Yo soy Hamlet, de Gabriel Olivares

 

Por Alberto Morate

 

Teatro dentro del teatro. El director interpretando un papel y el actor no sabiendo interpretarlo. ¿O sí? Intercambio de personalidades y un personaje fundamental, Hamlet, en la sombra del escenario para ensayarlo. ¿Quién es quién en este juego de hacer de quien no eres? La actualidad de un texto clásico en un diálogo actual.

No me escuchas – dice varias veces el candidato a protagonista al director para irle aclarando la escena. ¿Quién dirige a quién? El público, que somos nosotros, en realidad somos imaginarios. ¿O ellos son incapaces de vernos?

Hay confusión y mucha dosis de humor. Humor que se tornará en agrio. Hamlet y su venganza. Yo soy Hamlet, y lo traigo todo preparado. Tengo los pies en el suelo y tú te evades en disquisiciones de sentimientos. Me estás engañando. Pero, ¿no es el teatro puro engaño? Mentiras a sabiendas que me están mintiendo y me lo estoy creyendo, el mejor trueque, lo falso verdadero.

El texto de Richard James juega con las premisas del actor que no lo es y del director de escena que sí lo es y se regocija en demostrarlo. Te estás mofando de mí. Pero, ¿no resulta que así lo estoy haciendo bien? ¿En qué quedamos?

Se me ha venido a la memoria el texto de Rodolf Sirera, El veneno del teatro, del que tiene similitudes siendo totalmente diferente. Volvemos al teatro que finge y al intérprete que ya no quiere seguir actuando. Es un texto ágil, cercano, vivo, de buen ánimo.

Y me ha sorprendido gratamente su director y hoy también actor, Gabriel Olivares. Ya sabía que dirige con solvencia todos sus espectáculos, pero resulta que interpreta tan bien como si realmente estuviera dirigiendo. ¿O está actuando? Esto es no saber a qué atenerse. Pero, sí, que lo vamos averiguando en el tiempo real en que se representa la obra, perdón, el ensayo, (hasta el café huele extraordinario y real) y nos vamos creyendo que Leo Rivera, su personaje, es realmente Hamlet venido hasta nuestro momento contemporáneo. Por cierto, Leo Rivera, magnífico, cómico, dramático, nunca me decepciona, que hace un actor que no lo es, pero sí lo es o quiere serlo y todo se va embarullando.

William Shakespeare haría un juego escénico de este tipo hoy en día. O no. No podemos saberlo, tenemos que imaginarlo, como cuando representas una pieza teatral y el atrezo y decorados son de cartón piedra y nos imaginamos que no hay trampa ni cartón, ni piedra, ni siquiera escenario.

Hasta el final todo es juego, todo es teatro, nosotros también, que somos indisciplinados y no obedecemos al director y aplaudimos a rabiar una obra que ha sido de nuestro gran agrado, y si no lo ha sido, nos lo callamos, que estamos metidos de lleno en hacer, ver y disfrutar de buen teatro. Y el teatro, mentira es, aunque “fingir, no es mentir” y “más vale decir mentiras, que parezcan verdades, que verdades, que parezcan mentiras” (refranero popular).

Que no les engañen. Váyanse al teatro (a este, concretamente) y déjense engañar.