Nos acercamos a la inauguración de la 31º edición del Festival Temporada Alta celebrado en Girona. Pudimos acudir a los estrenos de L’adversari, espectáculo inspirado en el libro firmado por Emmanuel Carrère dirigida por Julio Manrique, con Pere Arquillué y Carles Martínez; y al estreno absoluto de Caridad, la nueva propuesta de Angélica Liddell.

Un fin de semana repleto de teatro que nos ha servido para conocer de primera mano algunas de las propuestas que ocuparán las programaciones de los teatros en las próximas temporadas.

 

Marique y Liddell abren el Temporada Alta

 

 

Por José Antonio Alba

 

Este fin de semana ha dado comienzo la XXXI edición del Temporada Alta y hemos viajado hasta Girona para dar cuenta de este arranque en primera persona, asistiendo al estreno de L’adversari, dirigida por Julio Manrique, y al estreno mundial de Caridad, la nueva propuesta de Angélica Liddell; dos producciones que el propio director del festival, Salvador Sunyer, ya nos comentaba en la entrevista que le hicimos para nuestro número de octubre, que son dos de los platos fuertes de la programación de esta temporada.

Con la visita a este arranque confirmamos el privilegio que supone para cualquier amante de las Artes Escénicas poder asistir al Temporada Alta y contar con un adelanto de lo que irá viéndose en los escenarios nacionales en los próximos meses.

Desde lenguajes escénicos muy distintos, casualmente L’adversari y Caridad nos empujan a asomarnos al abismo del horror, invitándonos a reflexionar: ¿Hasta dónde somos capaces de llevar una mentira? ¿Cuál es nuestra capacidad de perdonar?

 

El primer fin de semana en Temporada Alta en Madrid
Escena de L’adversari. Foto David Ruano

L’Adversari

El pistoletazo de salida del festival tuvo lugar el viernes en el Teatre Municipal de Girona, un bellísimo espacio escondido a la mirada del viandante despistado, donde tuvimos oportunidad de asistir al estreno de L’adversari, la adaptación del título homónimo firmado por Emmanuel Carrère que cuenta el caso de Jean-Claude Romand, un hombre aparentemente anodino que asesinó a toda su familia, e intentó suicidarse, al quedar al descubierto la espiral de mentiras sobre la que había construido su vida durante 18 años.

Un relato elaborado desde la mirada del propio Carrère que, como sucede en el libro, se convierte en un personaje más dentro de esta historia contada al público. Pere Arquillué es el encargado de dar vida al escritor, y a todos los personajes que orbitan alrededor de Romand, a quien da vida Carles Martínez.

Un espectáculo de ritmo pausado, en ocasiones en exceso, haciendo que se pierda la tensión de la trama, que confecciona un retrato sobre los horrores que habitan agazapados en nuestro cotidiano que hace más aterradora si cabe de la frialdad con la que Romand tejió la tela de araña de engaños que conformaba su día a día -desde fingir ser médico y trabajar en la OMS, estafar dinero a familia y amigos, hasta llegar a inventarse que padecía cáncer-.

Una historia de terror psicológico que pone de manifiesto la inquietud que provoca no tener la certeza de nada de cuanto nos rodea, que es más que probable que próximamente podamos ver en los teatros nacionales.

 

El primer fin de semana en Temporada Alta en Madrid
Foto de Angélica Liddell para Caridad.

Caridad

Que Angélica Liddell estrene en el Temporada Alta siempre es un acontecimiento, tanto para sus seguidores como para sus detractores. Y con Caridad no fue una excepción, allí acudimos, a El Canal – Centre d’Arts Escèniques de Salt, para presenciar el estreno mundial de su nueva creación.

Nada más entrar en la sala, nos encontramos al elenco esperándonos sentados en sillas y una guillotina y un clavicordio como testigos de cuanto acontecerá en escena. Durante la función descubriremos que el inventor de este aparato utilizado en Francia para ejecutar a los condenamos a muerte hasta 1977 fue un fabricante de clavicordios. ¿Una reflexión sobre cómo una misma mano puede crear instrumentos para el deleite del arte y de la muerte?

Esgrimistas paralímpicos, niños, limpiadoras, un coro de laringectomizados, e incluso un perro paralítico y un rebaño de ovejas, hacen acto de presencia en escena como herramientas que dan forma a las múltiples referencias filosóficas con las que Liddell nos insta a repensar sobre el perdón, colocándonos en escenarios donde el horror es patente a través de la pedofilia, la violación y el asesinato, con la historia de Gilles de Rais, quien violó, torturó y asesinó a cientos de niños, siendo finalmente guillotinado, como centro de la reflexión a la que nos insta: “¿Qué cantidad de perdón eres capaz de soportar?”.

Al finalizar queda la duda de si Liddell está queriendo llevar sus propuestas hacia otros lugares diferentes a los que nos tenía acostumbrados, si es que eso es posible con su teatro, pero se echó en falta el refinamiento y cuidado de sus anteriores puestas en escena y salir con las tripas y la cabeza en ebullición.

 

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