volver sobre él?

Conocí a Clément Michel hace trece o catorce años cuando dirigí Mi primera vez. Me llamaron para hacer la versión francesa, querían la función tal cual se hizo en España, y Clement fue el adaptador del texto. Me fui allí, le conocí y desde entonces tenemos una relación, no te diré que personal, pero profesional muy fluida, además somos dos personas de la misma generación, y es estupendo tener a un dramaturgo con el que me entiendo tan bien, aunque esté en Francia. Clément, es un pequeño Molière que bebe de la tradición de la comedia francesa y trasciende el teatro de bulevar típico de los franceses, le da una vuelta muy actual que lo hace súper atractivo para la gente joven. Sus espectáculos son un súper éxito porque conecta muy bien con ellos. Eso, en este momento, que está siendo tan complicado llevar a la gente mayor al teatro, me parece que está muy bien.

 

 

Ramón Paso vuelve a colaborar contigo, firmando la adaptación de La Cuenta, ¿varía mucho de la versión francesa?

Estoy en un momento en el que lo que cuente me tiene que llenar de una manera muy clara. Pierdo interés con las funciones si no siento que nace de un sitio profundo mío. El texto francés, aunque me gustaba mucho, no tenía suficientes ingredientes como para que me lanzara a coproducirlo y pedí a Ramón Paso, con quien llevo un par de años colaborando, que hiciera más que una adaptación, casi le pedí que fuera una versión. El texto francés está ahí, pero le hemos dado una vuelta y lo acerca más a lo que yo quiero contar. Pero bueno, un buen texto te permite eso también, sin traicionar el espíritu del autor, que no está traicionado. Ha hecho una adaptación que no huele por ningún sitio a traducción, casi es un texto original lo que ha hecho Ramón.

 

Podría decirse que La cuenta es una obra “sobre amigos hecha por amigos” ¿Cómo nace la idea de montar este espectáculo y cómo ha sido ponerlo en marcha?

La cuenta surgió durante el confinamiento. Quería hacer una función con actores que ya se han convertido en parte de mi familia: Raúl Peña, Antonio Hortelano y César Camino, que son como mis hermanos. Comenzamos a trabajar por Zoom, de hecho, hizo que el confinamiento se nos pasara de una manera más ligera porque nos veíamos cuatro y cinco veces a la semana. Fue muy intenso. Están tan implicados que coproducimos en igualdad de condiciones. Los cuatro vamos a muerte, somos un grupo de amigos haciendo teatro y eso se va a notar en la función.

Aunque es una función muy cotidiana, teatralmente va a sorprender. No va a ser la típica propuesta de teatro realista, va a haber unas buenas interpretaciones sacándole punta al texto, pero además quiero hacer una cosa que sea realmente interesante, que se aleje un poco de lo cotidiano.

 

¿En qué sentido?

En el uso del espacio, por ejemplo. Una de las cosas que he planteado es que la función ocurra al aire libre, que en la francesa no era así. Me he inventado que hay una especie de alberca, de charca, de piscina natural, en la que ocurren muchas cosas. Y luego me apetece hacer un análisis, indagar un poco, a un nivel más abstracto, casi poético, de la relación entre los hombres, la amistad masculina, tratando de ir más allá de lo que plantea el texto. Intentar casi renovar lo que es el teatro comercial, lo que se espera de una comedia comercial con tres actores más o menos conocidos. Me apetece darle la vuelta, reinventarnos un poco. Es un formato que conozco mucho y del que, a veces, me aburro.

 

¿Cómo has querido romper con ese concepto más tradicional de la comedia?

Quiero dejar que la función me hable y que me lleve un poco más allá, cuando haces eso sale y te lo pasas mejor. Ya me pasó con Burundanga, parecía imposible mezclar comedia con el terrorismo, me tiré a la piscina intentando ir un poquito más allá y al final salió. Va a hacer once años que está montada y no está vieja, es una función que sigue estando viva, queriendo que juegues con ella, siguen surgiendo cosas de la función. Creo que Burudanga ha marcado un camino de lo que debe ser la comedia y creo que tiene muchos herederos. Trabajé con total libertad creativa y con La cuenta también espero que ocurra algo parecido, por lo menos en el proceso, luego el resultado vete tú a saber, el público es soberano. Pero el viaje que estoy intentando con los actores es ir un poquito más allá, no quedarnos en la ilustración de la comedia e intentar que el espectáculo, a nivel formal, llegue a sitios sorprendentes para nosotros mismos mientras la hacemos. No es una función convencional, es un trabajo muy similar al que he hecho con Our Town o un Gross Indecency.

