Esther F. Carrodeguas es la autora de Supernormales, obra que dirige Iñaki Rikarte y que ahora llega al Centro Dramático Nacional -del 16 de marzo al 24 de abril-, en la que propone un juego cómico que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios alrededor del colectivo de personas con diversidad funcional. Ella misma, con sus propias palabras, nos descubre el espectáculo.

 

 

Un esperpento súper normal

 

 

 

Por Esther F. Carrodeguas

Foto de portada: Bárbara Sánchez Palomero

 

Conocí el universo de la diversidad funcional (o como prefiráis denominarlo) haciendo teatro. Fue gracias a una sexóloga, Hadriana Ordóñez, quien antes de soltarme por media Galicia haciendo talleres de poesía escénica, performance (o lo que sea que fuimos haciendo), me [in]formó sobre la ingente cantidad de violencias ejercidas sobre el colectivo (específicamente sobre las mujeres del colectivo, pero muchas independientes del género). Violencia económica, estructural, cultural, de género, sexual. Realidades enclaustradas, sobreprotegidas, infantilizadas, carentes de autoestima. Vidas solitarias y aisladas. Vidas castradas. Conocer esta realidad instaló en mí la necesidad de compartirla. Si yo tenía 40 tacos y ni la más mínima idea de lo que le estaba pasando a esta parte de mi vecindario, lo más probable era que la mayoría de la gente tampoco lo supiese.

Pasaron años. El tema no acababa de encontrar su lugar, su espacio. Permanecía silente en la recámara hasta que salió a flote durante mi residencia creativa en el Centro Dramático Nacional. Ese lugar de máxima dignidad teatral era justo el espacio donde esta historia merecía ser contada. Con tan buena suerte que más pronto que tarde se decidió que la obra se haría carne.

Me embarqué en este trasatlántico plenamente consciente [todavía lo soy y vivo con esa responsabilidad] de que era un tema harto complejo. Pero la idea no era compartir las certezas, sino sobre todo las dudas: ponerme en duda a mí misma. Llegar hasta el fondo de la cuestión: sin miedo. Mi obsesión fue desde el principio no caer yo en un estúpido paternalismo al abordar el tema: si la infantilización era una de las principales violencias ejercidas, no podía yo colocarme como creadora justo ahí.

 

 

Supernormales parece que habla todo el rato de sexo. Y digo parece porque, como ya he dicho, yo nunca pretendí hablar sobre sexo sino sobre violencias, pero quizás entrar en contacto con el tema desde la mirada de una sexóloga, haya conseguido que la sexualidad acabase por ser el contexto de la obra: un contexto lupa donde las violencias se ven de manera escandalosa; un contexto tabú (doblemente tabú en este caso) que ayudó a configurar una comedia muy-muy políticamente incorrecta (algo que las lectoras y lectores parecen agradecer -seguramente no todes, claro-).

Supernormales es un esperpento, así me gusta entenderlo (¿pretendo salvarme colocándome al lado de mi vecino Valle-Inclán?). Un juego cómico que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios alrededor del colectivo de personas con diversidad funcional; prejuicios nacidos en esta nuestra estupenda sociedad neoliberal y patriarcal (pero sobre todo 100 % capacitista) en la que las personas que no pueden producir al ritmo que viene impuesto ven a diario cómo les pasan por delante casi todes. A la mayoría de estas personas se les ha prácticamente negado (históricamente) la vivencia de una sexualidad propia y natural. Y se las ha colocado fuera del DESEO. Desde este lugar reflexiona la pieza, incluyendo la propia reflexión sobre la creación con personas diversas y la dificultad de eliminar las barreras existentes para la entrada, comprensión o disfrute de la propia obra teatral que se está viendo (o no!).

 

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