El Teatro Real estrena por primera vez desde su reapertura una producción de Rusalka de Antonín Dvořák – Podrá verse del el 12 y el 27 de noviembre – en la que la dirección musical correrá a cargo de Ivor Bolton con un doble reparto encabezado por las sopranos Asmik Grigorian y Olesya Golovneva.

 

Un cuento de hadas lírico

 

Por Miguel Pérez Valiente

Foto portada Javier del Real

 

La fortuna que a largo plazo tendrá un título operístico es siempre un enigma. Mientras algunas óperas que triunfaron incontestablemente en su estreno fueron olvidadas poco después, otras, que sufrieron tibios comienzos, con el tiempo se impusieron en el repertorio.

Rusalka es el título que consagró a su compositor Antonín Dvořák (1841-1904) como un creador lírico. Dvořák había compuesto otras óperas con anterioridad, pero el éxito le había sido esquivo probablemente por la debilidad dramática de los libretos sobre los que había trabajado. Sin embargo, en el caso de este “cuento de hadas lírico” el destino puso en su camino al joven y brillante dramaturgo, Jaroslav Kvapil.  Kvapil, que con el tiempo llegaría a ser director del Teatro Nacional de Praga, le proporcionó un libreto que no solo tenía la calidad poética necesaria, sino que, además, tenía la urdimbre dramática que exige una pieza escénica de éxito.

La ópera resultante –uno de los tres títulos más importantes de la tradición operística checa junto con La novia vendida de Smetana y Jenůfa de Janácek– no fue solo un éxito doméstico como ocurrió con  otros tantos títulos de temática muy localista, sino que, con el paso del tiempo, consiguió encumbrarse como un éxito internacional ya que su historia, a pesar de estar poblada de personajes mitológicos del folclore eslavo y ruso, también bebe directamente de leyendas populares conocidas en resto de Europa. Dichas historias feérico acuáticas cristalizaron en el siglo XIX en trabajos tan queridos en el continente como la novela romántica Undine [Ondina] de Friedrich de la Motte Fouqué o el cuento Den Lille Havfrue [La sirenita] de Hans Christian Andersen.

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Ensayo de Rusalka en el Teatro Real. Foto © Javier del Real

La dualidad de un mundo mágico-acuático y otro real-terrestre permitió a Dvořák componer una música diferente para cada una de esas esferas. Aunque las referencias al folclore eslavo están siempre presentes, el tratamiento musical para los personajes naturales es diferente al de los personajes sobrenaturales. El psicoanálisis y la metafísica eran disciplinas que interesaban al compositor y es precisamente en el potencial alegórico de este cuento en el que se apoyan muchos de los directores de escena actuales para crear las nuevas producciones de Rusalka que se estrenan –y triunfan– por todo el mundo.

Rusalka no se había representado en el Real desde su reapertura y, para esta ocasión memorable, la dirección escénica estará a cargo de Christof Loy, quien ya nos ofreció uno de los momentos cenitales de la temporada pasada con ese elegantísimo Capriccio straussiano que tanto nos emocionó. Se trata de una coproducción con los teatros de ópera de Dresde, Bolonia, Barcelona y Valencia pero que tendrá su estreno absoluto en Madrid.