Atra Bilis, en el Teatro Infanta Isabel

 

Por Yaiza Cárdenas / @yaizalloriginal

 

‘Atrabilis’: En la medicina antigua, “sustancia o humor del cuerpo humano que era causante de la melancolía, la tristeza, la manía y la hipocondría. El líquido tiene un color negruzco y procede de la putrefacción postmortem de la sustancia medular suprarrenal” (Definiciones-de)

A pesar de que el negro combina con todo, siempre se ha asociado a algo negativo. El negro es el color de la muerte, del luto, de lo incierto, lo que da miedo… No es de extrañar, por tanto, que Hipócrates y Galeno atribuyesen a la bilis negra estos sentimientos.

 

Ahondando en el lado oscuro

Lo socialmente establecido ubica la tristeza o el miedo como algo a ocultar, como vulnerabilidades. Son nuestro lado oscuro, que no debemos sacar a pasear para que otros no se aprovechen de ello. Nuestro talón de Aquiles. Y, a menudo, el afán por sobreproteger eso que nos hace vernos débiles, lleva a sacar nuestra peor versión. Es la ley de la selva: sobrevive el más fuerte. Si no quieres ser machacado, tienes que machacar.

Atra Bilis utiliza la relación de cuatro mujeres para poner esa idea sobre las tablas: el pez grande se come al pez chico y, lo que comienza como una noche de velatorio, acaba como una competición de víboras en la que, despedir al difunto, se vuelve lo menos importante. El negro de las ropas parece brillante comparado con el negro de sus almas, supurantes de veneno.

 

‘Dame veneno, que me quiero morir’

Con una escenografía tan interesante como dantesca, lo desagradable engancha. El trabajo sobre el escenario de Alessio Meloni junto al vestuario de Sara Sánchez de la Morena y el maquillaje y peluquería de Paula Marcos Sánchez y Javier Sevillano, han dado a luz a un hijo propio del circo de los horrores, en el mejor de los sentidos. Es como si una Winifred Sanderson (Hocus Pocus) con Las brujas de Zugarramurdi como hermanas aterrizasen sobre un universo donde La casa de Bernarda Alba y Balada triste de trompeta se fusionasen.

La personalidad es el gran punto fuerte de este trago de anís con arsénico, producido por Dos Hermanas Catorce, donde las interpretaciones de Alberto Velasco (también director de la obra), Nuria González, Paloma García-Consuegra y Celia Morán no se quedan atrás. Su gran trabajo actoral logra sacar carcajadas de la crudeza de esta pieza de Laila Ripoll que, bajo una superficie de locura y cierto humor absurdo, esconde todo un entramado de injusticias vividas por las protagonistas, que lleva a reflexionar sobre la dependencia económica y la falta de libertad que eso acarrea, la diferencia de clases, los abusos sexuales, las relaciones tóxicas o los secretos.

Todas estas vivencias condenan a las hermanas Montenegro y a su criada Ulpiana que, o bien escupen veneno por la boca, buscando hacer daño a sus semejantes y protegerse, o bien se muerden la lengua y se intoxican con su propia bilis, impregnando el Infanta Isabel de lo adictivo de algo tan agridulce como es el ‘atra bilis’ o humor negro.

 

 

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