Miércoles que parecen jueves

 

 

Por Alberto Morate

 

Lo que escribe otra persona puede pasar a ser de dominio público. O más que público, personal, mío, tuyo, de todos. E incluso, creerse que eso que otro escribió, en realidad lo había yo pensado antes, por lo tanto es mío. ¿Plagio? ¡No, intercambio de roles o casualidad!

Además, ¿no dicen siempre que hay alguien en el mundo al que nos parecemos? Pues va a resultar que ese alguien, aunque no tenga nuestra apariencia física, se parece a nosotros. ¿O seremos también nosotros? ¿Dónde empieza la irrealidad y dónde acaba la realidad?

Para ello, Juan José Millás se anuncia para darnos una conferencia sobre el tema y, finalmente, vendrá Juan José Millás, pero con la apariencia de Clara Sanchis. Con mucha rabia, (lleva una pistola en mano), con mucha energía, (no parará de hablar, claro, es un monólogo), con mucha sal: la de la imaginación, la de la comicidad, la de la tragedia de la identidad, la de la fuerza de la palabra y la de la emoción, la de lo imposible y la de que todo puede pasar.

También lo que no ha sucedido, solo es cuestión de imaginárselo, a veces, de proponérselo. La verdad es frágil y la mentira no es tal. Pero es necesario inventar. Y se cuenta lo que pasa y se cuenta lo que no está claro para oscurecerlo más.

En una sencilla puesta en escena, una silla, un perchero y una pantalla, Clara Sanchis o Asunción,  o usted o yo, podemos confundir los Miércoles que parecen jueves, y no distinguir entre lo triste y lo gracioso, entre lo rebelde y lo conformista, entre lo místico y lo carnal. Al fin y al cabo, los viernes están sobrevalorados, los sábados están masificados y los domingos son anodinos. Mejor que un miércoles tenga matiz de jueves, aunque un lunes siga siendo un lunes, el mejor día de todos. Para el destino de la humanidad, da igual.

Mario Gas dirige sin batuta este texto confuso que aclara muchas premisas e ideas de su autor, que también aparece en pantalla en un vídeo montaje de Isabel de Ocampo. Está, pero no está. Esa es la carga del tema del que nos habla la actriz, de lo que escribe Millás, de lo que piensa el espectador, de la novela Crimen y Castigo, de lo que sucederá y de la inutilidad de no haber hecho algo cuando lo que hicimos tampoco valía para nada.

Un juego de apariencias, de creatividad, de confusión con uno mismo, de sí pero no y de no, pero quizás. Ya es bastante. Bastante Millás, bastante Sanchis, bastante Gas.