 

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Raúl Peña, Antonio Hortelano y César Camino protagonizan ‘La cuenta’ de Clément Michel.

 

¿Podría decirse que estás vertiendo en la comedia todo el trabajo que haces con esos otros montajes de corte más personal que creas con TeatroLab?

Sí, son como mis dos hemisferios que comienzan a equilibrarse. Y me encantaría que esa especie de dicotomía entre espectáculos comenzara a encontrarse. Evidentemente hay proyectos que van a tirar más para un sitio y otros para otro, y yo estoy encantado porque ese soy yo y acepto todas mis facetas, pero encontrar proyectos que puedan convivir con esos dos aspectos me hace profundamente feliz. Puede que La cuenta sea el primer proyecto donde se den esas dos facetas mías. Veremos el resultado. Me apetece utilizar recursos más experimentales, más arriesgados, llámalo como quieras, en una función que a priori no te pide eso. A mí como creador me apetece.

 

Supongo que llevar tanto tiempo dedicado a la comedia te permite cierto tipo de licencias y jugar más con los recursos que tienes.

Fíjate que en estos años que llevo de trabajo siempre he pensado que el “to play” inglés era jugar y ahora pienso que más que jugar es jugársela. Creo que el significado inglés del “to play” no es solamente jugar porque a veces puedes jugar y no llegas al público, pero cuando te la juegas, en ese salto al vacío, es donde pueden ocurrir las grandes cosas. A veces te puedes dar una leche importante, pero en este caso, me siento muy cómodo con esa acepción de jugármela, de jugar jugándomela y asumir ciertos riesgos. Creo que, si hay algún secreto, van por ahí los tiros.

 

Precisamente esta actitud que tomas como director rompe un aspecto que cuestiona la función: El miedo a que nos juzguen y a juzgarnos nosotros mismos.

Pues sí, de hecho, yo siempre le digo a los actores que todas las funciones que hacemos en cada momento son completamente sincrónicas de algún aspecto de nuestra vida que tenemos que resolver. No creo mucho en las casualidades azarosas sin más, pero sin volverte loco y ver señales en todas partes, creo que La cuenta está hablando de madurar, de hacerse responsable, que son dos términos bastante análogos. Lo que ves en esta función son unas personas que están llevando la irresponsabilidad a unos límites de eternos adolescentes que, casi más que mintiendo al otro, están mintiéndose a sí mismos todo el tiempo y la función puede verse como aceptar madurar. A lo mejor yo estoy en un momento que tengo que comenzar a madurar estas dos facetas que me he colocado en la vida y quizás es la función en la que, de una manera más clara, voy a hacer y a convivir con esos aspectos míos como director de teatro. Si, puede que tenga relación.

 

Además del tema de la madurez, en La cuenta también se ponen sobre la mesa diferentes tipos de masculinidades.

Sobre todo, son tres masculinidades muy diferentes y muy cercanas a la realidad, en un momento en el que parece que todo lo masculino es negativo, y yo creo que hay aspectos que son buenísimos, no digo como hombres, sino como una energía masculina que puede estar ahí igual en un hombre como en una mujer.

Quizá esta función viene también a llamar la atención sobre eso. Hay muchos hombres buenos y con ganas de aprender y de darse cuenta de que están haciendo las cosas mal, de conocerse. Está bien romper una lanza en favor de lo bueno que hay en lo masculino, es momento de conocer a los hombres más allá de lo que dicen los políticos, las ideologías y los intereses que vete tú a saber de dónde vienen.

 

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¿Puede ser que llegar a los cuarenta es el momento clave de nuestras vidas donde uno se plantea hacer las cosas de una manera diferente a cómo las estaba haciendo hasta ese momento y tomas otras decisiones?

