Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Excelente noticia editorial de la mano del sello Sitara, que nos presenta en dos volúmenes las obras más conocidas de la producción escénica de Agota Kristof (1935-2011). Quien haya podido sumergirse en esa magna trilogía narrativa titulada Claus y Lucas, a pesar de su crudeza, sabe que estamos ante una de las escritoras más importantes del siglo XX. Nacida en Hungría, su infancia está atravesada por la Segunda Guerra Mundial. Kristof se vio obligada a huir a Austria y de ahí a Suiza con solo 21 años, cuando las tropas del Pacto de Varsovia sofocan la revolución húngara.

 

Mujer, exiliada, desprovista de la lengua de su país de acogida, no aceptó resignarse a su condición y logró ser reconocida como una escritora de primer orden en lengua francesa. Precisamente su teatro sienta las bases de su producción en prosa posterior. Este compendio en dos libros nos trae ocho títulos, todos ellos traducidos excelentemente por el también escritor José Ovejero, los más representativos y los más representados de los 24 que componen su producción teatral total. Vienen precedidos de un breve prólogo firmado por Pilar G. Meyaui, donde explica, por ejemplo, que la autora aborda en estas piezas, “escritas en su mayoría en la década de los 70, los monstruos que la rondarán a lo largo de toda su vida: las fronteras, la violencia, las fronteras, la identidad, las fronteras, el desarraigo, las fronteras, la soledad, las fronteras, la voluntad de vivir y la convicción de que es en vano”.

 

El primero de los dos volúmenes contiene cuatro títulos: John y Joe (1972), la más popular y representada de sus obras, donde vemos cómo un simple décimo de lotería puede reventar una amistad; La llave del ascensor (1977), extraña historia de amor contada por una mujer encerrada en un castillo; Pasa una rata (1972), la primera de sus obras, en tono de comedia kafkiana; y La hora gris o el último cliente (1975), juego de amor-odio entre una prostituta y un ladrón. El segundo volumen nos trae otros cuatro textos: El monstruo (1974), una inquietante alegoría; La carretera (1976), que habla de una Tierra cubierta de carreteras: ¿a dónde llevan? ¿De qué sirven? ¿Hay salida?; La epidemia (1975), donde ante una ola de suicidios, un joven salva a una chica que no quiere ser salvada; y La expiación (1982), o la vida de tres seres miserables sobre los que plenea la duda de si merecen compasión. Con un estilo breve, conciso, minimalista, implacable siempre, Kristof se ocupa de temas como la violencia machista, la gestación subrogada o la persecución política antes que otros muchos dramaturgos.