Lorca en Nueva York, Teatro Bellas Artes

 

 

Por Alberto Morate

 

Se presenta La Banda antes que Alberto San Juan. Eso crea expectativas. ¿Cómo nos contará el actor Poeta en Nueva York? ¿Por qué Lorca en Nueva York?, dándole la vuelta a lo que realmente le impregnó a Federico García Lorca: la gran metrópolis y ver los edificios, las fábricas, los negros, las iglesias abandonadas, las calles y los sueños, el paisaje de una multitud que vomita, la ciudad sin sueño.

El poeta pasea, pero no se reúne con los habitantes de ‘La Gran Manzana’. Está solo, se encuentra solo, escribe todo el día, habla sin palabras, mira a los obreros desde fuera como si fuera la luna, como si escuchara un vals en las ramas, y piensa en Walt Whitman y en su amor que se quedó en España, grita desde la torre del Chrysler Building hacia Roma, crucificado, asesinado por el cielo y por una perdiz, en ruinas, en la voz antigua del amor.

Y en una voz que sale de lo profundo de su corazón, Alberto San Juan clama y declama, entre jazz y silencios, entre jazz y palabras, con la fuerza del poeta en su alma. Es enérgico y está vivo. La sombra del poeta se refleja en un lateral y en nuestra atenta escucha emocionada. Es una voz y una presencia, palabras que se tornan blancas, espesas, de tierra, de plomo, de orín, de nitidez pura de la garganta.

No son las cinco de la tarde, aún no ha fallecido Ignacio Sánchez Mejías, ni él mismo de madrugada, aún se pierden sus pasos en 1929 cuando los neoyorquinos salen de sus casas. El intérprete nos va contando lo que a su vez Lorca contó en la Residencia de Señoritas, mientras se desgranan los versos del poeta, mientras se le oyen crujir los huesos de desesperanza. Y aún así, baila. Aún así, sueña. No son palabras inútiles las que escuchamos, no es poesía surrealista, es un mundo de miedo, de vorágine, de metáforas, unos poemas audaces, desgarrados, donde se oye palpitar el corazón de la sangre descontrolada.

Cierro los ojos para escucharlo mejor, pero tengo que abrirlos rápido para no perderme este movimiento en el tiempo, estos compases de La Banda, esta concreción de una ciudad en un poeta, de un lunes magnífico, de un sentirme vivo, de un poeta que resucita en cada palabra.

Si no lo conocéis, Lorca está allí, en el escenario, ese es su ambiente. Poesía y teatro unidos, un actor, música, un encuentro, todos los sitios, Nueva York, y Granada, y La Habana, y Harlem y África y Coney Island, y el río Hudson, y Brooklyn, y el Bellas Artes, y las butacas donde nos sentamos y nos sentimos transportados a este paseo distinto cada día, a la aurora de Nueva York, a la sombra del pájaro, a la cuchara de palo, al mascarón y al agua que no desemboca, pero se hace cascada en las palabras de este gran rapsoda que nos toca el alma.

 

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