Por eso digo que es responsabilizarte es tomar decisiones que, por lo que sea, hasta ahora no has tomado y llega un momento en tu vida que ya no puedes ocultarlo más ni retrasarlo más. Y yo estoy agradecido, que cuando ese momento llegó a mi vida, tomé la decisión, aunque había miedo evidentemente, porque uno se adentra en espacios desconocidos, pero lo mejor que puedes hacer es aprovechar esas oportunidades. La crisis se puede vivir como oportunidad, creo que en esta función está perfectamente establecido qué hay que hacer en las crisis y qué ocurre en ellas. Y me gusta porque la función tiene mala leche. De alguna manera, no es solo verte reflejado y empatizar con lo que está ocurriendo en el escenario, y que haga ese viaje el espectador, también jugar con espejos deformados. Eso también me interesa en esta función, creer que estamos viendo una imagen fiel de uno mismo y descubrir que está completamente deformada. Estos amigos en el fondo parece que no se conocen.

 

Las mujeres, aunque están ausentes en escena, están muy presentes durante toda la función, haciendo que los protagonistas se cuestionen muchas cosas sobre los estereotipos y los prejuicios.

Claro, lo que sucede es que te das cuenta de que finalmente son seres humanos. Y está muy bien que algunas de las sorpresas de la función, por no decir todas, tienen que ver con lo femenino y con las mujeres de sus vidas que, en esta función, no se muestran para nada débiles. Nunca puedes dar nada por sentado, en esa inercia que nos lleva a los seres humanos a dar algo por sentado, es lo peor que podemos hacer.

La clave de la función está en que nos trata como adultos responsables y libres, tanto a hombres como a mujeres. Nos tenemos que hacer responsables de nuestras vidas. Esta función también la quiero ver como gente que ha tenido cosas enterradas durante mucho tiempo y, por fin, ocurre la situación en la que eso se desvela.

Tengo mucha curiosidad por ver cómo reciben las mujeres esta función. Cádiz está siendo muy buen éxito por el público femenino que va muchísimo más que masculino. Y esta función no sé si de repente les puede gustar más a ellos que a ellas. De todas formas con la licencia de la comedia se nos permite meter y decir cosas que a lo mejor no son políticamente correctas. Para eso también sirve el teatro.

 

Lo que pasa que en una época en la que tenemos la piel tan fina para según qué cosas, uno se cuestiona cuánta libertad puede encontrarse sobre un escenario, ¿no?

En esta función estoy intentando autocensurarme poco, ser honesto con el planteamiento porque además no es un planteamiento que agreda a nadie ni ponga a nadie por encima de otro. Creo que es un planteamiento honesto, pero es una función que se adentra en un universo masculino y en una época en la que parece que no es bueno adentrarse en los textos contemporáneos al universo masculino, ¿por qué no? Igual, precisamente porque es lo que no está de moda, me apetece particularmente adentrarme. No desde un sitio cómodo, es adentrarme en la adaptación que ha hecho Ramón, estamos siendo cuidadosos, pero hay un personaje con algún toque machista y ¿por qué no vamos a dejar que se exprese? Aunque los demás no lo seamos. ¿Por qué no oír a un personaje que siente con inmadurez su propia identidad? Está bien darles voz. La identidad si se trata de manera superficial puede ser engañosa. Mi identidad no me la da ni mi género ni mi orientación sexual, mi identidad más profunda está más allá de eso, entonces no me quiero quedar solamente con una etiqueta. Que sí, que es funcional para moverte en sociedad, pero sé que mi identidad está más allá. Ahí es donde me apetecería adentrarme y ayudar a quien no llegue.

 

¿Cómo ves el futuro de las Artes Escénicas?

Pues las veo resistiendo y más necesarias que nunca. Eso me tranquiliza, saber que hemos elegido una forma de vida. Este trabajo, en su naturaleza y en su ADN, tiene la resistencia a la dificultad y es capaz de transformarla, como si fuera un proceso alquímico, en algo bueno. En este momento de dificultad yo estoy intentando hacer eso. No sé quién decía que la mierda es mierda, pero también puede ser abono. Pues hacer ese proceso, convertir cosas tóxicas y dificultades en abono, poder nutrir y hacernos mejores artistas y conseguir mejores espectadores cada vez, quiero ver este momento como una oportunidad. Están surgiendo distintos formatos, distintas formas de expresión, y eso también es por la situación, la imaginación de la gente ¡la capacidad de adaptación que tenemos es ilimitada! Me encantaría que se pudieran abrir todos los teatros, que estemos todos los formatos.

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